Economía
Una nueva línea de reformas
para no abrazar el control de cambios

Control de cambios
Desde mucho antes de conocerse la integración del equipo económico del gobierno que asumió el sábado último, distintos observadores de la actualidad financiera coincidían en señalar que la actitud que se tomara respecto del problema cambiario sería uno de los aspectos claves que llevarían a la comprensión de toda la conducción futura y en gran medida la determinarían. El problema puede plantearse de dos maneras:
« Desde un punto de vista, se conjeturaba que si el gobierno de Illía se propone aumentar la circulación monetaria aprovechando que ha vencido hace dos semanas el convenio de stand by con el FMI, que fijaba topes, no podrá evitar que parte de esas disponibilidades se trasladen al mercado cambiario y hagan declinar la cotización del peso. En esa hipótesis puede surgir como paliativo la idea de aplicar el control de cambios. Desde otro punto de vista, se hacía notar que la aplicación del control de cambios produciría, a su vez, un efecto de relajamiento de la disciplina interna, particularmente en el orden presupuestario. La presencia de un cambio constante, aunque fijado artificialmente, podría servir para ignorar los efectos de una financiación exagerada de los gastos públicos por el crédito, es decir, mediante el emisionismo, tornando estériles los esfuerzos de contención realizados hasta el presente.
El problema fue analizado con detenimiento por la Comisión Honoraria de Reactivación Industrial, que produjo su informe hace dos semanas; pero el capítulo respectivo, inspirado por el doctor Eusebio Campos, no encontró la misma repercusión que los aspectos más directamente vinculados a la recuperación de la industria.
Inicialmente, el capítulo recuerda que el tipo de cambio no es un resultado artificioso, sino la relación última entre los precios internos y los precios externos. En consecuencia, el tipo de cambio óptimo sería aquel que permitiera obtener un cierto equilibrio entre las transferencias en favor y en contra de un país.
La idea que parece más atrayente —continúa—, presentada como una alternativa que no implicaría modificaciones fundamentales al régimen de libertad cambiaría, es la creación de dos mercados. Esa idea fue aplicada recientemente en tres países sudamericanos (Brasil, Chile y Uruguay) cuyas experiencias vale la pena consignar:
• En Brasil, los dos mercados terminaron haciéndose oficiales y se ha implantado ya un virtual monopolio cambiario. El cruzeiro se ha desvalorizado rápidamente y ya sobrepasó el nivel de mil unidades por dólar. Esto demostraría el error de tratar de mantener estable un tipo de cotización mediante el control de cambios, cuando toda la economía y las finanzas del país están sometidas a una presión inflacionaria creciente.
• En Chile, el sistema se implantó en enero de 1962 estableciendo un tipo de 1,03 escudos por dólar en el mercado libre y 1,35 en el financiero, llamado de corredores, reglamentándose, además, minuciosamente las operaciones que podían cursarse por uno y otro. A poco más de un año y medio de aplicación del sistema, el tipo del mercado libre bancario es de 1,90 por dólar, el de corredores de 3 escudos por dólar y se ha prohibido a las casas de cambio operar en el mercado. Es decir que el control de cambios no sirvió para lograr la permanencia de un tipo fijo.
• En Uruguay, el sistema basado en un tipo de cambio fijo está seriamente perturbado, la cotización del dólar se duplicó en corto tiempo y el Banco de la República atraviesa, por eso, por serias dificultades. Las razones son las mismas que las mencionadas en los casos anteriores: déficit presupuestario, tipos de cambios no realistas que se convierten en un fomento de las importaciones y en un castigo a las exportaciones, etcétera.
La conclusión final de estas tres experiencias es: "El control de cambios no es la panacea en que muchos piensan como solución para los problemas nacionales. Tampoco satisface el anhelo que está subyacente en muchos de los propugnadores, de que sirva para mantener un tipo estable y al mismo tiempo seguir una política interna de emisionismo, desarrollo mal financiado, alzas de salarios sin incremento de productividad, etc. y tener libertad para dar subsidios a un sector económico o social en detrimento de otro."
Seguidamente se analizaron algunas experiencias nacionales del largo período, de control de cambios que vivió el país entre el 10 de octubre de 1931 y fines de diciembre de 1958, en el que se sucedieron diversos sistemas: monopolio estatal de compras y ventas de divisas, mercado oficial y mercado libre paralelos, mercado libre con tipo fluctuante o con tipo fijo, cupos de importación, tipos fijos únicos o múltiples de importación y de exportación, aforos de importación y exportación, licitaciones de divisas, congelación de cuentas de titulares del exterior y cupos para transferir servicios financieros. Su resultado fue la creación de un ambiente de inmoralidad y de frustración general, que hizo imperativa su anulación.
El documento juzga conveniente recordar estos antecedentes para señalar que el control de cambios generalmente comienza con medidas aparentemente razonables y lógicas, porque el sistema de los dos mercados parecería permitir el mantenimiento de la estabilidad del cambio comercial y, por lo tanto, eliminar toda gravitación de las variaciones del tipo financiero sobre los precios internos. Pero se olvida —acota— que cuando el tipo de cambio financiero se aleja del nivel del mercado comercial, inmediatamente se producen las maniobras tendientes a subvaluar las exportaciones y sobrevaluar las importaciones, operaciones que provocan la aplicación de controles cada vez más estrictos que, con ritmo veloz, llevan a medidas como la fijación de cupos de importación y el control al detalle de las exportaciones.
Por otra parte, el control permitiría ir viviendo en continuo déficit fiscal con emisiones y en alzas de salarios que no corresponden a aumentos de productividad, es decir llevando una vida sin sacrificios momentáneos, pero hipotecando el futuro y, además, otorgando subsidios tan sutiles como los provenientes de los tipos de cambio diferenciales a determinados sectores, con cargo a toda la colectividad. El régimen actual de liberación cambiaría, en vez, tiene la virtud principal de denunciar públicamente, mediante la fluctuación del tipo de cambio, que algo anda mal en la economía y en las finanzas.
Sin embargo, el informe de la Comisión de Reactivación admite la introducción de mejoras y variantes susceptibles de perfeccionar el sistema sin llegar al control de cambios. Entre ellas recomienda:
• El Banco Central debe vigilar más de cerca la actuación de los bancos autorizados a operar en cambios y de los corredores de cambio; puede determinar las posiciones que los bancos deben mantener en divisas para evitar que en momentos como los actuales, en que mejoró la liquidez bancaria, esas mayores disponibilidades se transformen en divisas presionando sobre el mercado.
• Debería vigilarse que las operaciones efectuadas en el mercado respondieran a operaciones reales con clientes y no a compras o ventas realizadas por operadores sin tener destinatario real en su clientela, extendiendo estas normas a los exportadores para facilitar una fluidez más continua en la oferta de cambio en el mercado.
• Debería vincularse el aspecto cambiarlo y el crediticio, restringiendo el crédito a las firmas que poseen activos líquidos o realizables en divisas.
• Los depósitos en moneda extranjera y los préstamos y demás créditos en dichas divisas deberían quedar sometidos a las mismas normas del Banco Central que rigen para las operaciones en moneda nacional, incluso la obligación de mantener el efectivo mínimo que corresponda. de acuerdo con la naturaleza del depósito.
• La atención de las necesidades de divisas de las reparticiones públicas constituye una constante preocupación por su magnitud total y por la concentración de la demanda en fechas fijas. En la medida en que esas fechas se conocen con anticipación se podría formular por el Banco Central un plan anual de necesidades de divisas de las reparticiones y programar las compras durante todo el año, diluyendo así el impacto de esa demanda.
Todas estas medidas sugeridas por la Comisión Honoraria de Reactivación Industrial constituyen el repertorio de reformas al régimen de libertad cambiaría que podrían adicionársele sin desnaturalizarlo y eran objeto de estudio, durante las dos últimas semanas, por parte de las flamantes autoridades del gabinete económico. En los medios vinculados a la actividad empresaria, entre tanto, se esperaba que se constituyeran en un línea de resistencia lo suficientemente fuerte como para no hacer pensar a esas autoridades en la implantación lisa y llana del sistema del control de cambios.
Revista Primera Plana
15.10.1963

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