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Es frecuente el ejercicio de la
censura cuando están en juego
presuntas manifestaciones sexuales o
subversivas. En los últimos años,
hasta el clero —tradicionalmente
intocable— se vio sometido a un
estricto control ideológico a través
de presiones del gobierno sobre la
Conferencia Episcopal o sobre algunos
de los obispos a cargo de los curas
cuestionados. Fue una clara excepción,
en ese sentido, el caso del
tercermundista Alberto Carbone, quien
en julio de 1970 pasó directamente a
disposición del Poder Judicial por
supuesta participación en el secuestro
del general Pedro E. Aramburu.
Obispo Angelelli: Censura a la Iglesia
Sin embargo, hasta el
presente, la tijera oficial no había cercenado la
prédica de los obispos argentinos que, además de
ser cabezas de la religión del Estado, son
funcionarios nacionales por acuerdo con la Santa
Sede. Hubo, sí, una salvedad en 1969, cuando
monseñor Alberto Devoto, diocesano de Goya,
"renunció voluntariamente" a un programa radial al
requerírsele que sus sermones fueran previamente
leídos por directivos de la emisora. El 13 de
diciembre último, la dirección de LV 14 de La
Rioja, que integra la red Splendid, levantó sin
previo aviso ni mención de causas el espacio de
una hora en el que el obispo Enrique Angelelli
trasmitía cada domingo la misa y la predicación a
los 150 mil fieles de su provincia. De inmediato
se movilizaron las comunidades católicas para
repudiar la medida. "La prohibición —se dijo— toca
muy a fondo las relaciones entre gobierno e
Iglesia." Desde la Capital Federal se intentó
neutralizar la trascendencia del episodio con el
envío de Jorge Oesterheld, gerente general de
Emisoras del Interior, pero el emisario reconoció,
al regresar, que "mi trabajo era recoger
información". Declaró que desconocía, además, "de
dónde habría partido la orden de impedir la
irradiación". Según el director de la emisora, esa
orden fue trasmitida telefónicamente desde Buenos
Aires. Sin querer, Oesterheld exasperó aún más
a empleados, obreros, amas de casa, docentes,
representantes de barrios y pueblos, quienes,
nucleados en una Jornada de Pastoral, proclamaron
que "de esta violencia son también responsables
aquellos que se escudan tras la pantalla de una
orden superior, especialmente si esa orden no
tiene firma ni cara". Por su parte, el
censurado Angelelli no se resigna porque "se me
sigue diciendo que la superioridad decidió
levantar la misa, pero aún no conseguí saber quién
es esa superioridad". Sus sacerdotes también se
indignaron solidariamente ante una actitud "que no
pasa de ser una forma hipócrita de tirar la piedra
y esconder la mano". En todo caso, a quince días
del ultimátum, se desconocen las causas y se
ocultan los responsables de la medida. "Eso es lo
que más indigna", se quejan los feligreses
riojanos.
NO LEVANTAR LA VOZ. Entretanto el
obispo, acostumbrado al juego limpio, queda
descolocado ante el enemigo invisible. Se
conforma, entonces, con ironías: "A esta altura de
la vida, no se nos puede convencer fácilmente de
los Reyes Magos". Según sus explicaciones
—refrendadas por el clero de la provincia y los
fieles—, los sermones radiales se limitaban a
"iluminar desde la fe la vida concreta de los
cristianos". No disimula, sin embargo, que la
emisión de LV 14 le significó durante años "la
mejor comunicación con todo mi pueblo". Por cierto
no es la única, atestiguan los feligreses: "Casi
siempre recorre los pueblos de la montaña y el
desierto, moviéndose en ómnibus, jeep o caballo",
según la emergencia. De esas visitas —se asegura—
extrae Angelelli el contenido social que vuelca
sin tapujos en sus prédicas de los domingos. El
veto de los censores se apoyaría, al parecer, en
el hecho de que la audición facilitaba "las
disolventes arengas de un obispo tercermundista,
dirigidas a los marginados de La Rioja". Por otra
parte, en medios allegados a Angelelli, se
descuenta que el contenido y metodología de los
sermones colmaron la irritación de sus
adversarios, incluidos algunos miembros del actual
gobierno provincial, que consideran al obispo un
crítico destructivo del régimen. Más allá de la
individualización de los responsables que
motivaron la escaramuza, se generaliza entre los
católicos de avanzada la convicción de que "ni los
obispos podrán hablar con libertad si se refieren
con realismo a la situación socio-económica del
país".
LOS RAYOS DE LA TORMENTA. Alberto
Devoto y Enrique Angelelli —únicos diocesanos
censurados por el poder civil, en lo que va del
siglo— pregonan ante el pueblo y gobierno los
postulados de Medellín y reclaman, con énfasis,
"más justicia e igualdad, puesto que todos somos
igualmente hijos de Dios". En 1969, Devoto se
quejó ante sus feligreses de Goya de que "en los
países llamados democráticos como el nuestro,
frecuentemente se elude el cumplimiento de las
leyes cuando éstas perjudican los intereses de los
más fuertes, mientras son aplicadas con rigor
cuando defienden los intereses de los poderosos en
perjuicio de los débiles". Dos años más tarde, en
septiembre, su colega de La Rioja empuñó la misma
espada: "Existen muchos hermanos argentinos que
están padeciendo toda clase de atropellos a su
dignidad de persona humana y de hijos de Dios. No
se construye una nueva sociedad con torturas,
delación y calumnias". Y agregó: "Oramos por
quienes tienen la responsabilidad de gobernar,
para que vean la real situación de nuestro
pueblo". Los aludidos no interpretaron la frase
como un ruego, sino como una bofetada. Poco
después, el subsecretario de Interior, doctor
Guillermo Belgrano Rawson, desafió al obispo
Angelelli a "reeditar el milagro de la
multiplicación de los panes" en vez de hablar
sobre cuestiones sociales. Sin pelos en la lengua,
Angelelli manifestó que "a 1.200 kilómetros de
distancia, ese señor no puede advertir ni
apreciar que, en nuestra provincia, lo que
afirmamos es la cruda realidad y no ocurrencias de
adolescentes". De acuerdo con la tradición, la
Conferencia Episcopal Argentina se ha desentendido
del caso —lleva dos semanas de silencio— y parece
abandonar al colega de La Rioja. Algunos
observadores eclesiásticos interpretaron que "la
falta de pronunciamiento de los obispos respalda
—por omisión— la política represiva de la radio y
no condice con la defensa de la libertad de
expresión proclamada por el Concilio Vaticano II".
No en vano el mismo monseñor Angelelli reconoció
en estos días que "los obispos argentinos no
respondemos ya como cuerpo al Concilio". No
especificó a qué otras directivas responden, en
cambio. J. J. R. (Nota: probablemente se trate
de Juan José Rossi) PANORAMA, DICIEMBRE 28,
1971
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