Caminamos desde el set destinado por Sono Film
para las grabaciones de canal 11 hasta el comedor. Es alto, sin
duda; de una buena contextura, calzado con un par de pantuflas
marrones, un traje gris sobre las rayas del viejo pijama. Es su
vestuario para la mayor parte de la comedia que está grabando. Por
primera vez un canal de televisión proyectará la imagen del actor
más "serio" y talentoso de nuestro país, Alfredo Alcón, metido en un
vodevil. —¿Cómo surgió la idea de una comedia para Alfredo Alcón?
—En realidad, hace tiempo que tengo ganas de hacer comedia, sólo que
no encontraba un libro que me gustara. Después, cuando leí las obras
completas de Mihura, se me apareció ésta que es ideal para
televisión.
—¿Quiénes son los encargados de elegir las obras para
el ciclo? —Se eligen entre Osvaldo Bonet, la productora Devill,
del Boca (que es el director de cámaras) y yo. Después van surgiendo
los actores ideales para cada papel. Si no están ocupados se los
llama. Es el caso de Héctor Alterio, por ejemplo, que es un
magnífico actor, yo siempre tuve ganas de trabajar con él. No tenía
idea de que estuviera haciendo televisión hasta que lo vi con el
grupo de Stivel en Cosa Juzgada.
—¿Le gusta ver televisión?
—Sí, me gusta, me entretiene y me descansa también. Lo veo a Stivel,
como le dije; ¡ah!, y a veces veo El Botón porque me divierto
muchísimo, sobre todo con Olmedo. Pero prácticamente no tengo tiempo
para ver televisión.
Nos sentamos a una mesa del comedor de los
estudios. Alrededor de nosotros los integrantes del elenco de 'Tres
sombreros de copa', de Miguel Mihura, parecen los Cómicos de la
Legua. Vestidos de las formas más diversas, se entremezclan un
cazador con un negro, un acaudalado señor de levitón y polainas, la
mujer barbuda, las "girls", muchachos endomingados y un viejo con su
gorra calada hasta las cejas. Parece una troupe lista para salir
detrás de su carromato en dirección al próximo pueblo de provincia.
También Alcón participa del clima de viejo circo con su pelo muy
despeinado y su manera expresiva de decir.
—Me siento muy bien,
es la primera vez que grabando teatro tengo hambre. Cuando
parábamos, haciendo Calígula o Israfel, yo sentía una opresión.
Arrastraba la angustia del personaje y me costaba comer. Pero este
ritmo de la comedia me hace sentir bien.
—¿Es difícil hacer
comedia? —Sí, claro, no es fácil. Porque la comedia tiene esa
chispa que hay que captar en seguida. Utilizar el gag, pescarle el
ritmo. Nosotros hicimos el mismo trabajo que para las demás obras.
Ensayamos durante 20 días y la grabamos con todo cuidado. Osvaldo
(Bonet) hace la puesta y la marcación de actores, y del Boca el
trabajo de cámaras.
—¿Después ve en su casa el programa?
—No,
no lo veo cuando va al aire porque todavía tengo muy fresco todo lo
que hicimos en la grabación. Necesitaría un año, por ejemplo, para
verlo con la inocencia del espectador, sin acordarme muy bien de
cada secuencia.
—¿Desde qué hora está en el estudio?
—La
grabación empezaba a las ocho de la mañana, pero hay que estar antes
para maquillarse, vestirse y prepararse. Así que yo a las cinco puse
el despertador, para no tener que levantarme en seguida que suene.
Hoy estaremos hasta las nueve de la noche más o menos. Cuando
hicimos Calígula terminamos a las dos de la mañana. Es francamente
agotador. Son 100 minutos de película que hay que grabar en un día.
100 minutos en cine se hacen en tres meses. Claro que en televisión
hay diferencias, porque el cine es fundamentalmente trabajo del
director. En cambio, en televisión el actor puede crear hasta el
mínimo detalle de expresión. Como en los teatros chicos, no se
requieren gestos ampulosos para que se vean desde la última fila. El
trabajo es más cuidado, se aprovecha mejor.
Dentro del set, tres
cámaras accionan sobre dos escenarios separados por una medianera de
rigurosa utilería. La "troupe" en pleno ensaya sus partes o está
atenta a los monitores. Fernando Vegal, corneta en mano, se pasea
como un lindo viejito, loco y mimoso. Menchu Quesada, desde su
increíble mujer barbuda, teje con toda tranquilidad, como
corresponde a su personaje. El clima de Tres sombreros de copa es
disparatado. La mayor incoherencia parece recorrer la obra, que
mantiene pese a su locura una línea hasta el final. Dionisio
(Alfredo Alcón) es un tímido muchacho que se enreda desprevenido en
el ambiente de los cómicos. Walter Santa Ana es el iracundo negro
que acompaña a Paula, una "girl" alegre y sentimental creada en
forma impecable por Norma Aleandro. Todo se conjuga para hacer un
gran "show" del año veinte, muy rococó y juguetón.
María Ammi
Fotos: Luis Gemelli
Revista Gente y la actualidad
05.06.1969
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