"La privatización trajo notables beneficios, y
ahora estamos dedicados a revitalizar cada sector del país. Pronto
la Legislatura y el Palacio de Justicia se animarán con una serie de
juicios a los personajes malos de los cuentos; participarán actores
profesionales y el tribunal se compondrá con los niños visitantes."
El domingo pasado, bajo un sol que parecía calcinar las baldosas de
la calle principal, Cándido Moneo Sanz (59) intentaba trazar ante
Panorama un mapa aproximado de los proyectos que lo enfervorizan.
Titiritero y cineasta, ex director de la Escuela de Cine de La
Plata, ahora está a cargo de la coordinación de las actividades
artísticas de 'El País de los niños', la ciudad en miniatura
enclavada en Manuel Gonnet, sobre el camino General Belgrano, a
pocos kilómetros de La Plata y 36 de la Capital. "Intentamos
conformar un complejo recreativo-cultural donde los niños no sólo se
diviertan; queremos que una visita a la ciudad sea, al mismo tiempo
que un entretenimiento, una excursión educativa", sostiene Moneo
Sanz. La escalada progresista de los últimos dos años (en 1968 la
explotación del conglomerado se otorgó al estanciero Mateo
Santander) confirma sus objetivos: se repararon caminos, se
perfeccionó el sistema eléctrico, el moblaje se hizo más refinado y
la pintura y la limpieza se convirtieron en tareas cotidianas. El
conjunto adquirió en poco tiempo la perspectiva de una vasta
escenografía puesta a punto para ser dinamizada por los héroes de la
fantasía. Claro que llegar a este florecimiento costó dos décadas de
marchas y contramarchas: 'El País de los niños' fue inaugurado en
1949 durante el gobierno peronista.
UNA VIEJA HISTORIA. Las
42 hectáreas que componen el fantástico territorio (anterior a
Disneylandia) fueron expropiadas al Swift Golf Club y se urbanizaron
en 3 años; se calcula que las obras costaron 50 millones de pesos
viejos, una cifra que hoy sería 100 veces superior. Semejante
inversión quedó en manos del Ministerio de Bienestar Social de la
provincia que —después de haber ensayado un ineficaz y prolongado
gobierno— decidió licitar su privatización. La iniciativa
despertó una compacta oposición. Se argumentó que, al pasar la
ciudad a manos privadas, se desvirtuarían los propósitos de la
expropiación constitucionalmente admitida para fines de uso público.
También se dijo que los 2 millones de pesos fijados como base no
señalaban una sólida razón económica. Pero en lo que más se
enfatizó, obviamente, fue en la inexplicable incapacidad oficial
para su aprovechamiento. Sin embargo, la idea ministerial
prosigue y la concesión (por un período de 5 años y opción por otro
igual) favoreció a Santander (45), propietario de una extensa
plantación de papas en Balcarce. "Esta es una actividad arriesgada.
Una lluviecita, algunas nubes, y la gente desaparece. La cosa se
hace difícil: el presupuesto anual del país significa la erogación
de 40 millones, repartidos entre sueldos —cerca de 100 empleados—,
seguros y mantenimiento. Además, no recuperé todavía ni el 10 por
ciento de lo que invertí. Y lo único que salva la plata es la gran
satisfacción espiritual." Para los responsables oficiales, la
dirección actual es un buen negocio. "Durante años contabilizamos
pérdidas; ahora, al menos, nos desentendemos de preocupaciones
financieras", aclara Oscar Yorlano (40), veedor del ministerio. El
arrendamiento —explica— cuesta a Santander 8 millones por año, suma
que no cubren los miles de visitantes que llegan los fines de
semana: apenas oblan 30 pesos por entrada.
VIDA Y MILAGROS.
Castillos, torres, puentes y cúpulas dan una imagen arquitectónica
heterogénea, pero no desmienten la intención original: reproducir en
pequeña escala el mundo de los adultos creando un habitat propicio
para el vuelo de la imaginación infantil. Esta imagen de cuento de
hadas enfrenta un patio español con un teatro griego y un palacio
oriental; no falta, tampoco, ninguna de las instituciones que hacen
a una estructura urbana: cuenta con destacamento policial, cuerpo de
bomberos, capilla y servicio asistencial. Una de las calles
céntricas —que desemboca en la Plaza de las Américas— reúne las
atracciones comerciales: chichería, agencia de turismo, heladería,
restaurante, coexisten en una doble hilera de pequeños negocios.
"Nuestros mejores clientes son los turistas extranjeros: chilenos y
brasileños", confiesa la empleada Alicia Polo de López (25), a cargo
de la juguetería. María Eva Jaime (20) vende postales
tridimensionales y opina como la López: "Mis ventas se concentran
especialmente en los visitantes americanos", aprueba. Vehículos
espaciales, kartings, un tren Decauville a vapor y una veloz lancha
atraviesan la totalidad de la city, incluyendo su lago artificial.
Pero los fervores de Moneo Sanz se descargan ahora sobre el grupo de
museos en gestación; ya funcionan uno de muñecos (con 1.500
ejemplares de todo el mundo) y otro de aeronáutica, lo mismo que un
incipiente reservorio de Ciencias Naturales. El turno le
corresponde, en los próximos meses, al museo de la Navegación, que
se está reorganizando. Exhibiciones cinematográficas, teatrales y
funciones de títeres suelen animar el movimiento del villorrio.
"Para los carnavales, daremos un golpe espectacular: desfilarán los
personajes de todos los cuentos famosos", pronostica Moneo Sanz.
Revista Panorama 02.02.1971
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