La Argentina
"Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino"

Proyecto Nacional
Las noticias vienen de Moscú

Algunos hombres del oficialismo estimaban, hacia el mediodía del lunes último, que más allá de los sucesos espectaculares del 1° de mayo, debe valorarse como un signo de gran importancia para sopesar la tendencia del proceso político en el futuro inmediato, el hecho de que la confirmación del viaje presidencial haya venido nada menos que de Moscú, a través de un anuncio oficial formulado allí por el ministro José Ber Gelbard.
En cenáculos vecinos a ciertas piezas claves del aparato oficial, se insistía en afirmar que la noticia del viaje de Perón a la Unión Soviética dice más sobre las corrientes profundas que trazan el rumbo del gobierno, que el colosal escarmiento desplomado en Plaza de Mayo sobre las espaldas de la juventud montonera.
Sin duda, una gira del jefe del Estado centralizada en la URSS reviste una espesa significación para el orden interno, y también para el tablero continental. Quienes razonan de ese modo, sostienen que el anuncio del viaje puede leerse de dos maneras:
En lo que respecta al tablero continental implica un notorio triunfo diplomático de Leonid Brezhnev en una zona del mundo que hasta hace un tiempo sólo registraba la presencia de Estados Unidos y, en menor medida, de Europa. Si bien otros países de América latina (especialmente Perú, Panamá y México) antecedieron a la Argentina en la profundización de relaciones con el bloque soviético, debe considerarse que Buenos Aires tiene un peso específico relevante en el continente, y que están en trámite importantes acuerdos económicos, que disminuirían en forma concreta la influencia norteamericana en una nación clave. Si, además, prosperan ciertos proyectos que, según ha trascendido, apuntan a estrechar vínculos entre las Fuerzas Armadas argentinas y los militares soviéticos (se habla de la compra de elementos bélicos rusos y de la visita a la Argentina de delegaciones socialistas castrenses), se dibujará un panorama alentador para los Estados Unidos. Por lo tanto, es lógico esperar algún tipo de reacción proveniente de Washington. Hace una semana, el semanario francés L'Express dedicó una nota a un hecho nuevo de la política internacional: la presencia soviética en América latina.
En cuanto al tablero interno, la elección de la URSS como probable punto central del periplo tiene varias consecuencias. En primer lugar constituye otra demostración del afianzamiento del ministro Gelbard, quien logró imponer su punto de vista, tal vez no del todo coincidente, en lo que se refiere a este tema, con el de otras zonas del gobierno (Cancillería o Bienestar Social, por ejemplo). En segundo lugar, el hecho de que sea la URSS —un centro imperialista, según la ortodoxia oficial— el país que forja con la Argentina tratos económicos y eventualmente militares, revela que, hasta ahora, el tercerismo justicialista no pudo encontrar en Europa Occidental o en China, una alternativa real frente a las dos grandes potencias. La reciente caída del gaullismo en Francia puede estrechar aún más los márgenes del tercerismo, obligando al gobierno argentino a buscar "espacios autónomos" mediante una política pendular entre Washington y Moscú. Pero esa es una política pendular que, por ahora, privilegia notoriamente a la URSS: el discurso que pronunció Gelbard el lunes 6, fue más allá de lo protocolar cuando sostuvo que uno de los orígenes de los acuerdos entre Buenos Aires y Moscú es "la doctrina de autodeterminación de los pueblos que tanto contribuyera a impulsar la Unión Soviética". Es fácil advertir que este concepto para nada se concilia con la tesis de los "dos imperialismos".
Es posible, finalmente, que el viaje de Perón a la URSS se convierta en una gira que incluya a otros países, por ejemplo Alemania, Italia, España v Francia. En ese caso, podría relati-vizarse el impacto soviético ñero sólo a condición de que en Europa se firmen acuerdos equivalentes a los que se negocian con Moscú. Por lo demás,
la ampliación del viaje y la posibilidad de que el jefe del Estado prolongue su estada en España vuelve a ubicar en primer plano el tema del interinato, y abre expectativa sobre las gestiones que podrían desarrollar María Estela Martínez o José Antonio Allende.

¿POSTPERONISMO? En círculos midistas se aseguró, a principios de esta semana, que las declaraciones de Arturo Frondizi al diario II Tempo, de Roma, fueron "casi seguramente tergiversadas" por las agencias noticiosas que las trasmitieron a la Argentina. Los jefes desarrollistas no creían posible que Frondizi se hubiera animado a especular en público sobre el "postperonismo" y la necesidad de una alianza entre los partidos, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, para llenar el vacío resultante de una eventual desaparición del presidente.
Lo cierto es que las declaraciones de Frondizi fueron objeto de especial análisis en varios centros de poder. Dentro y fuera del gobierno se tejieron distintas hipótesis y se formularon interrogantes acerca de los verdaderos motivos del viaje. El punto de partida de las especulaciones era siempre el mismo: la disminución de la influencia desarrollista sobre la política oficial, y el acercamiento de algunos hombres vinculados a Rogelio Frigerio, a las posiciones de la Tendencia Revolucionaria condenada por Perón el miércoles 1º.
Es que, de alguna manera, los jóvenes montoneros también tratan de vivir en el "postperonismo". En su entrega anterior, Panorama consideró que "el desarrollo del acto, seguramente incidirá sobre la suerte de las negociaciones que de un tiempo a esta parte se volvieron a entablar con los sectores juveniles promontoneros". Los resultados, ahora, están a la vista: el test del 1° reveló que ambas partes —Perón y los montoneros— rechazaron los puentes del diálogo. Pero salvo la extrema dureza del discurso presidencial, lo ocurrido no fue, en rigor, sorprendente: el caudillo está dispuesto a dialogar en todas direcciones, excepto cuando lo que se discute es la composición y dirección de su propio Movimiento. No es de ninguna manera casual que el mismo día, ante la Asamblea Legislativa, Perón haya pronunciado un discurso doctrinario, que sintetiza los presupuestos ideológicos del justicialismo, exactamente en los mismos términos que en los discursos o textos escritos por él mismo a lo largo de toda su carrera política.

RADICALES. Con gran confianza en el triunfo, la Línea Nacional de la UCR (balbinismo) se aprestaba, el martes 7, a afrontar los comicios internos del 12 y 19 de mayo, calculando obtener 69 delegados del total de 95 que componen el plenario del Comité Nacional del partido. Mientras tanto, el Movimiento de Renovación y Cambio (MRC), que lidera Raúl Alfonsín, aseguraba que Balbín no obtendría más allá de cincuenta. Sin embargo, la balanza parecía inclinarse a favor de las cuentas de la Línea Nacional, fortalecida en la noche del domingo 5 por un éxito sectorial: la obtención de los 4 delegados que corresponden a la provincia de San Luis, después que la lista del MRC se retiró alegando fraude, algo que fue desmentido por el veedor del CN, Rubén Blanco.
El balbinismo suma al triunfo de San Luis el conseguido el 16 de diciembre de 1973 en San Juan, durante una elección promovida internamente por el MRC con la esperanza de mejorar su postura en el seno del partido mediante una victoria piloto. El resultado le fue adverso, y la Línea Nacional obtuvo los tres delegados de la mayoría.
Entre tanto, se avecinan los comicios en los dos distritos más importantes: Buenos Aires y Córdoba. Y es en la primera provincia donde la lucha puede ser más pareja, aún a pesar del pase del caudillo de la zona de San Martín y 3 de Febrero, Juan Naím, a las filas del balbinismo. Los dirigentes de la Línea Nacional aseguran que el triunfo está asegurado en cuatro de las ocho secciones provinciales, que la pelea será dura en dos, y que los dos restantes se los adjudicará Alfonsín.
En Córdoba es segura la victoria de la lista encabezada por el ex presidente Arturo Illia, a quien acompañan Víctor Martínez, Conrado Storani y Luis Caeiro. Quizá la máxima pretensión que puede sustentar la Línea Nacional sea que el dirigente Mario Roberto, que encabeza la terna balbinista, consiga el puesto de la minoría.
Si se cumplen las previsiones del balbinismo en el orden nacional, vencerá, además de Buenos Aires, en Entre Ríos, Capital Federal, Santa Fe, Corrientes, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Mendoza, Neuquén, Chubut y Santa Cruz, sumando 42 delegados. En Misiones, Formosa, Catamarca y La Pampa, los balbinistas esperan el empate, dos a dos; y en Córdoba y Río Negro, la derrota. Por empate, la Línea Nacional conseguiría ocho delegados más (lo que aumentaría su número a 50 además de los 10 establecidos anteriormente), y por minoría otros dos (62). Así las cosas, la tendencia de Balbín espera conseguir tres delegados en el Chaco y cuatro en Salta.
Balbín desmintió, en la noche del lunes 6, los comentarios periodísticos que afirmaron ciertos temores sobre un atentado a su persona, calificando esas publicaciones de alarmistas y lamentables. El senador Juan Carlos Pugliese, interrogado por colegas radicales, también se dedicó a las desmentidas, negando que fuera a participar en el eventual viaje al exterior que podría iniciar el presidente.
Pero quizá el acontecimiento más significativo fue la renuencia de Balbín a asistir al acto del 1º de Mayo. El caudillo radical asistió a la Asamblea Legislativa y, terminada ésta, emprendió viaje a La Pampa, en una de las tantas visitas que realiza ante el proceso interno de su partido. La invitación para el acto había llegado —según fuentes radicales— a las 19.15 del martes 30 de abril. Sin embargo, algunos medios vinculados a la Secretaría de Prensa y Difusión creyeron que se había enviado con bastante horas de anticipación a la aludida por el CN de la UCR; por supuesto, la cuestión carece de importancia, pero sirve para darse cuenta cómo cambiaron las cosas desde la reunión que Perón mantuvo con las juventudes de su movimiento, una semana atrás. Antes de ese acontecimiento, se pensó que el presidente enviaría invitaciones protocolares, suscriptas de su puño y letra, a los dirigentes de los partidos. La que llegó al jefe de la UCR el martes 30 sólo fue una breve comunicación telegráfica remitida a través de Prensa y Difusión. De cualquier forma, el rechazo del convite habría sugerido con cierta anticipación por Balbín al secretario general de la Presidencia, Vicente Solano Lima, quien lo habría hecho conocer a Perón.
De todas maneras, el eje de las relaciones entre el gobierno y la UCR será, a partir de ahora, el diálogo en torno a la reforma constitucional y el Consejo para el Proyecto Nacional. Las negociaciones serán arduas y complejas, por la sencilla razón de que de ellas surgirá el verdadero "postperonismo". O, al menos, el postperonismo que quiere articular Perón, junto a la UCR, las Fuerzas Armadas, los empresarios y la CGT.

Qué es el Proyecto Nacional
Como ocurre con todos los discursos memorables, el mensaje del presidente Juan Perón ante el Congreso Nacional, el miércoles 1º de mayo, trazó una divisoria de aguas en el país. A partir de ese día, los partidos políticos y las entidades empresarias, los gremios y las Fuerzas Armadas, se preparan para lo que será un debate nacional: el Consejo de Proyecto Nacional. Hasta el momento, sólo el presidente de la República, y nadie más que él, traza los contornos de su propuesta. Se respira en el país el clásico microclima que acompaña, usualmente, a la enunciación de las grandes decisiones nacionales.
Siete días transcurrieron desde que Perón hablara en la Asamblea Legislativa. Fueron suficientes para recoger las primeras opiniones políticas que oscilaron entre el apoyo al proyecto y su consabida censura por "corporativista". Con todo, la enorme mayoría de los argentinos, aguarda el día de la definición más precisa, cosa que el mismo Perón adelantó el 1º de mayo.
Las interpretaciones ensayadas sobre "lo que quiere Perón" tuvieron como eje de referencia ideas que el caudillo fue elaborando en los los años. Sin embargo, si se conecta su discurso con lo acontecido en Plaza de Mayo esa tarde del miércoles pasado, cobra cuerpo una aguda presunción: el contenido del mensaje a la Asamblea Legislativa fue un adelanto de la política interior para el Movimiento que preside.
Este tema, además, se relaciona con una incógnita que obsesiona desde tiempo atrás a la sucesión. Al designar como presidente del Senado a José Antonio Alende, algunos observadores vaticinaron que la línea sucesoria estaba definida. Fue un error, porque Perón no aspira a una sucesión personal sino a una salida orgánica perfectamente diseñada: un nuevo orden. Si existe una línea sucesoria, la misma está determinada más por el proyecto de país que Perón se apresta a contornear, que por la nominación de una personalidad política. Lógicamente, el papel de Allende puede revestir importancia, pero dentro de un tablero en el que influyen otras variantes.
Perón acelera los pasos para modelar la nueva República. No será ésta una república peronista "Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", el nuevo apotegma, resume la época próxima. El peronismo —como institución— abriría el paso a la "democracia integrada", es decir, a un gobierno fuerte con amplio respaldo político y social que se elevarla, por encima de la democracia parlamentaria, coexistiendo con ella.
Se abre, pues, un debate, en el que está en juego nada menos que el tipo de poder que reglará al país durante un largo periodo. Es por eso que la idea de un Proyecto Nacional aparece en el ruedo al mismo tiempo que sean los primeros pasos en dirección a una reforma constitucional Si se trata de definir los atributos medulares del país que se quiere, será necesario que. una vez consumada la tarea, la Constitución recoja dichos atributos, sacándolos así de fa inestable esfera de las pugnas políticas. Pero para ello, el diseño del Proyecto deberá fundarse en la única condición capaz de garantizar su perdurabilidad: el acuerdo.
Tal el debate dé fondo que impregnará el proceso político a partir de ahora. La nota que sigue no sólo pretende desentrañar qué es el Proyecto Nacional, sino también explicar sus razones y averiguar si es realmente posible concretarlo, dadas la correlación de fuerzas que hoy impera en el país y la existencia de distintos nudos conflictivos. Perón anunció que "como presidente de los argentinos, propondré un modelo a la consideración del país, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y en la acción". Por eso, la nota también rastrea las ideas básicas del caudillo, esbozando así un anticipo de lo que podría denominarse "el proyecto de Perón sobre el Proyecto".
El discurso que el presidente pronunció el miércoles 1º ante la Asamblea Legislativa remarcó, en sus párrafos finales, la necesidad de que la Argentina cuente con un proyecto nacional, "perteneciente al país en su totalidad". Para formularlo, Juan Perón indicó que los argentinos debían trabajar en forma distinta de la habitual, "en otro tipo de recinto: el Consejo del Proyecto Nacional,, que habremos de crear enfocando su tarea sólo hacia esa gran obra en la que todo el país tiene que empeñarse".
Por supuesto, las palabras de Perón tuvieron rápido efecto político: observada con expectativa por la mayoría, la novedad del proyecto nacional produjo vacilaciones, temores, y hasta algunas tibias premoniciones de rechazo. Sin embargo, la mayoría de estas apreciaciones políticas fue hecha sin demasiados antecedentes; sin reparar demasiado en la esencia de la idea del proyecto, los hombres públicos y los observadores se ocuparon de encontrar y calificar la ubicación del Consejo desde un punto de vista estrictamente institucional, tratando de indagar qué poderes podría tener ese colegio, qué alcance sus resoluciones, y si la forma de incorporar a sus miembros significaría, a la corta o a la larga, el preludio o el ensayo de formas corporativistas.
Es decir, si ese organismo podría implicar un cambio, grande o pequeño, en la estructura política vigente. Casi por un principio de orden se impondría, entonces, el análisis de la idea del proyecto nacional. En rigor, indagar cuál es la tarea que, en un 1º de Mayo no exento de acontecimientos y resultados políticos, el presidente aseguró que el país debía realizar.

QUE ES EL PROYECTO NACIONAL
Como todo proyecto, el proyecto nacional es la aspiración de alcanzar una meta: de que la Nación arribe, en el futuro, o a lo largo del futuro, a una situación que ahora sólo pertenece al mundo ideal de los "grandes deseos". Para vertebrar ese proyecto haría falta, primero, establecer los objetivos, diseñar el clima y el paisaje de la llegada, el estado de cosas que se persigue. Luego trazar los planes, los modos de acceso a esa realidad ambicionada, efectuando previamente un recuento y organización de los medios, de la capacidad de ejecución nacional. Por sus grandes dimensiones, por la práctica atemporalidad que implica alguno de sus objetivos —por ejemplo, el estilo nacional que aludió el presidente— el proyecto nacional no es otra cosa que una superdefinición en materia política; una toma de posición y una conciencia que debe ser siempre consultada en la hora de las decisiones. Una Gran Política, a cuyos objetivos quedaría subordinada la estrategia nacional, es decir, la acción que se emprendiera para alcanzarlo y rechazar los obstáculos que se opusieron. Cuando Perón acuñó entre las motivaciones de sus campañas electorales de 1973 el slogan "Argentina potencia" tenía ya en sus planes, seguramente, la idea de asignar al gobierno del peronismo la misión de formular el proyecto nacional. No en vano el presidente ha reiterado hasta la insistencia su preocupación por el futuro mundial; no en vano algunos de sus colaboradores cuando hablan de elaborar un .nuevo instrumento constitucional, afirman que debe considerarse su vigencia real y efectiva para el año 2000; no en vano, tampoco, el actual subsecretario de Gobierno de la Presidencia de la Nación es Ángel Monti; un hombre que, mientras era asesor de la presidencia del Banco Central, y después de publicar un libro que lleva por título Proyecto Nacional, expuso en una serie de conferencias en la Escuela Nacional de Guerra, (ahora Escuela de Defensa Nacional), a lo largo del mes de agosto de 1973, un detallado esbozo de proyecto que fue entendido por la mayoría de los cursantes, aun a pesar de que el Decimocuarto Curso abreviado de la ENG no estaba, por la época de inscripción —el verano de ese año—, poblado por adictos al peronismo.

EL MARCO DEL PROYECTO. En su discurso del miércoles 1°, el presidente dejó traslucir, ante todo, una sensación de seguridad. Afirmó la vigencia de la doctrina política justicialista, pero subrayando esencialmente que la organización, y el triunfo de la organización eran sus principales enseñanzas. Luego aseguró que el tiempo de marchar hacia la unidad continental y planetaria encontraba a los argentinos unidos cómo en las épocas más fecundas de su historia, no obstante la violencia, que será superada. Cuando habló del papel de las fuerzas del orden aclaró que pertenecían al orden nuevo, revolucionario, del cambio en profundidad.
Después de exponer la orientación de la sociedad mundial hacia el universalismo, Perón habló de situaciones más cercanas; "Latinoamérica para los latinoamericanos", dijo, parodiando a Monroe. De allí en más, bosquejó una serie de pautas muy generales que pueden, sin embargo, reflejar los lineamientos básicos del modelo que prometió proponer a la consideración del país.
Pero fue la primera parte de la alocución la de mayor contenido político, porque Perón abrió una nueva etapa al considerar que la Argentina se encuentra en condiciones internas (de paz, de diálogo, de organización) como para pensar en planificar su propio futuro. Sí, como desde siglos se dice, la política es el arte de lo posible, el presidente ha intentado que la energía y las ambiciones nacionales hallen posibilidades distintas, busquen otros fines que la conquista lisa y llana del poder.
Algunos de los motivos que pueden haber conducido a Perón a formular su reclamo de un proyecto nacional podrían ser similares a los que alude el subsecretario Monti en el libro citado. Para Monti ya no basta que los partidos políticos tengan sólo objetivos en» sus plataformas: los ciudadanos quieren votar, también, objetivos e instrumentos. Entonces, las plataformas, al incorporar esos ingredientes, pasarían a ser versiones sectoriales de un proyecto nacional; por lo que correspondería al proceso la búsqueda de un medio de polarización "alrededor de conceptos básicos que salgan fuera de la puja política". Monti añade que los partidos encauzan la expresión política de un sistema que debe comenzar por definir sus propios valores, y que si eso no ha sucedido hasta ahora —es decir, si la Argentina no diseñó ya un proyecto nacional— "es un resultado no ilógico que el poder político, por el medio que sea, recaiga en los sectores que detentan el poder económico". Cuando Perón diseñó algunas características del Consejo del Proyecto Nacional, aclaró que el Poder Ejecutivo no expondría su opinión en él en forma directa, y señaló que "los criterios formalizados en bases, plataformas u otros cuerpos escritos que expresen el pensamiento de partidos políticos y de grupos sociales no pueden ser otra cosa que su versión de Proyecto Nacional".
El libro de Monti pone énfasis en la necesidad de establecer una serie de valores por encima de las pugnas políticas, lo que —según el autor— se puede realizar de dos maneras: generando un programa alrededor del cual comiencen a nuclearse un conjunto de acciones y decisiones que obtengan luego expresión política a través de un partido mayoritario, o bien incitando a que las agrupaciones y el gobierno elaboren su versión del proyecto, realizándose luego "un corte transversal" para identificar las bases comunes.
Sería interesante advertir que la primera vía ya fue intentada en el país, cuando un grupo de jóvenes profesionales argentinos formó el Movimiento del Nuevo Proyecto —encabezado en su momento por el abogado José Manuel Saravia— y publicó sus conclusiones. De esa agrupación surgió luego el Partido Renovador, que formó, con varios partidos provinciales, la Alianza Popular Federalista. El éxito no acompañó el intento, y el Nuevo Proyecto —que, convenientemente resumido, nutrió la plataforma electoral de Francisco Manrique— no obtuvo el vehículo mayoritario necesario para cumplir la primera hipótesis de Monti.
En cambio, otros antecedentes hacen pensar que el presidente no ha elegido la segunda vía para arribar al proyecto nacional sin consultar la historia política inmediata de la Argentina. No estaría de más, entonces, traer a la memoria los puntos de coincidencia suscritos en su oportunidad por la Hora del Pueblo, o el conjunto de pautas económicas que la Confederación General Económica produjo en los inicios de marzo de 1973, y que fueron suscriptas, entre otros, por el justicialismo y la Unión Cívica Radical.

EL PROYECTO Y LA REFORMA POLITICA. El principal elemento de tensión que la mención presidencial del proyecto y su Consejo acarreó fue la prevención suscitada por la forma de participación en la "república democrática, representativa, federal y social" que Perón preestableció en su discurso. Pero no habría motivos formales de alarma, porque el presidente diseñó con claridad la cuestión. Para" Perón, "el ciudadano como tal se expresa a través de los partidos políticos", pero "también el hombre se expresa a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario, militar, sacerdote", y es en ese carácter que debe formar parte del Consejo del Proyecto Nacional.
Fue a raíz de ese párrafo que surgieron críticas como la del demoprogresista Horacio Thedy, o los senadores radicales Carlos Perette y Luis León; ciertos presagios de "corporativismo" recorrieron las filas de la política nacional, algunos de cuyos dirigentes comenzaron a preguntarse qué jerarquía institucional tendría el Consejo.
La necesidad de la participación descripta por Perón también encuentra un párrafo correspondiente en el proyecto nacional trazado por Monti, que entiende que "sólo puede haber cambio en la Argentina si hay polarización política", ya que no puede haber una versión asumible por el país en su conjunto. Entre una de las formas de arribar a esa polarización, el autor cita la creación de "mecanismos de acción social para que puedan identificarse los atributos de la sociedad a la cual se aspira", y que "tal comunicación debería ser cabalmente genuina". El libro de Monti —impreso en abril de 1972— citaba como mecanismo apto el para entonces desconocido Consejo Económico y Social (CONES).
Lo cierto es que el CONES —cuya actividad es hoy poco publicitada— constituye un verdadero antecedente para el Consejo diseñado por Perón. Fue creado por ley por el gobierno presidido por Alejandro Lanusse, y cuando su primer presidente, Julio Oyhanarte logró que el Poder Ejecutivo otorgara a sus decisiones carácter resolutivo —atribución que persiste— la oposición fue nula; y el CONES es una verdadera asamblea permanente de grupos empresarios y sindicales. Quizá el Consejo del Proyecto Nacional pueda ser instaurado mediante una simple ley encargándose las organizaciones sectoriales que lo compongan de designar sus representantes ante el organismo, como sucedió en el caso anterior.
Mientras tanto, cuando se refirió a la reforma constitucional, Perón aclaró que el gobierno trabajaba sobre ella "desde dos vertientes: por un lado, recogiendo las opiniones del país; y por el otro, identificando las solicitaciones del Modelo Argentino". Es obvio que la formulación del proyecto nacional conduce a la construcción del modelo argentino. Sería intención manifiesta del gobierno, entonces, que las conclusiones a que se arribe en el seno del Consejo del Proyecto Nacional se vean reflejadas en una medida similar a ¡a forma en que lo serán las de la comisión de consulta que preside el titular de Justicia, Antonio Benítez, en el texto constitucional que algunos anuncios oficiales permiten prever, en principio, para el segundo trimestre de 1975.
Es al asesoramiento que el Consejo preste en materia de reforma constitucional donde debe dirigirse la atención de los que intenten bucear en las perspectivas de reforma del actual •sistema político. Por más contradicciones internas que puedan existir en el Frente Justicialista de Liberación, las declaraciones de Arturo Frondizi, en Italia, sobre el futuro papel de las Fuerzas Armadas en la Argentina, no deben ser echadas en saco roto; si los hombres del actual gobierno están decididos a resguardar su posición, no encontrarían un método de mejor solidez que cavar anchos canales de participación con los sectores militares. Y la sensibilidad castrense al ofrecimiento de desempeñar un papel fundamental en la fijación de los objetivos racionales es bien conocida.
Por fin, las filas de la oposición permanecen en silencio. Las declaraciones de Perette y León no fueron "combativas". En ámbitos del Comité Nacional de la UCR no se registraban ni críticas ni rechazos al promediar la semana. En un clima de cierta perplejidad, la mayoría de los argentinos trataba de pensar cómo será el país dentro de unos cuantos años.

EL MODELO DE PERON. El proyecto modelado por Perón —cuyas líneas se irán poco a poco precisando— sólo puede funcionar si los partidos políticos, las Fuerzas Armadas, los sindicatos y las entidades empresarias se coaligan y se constituyen en motor del mismo.
Perón habló, al retornar a la Argentina, de la institucionalización de su partido. Según se puede colegir ahora era aquélla una idea en proceso de formación, es decir, un supuesto para la posterior elaboración. Si se trata de institucionalizar algo —y esta conclusión se desprende de los pasos dados por el caudillo argentino— no cabe duda de que es la "democracia integrada" a la que aludió Perón en uno de sus discursos a los gobernadores el año anterior.
Para lanzar su proyecto —aún no profundizado claramente, como todo boceto— el presidente de la República no esperó a la institucionalización de su movimiento. Porque es evidente que Perón, tal cual hoy es, decidió asumir la autoridad política del Estado para implementarlo. En esto no hay, efectivamente, alternativa.
Un sector de la clase dirigente argentina —y gruesos estratos del empresariado industrial nativo— ayudaron a reconstruir la alternativa "peronista para ensayar una recomposición del orden político y social. Con todo, esa reconstrucción no apuntó a proyectar al justicialismo hacia una carrera igual a la iniciada con la primera presidencia de Perón. El objetivo de la reconstrucción, si cabe, era más amplio en esta oportunidad. Se trató de un paso para la rehabilitación y trasformación del Estado en crisis y por eso, desde un comienzo, el peronismo nuevamente en el poder amplió sus relaciones políticas.
No había alternativas. La experiencia, aún fresca, de una ineficaz salida autoritaria impuso las alianzas entre el partido gobernante y la oposición. Si se compara tal política con la ensayada durante el período 1946/55 surgen claramente los matices diferenciadores: la oposición existía y discurría su actividad pero en una pugna que, terminó por estallar, dando lugar a la crisis que ahora se trata de solucionar, con el retorno de un peronismo "nuevo".
Se trata, entonces, de investigar el modelo que el presidente Perón aplicará a su proyecto. La idea básica consiste en reforzar a estamentos del empresariado industrial argentino con vistas a otorgarle mayor capacidad de decisión frente al capital extranjero, al que se busca captar, pero con una legislación interna que permita mayores beneficios para el país. En esto reside el nacionalismo del gobierno. Pero para poder acometerlo con plenitud —es decir: para ser nacionalista— debe reglar los conflictos sociales, es decir, debe erigirse en autoridad política plenamente consentida. Arbitrar dentro del país es una condición sine qua non para encarar una renegociación de la participación extranjera.
Un paso decisivo en esta orientación ha sido la unidad entre la Unión Industrial Argentina y la Confederación General Económica, entidades que sostienen —junto a los sindicatos de la CGT— la política económica gubernamental. Cuando dos semanas atrás, el ministro de Economía, José Ber Gelbard, acudió a la Asamblea Anual de la CGE para pronunciar las palabras finales, recordó a los presentes —entre ellos estaban altos dirigentes de la UIA— que "no hay en el país dirigentes empresarios nuevos y viejos". Aludía a las diferencias que separaron en el pasado a ambas centrales empresarias; Gelbard dijo: "La casa de la CGE nunca fue extraña para nadie. Aun desde distintos edificios todos han contribuido a la unidad".
No resulta casual que el titular de Economía colocara el acento en la importancia de la unidad y no en los que la promovieron. No tiene hoy el más mínimo interés tal diferenciación. José Gelbard es, a los empresarios, lo que Perón a los políticos: también trabaja por el reforzamiento de su base social. Los sectores empresarios guardan frente a Gelbard idéntica actitud que los partidos ante Perón: por encima de diferencias circunstanciales (aumento de precios, inflación u otros) se juegan al frente único con el ministro de Economía. Los observadores que gustan saborear la información refieren que en la citada asamblea de la CGE, el empresario metalúrgico Víctor Prati, de la UIA, se dirigió a Gelbard con el cariñoso "Don José" que utilizan sus compañeros de la CGE. Y también que el ingreso de Prati a esa entidad fue simbólicamente sancionado cuando Julio Broner regaló —en medio del cónclave— su distintivo personal al industrial metalúrgico.
El cierre de filas de los industriales es un síntoma de que la empresa planteada —el proyecto— no estará exento de dificultades. Aquí, también, Gelbard sigue los pasos de Perón.
Para entender tales escollos hay que referirse al pasado. Hasta 1949 la clase obrera fabril recibió mejoras y su participación en la renta nacional aumentó a expensas de los sectores de ingresos fijos, de los estratos medios rentistas y de otros sectores del campo. Los trabajadores apoyaban, entonces, al gobierno peronista. En todo este proceso de traslación de ingresos, el empresariado industrial se vio beneficiado en lo esencial. La estabilidad política se funda, así, sobre la base de la confianza y el apoyo de la población.
La situación presente —como las mismas autoridades lo han señalado reiteradas veces— es inversa. Los trabajadores han perdido participación en el Producto Bruto Interno y los industriales debieron sufrir los embates de los sectores más concentrados del capital financiero extranjero. Tal cuadro sugiere que el gobierno busca preservar la estabilidad política pero sin poder asegurar los factores de la misma. De ahí la necesidad de implementar el Pacto Social, al que Perón caracterizara en Plaza de Mayo, el Día de los Trabajadores, como salvador de la patria.
La política concertada fue el signo que presidió el cambio de gobierno en los albores mismos del 25 de Mayo de 1973. Es que la insatisfacción popular acumulada a lo largo de 18 años estallaría sin la existencia de un dique de contención. Precisamente, a partir de esta situación, se comprende la insistencia de Perón sobre el tema. El caudillo pudo decir, por ejemplo, el 11 de julio de 1945, que "las enormes ganancias de la industria argentina, desmesuradamente grandes, no podían verse perjudicadas con la mejora de los salarios y de la situación de vida de los trabajadores". En cambio, al explicar la necesidad del Pacto Social, Perón ha dicho que se trata de reconstruir la economía, devastada por una virtual guerra.
Nuevamente, los reclamos sociales y económicos constituyen un límite objetivo de la política oficial. Pero estos reclamos —que en otra etapa fueron satisfechos "desde arriba", aun cuando no hubo solicitudes directas— acompañan un proceso de crisis económica internacional que los empresarios industriales argentinos también contribuyen a pagar. El cuadro presenta, entonces, planos diversos que deberán resolverse a cada paso. Pero una cosa es innegable: el proyecto de Perón es una etapa que todos los partidos políticos y los factores de poder nacionales están hoy dispuestos a transitar extendiendo su colaboración directa. Fuera del esquema quedan, precisamente, los sectores nacionales e internacionales perjudicados por el desarrollo del empresariado industrial argentino y la participación en el poder de las organizaciones sindicales. Y es claro que estos sectores harán lo suyo para torpedear el proyecto.
PANORAMA, MAYO 9, 1974

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