Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Carlos Castaneda
DIALOGO A FONDO CON
CARLOS CASTANEDA
Graciela N. V. Corvalán

Revista Mutantia
(1982)

-continuación-

 

 

Don Juan y don Genaro no están. La señora Tolteca está con nosotros. Ella nos pide tareas. La Gorda y yo hacemos la tarea juntos. También los otros tienen tareas que cumplir; tareas distintas, en lugares también distintos.
"Según don Juan; las mujeres tienen más talento que los hombres. Las mujeres son más susceptibles. En la vida, además, ellas se gastan menos y se cansan menos que los hombres.
"Por esto es que don Juan me ha dejado ahora en manos de una mujer. Me ha dejado en las manos del otro lado de la unidad hombre-mujer. Más aún, me ha dejado en manos de las mujeres: de las hermanitas y la Gorda".

 

 


La mujer que ahora le enseña no tiene nombre. Ella es, simplemente, la mujer Tolteca.
"La Sra. Tolteca es la que ahora me enseña. Ella es responsable de todo. Todos los otros, la Gorda y yo somos nada".
Quisimos saber si ella sabía que iba a encontrarse con nosotros así como de sus otros planes.
(Varios meses más tarde, la Gorda -María Elena- me llamó por teléfono para trasmitirme un mensaje de Carlos Castaneda. En esa conversación, me dijo que la señora Tolteca se llamaba doña Florinda, y que se trataba de una persona muy elegante, vivaracha e inquieta. La señora Tolteca debe tener unos 50 años.)
"La Sra. Tolteca lo sabe todo. Ella me mandó a Los Angeles para que conversara con Ud. -nos respondió dirigiéndose a mí-. Ella sabe de mis proyectos, y que voy a Nueva York".
Quisimos también saber cómo era ella. "¿Es joven? ¿Es vieja?" -le preguntamos.
"La Sra. Tolteca es una mujer muy fuerte. Sus músculos se mueven de una manera muy peculiar. Es vieja, pero una de esas viejas que lucen así a fuerza de maquillaje".
Era difícil explicar cómo era ella. En su intento, Castaneda buscó un punto de referencia y nos recordó la película Gigante.
"¿Recuerdan Uds. -nos preguntó- esa película en que trabajaban James Dean y Elizabeth Taylor? Allí E.Taylor hace de mujer madura aunque en realidad ella era muy joven. Esa misma impresión me causa la mujer Tolteca: un rostro con maquillaje de vieja sobre un cuerpo aún joven. También diría yo que ella se hace la vieja.
"¿Conocen Uds. el National Enquirer? -continuó sueltamente-. Un amigo mío se encarga de guardármelos aquí en Los Angeles, y cada vez que vengo los leo. Es lo único que aquí leo... Precisamente en ese periódico (recientemente) vi unas fotos de Elizabeth Taylor. ¡Ahora sí que está grande de verdad!".
Este comentario, de algún modo sintetizó su juicio con respecto a la inmensa producción de noticias que caracteriza a nuestra época. Este comentario también encierra un juicio respecto al valor de toda la cultura occidental. Todo está al nivel del National Enquirer.
Nada de lo que Castaneda dijo esa tarde fue casual. Los distintos trozos de información que él proporcionó apuntaron a crear una determinada impresión en nosotros. En esta intención de Castaneda no había nada equívoco; al contrario, su interés fue transmitir la verdad esencial de la enseñanza en que están envueltos.
Continuamos hablando de la señora Tolteca y Castaneda nos dijo que ella se va pronto. "Ella nos ha dicho que en su lugar van a venir otras dos señoras. La mujer Tolteca es muy estricta. ¡Sus demandas son terribles! (Por teléfono, la Gorda también insistió en que la Sra. Tolteca era muy "brava", y en que si bien a ella la quiere más que a Castaneda no estaría mal que la quisiera un poco más. "Andamos con todo el cuerpo magullado de los golpes que nos da" -dijo.)
Ahora bien, si la mujer Tolteca es brava parece que las dos que vienen son mucho peores. ¡Pueda ser que no se vaya todavía! Uno no puede dejar de querer ni puede impedir que el cuerpo se queje y tema la severidad de la empresa... Sin embargo, no hay modo de alterar el destino. ¡Ahí me agarró, entonces!
"Yo no tengo más libertad -siguió- que la de ser impecable porque sólo si soy impecable cambio mi destino; es decir, me voy de puntillas por el costado izquierdo del águila. Si no soy impecable, no cambio mi destino y el águila me devora.
"El Nagual Juan Matus es un hombre libre. El es libre cumpliendo con su destino. ¿Me comprenden Uds.? No sé si entienden lo que quiero decir" -preguntó preocupado.
"¡Claro que lo entendemos! -replicamos con vehemencia. Tanto en esto último como en muchas otras cosas que Ud. nos ha referido hasta ahora encontramos gran similitud con que sentimos y vivimos diariamente".
"Don Juan es un hombre libre -continuó. El busca la libertad, su espíritu la busca.
Don Juan está libre de ese prejuicio básico; el prejuicio perceptivo que no nos deja ver la realidad".
Lo importante de todo eso que veníamos hablando reside en la posibilidad de desbaratar el círculo de las rutinas. Don Juan le hacía hacer numerosos ejercicios para que tomara conciencia de sus rutinas. Entre ellos está el de "caminar en la oscuridad" y la "marcha de poder".
¿Cómo romper ese círculo de las rutinas? ¿Cómo quebrar ese arco perceptivo que nos une a esa visión ordinaria de la realidad? Esa visión ordinaria que nuestras rutinas contribuyen a fijar es, precisamente; lo que Castaneda denomina "la atención del tonal" o "el primer anillo de la atención".
"Romper ese arco perceptivo no es tarea fácil; puede demorar años. La dificultad conmigo -afirmó riendo- es que soy muy testarudo. A las malas fui haciendo las cosas. Por esto es que, en mi caso, don Juan tuvo que usar drogas... y así es como quedé... ¡Con el hígado en la acequia!
"En la línea del no-hacer se logra desbaratar las rutinas y tomar conciencia" -explicó Castaneda. Al decir esto se levantó y comenzó a caminar hacia atrás mientras nos recordaba una técnica que don Juan le había enseñado: la de caminar hacia atrás con la ayuda de un espejo. Castaneda siguió refiriéndonos que para facilitarse la tarea ideó un artefacto de metal (como un aro que a modo de corona se sostenía en la cabeza) en el cual había fijado el espejo. De esa manera, pudo practicar el ejercicio y tener libres las manos. Otros ejemplos de técnicas del no-hacer serían la de ponerse el cinturón al revés y la de llevar los zapatos cambiados. Todas estas técnicas tienen como objetivo hacerlo a uno consciente de lo que en cada momento se está haciendo. "Desbaratar las rutinas -dijo- es el modo que tenemos de darle al cuerpo sensaciones nuevas, El cuerpo conoce..." .
Seguidamente Castaneda nos refirió algunos de los juegos que los jóvenes toltecas practican durante horas. "Son juegos de no-hacer -explicó-. Juegos en los que no hay reglas fijas sino que éstas se van creando a medida que se juega".
Parece que al no haber reglas fijas, la conducta de los jugadores no es previsible y, en consecuencia, todos deben estar muy atentos. "Uno de estos juegos -continuó- consiste en darle al adversario señales falsas. Es un juego de jalar o tirar".
Según dijo, en ese juego de jalar intervienen 3 personas y hacen falta dos postes y una soga. Con la soga, se ata a uno de los jugadores y se lo cuelga de los postes. Los otros dos jugadores deben tirar de los extremos de la soga y tratar de engañarse dándose señales falsas. Todos tienen que estar muy atentos para que cuando uno tire, el otro también lo haga y la persona que está colgada no quede torcida.
Las técnicas y juegos de no-hacer desarrollan la atención. Se puede decir que son ejercicios de concentración puesto que obligan a los que los practican a estar plenamente conscientes de lo que hacen. Castaneda comentó que la senectud consistiría en haber quedado encerrado en el círculo perfecto de las rutinas.
Una manera de enseñar de la señora Tolteca es ponernos en situaciones. Creo que es la mejor manera porque al ponernos en situaciones descubrimos que no somos nada. El otro camino es el del amor propio, el del orgullo personal. Por este último camino nos vamos transformando en detectives, siempre atentos a todo lo que nos puede pasar y ofender. ¿Detectives? ¡Sí! Nos lo pasamos buscando evidencias de si nos quieren o no nos quieren. Así centrados en nuestro ego no hacemos otra cosa que fortalecerlo. Según la mujer Tolteca, lo mejor es empezar considerando que nadie nos quiere".
Castaneda nos dijo que para don Juan, el orgullo personal semeja a un monstruo de 3.000 cabezas. "Uno destruye y abate cabezas pero siempre otras se levantan... ¡Es que uno tiene todos los trucos!" exclamó. Con los trucos parece que nos autoengañamos creyendo que somos alguien.
Le recordé, entonces, la imagen de cazar. las debilidades "como se recogen los conejos de una trampa", que aparece en su libro. "Sí -me respondió-, hay que estar constantemente en acecho".
Cambiando de posición, Castaneda comenzó a hacernos la historia de los tres últimos años.
"Una de las tantas tareas fue la de cocinero en esas cafeterías de rutas. La Gorda me acompañó ese año como mesera. ¡¡Más de un año anduvimos por allí como Joe Córdoba y su Sra.!!
"Mi nombre completo era José Luis Córdoba, para servirlos -dijo haciendo una profunda reverencia-. Sin embargo, todos me conocían como Joe Córdoba."
Castaneda no nos dijo el nombre ni el lugar de la ciudad en que vivieron. Es posible que hayan estado en diversos sitios. Parece que en un principio llegaron él, la Gorda y la Sra. Tolteca, quien los acompañó por un tiempo. Lo primero era encontrar casa y trabajo para Joe Córdoba, su Sra. y su suegra. "Así fue como nos presentamos -comentó Castaneda-; de lo contrario, la gente no hubiera entendido".
Por mucho tiempo busca ron trabajo, hasta que al final lo encontraron en una cafetería de ruta. "En ese tipo de establecimiento se empieza muy temprano en la mañana. A las cinco hay que estar ya trabajando". Castaneda nos contó, riendo, que en esos lugares lo primero que le preguntan a uno es: "¿Sabe Ud. hacer huevos?" ¿Qué podía ser eso de hacer huevos? Parece que él demoró bastante tiempo en darse cuenta de lo que querían decirle, hasta que finalmente descubrió que se trataba de los diversos modos de preparar los huevos para los desayunos. En los restaurantes o cafeterías para camioneros, esto de "hacer huevos" es muy importante.
Un año estuvieron trabajando así. "Ahora sí que sé "hacer huevos" -afirmó riendo-; ¡todos los que Uds. quieran!". La Gorda también trabajó mucho. Fue tan buena mesera que terminó haciéndose cargo de todas las muchachas. Al cabo de un año, cuando la señora Tolteca les dijo "que basta, que se acabó con esa tarea", el dueño de la cafetería no los quería dejar ir. "La verdad es que allí trabajamos muy duro, ¡Mucho! Desde la mañana hasta la noche".
Durante ese año tuvieron un encuentro significativo. Se trata de la historia de una muchacha llamada Terry, que llegó a la cafetería en que ellos estaban, pidiendo trabajo como mesera. Para ese entonces, Joe Córdoba había ganado la confianza del dueño del establecimiento y era el encargado de contratar y vigilar a todo el personal. Según Terry les dijo, ella estaba buscando a Carlos Castaneda. ¿Cómo pudo saber ella que ellos estaban por allí? Castaneda no lo sabía.
"Esta muchacha Terry -continuó Castaneda con tristeza y dando a entender que lucía sucia y desarreglada-, es una de esas "hippies" que toman drogas... Una vida espantosa. ¡Pobrecita!"
Más adelante, Castaneda nos diría que, aunque nunca pudo decirle a Terry quién era él, Joe Córdoba y su Sra. la ayudaron mucho durante los meses que pasó con ellos. Nos contó que un día vino muy excitada desde la calle diciendo que acababa de ver a Castaneda en un Cadillac estacionado frente a la cafetería. "¡Está allí -nos dijo ella gritando-; está en el auto, escribiendo! ¿Estás segura de que es Castaneda? ¿Cómo puedes estar tan convencida? -le dije. Pero ella siguió: ¡Que sí, que es él, que estoy segura...! Yo, entonces, le sugerí que fuera hasta el auto y se lo preguntara. Tenía que quitarse esa duda inmensa. ¡Anda! ¡Anda! -insistí. No se animaba a hablarle porque decía que estaba muy gorda y muy fea. Yo la animé: Pero si estás divina, ¡anda! Al final fue, pero volvió en seguida hecha un mar de lágrimas". Parece que el hombre del Cadillac no la había mirado, y la había echado diciéndole que no lo molestara. "Se imaginan que traté de consolarla -nos dijo Castaneda. -Me dio tanta pena que casi le dije quien era. La Gorda no me dejó; ella me protegió". Realmente no podía decirle nada porque estaba cumpliendo una tarea en la cual era Joe Córdoba y no Carlos Castaneda. El no podía desobedecer.
Según Castaneda contó, cuando Terry llegó no era buena mesera. Con los meses, sin embargo, la sacaron buena: limpia y cuidadosa."La Gorda le dio muchos consejos a Terry. La cuidamos mucho... Nunca ella se imaginó con quienes estuvo todo ese tiempo".
Estos últimos años han pasado momentos de gran privación durante los cuales se los maltrató y ultrajó. Más de una vez estuvo a punto de decir quién era, pero... "¡Quién me hubiera creído! -dijo ¡Además, la mujer Tolteca es la que decide".
"Ese año -continuó- hubo momentos en que estuvimos reducidos al mínimo: dormíamos en el suelo y comíamos de una sola cosa".
Al escuchar esto, quisimos que nos explicara el modo de comer que tienen. Castaneda nos dijo que los toltecas comen un sólo tipo de alimento por vez, pero que lo hacen más seguido. "Los toltecas comen todo el día"- comentó en tono casual. (En esta afirmación de Castaneda se puede ver el deseo de romper la imagen que la gente tiene del hechicero o brujo seres con poderes especiales que no tienen las mismas necesidades del resto de los mortales. Al decir que "comen todo el día", Castaneda los unió al resto de los hombres).
Según Castaneda, la mezcla de alimentos-por ejemplo, comer carne con papas y verduras-es muy mala para la salud. "Esta mezcla es muy reciente en la vida de la humanidad -afirmó. Comer un sólo alimento ayuda a hacer la digestión y es mejor para el organismo.
"Cierta vez don Juan me acusó de que yo siempre me sentía mal. ¡Se imaginan que me defendí! Sin embargo, luego me di cuenta de que él tenia razón y aprendí. Ahora me siento bien, fuerte y sano."
También el modo de dormir que ellos tienen es distinto al de la mayoría de nosotros. Lo importante es darse cuenta de que se puede dormir de muchas maneras. Según Castaneda, se nos ha enseñado a acostarnos y a levantarnos a una determinada hora porque eso es lo que la sociedad quiere de nosotros. "Así, por ejemplo -dijo Castaneda-, los papás acuestan a los niños para sacárselos de encima". Todos nos reímos porque algo de razón había en eso.
"Yo duermo todo el día y toda la noche -continuó-, pero si sumo las horas y minutos que duermo no creo que lleguen a más de cinco horas por día". Dormir de esta manera requiere, por parte de la persona, la habilidad de ir directamente al sueño profundo.
Volviendo a Joe Córdoba y su Sra., Castaneda nos dijo que un día la señora Tolteca vino y les dijo que no estaban trabajando lo suficiente. "Nos mandó a que organizásemos un negocio bastante grande de landscaping, algo así como diseño y arreglo de jardines.
"Esta nueva tarea de la señora Tolteca no era nada pequeña. Tuvimos que contratar a un grupo de gente para que nos ayudase a hacer los trabajos durante la semana, mientras nosotros estábamos en la cafetería. Durante los fines de semana nos dedicábamos exclusivamente a los jardines. ¡Tuvimos mucho éxito!
"La Gorda es una persona muy emprendedora. Ese año trabajamos muchísimo... Durante la semana estábamos en la cafetera y durante los fines de semana puro manejar el camión y podar árboles. ¡Las demandas de la mujer Tolteca son muy grandes!
"Recuerdo -siguió diciendo Castaneda- que en cierta oportunidad estábamos en casa de un amigo cuando llegaron los periodistas buscando a Carlos Castaneda. Eran unos periodistas del New York Times. Cosa de pasar inadvertidos, la Gorda y yo nos pusimos a plantar árboles en el jardín de mi amigo. A la distancia los vimos entrar y salir de la casa. Entonces fue cuando mi amigo nos gritó y maltrató muchísimo delante de los periodistas. Parece que a Joe Córdoba y a su Sra. se los podía gritar sin consecuencias. Ninguno de los que allí estaba presente salió en nuestra defensa. ¿Quiénes éramos nosotros? ¡Allí, sólo los pobres y los perros trabajan al sol!
"Así fue como entre mi amigo y nosotros engañamos a los periodistas. A mi cuerpo, sin embargo, no lo pude engañar. Tres años anduvimos envueltos en la tarea de darle al cuerpo experiencias que le hicieran darse cuenta de que, en verdad, no somos nada. La verdad es que el cuerpo no es el único que sufre: La mente también está acostumbrada a constantes estímulos. El guerrero, sin embargo, no tiene estímulos del medio; él no los necesita. ¡Qué mejor lugar, entonces, que aquel en donde estábamos! ¡Allí nadie piensa!"
Continuando con la historia de sus aventuras, Castaneda comentó que más de una vez a él y a la Gorda los echaron a patadas a la calle. "Otras veces, yendo en camión por la carretera; nos empujaban a los bordes del camino. ¿Qué alternativa teníamos? ¡Mejor es dejarlos pasar!"
Por todo lo que Castaneda nos venía diciendo, parece que la tarea de esos años tuvo que ver con "aprender a sobrevivir en circunstancias adversas", y con "la experiencia de la discriminación". Esto último, "algo muy difícil de soportar pero muy informativo" -concluyó con gran calma.
El objetivo de la tarea consiste en aprender a sustraerse al impacto emocional que la discriminación provoca. Lo importante es no reaccionar, no enojarse. Si uno reacciona, se está perdido. "Uno no se ofende con el tigre cuando ataca-explicó-; uno se hace a un lado y lo deja pasar".
"En otra oportunidad, la Gorda y yo encontramos trabajo en una casa, ella de sirvienta y yo de mayordomo. ¡No se imaginan cómo terminó eso! Nos echaron a la calle a patadas y sin sueldo. ¡Más aún! Para protegerse de nosotros en el caso de que protestáramos, habían llamado a la policía local. ¡Se imaginan! Estuvimos presos por nada".
"Ese año, la Gorda y yo lo pasamos trabajando muy duro y sufriendo grandes privaciones. Muchas veces no teníamos nada para comer. Lo peor fue que no podíamos quejarnos ni teníamos el apoyo del grupo. En esa tarea estuvimos solos y no pudimos escapar. De cualquier modo, aunque hubiésemos podido decir quiénes éramos nadie nos habría creído. La tarea es siempre total.
"Verdaderamente, yo soy Joe Córdoba -continuó Castaneda acompañando sus palabras con todo su cuerpo-; y esto es muy lindo porque ya no se puede caer más. Ya he llegado a todo lo bajo que se puede llegar. Eso es todo lo que soy". Con estas últimas palabras tocó el suelo con las manos.
"Como les dije antes, cada uno de nosotros tiene tareas distintas que cumplir. Los Genaros son muy listos; Benigno está ahora en Chiapas y le va muy bien. Tiene un grupo de música: Benigno posee a maravillas el don de imitar; imita a Tom Jones y a muchos más. Pablito es el mismo de siempre; es muy flojo. Benigno es el que hace los ruidos y Pablito los festeja. Benigno es el que trabaja y Pablito recoge los aplausos.
"Ahora -dijo a modo de conclusión- todos hemos terminado las tareas que veníamos haciendo y estamos preparándonos para tareas nuevas. La señora Tolteca es la que nos manda".
La historia de Joe Córdoba y su Sra. nos había impresionado mucho. Se trataba de una experiencia muy distinta a las de sus libros. Teníamos interés en saber si había escrito o estaba escribiendo algo acerca de Joe Córdoba.
"Yo sabía que Joe Córdoba existía-dijo uno de nosotros-; tenía que existir. ¿Por qué no escribe Ud. sobre esto? De todo lo que Ud. nos ha venido diciendo, Joe Córdoba y su Sra. es lo que más me ha impactado".
"Acabo, de entregar un nuevo manuscrito a mi agente, -nos respondió Castaneda-. En este manuscrito, la señora Tolteca es la que enseña. No podía ser de otra manera... Su título es posible que sea El acecho y el arte de estar en el mundo. Allí está toda su enseñanza. Ella es la responsable de este manuscrito. Una mujer tenía que ser la que enseñase acerca del arte del acecho. Las mujeres lo conocen bien porque han vivido siempre con el enemigo; es decir, siempre han andado ¡de puntillas! en un mundo masculino. Precisamente por eso, porque las mujeres tienen una larga experiencia en este arte, la señora Tolteca es la que tiene que dar los principios del acecho.
"En este último manuscrito, sin embargo, no hay nada concreto acerca de la vida de Joe Córdoba y su Sra. No puedo escribir en detalle sobre esa experiencia porque nadie lo comprendería ni lo creería. Puedo hablar de éstas con muy pocos... Sí la esencia de la experiencia de los últimos tres años está en el libro".
Volviendo a la señora Tolteca y a su modalidad, Castaneda nos dijo que ella era muy diferente a don Juan. "Ella a mí no me quiere -insistió-; a la Gorda, en cambio, ¡sí que la quiere! A la mujer Tolteca no se le puede preguntar nada. Antes de que uno le hable ella ya sabe lo que tiene que decir. Además, hay que temerle; cuando se enoja, pega" -concluyó haciendo muchos gestos que indicaban su temor.
Quedamos un rato en silencio. El sol había bajado y sus rayos nos llegaban por entre los troncos de los árboles. Sentí un poco de fresco. Calculo que serían alrededor de las siete de la tarde.
Castaneda pareció también tomar conciencia de la hora. "Es tarde ya -nos dijo- ¿Qué les parece si vamos a comer algo? ¿Los invito?"
Nos levantamos y comenzamos a caminar. Por una de esas ironías Castaneda cargó por un trecho-con mis notas y sus libros. Lo mejor era dejar todo en el auto. Así lo hicimos. Libres de bultos, caminamos unas cuantas cuadras en animada conversación.
Todo lo que ellos han logrado requiere años de preparación y práctica. Un ejemplo es el ejercicio del sueño. "Eso que parece una tontería -afirmó Castaneda enfático-, es muy difícil de lograr".
El ejercicio consiste en aprender a soñar a voluntad y en forma sistemática. Se empieza por soñar con una mano que entra al campo visual del soñador. Luego, se ve todo el brazo. Se continúa en forma progresiva hasta poder verse a uno mismo en el sueño. La otra etapa consiste en aprender a usar los sueños. Es decir, una vez que se ha logrado controlarlos, hay que aprender a actuar en ellos. "Así; por ejemplo -dijo Castaneda-, se sueña con uno mismo que se sale del cuerpo y que abre la puerta y sale a la calle. La calle es, entonces, ¡algo inaudito!,Algo en uno se sale de uno; algo que se logra a voluntad".
Según Castaneda, el soñar no toma tiempo. Es decir, el soñar no ocurre en el tiempo de nuestros relojes. El tiempo del sueño es algo muy compacto.
La mujer Tolteca -continuó Castaneda- dice que el soñar ocurre en el tiempo de P.
¿Por qué? Yo no lo sé. Así es como ella dice".
Castaneda nos dio a entender que en sueños se produce un inmenso desgaste físico. "En sueños, se puede vivir mucho -dijo-, pero, el cuerpo se resiente. Mi cuerpo lo siente mucho... Después queda, como una torpeza de años".
Varias veces, al tocar este tema del sueño, Castaneda diría que lo que ellos hacen en sueños tiene un valor pragmático. En Relatos de poder, se lee que las experiencias de los sueños y las de la vigilia "adquirían la misma valencia pragmática", y que para los brujos "los criterios para diferenciar entre sueño y vigilia se hacían inoperantes (p. 21)".
Eso de las salidas o viajes fuera del cuerpo físico despertó agudamente nuestro interés, y quisimos saber más sobre esas experiencias.
Nos respondió aclarando que cada uno de ellos ha logrado experiencias distintas. La Gorda y yo, por ejemplo, nos vamos juntos. Ella me toma del antebrazo y... nos vamos".
Nos explicó también que el grupo tiene viajes comunales. Todos están en constante entrenamiento cuyo objetivo sería ¡llegar a ser testigos! "Llegar a ser testigos significa-afirmó Castaneda- que ya no se puede juzgar nada. Es decir, se trata de un ver eterno que equivale a no tener más prejuicios".
Josefina parece tener grandes habilidades para estos viajes en el cuerpo de sueño. Ella se lo quiere llevar y lo tienta contándole maravillas. La Gorda es la que siempre lo salva.
"Josefina tiene gran facilidad para romper ese arco de la reflexibilidad. Ella es loca, ¡loquita! -exclamó-. Josefina vuela muy lejos, pero no quiere irse sola y siempre vuelve. Vuelve y me busca... ¡Me da reportajes que son de maravilla!"
Según Castaneda, Josefina es un ser que en este mundo no puede funcionar. "Aquí -dijo- habría terminado internada en alguna institución".
Josefina es un ser "sin ataduras" a lo concreto; ella es etérea. "En cualquier momento puede irse definitivamente". La Gorda y él son, en cambio, mucho más cautelosos en sus vuelos. La Gorda, particularmente, representa la estabilidad y el equilibrio que en alguna medida a él le falta.
Después de una pausa, le recordé esa visión del domo inmenso que en The Second Ring of Power se presenta como el lugar del encuentro y donde don Juan y don Genaro estarían esperándolos.
"La Gorda también tiene esa visión -comentó pensativo-. Eso que vemos no es un horizonte terrestre. Es algo muy llano y árido en cuyo horizonte vemos levantarse como un arco inmenso que todo lo cubre y que avanza hasta llegar al cenit. En ese punto del cenit, se ve una gran luminosidad. Diría que es algo así como una cúpula que emite una luz de color ámbar".
Procuramos presionarlo con preguntas para que nos diera más información sobre esa cúpula."¿Qué es? ¿Dónde está?" -inquirimos.
Castaneda nos respondió que por el tamaño de lo que ven, puede ser un planeta. "En el cenit -agregó- hay como un gran viento".
Por la brevedad de su respuesta, nos dimos cuenta de que Castaneda no quería hablar mucho sobre ese tema. Es posible, también, que no pudiera encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que veían. Sea como fuere, es evidente que esas visiones, esos vuelos en el cuerpo de sueño, son un constante entrenamiento para el viaje definitivo -ese salirse por el costado izquierdo del águila, ese salto final que se llama muerte, ese dar fin a la recapitulación, ese poder decir "estamos listos" en el cual nos llevamos todo lo que somos, pero nada más que lo que somos.
"Según la mujer Tolteca -nos confió Castaneda-, esas visiones son aberraciones mías. Ella piensa que ése es mi modo inconsciente de paralizar las acciones; es decir, la manera que tengo de decir que no quiero irme del mundo. La mujer Tolteca dice también que con mi actitud estoy deteniéndola a la Gorda en sus posibilidades de un vuelo más fecundo o más productivo".
Don Juan y don Genaro eran grandes soñadores. Tenían un control absoluto del arte. "Me asusta -exclamó de pronto Castaneda, llevándose la mano hacia la frente- el hecho de que nadie note que don Juan es un soñador inaudito. Lo mismo se puede decir de don Genaro. Don Genaro, por ejemplo, es capaz de llevar su cuerpo de sueño a la vida de todos los días".
El gran control de don Juan y don Genaro se evidencia en ese no ser notados o pasar inadvertidos (En todos los libros, Castaneda se ha referido a eso de "no ser notado" y "pasar inadvertido". En The Second Ring of Power, Castaneda recuerda las veces que don Juan le había ordenado que se concentrara "en no ser obvio". Néstor, también, dice "que don Juan y don Genaro aprendieron a no ser notados en medio de todo esto." Los dos son maestros en el arte del "acecho". De don Genaro, la Gorda dice que "estaba en su cuerpo de sueño la mayor parte del tiempo" (p. 270)).
"Todo lo que ellos hacen -continuó con entusiasmo- es digno de elogio. De don Juan, admiro intensa mente su gran control, compostura y serenidad. "De don Juan, jamás se podrá decir que es un viejo senil.No pasa así con otra gente. Hay aquí en el campus por ejemplo un viejo profesor que cuando yo era muchacho era ya famoso. En aquel entonces, él estaba en el pico de su robustez física y de su creatividad intelectual. Ahora... ¡Allí está mascando su lengua de corcho! Ahora puedo verlo tal como es, como un viejo senil. De don Juan, en cambio, jamás podré decir algo así. Su ventaja respecto a mí es siempre abismal".
En la entrevista con Sam Keen, Castaneda dice que cierta vez don Juan le preguntó si pensaba que los dos eran iguales. Aunque él realmente no pensaba que lo fueran, en un tono condescendiente le dijo que sí. Don Juan lo escuchó pero no aceptó su veredicto. "No creo que lo seamos -le dijo-, porque yo soy cazador y un guerrero y tú no eres más que un 'pimp'. Yo estoy dispuesto en cualquier momento a ofrecer la recapitulación de mi vida. Tu pequeño mundo lleno de tristezas e indecisiones no puede ser nunca igual al mío" (Sam Keen, Voices and Visions (New York: Harper and Row, 1976) p. 122).
En todo lo que Castaneda nos había contado se pueden encontrar paralelismos con otras corrientes y tradiciones del pensamiento místico. En sus mismos libros se citan autores y obras de la antigüedad y del presente. Le recordé que, entre otros, se hace referencia a El libro egipcio de los muertos, al Tractatus de Wittgenstein, a poetas españoles como San Juan de la Cruz y Juan Ramón Jiménez, y a escritores latinoamericanos como el peruano César Vallejo.
"Sí -respondió-, en mi auto siempre hay libros, muchos libros. Cosas que me mandan unos y otros. Le solía leer trozos de esos libros a don Juan... A él le gusta la poesía. ¡Claro es que sólo le gustan las cuatro primeras líneas! Según él, lo que sigue es una idiotez. Dice que después de la primera estrofa se pierde la fuerza, que es pura repetición".
Uno de nosotros le preguntó si 'había leído o si conocía las técnicas yogas y las descripciones de los distintos planos de la realidad que ofrecen los libros sagrados de la India.
"Todo eso es maravilloso -dijo-. He tenido, además, relaciones bastante estrechas con gente que trabaja en la Hatha Yoga".
"En 1976, un médico amigo llamado Claudio Naranjo [¿Lo conocen? -nos preguntó-] me conectó con un maestro yoga. Así es que fuimos a visitarlo a su Ashram, aquí, en California.

GRACIELA N. VICO CORVALAN

Licenciada en filosofía (Univ. Nacional de Cuyo, Mendoza) y profesora en la misma casa de estudios, obtuvo su doctorado en la Washington University de St. Louis (Misuri) en 1975. Ha desarrollado una intensa actividad docente en los Estados Unidos, enseñando nuestro idioma, literatura latinoamericana, historia de la religión y filosofía para niños. Se ha especializado, además, en pensadores místicos contemporáneos.
Alterna la escritura con las disertaciones, enseñando además español en cursos comunitarios. Ha sido merecedora de variados honores académicos y becas. Entre sus trabajos se encuentra la traducción de To Be the Road: On the Journey of Spiritual Unfolding (al español) de la Dra. Judy Gómez. Prepara una serie de conversaciones con pensadores místicos contemporáneos de las Américas, y una serie de reseñas breves para un proyecto de la Modern Language Association: "Guide to Research in Women's Studies'', Vol. III.
En julio del año pasado, en el Montclair State College, dedicó dos semanas a un seminario intensivo sobre Filosofía para Niños, programa del Institute of Philosophy for Children. Entre sus más importantes disertaciones figura: "La vida como rebeldía y misión de Ezequiel Martínez Estrada", en un ciclo dirigido por el Dr. Ivan A. Schulman.

Créditos gráficos:Excepto la apertura, © William Rowe, EXOTIC ALPHABETS & ORNAMENTS, Dover publications Inc. Reproducidos con autorización.

casta3.jpg (50468 bytes)

Nos comunicamos por intermedio de un profesor que hizo de traductor. Yo buscaba descubrir en esa entrevista los paralelos con mis propias experiencias de los viajes fuera del cuerpo. Allí sin embargo, no se habló nada importante. Hubo, sí, mucho aparato y ceremonia pero no se dijo nada.
Hacia el final de la entrevista, este personaje tomó entre sus manos un tipo de rociador de metal y empezó a mojarme con un líquido cuyo olor no me gustó nada. Ni bien se retiró, pregunté qué era lo que acababa de tirarme. Alguien se aproximó y me explicó que debía de estar muy contento porque me había dado la bendición. Yo insistí en conocer el contenido de la vasija. Finalmente se me dijo que todas las secreciones del maestro se guardaban: 'Todo lo que sale de él es sagrado'. Se imaginarán Uds. --concluyó en un tono entre jocoso y burlón- que aquí se terminó la conversación con el maestro yoga".
Unos años después Castaneda tuvo una experiencia similar con uno de los discípulos de Gurdjieff. Se encontró con él en Los Angeles a instancias de un amigo suyo. Parece que ese señor había imitadó a Gurdjieff en todo. "Se había pelado y tenía unos inmensos bigotes- comentó indicando con sus manos el tamaño de los mismos-. Ni bien entramos, me tomó enérgicamente del cuello y me dio unos tremendos golpes. Inmediatamente después me dijo que debía dejar al maestro que tenía porque estaba perdiendo el tiempo. Según él, en ocho o nueve clases me iba a enseñar todo lo que tenía que saber. ¿Se imaginan? En unas pocas clases le enseñan a uno todo".
Castaneda también nos dijo que el discípulo de Gurdjieff había mencionado el uso de drogas para acelerar el proceso de aprendizaje.
La entrevista no duró mucho. Parece que el amigo de Castaneda se dio cuenta muy pronto de lo ridículo de la situación y de la magnitud de su error. Ese amigo había insistido en que lo visitara al discípulo de Gurdjieff porque estaba convencido de que Castaneda necesitaba un maestro más serio que don Juan. Cuando terminó la entrevista, Castaneda nos dijo que su amigo se sintió lleno de vergüenza.
Llevábamos caminando ya mas de seis o siete cuadras. Por un rato hablamos de cosas circunstanciales. Recuerdo que le comenté que había leído en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica un artículo de Juan Tovar en el que se menciona la posibilidad de filmar los libros.
"Sí -dijo-. En un tiempo se habló de esa posibilidad". Nos hizo después el relato de su encuentro con el productor, Joseph E. Levine, quien lo habría intimidado desde su inmenso escritorio. El tamaño del escritorio y las palabras del productor, apenas comprensibles por el inmenso puro que sostenía entre los labios [¿Did the tribe mind?-le dijo-], eran de las cosas que más lo habían impresionado a Castaneda. "El estaba tras un escritorio como sobre un estrado -explicó-, y yo, allá abajo muy pequeñito. ¡Poderoso! Con las manos llenas de anillos de piedras muy grandes".
Castaneda ya le había dicho a Juan Tovar que lo último que esperaba ver era a Anthony Quinn en el papel de don Juan. Parece que alguien había propuesto a Mia Farrow para uno de los papeles. Concebir una película así era muy difícil -comentó-. No es ni etnografía ni ficción. El proyecto al final fracasó. El nagual Juan Matus me dijo que no se podía hacer".
Durante esa misma época se lo invitó a participar en shows como el de Johnny Carson y Dick Cavett. "Al final no pude aceptar cosas así. ¿Qué le digo a Johnny Carson, por ejemplo, si me pregunta si hablé o no con el coyote? ¿Qué le digo? Le digo que sí, que... ¿Y entonces? Indudablemente, la situación se hubiera prestado al ridículo.
"Don Juan fue quien me encargó que diera testimonio de una tradición -dijo Castaneda-. El mismo insistió en que aceptara entrevistas y diera conferencias para promocionar los libros. Después me hizo cortar con todo porque ese tipo de tarea quita mucha energía. Si uno está en esas cosas hay que darles fuerza".
Castaneda explicó claramente que con el producto de sus libros él se encarga de solventar los gastos de todo el grupo. Castaneda les da de comer a todos.
"Don Juan -insistió- me dio la tarea de poner por escrito todo lo que los brujos y brujas dijeran. Mi tarea no consiste sino en escribir hasta que un día me digan, 'Basta, aquí se acabó'. El impacto o no de mis libros, realmente lo desconozco porque no estoy relacionado con lo que pasa por aquí. A don Juan antes y a la mujer Tolteca ahora les pertenece todo el material de los libros. Ellos son responsables de todo lo que allí se dice".
El tono de su voz y sus gestos nos impresionó vivamente. Era evidente que en este terreno la tarea de Castaneda consiste en obedecer. Su objetivo no es sino ser impecable como receptor y transmisor de una tradición y de una enseñanza.
"Personalmente -continuó tras una pausa-, estoy trabajando en un tipo de journal; es algo así como un manual. De este trabajo, sí yo soy responsable. Quisiera que una editorial seria los publique y se hiciera cargo de distribuirlos a personas interesadas y a centros de estudio".
Nos dijo que llevaba elaboradas unas 18 unidades en las que ha creído resumir toda la enseñanza de la nación tolteca. Para organizar el trabajo, se ha valido de la fenomenología de E. Husserl como marco teórico para hacer comprensible lo que le enseñaron.
"La semana pasada -dijo- estuve en Nueva York. Les llevé el proyecto a los editores de Simon and Schuster pero fracasé. Parece que se asustaron. Es que una cosa así no puede tener éxito.
"De esas 18 unidades yo soy el único responsable -continuó en tono meditativo- y, como pueden ver, no tuve éxito. Esas 18 unidades son algo así como las 18 caídas en las que me he golpeado fuertemente la cabeza. Convengo con los editores en que es un trabajo de lectura pesada, pero así soy yo... Don Juan, don Genaro, todos los otros son diferentes. ¡Ellos son livianos!"'
"¿Por qué las llamo unidades? -se preguntó adelantándose a nosotros-. Las llamo así porque cada una de ellas pretende mostrar uno de los modos de romper la unidad de lo familiar. De distintas maneras se puede romper esta visión perceptiva única".
Castaneda, tratando de aclararnos nuevamente esto, nos dio el ejemplo del mapa. Cada vez que queremos llegar a algún sitio, necesitamos un mapa con claros puntos de referencia para no perdernos. No encontramos nada sin un mapa -exclamó Castaneda-. Lo que ocurre después es que lo único que vemos es el mapa. En vez de ver lo que hay que ver, terminamos viendo el mapa que llevamos dentro. Por eso es que romper ese arco de la reflexibilidad, cortar constantemente los lazos que nos conducen a los puntos de referencia conocidos, es la última enseñanza de don Juan".
Muchas veces durante esa tarde había Castaneda de insistir en que él no era más que un "simple puente con el mundo". Todo el conocimiento de los libros le pertenece a la nación tolteca.
Ante su insistencia, no pude menos que reaccionar y decirle que la labor de compaginar el material de las notas en libros coherentes y bien organizados no dejaba de ser inmensa y difícil.
"No -respondió Castaneda-. Yo no tengo ningún trabajo. Mi tarea consiste, simplemente, en copiar la página que se me da en sueños".
Según Castaneda no se puede crear nada de la nada. Pretender crear así es un absurdo. Para explicarnos esto, trajo a colación un episodio de la vida de su padre. "Mi padre -dijo- decidió que iba a ser un gran escritor. Con ese propósito, resolvió arreglar su escritorio. El necesitaba tener un escritorio que fuera perfecto. Había que tener en cuenta hasta el mínimo detalle, desde la decoración de las paredes al tipo de luz de su mesa de trabajo. Una vez que la habitación estuvo lista, pasó mucho tiempo buscando el escritorio adecuado a su empresa. El escritorio tenía que ser de determinada medida, madera, color, etc., Otro tanto ocurrió con la elección de la silla sobre la que se sentaría. Después tuvo que seleccionar la cubierta adecuada para no arruinar la madera de su escritorio. La cubierta podía ser de plástico, de vidrio, de cuero, de cartón... Sobre esa cubierta mi padre iba a apoyar el papel en el que escribiría su obra maestra. Así, sentado en su silla frente al papel en blanco no supo que escribir. Ese es mi papá. El quiere empezar escribiendo la frase perfecta. Claro..., así no se pude escribir. Uno es siempre un instrumento, un intermediario. Yo veo cada página en sueños, y el éxito de cada una de esas páginas depende del grado de fidelidad con que yo soy capaz de copiar ese modelo del sueño. Precisamente, la página que impresiona o impacta más es aquella en que he logrado reproducir el original con mayor exactitud".
Estos comentarios de Castaneda revelan toda una teoría del conocimiento y de la creación intelectual y artística. [Pensé inmediatamente en Platón y en San Agustín con su imagen del "maestro interior"], Conocer es descubrir y crear es copiar. Ni el conocimiento ni la creación pueden ser nunca una empresa de tipo personal.
Mientras cenábamos le mencioné algunas de las entrevistas que había leído. Le dije que me había gustado mucho la que Sam Keen le había hecho y que había publicado en Psychology Today. Castaneda también estaba satisfecho con esa entrevista. El le tiene mucho aprecio a Sam Keen. "Durante esos años-dijo-conocí a mucha gente de la cual hubiera querido seguir siendo amigo..., un ejemplo es el teólogo Sam Keen. Don Juan, sin embargo, dijo basta".
Con respecto a la entrevista de Time, Castaneda nos contó que primero vino a encontrarse con él en Los Angeles un periodista hombre. Parece que la cosa no anduvo bien ["No funcó" -dijo] y se marchó. Le enviaron entonces "una de esas chicas que no se pueden rehusar" -dijo haciéndonos sonreír a todos. Todo salió muy bien, y se entendieron "a maravillas". Castaneda tuvo la impresión de que ella comprendía lo que él le decía: Al final, sin embargo, ella no hizo el artículo. Las notas que ella había tomado se las dieron a un periodista que "creo que ahora está en Australia" -agregó. Parece que ese periodista hizo lo que quiso con las notas que le dieron.
Cada vez que por un motivo u otro se mencionó la entrevista de Time, fue evidente su fastidio. El le había advertido a don Juan que Time era una revista demasiado poderosa e importante. Don Juan, en cambio, había insistido en que la entrevista se realizase. "La entrevista se hizo, "por si las moscas" -concluyó Castaneda informalmente haciendo uso nuevamente de una expresión típicamente porteña.
Hablamos también de los críticos y de lo que se había escrito sobre él y sus libros. Le mencioné a Richard de Mille y a otros que han puesto en duda la veracidad de sus trabajos y el valor antropológico de los mismos.
"El trabajo que yo tengo que hacer -afirmó Castaneda- está libre de todo lo que los críticos puedan decir. Mi tarea consiste en presentar ese conocimiento de la mejor manera posible. Nada de lo que puedan decir me importa porque yo ya no soy Carlos Castaneda, el escritor. No soy ni un escritor, ni un pensador ni un filósofo...; en consecuencia, sus ataques no me encuentran. Ahora, yo sé que no soy nada; nadie me puede quitar nada porque Joe Córdoba es nada. No hay, en todo esto, ningún orgullo personal.
"Nosotros vivimos -continuo- en un nivel más bajo que el del campesino mexicano, lo cual es ya mucho decir. Nosotros hemos tocado la tierra y no podemos caer más. La diferencia entre nosotros y el campesino es que éste tiene esperanzas quiere cosas y trabaja para un día tener más de lo que tiene hoy. Nosotros, en cambio, no tenemos nada y cada vez tendremos menos. ¿Se imaginan Uds. esto? Las críticas no pueden dar en el blanco".
"Nunca soy más plenamente que cuando soy Joe Córdoba -exclamó con vehemencia levantándose y abriendo los brazos en un gesto de plenitud-. Joe Córdoba, friendo hamburguesas todo el día con los ojos llenos de humo... ¿Me comprenden Uds.?".
No todos los críticos habían sido negativos. Octavio Paz, por ejemplo, escribió un prólogo muy bueno para la edición en español de Las enseñanzas de don Juan. A mi me había parecido bellísimo. "Sí -asintió Castaneda-. Ese prólogo es excelente. Octavio Paz es todo un caballero. Tal vez sea uno de los últimos que van quedando".
La frase "todo un caballero" no se refiere a las indiscutibles cualidades de Octavio Paz como pensador y escritor. ¡No! La frase apunta a las cualidades intrínsecas del ser, al valor de la persona como ser humano. El que Castaneda apuntara que es "uno de los últimos que van quedando" acentuó el hecho de que se trata de una especie en peligro de extinción.
"Bueno -siguió Castaneda tratando de suavizar el impacto-. Tal vez queden dos caballeros", El otro es un viejo historiador mexicano amigo suyo cuyo nombre no nos era familiar. De él nos contó algunas anécdotas que reflejaban su vitalidad física y vivacidad intelectual.
A esta altura de la conversación, Castaneda nos explicó cómo selecciona las cartas que le llegan. "¿Quiere que le explique cómo dí con Ud.?" -preguntó dirigiéndose a mí.
Nos dijo que un muchacho amigo las recibe, las pone en una bolsa y se las guarda hasta que él llega a Los Angeles. Una vez en Los Angeles, Castaneda sigue siempre una misma rutina. Primero vuelca toda la correspondencia en un cajón grande "como de juguetes" luego sólo saca una carta. La carta que saca es la que lee y contesta. Claro es que nunca lo hace por escrito. Castaneda no deja huellas.
"La carta que saqué -explicó- era la primera que Ud. escribió. Después busqué la otra. ¡No se imagina cuántos problemas tuve para conseguir su teléfono! Cuando ya creía que no iba a tener suerte, lo obtuve por intermedio de la Universidad. Realmente yo ya pensaba que no iba a poder hablar con Ud.".
Quedé muy sorprendida al conocer todos los inconvenientes que había tenido hasta dar conmigo. Parece que una vez que tuvo mi carta en la mano, él debía tratar de agotar todos los medios. En su universo mágico se da mucha importancia a las señales.
"Aquí en Los Angeles -continuó Castaneda casual- tengo un amigo que me escribe mucho. Cada vez que vengo leo todas sus cartas, una tras otra como si se tratara de un diario: Cierta vez, entre esas cartas me topé con otra que sin darme cuenta abrí. Aunque inmediatamente me dí cuenta de que no era de mi amigo, la leí. El hecho de que estuviera en la pila fue para mí una señal".
Esa carta lo puso en contacto con dos personas que le refirieron una experiencia muy interesante. Era de noche y tenían que entrar a la "San Bernardino Freeway". Sabían que para encontrarla debían continuar por donde iban hasta el final de la calle. Después tenían que tomar a la izquierda y continuar hasta dar con la carretera. Así lo hicieron, pero después de unos 20 minutos se dieron cuenta de que se encontraban en un lugar extraño. Esa no era la "San Bernardino Freeway". Resolvieron bajar y preguntar; pero nadie los ayudó. En una de las casas que golpearon se los echó a gritos.
Castaneda continuó contándonos que los dos amigos desandaron el camino hasta llegar a una estación de servicio donde pidieron indicaciones. Allí se les dijo lo mismo que ya sabían. Volvieron, así, a repetir los mismos pasos y sin inconveniente alguno llegaron a la carretera.
Castaneda se encontró con ellos. De los dos, parece que sólo uno está interesado verdaderamente por entender el misterio.
"En la tierra -dijo a modo de explicación- hay lugares, sitios especiales o aperturas, por los que se entra y se pasa a otra cosa". Aquí se detuvo y se ofreció a llevarnos. "Es aquí cerca... En Los Angeles... ¿Si quieren los llevo?" -dijo.
"La tierra es algo vivo. Esos lugares son las entradas por donde la tierra periódicamente recibe fuerza o energía del cosmos. Esa energía es la que el guerrero debe almacenar. Tal vez, si soy rigurosamente impecable, pueda llegar junto al águila. ¡Siquiera!
"Cada 18 días cae una ola de energía sobre la tierra. Cuenten Uds. -nos sugirió- a partir del tres de agosto próximo. Podrán percibirla. Esta ola de energía puede ser o no ser fuerte; depende. Cuando la tierra recibe olas muy grandes de energía, no importa dónde uno esté, ella siempre nos alcanza". Frente a la magnitud de esa fuerza, la tierra es pequeña y la energía llega a todos lados."
Estábamos aún conversando animadamente cuando se aproximó la camarera y en tono cortante nos preguntó si nos íbamos a servir algo más. Como nadie quería postre ni café, no tuvimos más remedio que levantarnos. Ni bien la camarera se alejó, Castaneda comentó: "Parece que nos están echando..." .
Sí, nos estaban echando y, tal vez, con razón. Era tarde... Con sorpresa comprobamos lo avanzado de la hora. Nos levantamos y salimos a la avenida.
Era de noche, la calle y la gente tenía aspecto de feria. Un mimo vestido de frac y galera hacía payasadas a nuestras espaldas. Todos nos miramos sonriendo mientras nuestros ojos buscaban el platillo que se suele pasar durante esas representaciones. A nuestra derecha, bajo el alero de un viejo teatro, alguien intentaba otra representación en un escenario en miniatura. Creí ver un gato listo para la función. Realmente por allí se veía de todo. En otros tiempos, un hombre disfrazado de oso trató de competir con el hombre orquesta. "La cuestión es buscar alternativas cada vez más extravagantes" -alguien comentó.
Mientras caminábamos de vuelta rumbo al "campus", Castaneda habló de un proyectado viaje a la Argentina.
"Allí se cierra un ciclo -nos dijo-. Volver a la Argentina es muy importante para mí. No sé aún cuándo pueda hacerlo, pero iré. Por ahora tengo cosas que hacer aquí. Recién en agosto se cumplen tres años de tareas, y es posible que entonces pueda ir".
Esa tarde, Castaneda nos habló bastante de Buenos Aires, de sus calles, barrios y clubes deportivos. Recordó con nostalgia la calle Florida con sus tiendas elegantes y la multitud ambulante. Se acordaba aún con precisión de la famosa calle de los cines. "La calle Lavalle" -dijo haciendo memoria.
Castaneda vivió en Buenos Aires durante su infancia. Parece que estuvo internado en un colegio céntrico. De esa época recordó con tristeza que le habían dicho que él era "más ancho que alto"; palabras que cuando se es niño duelen mucho. "Siempre miraba con envidia -comentó- a esos argentinos tan altos y buenos mozos."
"Uds. saben que en Buenos Aires siempre hay que ser de algún club -continuó Castaneda-. Yo era de Chacarita. Ser de River Plate no tiene gracia. ¿Verdad? Chacarita, en cambio, siempre es uno de los últimos".
En esos tiempos, Chacarita siempre salía último. Fue conmovedor verlo identificado con los que pierden, con los "de abajo".
"Seguramente la Gorda irá conmigo. Ella quiere viajar. Claro es que ella quiere ir a 'Parici' -aclaró-. La Gorda ahora compra en Gucci, es elegante y quiere ir a París. Yo siempre le digo Gorda ¿para qué querés ir a París? Allí no hay nada. Ella tiene cierta idea de París, 'la ciudad luz'. Uds. saben".
Muchas veces nombró a la Gorda esa tarde. Con ella, Castaneda nos trajo a un personaje extraordinario por el cual él, sin duda, siente gran respeto y admiración. ¿Cuál sería, entonces, el sentido de toda esa información circunstancial que sobre ella nos dio? Creo que con esos comentarios así cómo con los que se referían al modo de comer y dormir de los toltecas, Castaneda trató de impedir que nos formásemos una imagen rígida de lo que ellos son. La labor que ellos están haciendo es muy seria y sus vidas son austeras, pero no, son rígidos ni se dejan oprimir por las normas tradicionales de la sociedad. Lo importante, es liberarse de esquemas, no, reemplazarlos por otros.
Castaneda nos dio a entender que no ha viajado mucho por América latina, si se excluye México. "Ultimamente sólo he estado en Venezuela -dijo-. Como ya les dije, tengo que ir a Argentina pronto. Allí se cierra un ciclo. Después me puedo ir. Bueno..., la verdad es que no sé si me quiero ir todavía". Sus últimas palabras las dijo sonriendo. ¿Quién no tiene ataduras?
Por Europa ha viajado varias veces por asuntos relacionados a sus libros. "En 1973, sin embargo, don Juan me mandó a Italia-afirmó-. Mi tarea consistía en ir a Roma y obtener una audiencia con el Papa. No pretendía que obtuviese una audiencia privada sino una de esas audiencias que se otorgan a grupos de personas. Todo lo que tenía que hacer en la entrevista era besarle la mano al Sumo Pontífice".
Castaneda hizo todo tal cual don Juan se lo había pedido. Fue a Italia, llegó a Roma y pidió la audiencia. "Era una de esas audiencias de los miércoles, después de que el Papa oficia una misa pública en la Plaza de San Pedro. Hasta que me otorgaron la audiencia pero... no pude ir-dijo-. No llegué ni a la puerta".
Esa tarde, Castaneda se refirió varias veces a su familia y a su educación y formación típicamente liberales y francamente anticlerical. En The Second Ring of Power, Castaneda también hace referencia a la herencia anticlerical que recibió. Don Juan, que no parece justificar todos sus prejuicios y luchas contra la Iglesia Católica, le dice: "Vencer las tonterías de nosotros mismos requiere todo nuestro tiempo y energía. Esto es lo único que importa. Lo demás carece de consecuencias. Nada de lo que tu abuelo y tu padre han dicho de la Iglesia, los ha hecho felices. Ser un guerrero impecable, por otro lado, te dará fuerza, juventud y poder. Es así que lo apropiado para ti es saber elegir."
Castaneda no teorizó sobre estos temas. Con respecto a la disyuntiva clericalismo-anticlericalismo" sólo quiso transmitirnos una enseñanza con el ejemplo de su experiencia. Es decir, nos dio a entender que es muy difícil romper los esquemas que se han formado en la juventud.
"Entonces -le pregunté pensando en la tarea que le había encargado don Juan-, ¿tendrá Ud. que volver a Italia?".
"¡Oh! ¡No! Ya no hace falta -me respondió-. De todo eso ha pasado mucho tiempo".
Con respecto a Europa, la impresión de Castaneda fue terminante. "Allí no hay nada -insistió. Europa está terminada; todo está muerto. Uno puede notar eso hasta en el paisaje. ¡Los Alpes no tienen nada que ver con Colorado! A Europa le falta la fuerza que a América le sobra".
Con respecto a Italia, fue particularmente contundente. "El paisaje es de miniatura. Allí todo está arregladito y muy civilizado. Una lomita por aquí, una casita por allá. ¡No hay fuerza! En Italia, o se es comunista o se es católico. No hay otra cosa".
Sus palabras nos hicieron comprender que en Europa no hay sino ideologías viejas, dicotomías de otras épocas. Castaneda, en cambio, se mueve en un plano muy diferente al de la política o las religiones. En su universo, los modos tradicionales de ver y juzgar no tienen cabida.
Justo antes de entrar al "campus", Castaneda se volvió, y tomándome el antebrazo y las manos me dijo, "Señora, no sabe cuánto le agradezco que Ud. me haya presentado a sus amigos". Sus palabras fueron muy intensas y me emocionaron. Cabe indicar que me agradeció el hecho de que me hubiera portado bien como intermediaria, como puente entre mis amigos y él.
Cuando llegamos al "parking lot", nos saludamos amablemente y nos separamos. Castaneda caminó hacia la esquina y desapareció tras los altos arbustos de la calle. Serían cerca de las once de la noche. Subimos al coche y emprendimos el viaje de regreso. Las dos horas resultaron cortas. Habíamos quedado muy impresionados y nos faltó tiempo para decirnos todo lo, que el encuentro de esa tarde había suscitado en nosotros.
Esa tarde Castaneda puso gran atención en distinguir y aclarar aquello que él ha comprobado y es capaz de experimentar, de lo que los otros dicen y hacen. Nos dijo que llevaba 17 años en la tarea de aprender. Durante todo ese tiempo, hay cosas que ha podido experimentar y comprobar por sí mismo, otras que las está aprendiendo y otras que aún no ha incorporado a su vida. Así, por ejemplo, él ha podido comprobar el modo tolteca de comer y de dormir. El arte del sueño también lo ha incorporado, aunque aún necesite la ayuda de la Gorda. Con respecto a otros fenómenos fue evidente que no quería hablar mucho, y más de una vez hubo de confesar que hay cosas que no entiende. Más aún,hay muchas cosas que no cree que sea posible entender jamás. Castaneda, sin embargo, confía en don Juan y en su enseñanza; él confía en lo que no entiende ni ha logrado explicar. Una y otra vez don Juan le ha demostrado que los toltecas tenían razón. y, en consecuencia, confía en que han de tener razón hasta el final.
La memoria de esa tarde, ha quedado como un cuadro claramente delineado en el cual la fascinante figura de Castaneda ocupa todo el espacio. Todas las fantasmagorías y prodigios -al decir de Octavio Paz-, sus libros que yo tantas veces había puesto en duda y que con cierto disgusto había considerado como un innecesario despliegue de lo fenoménico, después de conocerlo a Castaneda se hicieron perfectamente creíbles y posibles.
Más allá de la facticidad de los hechos que narró, se descubre la verdad esencial de sus afirmaciones. Después de todo... ¿Qué hay más difícil que freír hamburguesas todo el día como Joe Córdoba con los ojos llenos de humo?

 

casta4.jpg (59737 bytes)