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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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LA MASACRE DE EZEIZA
(Yo fui testigo 1986)

-continuación

CAMBIA LA CORRELACIÓN DE FUERZAS
LA CLAVE DEL 20 DE JUNIO
ESTA EN LO QUE DIJO PERÓN

Al día siguiente, la llegada de Perón, que había vuelto a la Argentina como "prenda de paz" se convertía, por azar del destino, en "piedra del escándalo".
El debate estalló en todos los campos. Fue un tema que se sumó a los muchos que ya creaban diferencias entre las dos grandes comentes de pensamiento en pugna dentro del movimiento.
En la Cámara de Diputados, cada uno contaba su experiencia personal y las conclusiones ligeras volaban de una banca a otra, con total desprejuicio, hasta que, finalmente, en un criterioso llamado a la reflexión, se resolvió crear una comisión de investigación que no trascendiera los límites del bloque. Sus resultados nunca llegaron a conocerse.

 

 

Por su parte, los sectores juveniles calificaron duramente a la Comisión encargada de organizar el retorno y, en particular, al general Osinde, a quien se veía como figura aglutinante de la derecha. Los mismos señalan su responsabilidad en la acumulación de armas de grueso calibre de que hicieron ostentación los miembros de la custodia del palco, v que aún hoy pueden verificarse en el abundante material fílmico y fotográfico que queda del acto. Asimismo le criticaron el dispositivo de seguridad, al que atribuyen el origen de la agresión que derivó en un tiroteo.
Afirman también voceros juveniles —señala "La Opinión" del veintidós de junio— que el teniente coronel Osinde tiene responsabilidad en la forma en que la custodia disparó sus armas y en el secuestro y castigo de los manifestantes, llevado a cabo en el primer piso del Hotel Internacional de Ezeiza. El mismo diario continúa: "Este cuestionamiento abarca a la señora Norma Kennedy, una de las principales dirigentes del Comando de Organización, liderado por el diputado nacional Alberto Brito Lima". La critica se extiende al señor López Rega, pues fue el ministro de Bienestar Social quien impulsó la creación de la Comisión Organizadora, con su composición y sus responsabilidades.
Del otro lado, en defensa de la Comisión, salen a la palestra otras voces, con otros argumentos: "El culpable es el ministro del Interior, Esteban Righi, por no haber tomado las previsiones del caso", decía a a la prensa el diputado Rodolfo Arce.
Mientras unos piden la cabeza de Righi, otros requieren la defenestración del secretario general del Movimiento, Juan Manuel Abal Medina, que el día antes de los sucesos sufriera un "accidente", cuando casi lo atropella un Ford Falcon verde, con los focos apagados. En el encontronazo, Abal Medina se quebró, como saldo, una pierna.

Perón no recibe a Robledo ni a Righi, pero atiende a Osinde y a Norma Kennedy

Sobre los sucesos de Ezeiza, la primera acción de gobierno del presidente Cámpora consistió en llamar a los integrantes de la Comisión, el coronel Osinde, José Rucci, Lorenzo Miguel, Norma Kennedy y Leonardo Favio se reunieron con sus ministros y con el vicepresidente Solano Lima.
Según los transcendidos, en esta reunión, Rucci, Miguel y Osinde defendieron una posición contraria a la del ministro Righi, y éste acusó a Osinde de que "llevado por el excesivo personalismo, se negó a aceptar sugerencias".
El imputado se defendió, justificando el exceso de prevenciones por el rumor que corría en esos días, sobre un posible atentado contra la vida del líder.
Como de reuniones se trata, veamos un poco qué pasó ese mismo día en Gaspar Campos, donde se había instalado el general y su esposa Isabel. A primera hora, Perón recibió al gabinete en pleno, con dos ausencias notorias: el ministro de Defensa, doctor Ángel Federico Robledo y el ministro del Interior, Esteban Righi.
A la tarde, en cambio, recibió la visita del teniente coronel Jorge Osinde y de la cuestionada dirigente Norma Kennedy, quien se retiró de la casa en compañía del ex secretario personal de Perón, José López Rega.
Lo que la justicia tardará años en dilucidar en términos políticos, se definía en pocas horas. Más allá de las responsabilidades que hasta el día de hoy se discuten, estaban las consecuencias políticas. Y ahí, el que definía los términos era Perón, y sólo Perón.

Perón define su doctrina y amenaza a los que quieren sacar los pies del plato

Todo el país esperaba ansiosamente el anunciado discurso de Perón de la noche del jueves.
A las veintiuna horas, como estaba previsto, el líder habló. Aquí interesa comentar lo que en síntesis podría calificarse como un llamado a la verticalidad peronista, ya que en sus párrafos centrales y no sin cierto tono de enojo en la voz, Perón dijo: "Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando 'la vida por Perón', que se hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo sabemos". Para no dejar a la juventud sin un cable de retomo agregó: "Tampoco lo ignoran nuestros muchachos que levantan banderas revolucionarias".
Un análisis somero del discurso nos da la pauta de las directrices precisas que daba el general a su regreso:

• Desmovilización: Perón tenía que terminar con las tomas de un lado y del otro, para ordenar el país y no darle motivos a la derecha ultramontana, para un nuevo golpe. Por eso esa noche levanta la consigna: "De casa al trabajo y del trabajo a casa".

• Paz: "Sin la cual podemos sucumbir como Nación", dijo refiriéndose a la posibilidad latente de un nuevo golpe, pero también a la acción de la guerrilla.

• Liquidación del extremismo: "Quien altere este principio de convivencia, sea de un lado, sea del otro, será un enemigo común, que debemos combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer ni en la anarquía que la debilidad provoca". ¿Se está refiriendo a la supuesta "debilidad" de Illia a Righi?

Más adelante califica a los sectores que promueven esa violencia con los siguientes términos: "se suman las perversas intenciones de los factores ocultos que, desde las sombras, trabajan sin cesar tras designios, no por inconfesables, menos reales".
La juventud consideró, por supuesto, que estas referencias no eran para las llamadas familiarmente "orgas" (abreviatura de organizaciones armadas), sino para los militantes y parapoliciales instrumentados por la línea interna del peronismo opuesto a la "patria socialista".

• Reafirmación de la alianza de clases: En vez de "la única clase de hombres es la que trabaja", ahora Perón se refiere a "una sola clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la Patria".
Si el peronismo tuvo siempre dos vertientes, la nacional y la social, que unas veces marcharon juntas y otras no, Perón se inclinaba, en esta oportunidad, marcadamente hacia la reivindicación nacional.

• Definición de la tercera posición: "Tan distante de uno como de otros de los imperialismos dominantes".

• Rechazó a otra interpretación del justicialismo: (especialmente, suponemos, a la calificación de "vía al socialismo", con que lo denomina la izquierda intra y extra partidaria). "No hay rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología".

• Definición del peronismo Por las veinte verdades que señalamos antes.

• Acusación a la izquierda de "infiltrados": (aunque la izquierda diga que la acusación fue para la "derecha"). Cuando dice: "Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal". Es una clara advertencia.

• Objetivo de la etapa: El orden: "Vamos a ordenar el Estado".

• Objetivos a largo plazo: "En el final de este camino, está la Argentina Potencia".

• Autocrítica a la actitud del gobierno: "La inoperancia en los momentos que tenemos que vivir es un crimen de lesa Patria".
¿Qué más claro?
Como si fuera poco, en el último párrafo termina de dar un hachazo a la derecha y otro a la izquierda:

• A la derecha: "Que acepte la soberanía del pueblo, la verdadera soberanía, cuando se quieren alejar los fantasmas del vasallaje foráneo, siempre más indigno y más costoso".

• A la izquierda: "A los enemigos embozados y encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento".

Diputados de la juventud no se sienten aludidos al hablarse de "infiltrados"

"El general Perón, en su mensaje del jueves, dio una lección a la juventud del partido que ya creía asistir al principio de una revolución y al ingreso en una patria "socialista" dice el diario "Le Monde" en Francia.
Aunque, en general, los europeos poco entienden de política sudamericana, acostumbrados a mirarnos desde el prisma que deja grabado en sus mentes su propia historia, esta vez el prestigioso diario francés percibió correctamente la realidad.
La única diferencia es que detrás de este comentario sospechamos que el cronista está diciendo —y no lo escribe— que Perón es "de derecha" y ése es un punto en el que no estamos de acuerdo.
Hay una "revolución peronista": que no se haya podido concretar más que en una sola etapa de la historia argentina y que no haya logrado sobrevivir en el tiempo es otro problema. Ahora sólo señalamos cómo repercutió el discurso de Perón.
La CGT lo hizo y lo publicó en solicitadas a toda página, bajo el título: "Esta es nuestra bandera" y con un subtítulo desafiante: "y los trabajadores la defenderemos en cualquier terreno".
El radicalismo expresó su total apoyo, al menos en su línea dominante, conducida por Ricardo Balbín. Uno de sus voceros, Enrique Vanoli, dijo categóricamente: "son las palabras útiles y necesarias para el país en este momento. Era lo que yo deseaba oír de Perón". Se abren así las puertas al encuentro Perón-Balbín.
Un breve muestrario de opiniones vertidas en Córdoba, reafirman el sentido de "prenda de paz", que planea sobre un marco de tensión social en crecimiento.
Sobre el discurso "La Bolsa de Comercio" dice: es un llamado a la conciencia, la unidad y el esfuerzo conjunto de todos en el proceso de reconstrucción nacional.
Los industriales advierten. "Un mensaje altamente positivo, porque es previo a cualquier tarea, lograr el definitivo reencuentro de los argentinos."
La Iglesia agrega: "El discurso tiene la evidente intención de serenar y pacificar los ánimos."
Hasta Francisco Manrique, el ex marino de pura cepa antíperonista, elogió el discurso, calificándolo como "un buen punto de partida, ubicado sobre una base serena y realista".

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Es que la derecha veía en la actitud de Perón un freno a lo que ellos no sólo no habían podido controlar, sino que habían ayudado a alimentar, a mantener al peronismo en la clandestinidad: el avance de la guerrilla.
Los únicos que no demostraron entusiasmo por las palabras de Perón, fueron los diputados y dirigentes de la juventud.
En la Cámara baja, manifestaron el temor de que este discurso diera nuevas fuerzas a una arremetida de la derecha del movimiento. Sin demasiado éxito, sugieren que los "infiltrados" a los que Perón se refiere, "son la CIA y los grupos del teniente coronel Osinde". Son palabras del diputado Rodolfo Vittar.
Los hechos confirmarán las expectativas juveniles. Pronto serán derrocados con métodos no muy diferentes a los que utilizaron en Ezeiza. Pronto sufrirán los gobernadores que demostraron simpatía por este sector, como Bidegain en la provincia de Buenos Aires y Obregón Cano en Córdoba, luego destituido por un "golpe de la policía local".
Se acelera el retroceso de la Tendencia Revolucionaria, inspirada y alentada por las organizaciones armadas Montoneros y FAR. Sus diputados son cuestionados directamente por Perón y, finalmente, como punto culminante de la evidente ruptura entre el líder y este sector, terminará acusándolos de "imberbes" en la Plaza de Mayo, ni más ni menos que el "Día del Trabajador".
Los jóvenes, que dieron su vida durante la dictadura para que Perón volviera a la Patria, habían cometido el pecado de Lucifer: querer parecerse a Dios. En este caso, Dios era Perón.
Porque, en definitiva, estos jóvenes no aceptaron el plan político del líder, porque coincidían con él en todo, menos en un punto: el modelo final de la Nación al que deseaban llegar.
Por su parte, Perón ¿cambió de rumbo debido a las nuevas circunstancias políticas internacionales? Puede ser... Como señalamos antes, un cerco se tendía alrededor de la Argentina, a partir de la apertura política. Las políticas de cambio se hallaban en retroceso en toda América latina. En mil novecientos setenta y dos, cae Torres en Bolivia. En mil novecientos setenta y tres, en setiembre, Allende moría heroicamente en el Palacio de la Moneda de Chile. En ese mismo año, los militares uruguayos convertían a Bordaberry en un títere de su política y empezaban la persecución y encarcelamiento de los Tupamaros. Paraguay seguía bajo el mando del dictador Stroessner y Brasil bajo una dictadura imperial. ¿Podía Argentina encarar así una política de liberación nacional y social, o había que resignar obligatoriamente, al menos por el momento, alguna de las banderas con las que se había conquistado el gobierno el once de marzo? Todo esto todavía debía dilucidarse.

Las teorías de izquierda, la identidad del peronismo y el proyecto nacional

Los teóricos de izquierda han discutido mucho sobre la revolución que hay que hacer en América latina. Dos vertientes de pensamiento se contraponen en este sentido. Para unos es necesario hacer primero una revolución burguesa, de corte nacionalista, que logre la independencia económica del país. Para los otros no es preciso seguir con el esquema que se pensó en el viejo continente, primero la revolución nacional de la burguesía y después la revolución social de la clase obrera. La revolución latinoamericana, para estos últimos, unifica a las dos anteriores en una sola meta ya que no es posible, en el mundo actual, la existencia de un capitalismo independiente como sueña todavía, tal vez, nuestra burguesía.
Por lo tanto, si se es consecuentemente antiimperialista, como pretenden serlo los dirigentes populares latinoamericanos "necesariamente" tendrán que hacer una revolución de corte socialista. Mao, en China, Fidel Castro en Cuba, son las únicas revoluciones nacionales, antiimperialistas, que se mantienen en el poder.
Más allá que el concepto de revolución está en este momento en crisis en todo el mundo, y que estos esquemas son algo vetustos, volviendo a los teóricos izquierdistas es posible que los primeros se equivoquen y que, en efecto, la revolución, guiada por la burguesía nacional ya no sea posible en América latina. Lo demuestra el simple hecho que no se ha podido dar aquí ni aun con Perón y la suma del poder en sus manos. Pero se equivocan los otros porque eso no significa, bajo ningún aspecto, que no sea posible imaginar cambios profundos. El sueño de una nación independiente es el que encarnó el líder del pueblo argentino en lo que va del siglo y con su muerte vino su pregunta si también morirá esta ilusión en los argentinos. ¿Se reencarnará en otro líder? ¿En su movimiento, o en algún otro? Hoy cada vez más nos damos cuenta, no sin cierta tristeza, lo lejos que estamos de ser un país con pleno desarrollo del capitalismo. Cada vez más somos conscientes de la irreversibilidad de nuestro subdesarrollo. Sin embargo, los argentinos gustamos de pensar que pueden surgir nuevas coordenadas que permitan poner todas nuestras potencialidades en juego.

El juego pendular de Perón golpea a unos más que a otros, y deja muchas dudas

Los hechos señalan que no hubo intervención policial y que se crearon grupos armados para custodiar el acto. Los mismos fueron comandados por el general (R) Miguel Ángel Iñíguez, que luego sería nombrado jefe de policía, y el teniente coronel Jorge Osinde, enviado como embajador al Paraguay para sosegar los ánimos en su contra.
Las columnas de la Juventud, por su parte, iban "custodiadas" también por hombres armados.
A esta conclusión llegamos por fuerza de la razón, ya que no es posible pensar que organizaciones como Montoneros y FAR no supieran de los preparativos de Osinde, cuando desde uno o dos días antes, por lo menos, sus hombres tenían "copados" el Hogar Escuela, a 500 m del palco y hospitales cercanos como indican los testigos que trabajan allí, y el Hotel Internacional. Si sabían lo que estaba sucediendo, nadie podrá creer que, ante tamaño operativo armado de la derecha, iban a llevar a las columnas de sus seguidores desarmadas como corderos a la boca del lobo. Si llegaron a usar armas o no, es otro tema.
Lo que sí confirman todas las fuentes es que el grueso de las víctimas estuvo del lado de la Juventud. Osinde habló de 13 entre ellos y sólo tres en las fuerzas propias. Por otra parte el testimonio de Leonardo Favio, de cuya palabra no pueden dudar ni unos ni otros, es bastante elocuente respecto a las torturas en el Hotel de Ezeiza como para inculpar a los hombres de Osinde. Se entiende entonces por qué éste no se presentó a la segunda reunión a la que llama Cámpora días después, a partir de la cual, y basándose en nuevas evidencias que lo comprometen, se forma una comisión encargada de investigar la masacre. La forman el vicepresidente Vicente Solano Lima y los ministros Taiana y Puig.
¿Se apoyó Perón en los grupos armados de derecha para liquidar a los de izquierda? ¿Pretendían los Montoneros dirigir el rumbo del movimiento nacional más grande de la historia argentina?
¿Fue sólo una "cuestión de poder" o había proyectos diferentes?
¿Eran efectivamente proyectos distintos o sólo se trataba de etapas diferenciadas y la juventud no supo o no quiso confiar en Perón?
Perón murió a los dos años de su regreso. Murió en ejercicio de la Presidencia de la Nación, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas —las mismas que lo derrocaron 17 años antes— y habiendo puesto a su esposa en el cargo de vicepresidente, cosa que le fue negada en 1951.
El hecho irreversible del 20 de junio fue su retorno.


"La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no deba participar y colaborar. Este problema, como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie."
J.D.P.

 

 

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