Recuerdo:
MARECHAL y EVA PERON

Seguramente entre algún verso y alguna frase soltados por esa pluma colosal que manejó Leopoldo Marechal habrá transitado —aunque en forma metafórica y figurativa— el duende de Eva Perón. Ahora desde el cielo., quien sabe junto a quien, nos propondría volver a caminar por las páginas de "Adán Buenosayres" o de "Días como flechas" y sentir en ellas la pasión, la nostalgia... y otras tantas cosas... En ese legado literario y testimonial resulta obvio inquirir sobre alguna anécdota [a Elbia Rosbaco de Marechal] que relacione al escritor con Evita.



Elbia Rosbaco de Marechal
"La primera vez que pude hablar con ella —cuenta la señora de Marechal en un conocido semanario— fue durante esa misma estadía en Mendoza, a fines de 1950, cuando cerrando el año de homenaje al General San Martín en el centenario de su muerte, se estrenó la cantata sanmartiniana, sobre texto de Leopoldo, con música del maestro Perceval, en el cerro de la Gloria. En el escenario que se había preparado especialmente había mil personas, entre integrantes de coros, solistas y músicos de la sinfónica del Estado y la orquesta estable del Colón. Y entre el público en medio de 17.000 personas, estábamos Perón, Evita, Leopoldo y yo. Hacía seis meses que me había casado y sentía extraño aquel mundo oficial que había llegado por mi boda.
Se lo comenté a Evita y ella me dijo: "El amor y la felicidad son las bases de la pareja. Luego vendrán el parentesco de ideas entre ustedes dos y hasta van a parecerse en la manera de ser". Cuando le contesté que eso ya se daba entre nosotros, me dijo: "Entonces nada será pesado a tus espaldas, porque hasta las más grandes cargas pesarán menos que el humo. El amor cubre vías de felicidad, aún cuando tengas que enfrentarte con fuego, concentrado". Al día siguiente ella y Perón regresaron a Buenos Aires. A ella no volví a verla hasta el estreno de "Antígona Vélez", un drama escrito por mi marido, y que fue estrenado el 25 de Mayo de 1951, en circunstancias muy especiales; pasó lo siguiente: a principios de 1951 José María Fernández Unsain, que dirigía el teatro Nacional Cervantes, le pidió a Leopoldo su "Antígona Vélez". El lo entregó, pero tenía solamente ese original, sin ninguna copia. La actriz que debía desempeñar ese papel protagónico (creo que era Fanny Navarro) perdió el original en un viaje a Mar del Plata. Entonces, el tiempo empezó a transcurrir sin que comenzaran los ensayos. Eva Perón adivinó los motivos de la demora. Informada de lo que ocurría, se indignó. Le ordenó a Apold que le solicitara el original a Leopoldo, porque el estreno se había fijado para el 25 de Mayo. Leopoldo le respondió que no tenía copias, sino los revueltos manuscritos del original y que reconstruir la obra le llevaría tiempo. Apold insistió durante varios días, y Leopoldo se negó a encarar un trabajo precipitadamente, y también a que se presentara la obra prácticamente sin ensayos. Una mañana, luego de haber fracasado en su insistencia Apold le dijo a mi marido, por teléfono, que alguien quería hablarle. Entonces Leopoldo oyó la voz de Evita, que lo saludaba con ese encanto tan personal y que le pedía que, dada su condición de gran poeta y peronista, hiciera el esfuerzo de entregar la obra lo antes posible. Ganado por el encantamiento, él se puso a trabajar. Le llevó todo el día y la noche siguiente. Yo, a su lado. Los dos trabajamos sin descansar un solo minuto. Esto lo cuenta el propio Leopoldo en un diálogo que fue transcripto por Alfredo Andrés en su libro "Palabras con Marechal". Lo que no contó Leopoldo es que esa noche del 15 de Mayo de 1951, mientras él escribía, afuera, en medio de una tormenta terrible, los empleados del Cervantes iban y venían, llevando los originales al teatro, donde los fotocopiaban para entregar un ejemplar a cada actor. A la tarde siguiente, ante nuestro querido Enrique Santos Discépolo y la compañía, Leopoldo leyó la obra. Bajo la dirección de Enrique la obra se estrenó el 25 de Mayo y fue un éxito de público y ante la crítica. Esa noche del estreno —acota la esposa del escritor— sería también la última noche que vi a Eva Perón con vida".
Eva y Perón. Un poder que asimismo, no les pertenecía en absoluto en forma individual, sino que era un poder "por delegación". Dicho con más claridad: los respaldaba el poder del pueblo. Una píldora difícil de tragar, en verdad.
Fascículo 17 de La Historia de Eva Perón
circa 1982

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