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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Dos soles en el cielo rojo
Moscú - Pekín

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Por Raymond Cartier

Revista Panorama
agosto de 1964

Una aporte de Héctor Alvarez

 

 

Los partidos comunistas de todo el mundo enfrentados en una disyuntiva capital. Catorce partidos comunistas siguen a Mao, sesenta y cinco apoyan a Nikita y diez guardan silencio, al menos por ahora. China deposita sus esperanzas en América Latina.

 

 

La apacible Padua, patria de Tito Livio y del bondadoso San Antonio, e» la capital de la fracción chinófila del comunismo italiano, encabezada por Giorgio Tosi, La asociación italochina por él fundada cuenta con 30.000 miembros y el número crece rápidamente en las regiones desheredadas de Sicilia y Cerdeña. No obstante sus implacables ataques al viejo dirigente Togliatti, los líderes del partido comunista oficial vacilan en expulsarlo de sus filas, le envían amables componedores y toleran que exponga sus tesis en la revista doctrinaria Crítica Marxista:tratan, en una palabra, de suavizar la querella, de acuerdo con el temperamento sonriente y escéptico de Italia.
En Bélgica, en cambio, el temperamento es más violento, como lo demuestra la huelga de los médicos. El partido comunista belga carece de importancia como fuerza electoral, pero es duro y activo. La disidencia en favor de China se manifestó a partir de 1961, bajo la dirección de un tal Jacques Grippa, En ocasión de la crisis cubana, Grippa publicó un comunicado antisoviético, a consecuencia del cual se lo expulsó primeramente del comité central y luego del partido. Logró arrastrar consigo a la mayoría de la Federación de Bruselas. con la que constituyó el núcleo del partido disidente, bajo la presidencia de uno de los decepcionados fundadores del comunismo belga, Henri Glineur. Este, a la cabeza de una "delegación fraternal", partió inmediatamente hacia Tirana y Pekín. China, para no quedarse atrás, abrió en Bruselas una agencia de información cuya dirección confió a otro tránsfuga del comunismo moscovita, Jean Paúl Mineur. Bélgica es, por lo tanto el primer país de Europa occidental que puede enorgullecerse de un partido comunista abiertamente antisoviético y chinófilo. Tiene también, merced a los recursos de Jean Paúl Mineur, el privilegio de haber editado las primeras publicaciones oficiales del movimiento; un semanario bilingüe, en francés y flamenco, La verité - de Waarheid, y un boletín doctrinarlo, 1'Etincelle, que muy significativamente ha adoptado el nombre del histórico diario de Lenin, Iskra, (Etincelle, en francés, e Iskra, en ruso, significan "chispa".)
En Francia, la situación es confusa. Se ha desencadenado una enérgica ofensiva contra la débil dirección del partido, especialmente contra Maurice Thorez. Tiene su expresión a través de una serie de publicaciones, algunas de las cuales circulan bajo cuerda, sin firma ni pie de imprenta, y otras que se difunden por las vías regulares. La mas importante de estas últimas, Unir par le socialisme, aparece desde hace once años, denunciando sin tregua el culto a la personalidad creado en torno del "Hijo del Pueblo". Otras son mucho mas extremistas, como Vox Communistte, y sobre todo, Le Communistte, el cual se autodefine como "el órgano del ala revolucionaria del partido comunista francés".
Las tesis chinas, opuestas al "oportunismo" y al "revisionismo" de Kruschev, hallan eco en esos panfletos consagrados a combatir el aburguesamiento y la senilidad del partido oficial, De todos modos, no es posible hablar de un partido chinófilo. El partido comunista francés, como el italiano, se mantiene sobre los rieles moscovitas.
Suiza ha seguido el ejemplo belga: bajo el impulso de un tal Gérard Buillard, el partido comunista se ha escindido. Al partido laborista helvético, fiel a Moscú, se opone desde setiembre de 1963 el partido comunista Suizo, cuyo boletín (otro Etincelli) está bajo el patrocinio de "los grandes marxistas": Stalin, Mao Tse.tung y Enver Hodja.
Los otros partidos comunistas de Europa continental se esfuerzan, en general, por ignorar la querella chino-rusa. En Inglaterra, por el contrario, un tal Michael Crerry ha desmembrado el partido comunista británico, fundando un Commitet to Defeat Revisionism (Comité para la derrota del revisionismo), que pretende restaurar el marxismo-leninismo y repudia la línea de Moscú. Ocurre lo mismo en los Estados Unidos. Expulsados del partido comunista porque representaban la "tendencia chino-albanesa", Milt Rosen y algunos otros crearon un partido disidente que recluta sus afiliados entre los portorriqueños de Harlem. En las antípodas, e! partido comunista neocelandés se ha pasado con armas y bagajes al campo chino, mientras la lucha se torna cada vez mas encarnizada en Australia. Guiada por un cierto Tel Hill, la fracción chinófila es extremadamente poderosa, tanto, que el partido australiano fue uno de los pocos que en 1960, en la Conferencia de los 81, apoyó a Mao Tse-tung.
Para completar lo concerniente al mundo libre, el más pequeño de sus partidos comunistas, el de San Marino, amenaza seguir el ejemplo de Nueva Zelandia. San Marino, con sus 61 kilómetros cuadrados y sus 12.000 habitantes, es uno de los dos únicos países (el otro es el estado hindú de Kerala) donde los comunistas llegaron al poder por el voto. Fueron desplazados en las últimas elecciones, pero este fracaso los ha impulsado al extremismo. Inscripciones en los muros de la pequeña capital denuncian "las crecientes tendencias burguesas de los dirigentes soviéticos", y la traición de que son culpables, con respecto al marxismo-leninismo. San Marino puede ser minúsculo, pero es un voto en la conferencia plenaria de los partidos comunistas.
En conjunto, no parece que Moscú tenga que temer defecciones graves en Occidente. Pero debe contar con agresivas minorías chinófilas y con un descontento general contra la burocracia adormecida en las prebendas, que dirige los partidos "oficiales". Con casi cincuenta años de vida,la revolución soviética es para muchos algo así como una viuda que vive de lo que le dejó el marido en tanto que la revolución china, Distantes años mas joven, ejerce una atracción mucho más fuerte sobre los sectores juveniles del movimiento proletario.
Ningún continente está más expuesto a sentir esa peligrosa atracción que América Latina; ningún otro tiene una población tan joven. Ninguno es más apasionado. Ninguno siente una tal hostilidad instintiva e incurable contra los Estados Unidos. La tesis según la cual la Unión Soviética y la América anglosajona se han reconciliado virtualmente y han constituido "el sindicato de los estómagos llenos" -contra los estómagos vacíos encuentra un terreno abonado en esas poblaciones imaginativas y rencorosas. China lo sabe. Aprecia las posibilidades que se le ofrecen. Contrariamente a lo que suele creerse, no es en África, sino en América del Sur, donde deposita sus esperanzas más inmediatas. No se habla de América Latina en una publicación china sin que se evoque al punto el vendaval, la tempestad, el tifón revolucionario que se cierne sobre esta región del mundo. Los estrategas chinos esbozan sus planes para encauzarlo en provecho propio.
Precediendo inclusive a Bélgica, la escisión ideológica del comunismo comenzó en el Brasil. Como sucede en casi todas partes, e1 partido comunista del Brasil vivía bajo el paternalismo de una vieja figura, Luiz Carlos Prestes, quien mereció figurar en los anales revolucionarios de la década del 20 por algo parecido a la Gran Marcha de Mao Tse-tung. Contra este viejo revolucionario se rebeló en 1960 un ala chinófila dirigida por dos extremistas: Joao Amazonas y Mauricio Grabois. La ruptura, particularmente violenta, se produjo al año siguiente; y en febrero de 1962, en el Congreso Extraordinario de San Pablo, Amazonas y Grabois se separaron y fundaron un partido disidente. Su revista bimestral, A classe operaría, ha emprendido una campaña contra "la corrupta fracción reformista" de Prestes; su adhesión a las tesis chinas es total. "Los pueblos de América Latina", expresó A classe operaría, "no pueden esperar su liberación de una competencia pacífica entre el comunismo y el capitalismo. Solo una lucha más violenta, la lucha armada, puede darles la libertad...".
La conmoción que ha sacudido a Brasil en los últimos tiempos ha hecho pasar a segundo plano la lucha entre los grupos chinófilos y prosoviéticos. Mientras tanto el interés y la ansiedad se han desplazado hacia Chile, donde el virus rojo que allí fermenta es mucho más peligroso que en cualquier otro país del continente: Chile no cuenta con un ejército capaz de destruir un complot revolucionario como el que maduraba en Brasil. En las últimas elecciones presidenciales, el candidato del Frente Popular, el senador Allende, perdió la elección por solo 33.000 votos; su oponente era nada menos que el respetado estadista chileno Alessandri. En setiembre tendrán lugar nuevas elecciones, pero en ellas Alessandri no podrá presentarse como candidato, porque la Constitución no permite que sea reelegido; así Allende, apoyado por la coalición de socialistas y comunistas, ha visto multiplicadas sus posibilidades de llegar al gobierno.
Pero en Chile, como en todas partes, la escisión del comunismo está en marcha. Por razones tácticas o por convicción, Luis Corvalán, el secretario general del partido, prefiere la campaña electoral al fusil de los guerrilleros, y su actitud encuentra menos eco en las masas chilenas que la intransigencia revolucionaria del "Che" Guevara. "En todo el continente", declaró Guevara, "están dadas las condiciones objetivas y subjetivas para que las masas opongan la violencia a los gobernantes y las clases opresoras." País inestable en todo sentido, sacudido por terremotos orográficos y erupciones políticas. Chile es un terreno óptimo para sembrar la propaganda chinófila. Apenas lanzada la edición castellana de Pekín information, denominada Pekín informa, ya contaba con 6.000 suscriptores. Por otra parte, en las últimas semanas, un nuevo grupo llamado Vanguardia Revolucionaria Marxista (V.R.M.) se ha escindido del partido comunista ortodoxo y se ha propuesto como objetivo combatir la tolerancia legalista de Corvalán. Su primera medida ha sido enviar a Pekín un mensaje de confraternidad que expresaba: "Suscribimos totalmente el análisis de la situación internacional elaborado por el partido comunista chino". Esta situación se repite con ligeras variantes en toda América Latina; existen 22 partidos partidos comunistas oficiales o clandestinos, y ninguno se ha plegado públicamente todavía a la línea de Pekín, pero en todos, no obstante, se ha producido el brote en su propio seno, o aún la escisión, de un grupo chinófilo, y todos están igualmente sometidos a tensiones internas.
El más poderoso de los argumentos chinos es la similitud social entre la China de antes de Mao Tse-tung y el Brasil o la Argentina actuales, o Perú, o Venezuela, países preponderantemente agrícolas donde la revolución no podrá triunfar si no se apoya en las masas campesinas. "Ya no es Rusia, industrializada y cegada por el chauvinismo", dicen los chinos, "la que podrá ayudar a los países latinoamericanos en su emancipación; solo China puede hacerlo."

En África, el cuadro es bastante menos claro. Aún se sigue conjeturando acerca de los objetivos y resultados de la larga gira de Chou En-lai. En muchos países negros y árabes, el comunismo es todavía muy débil, en cualquiera de sus dos variantes, rusa o china. En otras partes, como en el Congo, ha provocado resistencia de una energía inesperada. En Guinea, cuando el comunismo pasó de la retórica liberadora al ingrato terreno de la ayuda material, se produjo una amarga decepción. De los dieciséis partidos comunistas africanos, siete, entre ellos los de Túnez, Argelia v Marruecos, responden a la línea de Moscú, y los nueve restantes no se han decidido aún a adoptar una posición definitiva.
En Asia hubo también escisiones y crueles desgarramientos. Ceilán es uno de los cuatro o cinco países que cuentan con dos partidos abiertamente enemigos; el partido chinófilo fue fundado el 21 de enero por un excomulgado de Moscú que residió en Pekín, el "camarada" Nagaliagan Sanmugathaian.

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En el congreso de partidos comunistas realizado en Berlín Oriental, los delegados aplauden a Kruschev. El representante chino permanece inmutable


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Nikita Kruschev puede confiar en ele comunismo de los países occidentales. Pero, hacia Oriente, se ergue la amenaza del "dragón amarillo"

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Recuerdos de otras épocas: los aplausos cubren las últimas palabras de Chou En-Lai en una sesión del XXII Congreso del Partido

En la India, la situación es extremadamente delicada debido a la agresión china de 1962 y al citado de guerra latente que reina en el Himalaya. La mayoría del partido se inclinaba hacia hacia China, en la que creía ver un modelo de la colectivización para los países pobres y superpoblados. Con la agresión china, una oleada de patriotismo empujó al partido comunista indio hacia el campo ruso, pero una minoría decidida sigue anteponiendo el amor por Mao a los intereses de su país. En la Bengala occidental, esa minoría se ha escindido, formando su propio partido, cuya acción espera poder extender al resto de la India. El objetivo predilecto de sus ataques es el Thorez hindú, Dange, un hombre cortés y afable que desde hace lustros rige los destinos del partido desde Bombay.Sus ex camaradas han "descubierto" que hace cuarenta años trabajó para el Servicio de Inteligencia de los agresores británicos, y el pobre veterano se debate desesperado contra la infamante acusación. Acusación que, por otra parte, es ya tradicional en la historia del movimiento comunista cada vez que se quiso descalificar a un "fraccionista", se lo acusó de haber trabajado para los servicios de inteligencia occidentales. Solo que, en este caso la argucia es utilizada con los "fraccionistas" contra los partidarios de Moscú...
Además de los partidos oficiales indios y cingalés otros dos partidos comunistas asiáticos permanecen fieles a Moscú: el de Birmania y el de Nepal. Los demás (que se manifestaron pro-soviéticos en la Conferencia de los 81) acatan disciplinadamente las directivas de Pekín. Varios, entre los que se cuentan el de Corea del Norte, el de Vietnam y el de Laos, son meros satélites cuya existencia depende de la ayuda militar china. Otros han intentado mantener una relativa independencia, o inclusive actuar de mediadores. El partido comunista japonés envió una comisión de información a Moscú y Pekín, pero el órgano oficial del partido, Akahata, no esperó su regreso para condenar el revisionismo de Kruschev. El partido comunista de Indonesia, el más poderoso del sudeste asiático, tuvo sus veleidades de comunismo nacional, pero bajo la férrea conducción de su líder Aidit, se ha ido acercando cada vea mas a la línea de Pekín. Aun en Nepal y en Birmania, la continuación en la línea moscovita es dudosa, Ambos países son muy pequeños y se encuentran peligrosamente cerca del dragón; en ambos, minorías decididas están dispuestas a imponer, si fuera preciso, por la intimidación, el punto de vista chino. En Asia, el comunismo está en gran medida perdido para la causa de Rusia y ganado para la de China. Si se la compara con la época en que Kruschev y Bulganin recorrían en triunfo el continente, la era actual marca un dramático retroceso de la Unión Soviética. Además la situación es irreversible. El conflicto entre China y Rusia puede entrar en una fase de apaciguamiento, quizás se logre cubrir las apariencias y aun llegar a una reconciliación; pero lo que nunca volverá a suceder es que Rusia recupere la conducción del mundo asiático. La autoridad en esa vasta región de la Tierra, la dirección política e ideológica de la mitad de la humanidad han pasado irremediablemente a Pekín.
¿Mantiene Rusia por lo menos la hegemonía de Europa oriental? ¿Siguen los países satélites siendo satélites en todo el sentido de la palabra? ¿En qué punto se ubican respecto del conflicto ruso-chino? Entre los países de la Europa oriental y balcánica, la minúscula y frenética Albania escapó de la órbita de Rusia hace ya varios años. Esto fue el primer pretexto para la disputa chino-soviética, y durante mucho tiempo sirvió de máscara para ocultar la petición d« China en la contienda ideológica. Nada ha cambiado desde entonces; Tirana no puede ser mas violenta en sus ataques a Kruschev.
Con una sola excepción, las llamadas democracias populares se plegaron a la causa soviética con aparente entusiasmo, Los dirigentes comunistas de Hungría y Polonia han olvidado el apoyo que recibieron de los chinos en los difíciles días de 1946. Los partidos comunistas d« Alemania Oriental y Checoslovaquia, considerados stalinistas, no aprovecharon la tensión chino-soviética para manifestar los sentimientos que se le atribuían. Bulgaria,se pronunció abiertamente en la cuestión, y el concierto europeo, en general, condenó el racismo chino, temblando de horror al comprobar que Mao Tse-tung no retrocede ante la perspectiva de una guerra nuclear, y confirmó sin reservas su lealtad hacia la Unión Soviética. Si el tono fervoroso de sus declaraciones oculta otros sentimientos, es imposible saberlo.
La excepción mencionada es Rumania, que durante muchos años fué el satélite perfecto: humilde, sumiso y tan obediente, que nunca mereció la menor reprimenda. De repente y din que el cambio pueda atribuirse a una renovación de la minoría dirigente, la actitud de Rumania cambió de modo radical. Primero se negó a integrar el mercado común de los países comunistas (COMECON), que, innecesario es decirlo, está al servicio de los intereses rusos. Más tarde, en lugar de tomar partido en la disputa chino-rusa, prefirió adoptar una posición neutral. Cuando los rusos convocaron a los países satélites a Berlín, para discutir la situación de China, Rumania se abstuvo de concurrir. La prensa rumana se limitó a exponer imparcialmente los puntos de vista de ambos bandos, y cuando el tono de la discusión llegó a la injuria, una numerosa delegación rumana, encabezada por el presidente Ion Gzeorghe Maurer, partió rumbo a Pekín; de esta misión, espontánea o no, Kruschev esperaba la suspensión de las hostilidades verbales, ya que postergó para el 4 de abril la poderosa requisitoria al Comité Central que Mijail Suslov tenía preparada desde el 14 de febrero. Pero Maurer regresó sin el ramo de olivo, y mientras tanto los rusos aguardaron inútilmente que sus antiguos vasallos más dóciles condenaran enérgicamente la intransigencia china. Pero Rumania guardó silencio, y su actitud sigue siendo un misterio.
Han pasado ya varios meses desde la presentación del informe Suslov y la prensa rumana no ha pronunciado aún una palabra comprometida, ni hay señales, por ahora, de que se haga eco de las declaraciones de Nikita Kruschev en Hungría. Por otra parte, llegan de Bucarest noticias singulares: las autoridades rumanas han ido cerrando una a una las escuelas rusas, licenciando a los técnicos rusos de las fabricas, rebautizando las calles y trasladando los monumentos que conmemoran el triunfo del ejército soviético, ¿una nueva Albania está por surgir?
Es poco probable. El desafío sería demasiado arriesgado para un pequeño país al que solo un pequeño arroyo separa de Rusia. Por otra parte, Maurer y Georgiu Dej no han caído en los brazos de los chinos, como lo hizo el albanés Enver Hodja. Por el contrario, Rumania se inclina cada vez mas hacia Occidente. Con Occidente, y en especial con la República Federal Alemana, Rumania desea acrecentar los intercambios comerciales y la cooperación técnica. Mientras tanto, Rumania ha contratado ya 600 ingenieros y especialistas occidentales, busca divisas fuertes, prefiere vender su maíz a Inglaterra en lugar de a Checoslovaquia y considera preferible que sean los rumanos quienes exporten cerdos y aves a Occidente en lugar de los checos o los polacos.
Hace solo unos pocos años, esta insurrección política y económica hubiera sido inconcebible, y sus resultados, fulminantes y fatales para sus promotores. Al estar el conflicto chino en plena ebullición, Rusia se ve obligada a tolerarla. El estandarte de la libertad húngara fue levantado demasiado pronto, en las sangrientas jornadas de 1956. Rumania, mas sagaz, supo esperar. En política hay virtudes más nobles que saber esperar, pero ninguna mas preciosa.
Hagamos números: según los datos previos, 14 partidos comunistas se han plegado ya a la línea china, definiendo así su oposición.a los principios enunciados en el informe Suslov. Sesenta y cinco siguen aún fíeles a Rusia; quedarían unos diez sin pronunciarse. La preponderancia rusa sería, según estos cálculos, incuestionable. Si para condenar la herejía basta la mayoría absoluta, los chinos están perdidos, pero las cifras no son definitivas: muchos partidos asiáticos están bastante menos sometidos al Kremlin de lo que los rusos mismos se creían. La epidemia china se va extendiendo. Suslov, que cubrió de insultos y de amenazas a los renegados, a los expulsados, a los aventureros, a los trotzkistas que siguen a Pekín, se cuidó muy bien, sin embargo, de mencionar su número. Cálculos más recientes reducen a 45 el número de países con que puede contar Rusia, Siguen siendo aún mayoría, pero su numero es apenas una sombra del que, en 1960, confirmó la hegemonía soviética sobre todo el mundo socialista. Cuatro años han bastado para privar a Rusia del poder de dictar su ley al comunismo mundial.
Si la conferencia tiene lugar -nada es menos seguro-, es poco probable que de ella resulten excomuniones puras y simples, que solo servirían para ahondar la escisión. Muchas tradiciones e intereses ligan aún a ambos sectores, pero entre tanto, con apariencia de unidad o sin ella, el comunismo tiene dos cabezas, una blanca y otra amarilla. Las consecuencias de ello son imprevisibles.