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Es exactamente lo que ocurre cuando
debe matarse a un perro rabioso, si no lo abates, él te abatirá a ti, y contigo todo el
país".
Curiosamente la Iglesia, a la que había combatido tanto Lutero, tomó esta
doctrina del "perro rabioso" e implemento para llevarla a cabo el Tribunal de la
Santa Inquisición. Años y años de persecuciones implacables, de hogueras humanas, de
listas infinitas que engrosaban el índex. Carlos V y Felipe II de España fueron el brazo
secular de la Iglesia. La conquista de América se realiza con la fachada de la fe, y la
verdad del poder económico. El conquistador venía a ganar fortuna para él y para su
rey. Sentían que los innumerables padecimientos que soportaban en estas tierras
justificaban que no tuviesen en cuenta al nativo. Dicho de otro modo, un indio no los iba
a parar. Hasta se cuestionan si los indios son personas. Se hacen ceremonias colectivas de
evangelización para pasar inmediatamente a distribuir el trabajo que debían realizar los
indios. El régimen de encomiendas mermó en gran medida a la población nativa. Algunos
miembros de la Iglesia protestan ante esto, como el padre Las Casas, Montesinos o
Sepúlveda, que se convierten de algún modo en los moderadores de la conquista.
Los ingleses y su moral victoriana
Con todo, los que no profesaran
la fe venida de España eran anatematizados (véase "Antisemitismo" en "Yo
fui testigo"), con las persecuciones a los judíos portugueses en el Perú y los
confinamientos en la Argentina. Sin embargo, los cristianos no católicos ingleses eran
muy bien tratados en nuestro país. Naturalmente, por un lado Inglaterra era la otra
conquistadora y los ingleses nuestros compradores.
Con su liberalismo, Inglaterra trae también su moral victoriana. Y la Iglesia
apoya esta moral. Su baluarte será -y es- la defensa contumaz de la "pureza",
entendida tal como supresión de todo lo sexual que no obedezca al principio que dice que
el sexo tiene como única función la procreación.
Freud analiza este aspecto en su ensayo "El malestar en la cultura":
"La estructura económica de la sociedad influye también sobre la medida de
la libertad sexual (...). Así, la cultura se comporta respecto de la sexualidad como un
pueblo o un estrato de la población que ha sometido a otro para explotarlo. La angustia
ante una eventual rebelión de los oprimidos impulsa a adoptar severas medidas preventivas
(...). La elección de objetos del individuo genitalmente maduro es circunscrita al sexo
contrario; la mayoría de las satisfacciones extragenitales se prohiben como perversiones.
El reclamo de una vida sexual uniforme para todos, que se traduce en esas prohibiciones,
prescinde de las desigualdades en la constitución innata y adquirida de los seres
humanos, segrega a buen número de ellos del goce sexual y de tal modo se convierte en
fuente de grave injusticia. (...) Lo único no proscripto, el amor genital heterosexual,
es estorbado también por las limitaciones que imponen la legitimidad y la monogamia. La
cultura de nuestros días deja entender bien a las claras que sólo permitirá las
relaciones sexuales sobre la base de una ligazón definitiva e indisoluble entre un hombre
y una mujer, que no quiere la sexualidad como fuente autónoma de placer y está dispuesta
a tolerarla solamente como la fuente, hasta ahora insustítuida, para la multiplicación
de los seres humanos".
Los eternos rebeldes
Sometido a tales presiones,
siendo objeto de la mirada admonitoria de quien vela por "la pureza", o
perseguido por los indignos manes de quien, en nombre del "bien común", amputa
toda posibilidad de cambio o creación, el hombre común pierde su espontaneidad, abandona
el hábito de la reflexión, se va transformando en un repetidor de zonceras aceptadas por
"los . de arriba".
Pero no todos se someten. El científico y el artista dan pautas de que no es así,
enfrentando -a veces a costa de su vida- a la autoridad del momento.
G. B. Shaw, en el prefacio a "La profesión de la señora Warren", dijo:
"Toda censura existe para impedir a todos poner en tela de juicio las concepciones
corrientes y las instituciones existentes. Todo progreso se inicia poniendo en tela de
juicio las concepciones corrientes, y se lleva a cabo suplantando las instituciones
corrientes por otras; por consiguiente, la primera condición del progreso es la
supresión de la censura."
La
Censura y el Cristianismo Católico
El ex sacerdote
Felipe Goyanas nos da su testimonio sobre el tema:
"La Iglesia es la guardiana de la verdad de Dios y de la Iglesia misma. Dios
es concebido como un señor todopoderoso que tiene intereses en todo el mundo; algunos'
hombres atentan contra esos intereses y por eso la Iglesia sale en defensa de esos
intereses. La Iglesia conoce los intereses de Dios mediante el "magisterio
auténtico", y éste consiste en que la Iglesia es la maestra de la verdad, la
entiende y la enseña. Esta fundamentación viene de San Agustín, interpretado
dogmáticamente, y en parte de Santo Tomás, también dogmáticamente interpretado. La
Iglesia es una corporación de poder y cuando aplica la censura se justifica afirmando que
algo va en contra de Dios, cuando, de hecho, lo que defiende es su poder. Ese poder
intenta alcanzar todo el territorio de la existencia de los hombres, por ejemplo se mete
en la vida íntima de los hombres y las mujeres por medio de la administración del
sacramento del matrimonio. Cuando se implementa el matrimonio civil, la Iglesia ve
lesionado el territorio de su gravitación.
Siendo la Iglesia la depositaría de la verdad revelada, entiéndase la
confirmación de que Cristo es Hijo de Dios, todo el que la niegue, es encarnación del
Demonio. Es necesario demonizar a todo lo que se oponga a la Iglesia: marxismo, judaísmo,
anarquismo, existencialismo, protestantismo, psicoanálisis, etcétera.
Por medio de la resurrección queda certificada para la Iglesia la divinidad de
Cristo, y a partir de esta "certeza", y sólo a partir de ella, se entiende la
virginidad de María y los demás misterios.
La Iglesia tiene que.ser necesariamente dogmática, porque si no caería presa en
contradicciones insalvables. Si existe una verdad revelada, ésta no puede cuestionarse en
ninguna de sus partes.
El cristiano católico no puede cuestionar ninguna de las verdades de la Iglesia,
son inmutables ya que Dios es inmutable.
Una Iglesia revolucionaria, que cambie con los tiempos, que modifique sus leyes,
resulta imposible porque devendría en la desintegración, desaparecería como entidad. La
censura es su arma de defensa con la que combate todo para no desaparecer." |
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Títulos y nombres prohibidos
Entre los
prohibidos nacionales y extranjeros figuraron Sam Peckinpah, Mauro Bolognini, Damiano
Damiani, Pier Paolo Passolini, André Cayatte, Marco Ferreri, Gillo Pontecorvo, Marco
Belloccio, Costa Gavras, las productoras Wamer Bros, United Artísts, Columbia, Paramount,
Nonna-Vigo, Producciones del Plata.
Algunos considerandos para prohibir fueron: "El Pibe Cabeza", por
apología del delito; "Los años infames" por trata de blancas; "Mi novia
el travestí" por corrupción y planteo de la homosexualidad; "Boquitas
pintadas" por pornográfica de los pies a la cabeza; "La madre Mana", más
perniciosa que muchas películas subidas de tono; "La Patagonia rebelde"
(Olivera) por innecesariamente agresiva contra el Ejército...
Octavio Gettino, en total desacuerdo con Tato, dijo: "La censura más eficaz
que existe es la del pueblo cuando no concurre a una sala y la película debe ser retirada
de cartel" ("La Opinión, Sept. de 1974). Otros hombres de cine afirmaron:
"La censura me da asco" (Raúl de la Torre); "La resolución 464/020 del
'69 es tanto o más retrógrada que la misma ley de censura. Según ella se puede merecer
prisión por el solo hecho de proyectar la realización de una película. Esto es, sólo
por pensar". Carlos Ferreyra, crítico cinematográfico, expresó: "De la simple
censura en si se desprende siempre una acción destructora que afecta el espíritu y ataca
directamente la obra de creación. Es que la censura, siempre ambigua y arbitraria -pero
deliberada desde luego en este caso- ni prescribe ni cambia ni reforma: engendra odios. El
señor censor, lejos de mostrarse como celoso guardián de la moral de la familia
argentina, como él lo sostiene, se mostró más bien celoso custodio de la única idea
política que al parecer cultiva con deleite: la del nazi-fascismo" (declaraciones a
"La Opinión", 26 de Sept. de 1975).
Tato amplió el porqué de su fobia a las artes marciales: según él era un
pretexto para manoseos homosexuales ("Ultima Hora", 18 de mayo del '75) y
anunció que abriría cines "condicionados" con un precio cien veces mayor,
porque "así por lo menos tamizamos que no lleguen al gran público, que es lo que
interesa" (ibid). Es decir, cine de elite. De donde la "moral de la familia
argentina" es nada más que una cuestión de pesos, de status.
Interrogado también por "La Opinión" si se oponía a los desnudos
femeninos por aversión personal, Tato dijo: "En absoluto. El cine argentino se
beneficia con muy lindos desnudos. Lo grave es que ahora están desnudando a los hombres,
eso es terrible. Pero los desnudos de mujeres no tienen nada de malo, sobre todo cuando no
se hacen con un sentido o una intención morbosa. El desnudo femenino es un excelente
elemento de decoración, de belleza, para enaltecer el arte" (marzo de 1975).
Leopoldo Torre Nilson
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Isabel Sarli
"tabú sexual" del cine nacional
Emilio Ognenovich
A poco de instaurarse la
dictadura militar reclamó una exhaustiva investigación de quienes ejercieron
cargos públicos durante el gobierno peronista anterior, y entre otras cosas dijo:
"Queremos una Argentina grande, generosa, limpia; una Argentina que retorne a Dios
(...) Ahora se han multiplicado con demasía los lugares nocturnos, los boliches de pocas
luces y mucho humo, con música estridente, los hoteles alojamientos, sobran los feriados
en los almanaques, se han reducido las jornadas de trabajo, ha crecido gigantescamente la
burocracia estatal" Luego se refirió a la proliferación de publicaciones
pornográficas, la calidad de los programas de televisión que "atacan los valores
fundamentales" y agregó "si a esto lo llamamos progreso, no es nada más que la
antesala del desastre |