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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

La censura

 

Fragmentos del programa
Yo fuí testigo
1986

De la pantalla grande a la pantalla chica
Durante la dictura militar existió censura previa no sólo en cine sino en toda manifestación artística, en los medios de comunicación, en centros de estudios, en todos los lugares donde existiese algún ser pensante que no se quisiera dejar avasallar.

 

 

En televisión aparecieron las "listas negras" que incluían -citamos algunos- a Héctor Alterio, Marilina Ross, Oscar Ferrigno, Norma Aleandro, María Vaner, Inda Ledesma, Luis Politti, Cipe Lincovsky; hasta se dice en los medios televisivos que el hecho de no aparecer en pantalla varios de los más celebrados reyes del café concert, se debió a las acusaciones de homosexualidad que pesaban sobre ellos. En Canal 9 se hizo por entonces una "razzia" que eliminó -por presunciones de homosexualidad- a plantel artístico, técnicos y operarios.
Los autores de televisión tenían listas de prohibiciones que incluían el aborto, sexo, suicidio, infidelidad, divorcio, drogas, anticonceptivos, homosexualidad... y curas y militares.
La televisión hecha en el país fue celosamente censurada porque su poder de penetración en los hogares es abrumador.
Si algún autor objetaba tímidamente "pero en tal serie extranjera hay divorciados" (o drogas, o suicidio o lo que fuere) se le respondía que eso era "afuera", pero que en el país no existían tales cosas. El mal ejemplo era de "los otros". Nosotros éramos un país-jardín-de-infantes.
La radio tenía las mismas prohibiciones que la televisión. En la radiofonía se hacía notar más -por la índole misma de los programas- la restricción a temas musicales. Semanalmente llegaban a las emisoras las listas de prohibidos, ya fuese por su militancia política o por sus temas. Entre otros fueron acallados Mercedes Sosa, Horacio Guarany, Víctor Heredia, Joan Manuel Serrat, los cubanos, Piero...
En el teatro la censura no fue tan rígida, y habría que preguntarse si ello se debió a la censura previa, a la autocensura, a los autores prohibidos por los que ningún productor arriesgaba nada, o al hecho de que al ser una manifestación que no concita tanto público hubo más distensión.
Existió, sin embargo, una modalidad que poco a poco fue desapareciendo: el monólogo político del teatro de revistas. Los memoriosos recordarán con nostalgia a los grandes monologuistas políticos como Pepe Arias, Dringue Farías o Adolfo Stray. Con el avance de los gobiernos totalitarios esta modalidad desapareció, quedando el teatro de revistas en la mera exposición de cuerpos y en un humor subido de tono, rozando casi en lo escatalógico. Y sin embargo la revista no fue tocada por eso, a pesar de los sofocones de los censores ante todo lo que significara desnudo o doble intención.
Ya vimos, al referimos a los filmes con Isabel Sarli como protagonista, que el desnudo era sinónimo de pornografía para el censor.

Las reuniones de la Junta Militar y la Iglesia

El sacerdote Felipe Goyanas explica así esta fobia: "Durante los anos del Proceso había reuniones semanales entre la Junta de Comandantes y miembros de la Iglesia. No hay que olvidar que el Vaticano tiene representatividad de Estado a Estado en la Argentina. La Iglesia, con su sentido que equipara el sexo con el pecado, presionó para que las manifestaciones artísticas, las imágenes de la publicidad, fueran lo más "asépticas" posible. El cuerpo humano, y por supuesto la pornografía, son encamaciones del demonio."
La revista "7 Días" realizó un informe acerca de la pornografía en la Argentina, del cual sacamos estos conceptos: "Con la contundente condenación de los placeres del cuerpo por parte del cristianismo, que irrumpe en el mundo romano ya en decadencia, y en particular con la explícita repulsión que San Pablo siente por el cuerpo y sus funciones, repulsión que transmite en sus epístolas a los gentiles y hebreos, se imprime en la cultura occidental la noción de que el cuerpo es el habitat natural del pecado." (7 Días, 13-6-84)
En efecto la Iglesia condena la pornografía, aunque a veces no tenga muy claro a qué se refiere con pornografía, como lo demuestra el obispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zazpe en una ennevista concedida al matutino Clarín el 7 de junio de 1976. En ella el prelado dijo: "La pornografía industrializada, con su característica de consumo masivo, es uno de los signos de putrefacción que carcomen a Occidente, que aún pretende llamarse cristiano. (...) Se levantan voces de alarma ante cualquier exceso insignificante o anodino (¿Exceso insignificante? ¿A qué se refería? ¿A los desaparecidos?), pero se justifica y reivindica como un derecho la escalada degradante que pudre a nuestra muchachada. Denunciamos al imperialismo socioeconómico que desde el extranjero condiciona a nuestra América latina, y hacemos muy bien en denunciarlo. Pero al mismo tiempo aplaudimos otro imperialismo más hondo y fatal que un día no lejano logrará amordazar la denuncia del primero".
El padre Lombardero, en una mesa redonda propuesta por la revista "Para Ti", el 2 de mayo de 1984 dijo: "La pornografía es una agresión a la libertad. Nadie tiene derecho a excitarme sexualmente ni a traerme, como decimos en la vida espiritual, malos pensamientos".

 

El mito del "destape"

Interrogado el psicoanalista Mauricio Abadi sobre los alcances y efectos del "destape", expresó:
"Para mí es un neologismo que se origina con la idea del taponamiento. Este taponamiento que en psicoanálisis se llamó represión. (...) Si prohibimos la exhibición y la libre eclosión de la sexualidad normal (por ejemplo mujeres desnudas en las tapas de las revistas), estamos determinando perversiones sexuales y aumentamos el número de fetichistas, sádicos y homosexuales. (...) Me hace mucha gracia que se hable actualmente de destape, como si los ocho años de proceso no hubieran sido un horrible destape de sadismo. Y el sadismo tiene siempre una connotación sexual.
Tanto es así que muchos torturadores gozaban sexualmente durante las torturas que practicaban. (...) Es fundamental destacar que siempre que las autoridades de un gobierno han atacado a la pornografía, había una segunda intención: atacar algo subyacente a la explosión sexual: el conjunto de libertades políticas." (Para Ti, 2 de mayo de 1984).

Manuel Antín y la censura

El tema del cine en la Argentina, hoy, 25 de julio de 1977, no es un tema alegre... En el año 1976 traté de filmar «Adán Buenosayres», de Leopoldo Marechal, pero fue prohibida. La argumentación que recibí fue que era demasiado pesimista. El tema del cine es un tema triste porque, sin duda, no se puede prohibir la expresión artística cuando viene avalada por una novela respetable y tan perdurable como es «Adán Buenosyres», sin que uno se quede con un sentimiento de tristeza. Además no se censura solamente lo pornográfico o lo erótico; muchas veces la gente cree que cuando nosotros luchamos por la libertad de expresión, estamos luchando por algo que atraiga al público fácil. No es así, ya se ve. Nosotros queremos expresar nuestra forma de pensar, nuestros sentimientos, nuestras vivencias, que además no son sólo nuestras sino también del público que las vive como nosotros... El problema de la censura hay que analizarlo desde dos puntos de vista. El primer aspecto es la censura del creador que no puede expresar todo lo que quiere; pero además hay otro aspecto, que es el del creador que está en desigualdad de condiciones. En este momento, nuestra censura es discriminatoria, es decir, en la Argentina no podemos hacer películas que sí vemos provenientes de otros países, lo cual nos coloca en una lamentable inferioridad frente al público. Un público que quiere ver obras hondas y trascendentes, como «Network», «Taxidriver» o «Cara a cara», películas que cuentan con el apoyo de la gente. Pero nosotros no podríamos hacerlas, no sé si por el talento, pero con seguridad no podríamos hacerlas por la censura.
"No es que en la Argentina la censura sea más moralista que en otros países; lo que ocurre es que es más exigente con las películas nacionales que con las extranjeras... A mí me parece incomprensible; el hombre es el mismo aquí que en Estocolmo. La moralina es diferente pero el hombre sigue siendo el mismo.
"Si yo supiera que se han fijado una determinada cantidad de normas para hacer cine es obvio que si las cumplo, tendré abierto el camino del estreno de la película, pero como aquí todo es arbitrario y se carece de pautas, al filmar me estoy exponiendo a una probhición futura, lo cual constituye una catástrofe individual o comercial, como quiera llamársela... Si estuviera relacionado con algún hombre de gobierno, entonces le preguntaría cuáles son los pasos concretos que tenemos que dar para hacer lo que queremos, que no es una cosa fea. No queremos estar rodeados de miedo, tanto en el caso del gobierno como en el de los gobernados. Queremos estar tristes o felices, pero auténticamente."

El caso del film Alias Gardelito
Revista Vea y Lea
(1961, gobierno de Frondizi)

EL FISCAL DE LA RIESTRA VE "ALIAS GARDELITO"
Tal vez se hubieran evitado muchas situaciones absurdas si al señor fiscal Guillermo de la Riestra no le hubiese gustado el cine y por ende, no se hubiera aventurado en ninguna sala cinematográfica.
Sin embargo, apenas salidos de un primer juicio, los responsables de "Alias Gardelito" se encontraron ante otra dificultad: el doctor de la Riestra radicó una denuncia como simple particular en el juzgado del doctor Eduardo Vila, uno de los cinco jueces correccionales de la Capital Federal a quienes corresponden este tipo de casos.
El documento redactado por el doctor de la Riestra torna obvio un reportaje con el interesado, ya que su opinión sobre "Alias Gardelito" parece perfectamente clara.
"Alias Gardelito", según el doctor de la Riestra, presenta una historia de los bajos fondos de Buenos Aires, en la cual todo: caracteres, medio ambiente, escenas, es bajo, sucio, repulsivo. Los protagonistas actúan movidos sólo por miserables pasiones, triunfando, al final, sólo los más poderosos, que llegan impunemente al asesinato.
"Es indudable que los autores se inspiraron en "La dolce vita" si bien ubicaron a los protagonistas en ambiente más sórdido aún. Pero es innegable que les faltó el talento de Fellini, aunque les sobrara inmoralidad para encarar el tema.

"El país ocupado"

Es tal la alteración de valores que padecemos a partir de esta sistemática e institucionalizada censura cultural que niega toda expresión de país -pautada y alentada históricamente por los intereses económicos e ideológicos de los amanuences de las dependencia- que si hoy mismo cualquier ciudadano se quejara públicamente de que en las emisiones de FM (frecuencia modulada), por ejemplo, pasan únicamente música extranjera -yanqui- y hasta noticiarios en inglés, sería automáticamente tildado de chauvinista, retrógrado, nacionalista e, incluso, fascista. Y lo que es peor, todos estos calificativos tendrían -curiosamente- cierto consenso social. (Otro tanto ocurriría con la TV y la profusión de las series.)
Pero no sólo lo calificarían de esta manera, sino que sustentarían tales etiquetamientos en defensa de la libertad, sea de expresión, de prensa o lo que se quiera. De tal suerte que el derecho a pedir o expresar la necesidad de contactarse con la propia música (y la música no es más que uno de los tantos ejemplos que podemos dar) nos ha sido censurado.
La libertad es siempre la de los otros, no la nuestra. La nuestra, si se expresa como demanda o logro es autoritarismo, populismo y por supuesto fascismo.
Esto es tan absurdo como afirmar que un gobierno o país que defiende sus fronteras, por ejemplo, de una invasión extranjera, es chauvinista, retrógrado, fascista, etc., y que, por lo tanto, debe ese imaginario país, aceptar, en función de la libertad, que lo agredan y someterse alegremente al país invasor.
A esta altura de la historia no se puede ignorar que la propaganda, la penetración cultural son una forma concreta de invasión y sometimiento.
La no identificación con la realidad, el extrañamiento, traen como consecuencia la indiferencia, el desapego, la inmovilidad y la negación de la propia existencia, al mismo tiempo que acostumbra a aceptar naturalmente en todos los órdenes la presencia, y como necesidad; de lo extranjero privando sobre lo propio.
Las grandes estrategias imperialistas invierten tanto en armas como en esta publicidad, que es la que posibilita fundamentalmente el manejo de la información y, por ende, reasegura el campo operativo de las empresas multinacionales, que es el objetivo buscado.
En suma, hoy -pero no de ahora- seguimos siendo un país ocupado.

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Mercedes Sosa

"Y como en "Los amantes", se buscó el éxito comercial con una torpe escena de alcoba, sin procurar siquiera revestirla de la pseudo poesía o ternura de la película francesa.
"Película repugnante en su argumento y sus escenas, que deja en el espectador una sensación de asco y que constituye una vergüenza para el cine nacional: (Aquí, dos citas sobre el tema: una del «Reader's Digest» y la otra del papa Juan XIII.)
"Es necesario que la justicia, a la que el Art. 128 del Código Penal otorga los medios, aunque débiles, para reprimir esta delincuencia, los aplique sin contemplación alguna para librar a la sociedad argentina de esta ola de fango en que se pretende hundirla."
Huelga, evidentemente, todo comentario.
HÉCTOR GROSSI, CRITICO DE CINE: LAS RAICES DE LA CENSURA
"Detrás del aparato de la censura siempre existen elementos ajenos a la obra en sí y que tienen sus orígenes en el campo político o ideológico. Las excusas que se esgrimen son oscilantes; en distintas épocas de la historia se ha recurrido, por ejemplo, a la razón de estado, a la religión, etcétera. Hoy, la censura actúa para defender determinados intereses, aunque afecte perseguir la inmoralidad. Ello no priva admitir la sanción fundada de las transgresiones a las leyes penales."
Quien así se expresa tiene tras de sí una seria carrera de crítico cinematográfico realizada en "El Hogar" (con el seudónimo de Adam Bell), en Radio Nacional, Municipal y Rivadavia, en la revista especializada "Platea" y en el Canal 7 de televisión.
Héctor Grossi, dos veces jefe de prensa en los Festivales de Mar del Plata, ha sido nombrado nuevamente para llenar esas funciones en el IV certamen internacional por realizarse en la Argentina. En un reciente acto contra la censura cinematográfica, la Asociación de Cronistas de Cine lo designó orador, y en su actual audición por Radio Municipal fue el primer periodista que informó amplia y documentadamente sobre el juicio promovido por el doctor de la Riestra contra "Alias Gardelito".
Le preguntamos si cree que la censura puede aniquilar la expresión artística de un país en el campo cinematográfico.
—En realidad —dice Grossi— ha quedado demostrado que la obra de arte puede darse aun en medios donde existe una férrea censura (películas como "La balada del soldado" constituyen un ejemplo), pero lo grave de la censura no reside en lo que "permite" hacer, sino en lo que "prohibe". ¿Cuántas películas superiores a "La balada", para seguir con ese ejemplo, han quedado sin realizar, sofocadas por la censura?
—En el caso concreto de "Alias Gardelito", ¿qué opina sobre la denuncia del doctor de la Riestra? La respuesta de Grossi no carece de sentido del humor:
—A mi modo de ver, ese curioso documento encierra, entre otras cosas, evidentes contradicciones: por ejemplo, en la causa criminal iniciada contra "Los amantes" en 1959, y que aún no se ha resuelto, el fiscal de la Riestra sostuvo que en aquella película "lo bestial se une con lo grotesco", y ahora observo que en la denuncia contra "Alias Gardelito", le reconoce a "Los amantes" una "pseudo poesía o ternura". Entiendo también que en ese mismo documento, en cuanto alude a "La dolce vita" como inspiradora de la película argentina, el señor de la Riestra inaugura un orden de apreciación cinematográfica que la crítica mundial deberá tener presente de ahora en más.
La mención de la palabra "crítica" plantea otro delicado problema: ¿cómo determinar lo que es arte en cine? ¿Depende una película del juicio necesariamente subjetivo de los críticos, de la opinión de la mayoría, de la influencia de la publicidad, o tiene la obra de arte cinematográfica un sello que la hace reconocible para todos, una especie de denominador común con el arte universal?
Es buena oportunidad para investigar el mecanismo crítico de un hombre cuya misión consiste en detectar todas las vibraciones éticas o estéticas de una película:
—¿En qué se basa usted para distinguir en un filme presuntamente pornográfico esa cuota de arte que lo legitimiza, y cuál es, en general, su modo de apreciar una película? ¿La considera con su sensibilidad o con su inteligencia?
Héctor Grossi piensa un rato antes de contestar: hay en él una verdadera preocupación por redondear su pensamiento y encuadrarlo en definiciones lo más exactas posibles:
—Creo que asimilo la película con mi sensibilidad —dice finalmente—, y luego comienzan a funcionar los resortes intelectuales (entre ellos, la comparación con otras obras cinematográficas reconocidas como artísticas). Todo ello, unido con la posición que se tiene ante problemas sociales, éticos o morales, conforman el criterio que se expresa intelectualmente después de haberlo intuido por la vía de la sensibilidad...
Un último juicio sobre "Alias Gardelito" define el concepto global que Héctor Grossi tiene sobre la película de Lautaro Murúa:
—Pienso que si hay una forma de encarar y expresar cinematográficamente nuestra realidad, esa forma ha sido plenamente lograda en "Alias Gardelito".
JUEZ EDUARDO VILA: DESESTIMO LA DENUNCIA
Así las cosas, la palabra corresponde al único juez de la obra motivo de tantos comentarios: el doctor Eduardo Vila.
Este alto magistrado tiene en su haber varias películas "salvadas" de la acusación de inmoralidad: "La dolce vita", de Fellini, y "La noche brava", de Bolognini, son de ellas. "Alias Gardelito" es, hasta el momento, la última.
Por cierto que las acciones judiciales del doctor Vila han demostrado que posee brillantes dotes de crítico y una comprensión profunda del quehacer cinematográfico.
Padre de cuatro hijos, su posición contra los timoratos y los obsesionados se hace aún más clara y convincente.
Circula sobre el doctor Vila una anécdota más o menos confirmada por una media sonrisa del interesado: el defensor de "Alias Gardelito" habría lamentado que la película apareciese cortada (aludimos a la famosa escena del baño en Retiro), ya que el valor total de la obra se hubiera impuesto sobre el realismo de esa toma.
Aunque el doctor Vila se presta a una amable charla, creemos preferible transcribir algunas partes de la resolución, en la que limpia a la película incriminada y condensa lo más claro de su pensamiento sobre el cine argentino.
Dice el juez Vila:
"La denuncia efectuada respecto de la exhibición de esta película, parece ajustarse a la singular paradoja que, cuando mejor será una obra desde el punto de vista artístico, más expuesta se encuentra a persecuciones de esta índole.
"He contemplado la película incriminada al igual que el señor agente fiscal y no hallo los motivos de obscenidad que tanto parecen preocupar al señor Guillermo de la Riestra como particular, y que le han inducido a adoptar aquí la actitud de denunciante.
"Se trata de una película que documenta un extraordinario esfuerzo de la cinematografía nacional por ponerse al alcance artístico y técnico de la mejor cinematografía mundial. Y en muchos aspectos lo ha logrado.
"La película en su conjunto constituye una de las más estimables muestras de nuestra producción, y no dudo que como tal va a conquistar, o seguir conquistando, galardones en todos los lugares en que se exhiba.
"Las escenas de la misma, efectuadas con un crudo realismo, sólo son testimonios de una preocupación por el verismo, y no por la obscenidad. Que al denunciante no le guste este tipo de temas, no quiere decir que ellos sean obscenos".
Una de las frases más definitorias de la resolución es ésta:
"Es hora de afirmar que la República Argentina es un país culto, cuyos habitantes no necesitan mentores y pueden por sí solos determinar qué es lo que les conviene, y qué les repugna."

 

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