Vida moderna
El arte de buscar una localidad

Localidades en venta
Casi no hay espectador de cine que alguna vez no haya pagado por sus entradas mas de lo que valían. Pero esa recalcitrante costumbre parece a punto de ser cercenada: hace menos de 15 días, el Tribunal Municipal de Faltas dispuso aplicar penalidades a los boleteros que oculten o renegocien las localidades. No aclaró, sin embargo, de qué medios se valdrá para interrumpir una actividad que, pese a ser ilícita, tiene una solidez casi institucional.
En todos los cines principales suele haber cuatro empleados para el expendio de entradas; a las 10, cuando se abren las ventanillas, se pone en exhibición un tablero completo de localidades (los únicos huecos corresponden a las que ya fueron reservadas para los diarios, como canje por la inclusión de sus programas en la cartelera). Luego de vender a 10 ó 12 personas, los boleteros empiezan a retener algunas entradas más de las que les solicitan, hasta completar unas 40 por día. Cuando el tablero se vacía, los empleados apelan a sus reservas personales, mediante una propina de 50 pesos promedio. En los casos de films de notable éxito (Los diez mandamientos, Espartaco, Cleopatra, La conquista del Oeste) obtienen unos 2.000 pesos por día, lo que entraña una ganancia neta de 60.000 mensuales. Esta cifra se reparte juiciosamente entre los cuatro hombres que comparten la boletería.
Una variante de este subterfugio son las empresas mixtas, integradas por boleteros y exhibidores; casi siempre, estas empresas operan sólo en pequeñas salas suburbanas o en cines menores del interior. En algunos cansos, los exhibidores acceden a participar de la maniobra "para eludir problemas impositivos". La clave del juego está en las funciones numeradas (denominadas vermouth, 1ªv noche, 2ª noche): a veces, imprevistamente, esa numeración es omitida, con lo que resulta imposible, o poco menos, verificar la cantidad de espectadores que asisten a la exhibición. Si ingresan a la sala mil personas, por ejemplo, puede declararse la mitad, sin que haya manera de probar la veracidad del informe. El 50 por ciento de los talones de control queda en los bolsillos de quienes cuidan el acceso. Las ganancias suelen ser distribuidas por los propios empresarios, y nadie ha podido establecer el porcentaje que sus empleados reciben por tal complicidad. De todas maneras, es casi seguro que la maniobra acrecienta en una cuarta parte sus magros sueldos (8.500 pesos promedio).

Bajo la cresta de la ola
Al margen de estos tradicionales sistemas de retención, han comenzado a pulular algunas sólidas empresas de reventa no rozadas por la disposición del Tribunal de Faltas. A primera vista, tampoco parece haber motivos para eso.
Las más antiguas de estas organizaciones, "Carlitos" y "Obertelo", han sido bautizadas con el nombre de sus ejecutivos. Ambas pagan a cada diario una cifra que oscila entre 1 millón y 3 millones de pesos anuales por los vales que éstos reciben de los cines a cambio de la inclusión de sus programas en la cartelera. Esos vales son, a su vez, vendidos a los espectadores con un descuento del 50 ó 40 por ciento del precio de boletería, pero cada adquirente debe abonar además los impuestos legales para poder entrar en la sala.
"Carlitos" tiene la concesión de las carteleras correspondientes a Clarín y Correo de la Tarde; "Obertelo", las de La Razón, El Mundo y El Siglo. Por su parte, La Prensa y La Nación no ceden a nadie sus vales; se contentan con venderlos entre sus empleados' y colaboradores.
A estas dos organizaciones madres se ha sumado ahora la agencia Corro, uno de cuyos dueños, Carmelo Corro, es un ex ejecutivo de "Obertelo". Sus localidades provienen de un canje por la exhibición de carteleras en la galería de Lavalle al 700 y por la exposición de afiches de films. A menudo, ese canje no sólo asume la forma de entradas: también las distribuidoras suelen compensar sus servicios con perfumes o bebidas. "El negocio es el negocio —dice Corro—, y hay que aceptarlo como viene." Aunque se mostró reticente para confesar cifras, indicó que su agencia vende unos 12.000 pesos diarios en concepto de localidades y que sus ganancias netas se aproximan a los 50.000 mensuales.
En 1963, también nació Ticket, una agencia de viajes (que edita una publicación mensual para turistas) a cargo de Ana María Cazenave, ex secretaria de Alvaro Alsogaray. Fue ella quien definió a su empresa como "vendedora de entradas a la manera europea": entre los servicios que proporciona a sus abonados está la obtención de localidades preferenciales, compradas directamente en las boleterías y revendidas con una ganancia que oscila entre el 15 y el 20 por ciento. Según una versión, los empleados de ventanillas percibirían un tercio de esos beneficios. De todas maneras, la señorita Cazenave subrayó que "no nos gustaría vernos unidos informativamente junto a otras organizaciones dedicadas a la venta de entradas. El servicio de Ticket tiene un matiz muy diferente".

Los menores del grupo
En el último escalón de este mundo complicado asoman los revendedores callejeros, cuya más notoria figura es el llamado 'Voz de perro', que opera en Lavalle entre Esmeralda y Suipacha, verdadero núcleo de la zona de cines. Disputándose los escasos puntos libres de esa área, suelen surgir también algunos representantes de organizaciones clandestinas, que acaparan localidades para los grandes estrenos y las venden a último momento por una cifra dos o tres veces superior a su valor real. Las empresas ya establecidas protestan acremente contra estos competidores, "quienes no sólo despliegan una actividad penada por la ley sino que también arruinan deslealmente el negocio".
Nada es demasiado transparente en todo este proceso; quizá por eso, el Tribunal de Faltas no ha explicado todavía a qué recursos apelará para echar por tierra (y en poco tiempo) un negocio que es casi tan añejo como el espectáculo mismo.
Primera Plana
22 de octubre de 1963
 

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