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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

(continuación)
Durante un mes nuestro redactor
Carlos A. Velazco siguió los pasos
del policía más temido por el hampa
El pardo Meneses
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"MENESES JEFE DE LA POLICIA
EL PUEBLO LO PIDE"

Revista Panorama
Abril 1965

Un aporte de Héctor Alvarez

 

La picana
Entre los penalistas, Meneses tiene fama de incorruptible. Es la virtud unánimemente reconocida. Aun por sus enemigos.

Mauricio Ravei, defensor de muchos presos encarcelados por Meneses, se excusa de opinar; aduce que solo actuó en casos de poca importancia y deriva la cuestión a otros colegas. Pero como él, son muchos los que no quieren comprometerse. Hablan en confidencia; "¿La picana? Ya lo creo. Picana y boleta. Los delincuentes le tenían un terror pánico".

 

 

Meneses, sin inmutarse, rechaza el cargo y cuenta anécdotas relacionadas con los abogados. "Tiene un fichero de delincuentes más completo que el de la policía. A mí me hubiera sido de gran utilidad", comenta refiriéndose a un conocido penalista cuya clientela -según confesión de éste- agrupa a un centenar de maleantes, Pero Meneses, que lo clasifica entre "los que no pueden hablar bien de él", rectifica:"Agréguele dos ceros más".
Marcos Oscar Litvak, un penalista joven (colaborador del doctor Luis I. Berkman) cree que "lo más positivo de Meneses fueron las patrullas encargadas de la vigilancia callejera. "En la represión de la delincuencia -dice- fue eficaz, pero con violación de otras normas del Código Penal (Apremios ilegales)".
Ovillándose en su sillón y entrelazando sus piernas con los brazos, Litvak desliza una mirada de orgullo por los tomos encuadernados que tapizan el estudio del doctor Berkman, donde atiende en su ausencia. Con voz reposada y vigilando la transcripción del periodista ("Si se equivoca lo desmiento") reflexiona: "Como hombre de derecho, la bondad de la función ejercida por Meneses no me merece la opinión laudatoria que sería de desear. Pero los apremios ilegales no son invento de Meneses. Han sido práctica corriente en otras épocas, tanto en la policía argentina como en todas las policías del mundo".
En su casa de la calle Charcas (garage al frente, hall suntuoso al gusto rococó del 900, con el bufete contiguo), Ireneo Molina Pórtela, uno de los penalistas de más larga actuación en Tribunales, se cruza de manos y se pierde en una nebulosa evocación. "Conozco a la policía de memoria", se jacta. "Para mi solo hubo dos grandes Jefes de investigaciones: Eduardo Santiago y Evaristo Meneses. La intuición de Meneses era asombrosa. Veía a una persona por la calle y sabia si era un señor o un delincuente."
La evocación concluye con una confidencia: "Nunca tuvo automóvil propio. Usaba el de una persona amiga de él y mía. Muchos procedimientos los hizo con ese coche prestado, porque la policía no tenia vehículos para facilitarle". Al oír la palabra picana, reacciona; "Créame que los abobados que no apañan delincuentes deben tener admiración por Meneses, Cuando los detenidos le faltaban el respeto, usaba las manos. Pero no la picana. Si hubiera tenido una sola acusación por apremios ilegales sus enemigos habrían usado contra el ese argumento. Yo doy testimonio de que ni el loco Rivero, ni Aranguis, ni la banda de Prieto ni la gente de Villarino ni ninguno de los detenidos por Meneses que yo defendí y que pasan del centenar, lo acusaron de apremios ilegales.
"Mi picana -comentó Meneses- era el lápiz. Los asustaba haciéndoles cosquillas con la punta del lápiz. Lo que ellos temían era la condena. Sabían que conmigo no había arreglo. Yo de aquí y ellos de allí. Policía contra delincuentes".

El "arreglo"

Casa Muñoz. 214 trajes. Un hurto hormiga. El ladrón un empleado de la firma, se las había ingeniado para llevárselos vestido debajo de otro traje holgado que los cubría totalmente. Meneses tomó intervención y logró el secuestro de la mercadería. La casa quiso obsequiarle un traje a él y a los miembros de la brigada. Meneses permitió que sus muchachos fueran gratificados, pero él rechazó el ofrecimiento.
La coima o el soborno, inclusive el agradecimiento en pequeña o gran escala, resbalaron siempre por su conciencia. sin llegar a tentarlo. "Sé positivamente -afirma el abogado Portela- que uno de los asaltantes del Banco de San Miguel le ofreció más de un millón de pesos para que lo dejara fuera del asunto. Pero cuando la oferta llegó a sus oídos intervino con más saña. Detuvo a toda la banda y recuperó los 30 millones que los chorros habían limpiado de la caja fuerte. Meneses no transaba en nada. No le importaba nada de políticos o influyentes, Era de un señorío que hace honor a la policía."
El caso del joyero Porcel pinta de cuerpo entero la personalidad de Meneses. De vacaciones en Europa, Porcel se enteró que en su negocio de la calle Rivadavia al 11200 le habían robado cuatro millones de pesos en alhajas. Nueve días después, de regreso en Buenos Aires, fue a ver a Meneses, quien había tomado ya intervención en el asunto v. por la técnica del robo (un boquete abierto en la pared desde el negocio contiguo), había identificado a los ladrones.
Porcel concurría todas las mañanas a Robos v Hurtos, pero Meneses no soltaba nada. Cada vez que lo veía exclamaba fastidiado: "¡Otra vez por aquí¡ Ya me tiene cansado. ; Qué se cree ? ; Qué no hacemos nada ?" El robo era el tema del día. Los amigos de Porcel lo preparaban: "Hay que saber perder. La policía, este asunto no lo descubre más y si lo descubre entrega la cuarta parte. El resto se lo guarda".
Meneses quiso darle una lección.
"Ya que usted cree que la policía se queda con los brazos cruzados le voy a dar parte en la investigación. Véngase esta noche con su coche. Vamos a montar guardia juntos." Una tarde, Meneses lo llamó por teléfono y le dijo que lo esperara a las nueve de la noche frente al Tiro Federal. "Cuando llegó -cuenta Porcel- ya traía al ladrón, Me invitó a ir a la cueva de Ali Baba, un departamento de la calle 11 de Septiembre, donde, según había confesado el detenido, íbamos a encontrar todas las joyas. Le fallaron las ganzúas, pero Meneses, sin perder la calma, tiró abajo la puerta y me dijo; 'Entremos nosotros dos primero. Quiero que esté presente cuando hagamos el inventario'. Y así fue. Estuvimos hasta las siete de la mañana clasificando las joyas. Cuando regresábamos a Robos v Hurtos -agrega Porcel-, comenzó a morderme el gusano de una preocupación que me rondaba por la cabeza desde el momento en que había visto las alhajas. "¿Cuánto le doy a Meneses?" En medio de la alegría de todos, mi perplejidad desentonaba. Di vueltas sin atreverme a abordarlo. El éxito v la limpieza del procedimiento me obligaban a gratificarlo. Pero Meneses se me adelanto;

-Le noto que tiene un entripado.
-No, señor Meneses.
-Usted no me engaña. Se le ve en la cara. Y se lo voy a decir. Está pensando con cuánto me va a arreglar.
Traté de explicarle.
-Vea. señor Porcel -me dijo-. En el corto tiempo que hemos estado luchando juntos nos hicimos amigos, Olvídese de lo que está maquinando. No quisiera terminar mi amistad metiéndolo preso.

Porcel logró hacerle aceptar una medalla ("Al comisario Evaristo Meneses, policía ejemplar") y obtuvo su consentimiento para publicar una solicitada en la que enaltecía el buen comportamiento de la brigada y de su ofendido jefe.

"Lavoro, lavoro, y más lavoro"

A Meneses no le gustan las novelas policiales. El hampa de los libros le parece irreal. ''Los delincuentes de verdad -dice- andan en coche, bien trajeados y con uñas lustradas". Cuando se hizo cargo de Robos y Hurtos los muchachos salían a buscar hombres con cara fea y mal vestidos. "Una vez -recuerda- me trajeron detenido por error a un sospechoso que tenía los zapatos destripados. Sin necesidad de interrogarlo, les dije que lo soltaran. Lo menos que puede hacer un malhechor es afanarse un par de zapatos. Pero no hay reglas sin excepciones. A veces alguno tiene cara de chorro".
La brigada de Robos y Hurtos tenia solo 13 hombres: dos oficiales, dos sargentos y. el resto, personal de tropa. Meneses les exigía que lo siguieran las 24 horas (dormía, habitualmente, cuatro). A las 9 de la mañana estaba en su despacho cumpliendo las tareas administrativas. Después de una breve siesta reanudaba sus funciones en Robos y Hurtos y a la noche salía de caza.


Nadie lo sigue, Meneses viaja confiado sin otra protección que la que le brinda su pistola 45


Molina Portela: "Es un policía cabal, incorruptible"


El joven abogado Litvak
"Meneses ya pasó de moda"


Iderla Anzoategui, la biógrafa frustrada


La 45 en su lugar de rutina mientras Meneses viaja. En segundos, la bala está donde apunta el ojo

Sus estrategias de seguimiento colman la medida de lo verosímil; en ocasiones, cuando el "aguantadero" del ladrón era demasiado solitario como para mentar guardia en la calle, lo esperaba en la misma casa, doblado en cuclillas dentro de la carbonera.
"De noche -refiere Meneses-, Buenos Aires es otro mundo. Es otra gente la que va por sus calles. La que está en acecho y ve bajo el agua. Individuos que lucran con el vicio de otros. (El hombre -acota- delinque para satisfacer el vicio y no por egoísmo). Si emplearan la misma habilidad para una empresa comercial ganarían más que con el robo. El hombre de la calle, el "gil", como le llama el hampa, tiene una idea equivocada de delincuente. Lo idealiza. Cree que es un héroe, pero es un cobarde. La valentía es un impulso noble. El ladrón mata por temor. Son muy pocos los que se regeneran. Conocí a algunos. Eran delincuentes activísimos, a los que en un momento dado una mujer encauzó por una nueva vida. Yo fui amigo de ellos. Los visité v traté de ayudarlos.
Créame que para el policía es muy importante conocer la psicología del hampa. La inclinación de estos hombres hacia ciertas formas del delito no es casual: es una consecuencia de su temperamento y de sus cualidades intelectuales. Persisten toda la vida en su especialidad. De viejos, su impulso se atempera. El pibe Muñeca, hábil ratero en su juventud, me confesaba: 'Jefe, me tiemblan las manos. Cuando estoy adentro de una casa tengo miedo'. Como él, los ladrones, al llegar a viejos, se hacen cuenteros, levantan juego o venden cocaína. Pero son un peligro toda la vida. Muchos se convierten en jefes de banda. Se rodean de jóvenes y los aleccionan y amparan, explotándolos con el cuento de sus hazañas. Lo mismo que el jugador de fútbol, que se hace entrenador".
El método de Meneses se resume en esta definición: "Lavoro, lavoro y más lavoro". Y agrega: "La carrera del policía de acción es ingrata. Tiene que abandonar el estudio y otros policías lo aventajan. Y además hay que exponerse y andar en la cuerda floja, frecuentando tos lugares de libertinaje y trabando relación con hombres y mujeres de vida dudosa. La gente piensa siempre lo peor de un policía. Yo tenía hasta vergüenza de ir a un cine pensando que el público podría juzgarme: "Mira a Meneses. Mientras él se divierte los chorros andan sueltos".

(sigue)

 

 

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