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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

(continuación)
Durante un mes nuestro redactor
Carlos A. Velazco siguió los pasos
del policía más temido por el hampa
El pardo Meneses
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"MENESES JEFE DE LA POLICIA
EL PUEBLO LO PIDE"

Revista Panorama
Abril 1965

Un aporte de Héctor Alvarez

 

El Little Love
'*En la escuela, el instructor nos aconsejaba que lo ideal para el policía de acción era quedarse soltero o casarse con una mujer policía. Y tenia razón". Meneses, divorciado, tiene fama de mujeriego, pero nadie lo ha visto por la calle del brazo de una mujer. "Nunca he sido un don Juan. Ese cuento se lo debo a la cuerda floja. La gente que me veía todas las noches por los cabarets creía que yo era un libertino."

 

 

Meneses llegó a organizar minuciosamente una vasta organización de batidoras, las cuales, por su profesión, están al tanto de los manejos del bajo fondo. Es muy difícil que un delincuente que se ha embolsado varios millones en un solo golpe se contente con disfrutarlos a solas. Después de cada atraco, Meneses acentuaba las visitas a los cabarets -en busca del pájaro de turno. Uno de los lugares predilectos era el Little Love. en la pendiente de la calle Viamonte. Roberto Patricelli, propietario del dancing, lo conoce desde hace más de 20 años. "Paraba el coche en Reconquista y Viamonte. Era muy popular. Todos mis colegas salían a saludarlo. Muchas veces venia sin compañía. Pero. jefe, ¿cómo anda solo?, lo increpaba. 'Si me la tienen que hacer -decía-, me la van a hacer en cualquier parte.' Se sentaba con la 45 bajo el muslo. Tomaba un whisky y pagaba. Aceptaba invitaciones, pero no de las mujeres, con las que cuchicheaba en voz baja, como un cliente más." El mozo también guarda un recuerdo grato: "Cada vez que le entregaba el sombrero me daba 50 pesos".

Las amantes platónicas

Medianoche en el restaurante de la Casa del Boxeador. Como todos los jueves, la peña folklórica prolonga la cena hasta las dos de la mañana. "Meneses cae todas las noches -insiste el propietario del local, Alfredo Magido-. Es infaltable. -Mira el reloj y ensaya un ademán persuasivo-. Unos minutos más y estará aquí."
Lo ubica imaginariamente, parodiando sus pasos: "Entra, cuelga el sombrero. Deja el revólver en el cajón y pide un vaso de vino v una ensalada de chauchas, O si no un bife. De postre, pan restado v queso. Lo conozco desde hace 25 años. Ayer, después de saludarme, me dijo: 'Alfredo, estoy aburrido'. Le mostré el recorte de un periódico brasileño, donde decían que allí necesitaban a un hombre como Meneses para acabar con los chorros, v le insinué que se fuera a Brasil. Pero meneó la cabeza. Bueno, salí a bailar con una chica, insistí. "No, soy un pata dura'. Una sola vez logré hacerle bailar un tango con Olga, una amiga de mi mujer. Pero él se rehusó a seguir: 'Si insistís tanto -dijo -me vas a hacer casar con alguna. Eso es lo que vos buscas'.
Magido, con su rostro bonachón, observa las mesas, todas ocupadas. "Fíjese, ¿ve esas mujeres solas? Ya terminaron de tomar el café hace rato. Están esperando a Meneses. Aguántese un momento más y verá algo interesante. Además, tiene que seguirlo por la calle. Hay mujeres que se paran a mirarlo como idiotas. Yo se lo digo siempre, pero no me hace caso: Evaristo, tenes que firmar autógrafos. Vos tenes más arrastre que los artistas. Pero es muy retraído, cabezón y caprichoso como él solo".
Al entrar Meneses todos los rostros se vuelven hacía él. Unos lo saludan; otros le sonríen, pero los más lo miran encandilados con una mezcla de respeto, admiración y temor. Meneses cumplió al pie de la letra el ritual previsto: dejó el revólver, colgó el sombrero, pero en vez de cenar tomó una Seven Up al mostrador y habló unos minutos con Magido. Luego salió. Detrás de él abandonaron el salón las amantes platónicas. Ninguna lo detuvo ni intentó entablar conversación. Se quedaron en la calle, tiesas como estatuas de sal vueltas hacia las sombras de la ochava, que en un segundo se habían tragado al ídolo.

Jefe de Policía

Rafael, un vendedor de flores que "nunca pasó a los tiras", capitanea la barra de admiradores de Meneses en el bajo de Flores. Meneses es su Dios, Le lava el coche, le trae flores, le arregla el jardín. "Sabe de todo -dice Meneses-. Es albañil, pintor, carpintero, plomero, electricista". Cuando Meneses pasó a disponibilidad, Rafael vino a ofrecerle dinero. Y Meneses tuvo que aceptarlo. "De lo contrario -cuenta- todo el barrio se hubiera enterado por sus gritos".
Rafael es el autor de las leyendas pintadas en los muros de todo el bajo Flores, donde se lee que el pueblo exige el ascenso de Meneses a la jefatura de policía. Por la tónica de los elogios, Meneses sospechó que el anónimo pintor era Rafael. "Lo encontré durmiendo. pero los tachos de pintura confesaron por él. Lo desperté;

-Pero vos estás enloquecido. ¿Te Crees que yo soy un político? Rafael se excusó:
-Yo no fui. La barra lo decidió.
-Mañana mismo los borras. "Accedió con lágrimas en los ojos", dice Meneses.
-'Si me lo pide así, jefe -balbuceó Rafael-. Pero si hay Dios, usted debe ser jefe de policía.

Tímido pero guapo

"¡Qué va a ser mujeriego! Las mujeres lo buscan, que es otro cantar. Yo, las veces que lo he visto en el coche, lo he visto solo. A él no le gusta jugar con los sentimientos ajenos ni ilusionar a nadie. Es un machazo, en todo el sentido de la palabra".
Los ojos tristes de María Cavallaro se iluminan al hablar de Meneses. Hace 20 años que es vecina y amiga de la familia de Meneses, y actúa en el comité radical de Varela y Francisco Bilbao. El oficialismo del Bajo Flores le es adicto al ex Jefe de Robos y Hurtos. "Si usted supiera -agrega-, a la hora en que él vuelve en el coche, las mujeres salen a verlo. Todas están enamoradas de Meneses. Hasta las casadas. Y eso que es feo. Pero lo que le falta de lindo lo tiene de guapo, de varón".
Las mujeres del barrio, del Centro y de los cabarets coinciden todas en la radiografía intima de Meneses y aseguran que detrás de su aspecto huraño "se esconde un tímido con alma de adolescente". Y aportan pruebas; "¿No escuchó su voz? Es firme y enérgica, pero cálida". Otras aluden a los movimientos de sus manos al rictus de sus labios cuando sonríe. o bien hablan de sus ojos, entrecerrados por ''el pudoroso recato del soñador que teme ser descubierto". Pero una vecina, Beatriz, ha visto algo más; "Sus ojos -dice- hacen juego con la camisa". Con la camisa celeste (que ya no usa) de la repartición.

Policía o nada

-;Por qué es tan retraído, Meneses?
-¿ Por qué ?

La pregunta cae en sus oídos como el eco de un monólogo familiar. Sin revelar la explicación, Meneses confiesa :

-Ahora más que nunca. Estoy desorientado, No sé qué hacer. Toda mi vida estuve en la policía.

Hace dos años, Meneses, que tenia una jerarquía superior a su cargo, fue trasladado de jefe de Robos y Hurtos a jefe de la División Delitos y Vigilancias; al año lo designaron como adscripto a la Dirección de Investigaciones v a principios de diciembre pasó a disponibilidad. En el interregno tuvo un ofrecimiento oficial para desempeñar la jefatura de policía de Salta. Pero no aceptó. Como no aceptó la invitación de la superioridad para firmar el retiro.
Con el sueldo de 56 mil pesos vive sin lujos ni privaciones una existencia monótona que no ha roto del todo la rutina de su horario de policía. Hasta hace unos días andaba con un coche prestado, el mismo que usara durante años para los procedimientos y en el cual viajaron detenidos los delincuentes más poderosos del hampa porteño, Ahora viaja en un flamante Fiat 1500 que compró con los 250 mil pesos de la venta de un terreno adquirido a plazos hace 20 años. Riega el jardín, visita a sus amigos y sigue haciéndose los trajes en la sastrería de Abraham Russin, el mismo que lo viste de negro o gris oscuro (como los policeman ingleses) desde que era un imberbe oficial de la 50a.
Hace unos meses le desapareció Cacique, el perro de policía. Los ladrones (lo dedujo por el fichero de modalidades) se lo habían llevado valiéndose de una perra en celo. Rafael lo buscó por todo el barrio. "Un día - dice Meneses- me levanté pensando que iba a encontrarlo". Pero la esperanza lo abandonó después de una nueva e infructuosa búsqueda. Entonces se fue hasta Nuñez, dispuesto a comprar uno. El vendedor le informó que era casi imposible conseguir un animal igual al que él le describía. "Véngase esta tarde. Vamos a ir a casa de un cliente que tiene uno parecido. Meneses lo llevó en su coche. "Cuando cruzamos el bajo de Flores, a indicación del comerciante -cuenta-, empecé a sospechar. El dueño del perro se adelantó a decirme que quería 40 mil pesos. Yo estaba dispuesto a pagárselos, pero el perro que me querían vender era el mío. Me abrazó como si fuera un ser humano."

 


La sonrisa de Meneses asustaba al hampa tanto como su gatillo. Era el anuncio de la condena


El Little Love, donde Meneses completaba el prontuario confidencial de todos los chorros


"Esta es como su casa", dice Alfredo Magido, propietario del restaurante de la Casa del Boxeador


Meneses se despide del redactor de Panorama: "¿Está satisfecho?", refunfuña. "¿Todavía cree que soy un matón mujeriego y coimero?"

El policía no lo abandona. Robusto, ágil, de pulso firme y una memoria prodigiosa para el "manyamiento", Meneses, aun sin querer, sigue descubriendo chorros por las calles. No los persigue. Pero ellos le huyen, como en los días en que actuaba al frente de la brigada de Robos y Hurtos.
El pase a disponibilidad fue, para Meneses, un tiro por la espalda. Una "boleta" para su orgullo y su ambición. Lo dejó a solas consigo mismo, como si el mundo le mostrara de golpe el revés de su lóbrega trama: el doméstico y aburrido filigrana de horas vacías de acción y de peligro. El tiempo de su vida ha perdido intensidad y drama. Meneses, primer actor del hampa, donde era temido, odiado y respetado a la vez, bajó del proscenio, pero sin hallar lugar en la platea común. El peligro le dio la espalda. La 45, en la cintura, o sobre el asiento del Fíat, es un arma de juguete que, como él, carece ya de destino.
Villarino. el loco Prieto, Peddone, Gugiaro, Sanchidrián, el bebé Guido, solo son sombras del pasado que revive en sus memorias para detener el tiempo perdido en un presente sin metas. Ni siquiera sorprende la amenaza de un sospechoso detrás de sus pasos vacilantes. "Nunca robé a los chorros, nunca los ofendí. Nunca tiré a matar.¿Las muertes? Son accidentes. Uno se consuela pensando que ha cumplido con el deber. Pero es un momento muy difícil. Hay que conservar la sangre fría porque si no no se pega, y tirar a matar sin pasión, aun para defender la propia vida, es un trance muy amargo". Recuerda todavía la confesión de la madre de Villarino, que había llegado a desear la muerte de su hijo para escapar a la espera permanente, prolongada día a día, del tiroteo fatal.
Preso Villarino, la madre le habrá agradecido que le haya salvado la vida. La vida y la muerte, que habían llegado a confundirse en su espera como un mismo destino angustioso y sin salvación.
Los más grandes admiradores de Meneses fueron los hombres del hampa. El mismo Villarino confeso en Tribunales que "el pardo" era el único policía que había respetado"; el loco Prieto también manifestó el mismo respeto "porque jamás Meneses le atribuyó un 'garrón' (causa injusta)". El Turco charlatán, en una ocasión en que fue al Congreso a hacer una denuncia contra la policía, respondió a un diputado que le pidió su opinión sobre Meneses:
"Sí, es incorruptible. Pero anda con una piedra en cada mano. Con él no se puede hablar". Un hombre de la banda de Villarino le dijo a su jefe;"¿Le queres hacer la boleta al "pardo"? Sé que para en un café de Callao v Sarmiento v se pone en la vidriera. Si vas cualquier noche a eso de las once lo tenes servido". Villarino, a quien no le faltaban ganas, exclamo: "¡Vos estás loco! ¿Y si le errás?". GiugÍaro dio la imagen más expresiva. Cuando estaba detenido en Robos y Hurtos, el entonces jefe de esa sección, comisario Elias Escobar, le preguntó si se acordaba de Meneses, "Lo recuerdo -dijo- como una cruz negra que abre los brazos y grita 'no lo maten, no lo maten'". Era su última imagen consciente. Había caído en un tiroteo. Meneses lo cubrió cruzándose ante su brigada con los brazos abiertos. Después el delincuente perdió el conocimiento.
De noche, el hampa resucita y vuelve a vivir en las memorias de Meneses. Pero al despertar, el día se le abre como un bostezo en el horizonte de su ocio, sin delitos que descubrir ni chorros que "encanar". A veces se lo ve merodear por Paraná y Bartolomé Mitre. Cerca de allí, en un edificio moderno, toma el ascensor y sube hasta el despacho de una oficina de peritaje de seguros (a cargo de Héctor Fernández y de Esteban Izzo, ex oficial de su brigada). La oficina, con expedientes y fichas es una verdadera comisaria, en la que solo faltan los calabozos. Un remedo de Robos y Hurtos, donde Meneses recupera el tiempo perdido y sigue cazando delincuentes. Un pretexto para acostarse tarde y dormir la siesta policial. Y para seguir olfateando el hampa en la cuerda floja. Como el gourmet puesto a régimen que se sirve su magra ración de gula en los platos casi vacíos o el borracho que bebe agua v la colorea con unas gotas de vino. Chorros nunca faltan. Pero Meneses añora a sus antiguos adversarios. Con los que podía medirse en un duelo a su altura. Y ganar o perder, poniendo en juego su vida. "¿Cómo no voy a ser un retraído?", contesta a los que lo interrogan. La disponibilidad fue una "boleta" a traición, que lo dejó en agonía.
CARLOS A. VELAZCO

 

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