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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Azules y Colorados
Los tanques en la calle

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Revista Yo fuí testigo
(fragmentos)
1986

 

SE INICIA EL JUEGO
AZULES Y COLORADOS DEJAN AL PAÍS AL BORDE DE LA GUERRA CIVIL

El 20 de abril de 1962 se produce el primer enfrentamiento entre los sectores militares que, como en los juegos de guerra, luego se denominarían "azules" y "colorados". El jefe de la guarnición Campo de Mayo, general Rauch, nacionalista acérrimo, exige la renuncia del comandante en jefe del Ejército, general Poggi. Tanques que respondían a Campo de Mayo, a las órdenes del coronel Sánchez de Bustamante, se dirigieron a Plaza de Mayo. El choque parecía inevitable, pero la intervención del presidente Guido logró una solución transaccional, mediante un acuerdo que comprendía la renuncia de Rauch y Poggi y la designación como secretario de Guerra de Juan Bautista Loza, partidario del sector "azul".

 

 

El 8 de agosto, el general Federico Toranzo Montero, siendo comandante del IV Cuerpo de Ejército, con asiento en Salta, se insubordinó, exigiendo la renuncia de Loza. En apariencia, la disputa se planteaba como una cuestión reglamentaria, pues se le recriminaba a Loza no haber respetado una tradición del Ejército, por asumir la comandancia y no haberla trasladado al oficial superior más antiguo, que era el propio general Toranzo Montero. En realidad, el planteo disimulaba una cuestión política de fondo; el sector "colorado" ultra, consideraba que Loza no defendía satisfactoriamente los principios de la Revolución Libertadora, mostrándose "blando" con los peronistas, aceptando el diálogo con ellos.
El general Aniceto Pérez, desde Córdoba, se sumó a Toranzo Montero, mientras las dos restantes armas se mantenían neutrales. Loza renuncia y el Ejército entra en una etapa tremendamente deliberativa para nombrar a su sucesor. Se impuso la posición de la caballería, sostenida por Rauch. Guido nombra secretario de Guerra al general Eduardo Señorans, oficial del Cuerpo de Ingenieros, comprometido con Campo de Mayo.
Los colorados se negaron a obedecer a Señorans. Proponían la designación de Osorio Arana, ministro de Guerra de la Revolución Libertadora. Contaban con el apoyo de la Marina y la neutralidad de la Aeronáutica y la resolución de usar la fuerza si fuera necesario. Inmediatamente, el general Toranzo Montero viajó a Buenos Aires y se instaló en Palermo, al comando de la Primera División desplazando sus tropas por el centro de la Capital. Los "azules" convocaron al VIII Regimiento de tanques de caballería blindada, con asiento en Magdalena. Veintisiete tanques Sherman, al mando del coronel López Aufranc, convergieron hacia Buenos Aires desde La Plata, mientras el general Juan Carlos Onganía lo hacía desde Campo de Mayo con el IV Cuerpo de caballería blindada, formado por tres regimientos de tanques, un batallón de ingenieros, y las tropas del Centro de Instrucción de Caballería. La relación de fuerzas era dispar, favoreciendo ampliamente a las comandadas por Onganía.

Guido vapuleado como el país ante la irracionalidad del enfrentamiento militar

Cuando el enfrentamiento parecía inminente, el presidente Guido hace un dramático llamamiento a la tregua en la noche del 11 de agosto, convocando a los jefes rebeldes a la residencia de Olivos. Señorans considera fuera de lugar la tregua y renuncia. Los "colorados" no sólo evitaron una derrota militar que parecía inevitable, sino que, además, obtienen la designación de Cornejo Saravia en la Secretaría de Guerra, que nombra al general Juan Carlos Lorio como comandante en jefe y a Bemardino Labayrú, ex secretario de la Presidencia de la Libertadora, como jefe del Estado Mayor del Ejército.
Las fichas coloradas habían logrado sortear una difícil situación en el juego y se ubicaban nuevamente en buena posición frente a las azules.
Otro movimiento y se designa a Adolfo Lanús como ministro de Defensa, conservador y mentor de la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas durante el gobierno de Castillo, que no era precisamente una garantía para los sectores legalistas.
Se imponía, so pena de seguir perdiendo posiciones, una respuesta de las fichas azules. La realiza a fines de agosto el general de caballería Juan Carlos Onganía, quien dirige un memorándum al general Lorio, comandante en jefe, reclamando por la indisciplina fomentada desde arriba, los relevos y nombramientos realizados con "el propósito de que el mando de las unidades quede en el sector del Ejército, que dos veces se rehusó a reconocer la autoridad de un secretario de Guerra y que se alió a la Marina para imponer su voluntad que, en definitiva, era la de ésta".
El 12 de setiembre le toca el turno al general Julio Aisogaray, comandante de Campo de Mayo, que envía a Cornejo Saravia otro memorándum denunciando la situación del presidente Guido, a quien define como "prisionero de una camarilla que no le deja ninguna libertad de acción".

Para los militares, el país sigue siendo el mismo que era siete años atrás.

El séptimo aniversario de la Revolución Libertadora fue una buena excusa para que cada sector reclutara a sus adictos, midiendo fuerzas con los contrarios y expresara sus opiniones, sin ocultamiento, porque las cartas estaban echadas -mal barajadas-, ya que los legalistas se convertían en "rebeldes" y los "rebeldes" en legalistas, pero repartidas al fin.
En Córdoba, se desarrolló el acto central del Ejército y hasta allí se trasladó el secretario de Guerra, general Octavio Cornejo Saravia, y el subsecretario general, Carlos Caro.
En esa oportunidad, el secretario -que formaba parte del cerco "colorado"- que rodeaba al presidente después del golpe de muñeca de Toranzo Montero, señaló: "Durante el gobierno de Perón, se hizo de la justicia social bandera del despojo y del negociado, corrompiendo a dirigentes sindicales y fomentando la holgazanería y el abuso... En su nombre, escalaron posiciones oficiales sumisos o cómplices de aquellos turbios manejos".
Instó a las huestes "libertadoras" a resistir el ataque de los que veladamente penetran su posición para ablandarla y preparar el asalto final.
Obviamente, se refiere a los grupos "legalistas" que, en el mismo, honran la memoria de la Revolución Libertadora de otra manera.
Por ejemplo, el coronel Alejandro Agustín Lanusse se pregunta: "¿Cuál es la bandera de la Revolución Libertadora?" Y responde: "La de la dignidad del hombre que no soporta humillaciones, ni siquiera de sus hijos. Por eso estamos dispuestos a un sacrificio mucho mayor para evitar una nueva dictadura. He podido ver confirmada la sentencia de que una revolución se devora a sus propios hombres. Vaya como ejemplo la noble figura de Lonardi. (...)". Más adelante dirá: "Rindo mi homenaje a la civilidad... Por eso los oficiales argentinos hoy están convencidos también de que la difícil situación que vive el país debe desembocar lo antes posible en una salida democrática".
Como vemos, ambos grupos son hijos de la "Libertadora", ambos antíperonistas; unos, los "colorados", los "gorilas", son los "ultra". En su antíperonismo visceral había una especie de rechazo socio-étnico, lo que explica las relaciones privilegiadas mantenidas entre los "colorados" y los radicales del pueblo, emanación de la Argentina profunda y temerosa de los pequeños empresarios, los chacareros, los profesionales, los funcionarios públicos, según Alain Rouquié.
Este autor también hace un análisis de la composición social del grupo, señalando: "Pertenecen, en su mayor parte, a la Infantería y la Artillería y proceden, en un sesenta por ciento, de la Capital Federal y Provincia de Buenos Aires. Los hijos de inmigrantes, de apellidos plebeyos (Pérez, Ortiz, López, Amicarelli, Núñez, Scamichia, Picanali, etc.) son más numerosos entre los 'colorados', vinculados con la caballería, arma tradicional de la aristocracia; aunque sus jefes, como Toranzo Montero, por ejemplo, provengan de familias de abolengo y Cornejo Saravia sea miembro de una tradicional familia de Salta".
Los otros, los azules, que sostienen en esta etapa la salida democrática, pretenden un peronismo "domesticado", el famoso "peronismo sin Perón". Buscarán la alianza con los dirigentes sindicales burocratizados que están en la misma tónica.
Son nacionalistas, en general católicos, y bastante tradicionalistas. "Cualquiera sea su origen -dice Rouquié-, los azules se identifican con la clase dirigente, la oligarquía, los dueños de la tierra, los constructores del país."
Privilegiaban el valor y la disciplina, por eso Onganía dirá en contra de la "dictadura de la democracia" propuesta por los colorados: "El ejército, en funciones de gobierno, tiende a transformarse paulatinamente en una institución deliberativa y de esa manera destruirse".
Ambos sectores reivindican la Revolución Libertadora pero, mientras los primeros se suman a las ideas y actitudes del almirante Rojas, los segundos, como vimos, reivindican la figura de Lonardi, y su lema "ni vencedores ni vencidos".

sigue

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La Revolución Libertadora festeja, también fusilará

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Los tanques: una amenaza para el pueblo, siempre vigente

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Desde Campo de Mayo se decide el enfrentamiento

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Los tanques y la Casa de Gobierno, una costumbre reiterada

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General Osiris Villegas

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General Carlos S. Toranzo Montero

Hijos de un mismo "gorilismo", los dos grupos antagónicos definen sus posiciones

Ese 16, decíamos, se definen los grupos. En los diarios, se anuncia una cena, a la noche, en el Hotel España donde estarán presentes el teniente general Toranzo Montero, el general Benjamín Menéndez, el almirante Rojas, el teniente general Arturo Osorio Arana, el almirante Samuel Toranzo Calderón, el arquitecto Sánchez Zinny y los almirantes Pedro Favarón y Arturo Rial, entre otros.
El día anterior, durante la represión de un supuesto grupo guerrillero, se mata, injustamente, a una joven mujer de veintiséis años, que no escuchó la señal de "alto" y se hiere a su pequeño hijo de tres años. En Posadas son detenidos catorce dirigentes sindicales y políticos, en su mayoría peronistas, acusados de delitos subversivos. La caza de brujas se había convertido en actividad habitual de las Fuerzas Armadas.
El 17 de setiembre, "La Razón", apenas da trascendencia a los hechos que están convulsionando a las Fuerzas Armadas y que estallarán apenas dos días después.
Informa sobre el reemplazo de Julio Oyanharte en la Suprema Corte -el artífice principal del nombramiento de Guido en la presidencia- y su reemplazo por el doctor José Francisco Bidau y del viaje a Estados Unidos del ministro de Economía, Alvaro Aisogaray, para participar de la reunión del FMI y del Banco Mundial, para refinanciar la deuda.
La única mención a los desacuerdos en el ámbito militar los hace de la siguiente manera: "El regreso del secretario de Guerra... marca un punto de partida para un cambio en la conducción del Ejército, que se concretará en breves horas con la aplicación de severas sanciones a altos jefes, con destino en la Capital Federal y guarniciones del Gran Buenos Aires."
Este comentario, que tiene la forma del "trascendido oficial", dictado palabra por palabra a los periodistas acreditados, está haciendo referencia, evidentemente, a los generales Julio Aisogaray y Pistarini, comandante de la Primera División Blindada de Caballería el primero, y comandante del Cuerpo de Caballería el segundo. Agrega el párrafo, en cuanto a las razones de la sanción: "que prosiguen realizando reuniones de distinto carácter con el propósito de modificar la composición del gobierno."
Sigue relatando los hechos: "Durante la mañana de hoy, el comandante en jefe del Ejército impuso al general Cornejo Saravia de las actividades desarrolladas durante el sábado y el domingo (...) También se informó al secretario de Guerra del aumento de la ola de versiones, según las cuales, sería alterada la tranquilidad pública".
Finaliza el cronista haciéndose eco del mensaje de los "rebeldes":
"Es propósito firme de las actuales autoridades militares, mantener el compromiso contraído y el cumplimiento del plan político, para desembocar en la realización de los comicios ya previstos".

 

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