ELECCIONES Las mismas voces, el
mismo ámbito
Para muchos —sobre todo políticos— este proceso fue también el más
difícil y riesgoso de los últimos tiempos.
Apuntan para ello a que nunca las marchas y
contramarchas del gobierno militar, las
medidas tomadas para evitar el regreso de
Perón, los irregulares procesos de integración
de los distintos partidos y alianzas, oscurecieron tanto el panorama, hasta el punto
de hacer dudar sobre la concreción del acto
comicial a tan pocos días de que éste se
produzca. Sin embargo, si bien el período
pre-electoral que se vivirá hasta el 11 de
marzo tiene características propias e incluso
novedades como el ballotage, sus similitudes
con anteriores elecciones es hasta cierto
punto notable. No sólo porque las figuras
postuladas en muchos casos son las mismas,
sino por las tensiones y disyuntivas que ha
creado a través de 17 años el peronismo,
factor determinante y desencadenante de los
procesos electorales de los últimos 17 años.
Así, en dos de las tres últimas elecciones, la
del 18 de marzo de 1962 de gobernadores, las
generales del 7 de julio de 1963, los procesos
preelectorales sufrieron tensiones que en
algunos casos también hicieron pensar en una
posible postergación o suspensión lisa y llana
de los comicios.
LAS ELECCIONES ANULADAS. Durante cuatro
años Arturo Frondizi había caminado como un
eximio equilibrista entre un peronismo
opositor decepcionado prontamente por haberlo
elegido en 1958 y las Fuerzas Armadas cansadas
de las actitudes de un presidente que nunca
habían avalado y acicateadas por una guerra
psicológica cada vez más virulenta desatada
desde el interior y el exterior del país. En
este clima cada vez más enrarecido, el
gobierno intransigente debió convocar a
elecciones para elegir nuevos gobernadores y
renovar parcialmente las cámaras, donde el
oficialismo aún conservaba la mayoría a pesar
de la derrota sufrida en manos del
votoblanquismo y la UCRP, en la elección
legislativa de 1960. Para evitar una nueva
catástrofe, Alfredo Vítolo, ministro del
Interior del frondizismo, decide realizar
elecciones piloto en varias provincias: una
forma de medir el comportamiento del
electorado y que dio resultados con suerte
diversa. La Unión Cívica Radical Intransigente
(UCRI) ganó en Santa Fe, mientras que los
conservadores triunfaron en Mendoza. La
cautela del oficialismo tenía razones muy
concretas. Jaqueado por los planteos
militares, la elección marcaría una opción
definitiva y determinante para que Frondizi
culminara pacíficamente su mandato. La
participación peronista a través de la Unión
Popular y otros partidos neo-peronistas de
distintas provincias acrecentaban los odios
"gorilas", que acusaban a los desarrollistas
de estar preparando la entrega del país a los
partidarios del "tirano prófugo". Nada más
errado, por supuesto. En realidad, la táctica
oficialista se basaba en el convencimiento de
que las masas acatarían la orden de Perón de
votar en blanco, con lo cual el triunfo de la
"democracia" quedaba asegurado. Pero la muerte
de Crisólogo Larralde pocos días antes de las
elecciones —una gran pérdida para la UCRP de
la provincia de Buenos Aires, que lo postulaba
a gobernador— y la desobediencia de Andrés
Framini y Augusto Vandor, que hicieron caso
omiso a las recomendaciones del líder
justicialista, dieron por tierra con esos
esquemas. La noche del 18 de marzo de 1962,
pese a las aseveraciones de Alfredo Vítolo a
los militares, los peronistas ganaron en todo
el país, y lo que fue peor, en el distrito
mayoritario: la provincia de Buenos Aires. Esa
misma noche el ministro del Interior renunció
a su cargo, luego que los tres secretarios
militares le exigieron la intervención federal
a los distritos donde la Unión Popular había
triunfado, además de plantearle la
"proscripción del peronismo, sus emblemas y
modos de acción directos o indirectos".
Frondizi aceptó este nuevo planteo que
terminaba con su prestigio y daba un golpe
mortal a su gobierno que concluiría poco
después, con el golpe incruento de la noche
del 28 al 29 de marzo, y donde apareció un
general poco conocido hasta entonces: el jefe
de la guarnición de Campo de Mayo, Juan Carlos
Onganía, quien se negó a respaldar a Frondizi
cuando éste se lo requirió.
EL TRIUNFO
DE ILLIA. La trabajosa sucesión que llevó a
José María Guido a la presidencia —provocada
por la indecisión del general Raúl Poggi y la
inspirada maniobra de Julio Oyhanarte— mantuvo
al poder político a la deriva y determinó el
enfrentamiento de "azules y colorados", bandos
enfrentados en pro y en contra de la salida
electoral. Ganadores los "azules", el famoso
comunicado 150 determinó la necesidad de
convocar a elecciones y "mantener la vigencia
de la Constitución". Su staff, encabezado por
el general Juan Carlos Onganía e integrado por
los generales Enrique Rauch, Osiris Villegas y
los entonces coroneles Alejandro Lanusse,
Roberto Marcelo Levingston y Alcides López
Aufranc, representó la garantía del Ejército
para la institucionalización. Pero las
garantías fueron naufragando a medida que el
proceso avanzaba y la acción psicológica
"pro-colorada" aumentó las discrepancias entre
los mandos castrenses y los partidos que
integraban el Frente Nacional y Popular: la
UCRI, la Unión Popular (peronismo) y el
conservadorismo popular. La táctica militar
se basó en la desarticulación del frente. Se
quiso evitar "un retorno al pasado" que
significaría el triunfo frondizista o
peronista, y para esto se hizo necesario
negociar con el frente un candidato potable
—se habló de Carlos Pérez Companc, Mario
Amadeo y el propio Onganía y en caso contrario
proscribir lisa y llanamente el peronismo.
Oscar Alende, jefe de la UCRI al estar
Frondizi preso en Bariloche, negoció con los
militares recelosos de sus contactos
"colorados" y trató de imponer su propia
candidatura a presidente del frente. Horacio
Sueldo jugó a un desgaste inevitable del
frentismo y trató de restarle votos al
peronismo haciendo contacto con líderes
gremiales —Andrés Framini— o políticos —Raúl
Matera v Antonio Cafiero— del justicialismo".
Américo Ghioldi predicó en el desierto un
"frente antitotalitario", m entras Aramburu no
terminó de decidirse por la táctica a seguir:
por un lado Raúl Ondarts opinaba que debía
proclamarse con urgencia su candidatura; por
el otro Julio Cueto Rúa y Adalbert Krieger
Vasena deseaban mantenerlo como hombre de
reserva para imponerlo en el Colegio
Electoral. A escasos tres meses de las
elecciones —convocadas para el 7 de julio— la
proscripción del frente parecía inminente,
mientras que Alende, por la UCRI, y Arturo
Illia, candidato de la UCRP, afirmaban
enfáticamente que "hay que llegar al gobierno
para terminar desde allí con las
proscripciones": el libreto usado por Frondizi
en 1958. Aramburu consiguió el apoyo de los
demoprogresistas, con lo que compensó el
desaire de los conservadores, quienes
proclamaron su propia fórmula. Emilio
Olmos-Emilio Jofre. El partido que creara
Lisandro de la Torre impuso a Horacio Thedy
como vicepresidente, con lo cual fueron
frustradas las aspiraciones de un gran amigo
del ex presidente: Francisco Manrique, a la
sazón director de Correo de la Tarde, órgano
de prensa que apoyó la campaña de la Unión del
Pueblo Argentino (UDELPA). La orden de Perón
de nombrar candidatos frentistas a Vicente
Solano Lima y Carlos Sylvestre Begnis,
aceptada por Frondizi, obligó a Alende a
romper con la UCRI para mantener sus
aspiraciones presidenciales. En tanto, la
estrategia militar se había modificado en
parte. Campo de Mayo y su jefe, el general
Lanusse, presionaban sobre los alendistas para
desarmar al frente y unificar al radicalismo
en una fórmula común para el Colegio
Electoral; si bien el candidato más potable
seguía siendo Aramburu, la resistencia del
líder ucrista a votarlo en el organismo
colegiado hizo que la línea media del acuerdo
pasara por Arturo Illia, de quien algunos
militares comentaban: "Será un buen presidente
y además se lleva a las mil maravillas con
Onganía". La jugada orquestada por Osiris
Villegas desde el Ministerio del Interior,
bautizada como el Gran Acuerdo Nacional
Argentino (GANA), deshecho definitivamente la
proscripción auspiciada por varios jefes
azules, para reemplazarla por una serie de
medidas destinadas a cercar al Frente:
impedimento para nombrar candidatos a
electores peronistas, por ejemplo. Cuatro días
antes de las elecciones, el Frente Nacional y
Popular decidió la abstención, lo que motivó
un breve comentario del ministro del Interior:
"El gobierno no es el culpable". Matera
intentó formar fórmula con Sueldo, pero fue
fulminado por Perón que ordenó su expulsión
del movimiento peronista, frente a lo cual
el neurocirujano optó por renunciar. Las
elecciones le dieron el triunfo al radicalismo
del pueblo con 2.419.269 votos, apenas el 24,9
por ciento, seguido por los votos en blanco,
con 1.668.175, y la UCRI de Alende, con
1.542.072 votos. Aramburu había conseguido el
cuarto puesto con sólo 654.392 (el 6,7 por
ciento), muy lejos de lo que pronosticaban sus
partidarios, que le adjudicaban 3.200.000
votos, y no demasiado cerca del cálculo que
hacían los frentistas con un millón para
UDELPA, un millón seiscientos para la UCRP y
seis millones para sus candidatos.
EL
TRIUNFO PERONISTA. Arturo Illia si bien no fue
respaldado por la mayoría, contó en cambio,
con un cierto aval militar al comienzo de su
gestión. Sin embargo, en poco tiempo la
situación del gobierno volvió a ser difícil,
fundamentalmente por la oposición de los
partidos frentistas, los problemas económicos
y los disturbios sindicales, donde dos líneas
y un nuevo caudillo aparecen en el horizonte:
Augusto Timoteo Vandor. El "vandorismo"
comenzó a jaquear al oficialismo y a acercarse
peligrosamente a los mandos militares que ya
dudaban que la solución radical fuera la mejor
para el país. El intento de Perón por volver a
la Argentina en diciembre de 1964 sumió al
gobierno en la confusión y aumentó su
descrédito, que se agrava paulatinamente. En
este clima cada vez más enrarecido, el
ministro del Interior, Juan Palmero, convocó a
elecciones generales para la renovación de un
tercio de las legislaturas. El de 1965, tal
vez pueda ser considerado como uno de los
procesos electorales más tranquilos y limpios
de la historia política argentina. Salvo
algunas maniobras de acción psicológica
—camionetas que por altoparlantes afirmaban
que la orden de Perón era votar en blanco— que
no fueron orquestadas precisamente desde el
bando oficial, todo respiraba paz y
tranquilidad; incluso las listas peronistas,
canalizadas a través de la Unión Popular
fueron aceptadas sin problemas. Pero el
radicalismo pudo aumentar sensiblemente su
caudal el 14 de marzo de 1965; con sus
2.600.000 de votos apenas aumentó en 200 mil
los resultados de la elección del 63 y fue
superado ampliamente por el peronismo y los
neoperonistas que en conjunto alcanzaron los
3.400.000 votos. Había perdido bastiones tan
importantes como Buenos Aires y Córdoba,
provincia donde además se dio un hecho
insólito y representativo. En la mesa número
13, donde votó el presidente Arturo Illia, la
Unión Popular consiguió 93 votos contra los 86
alcanzados por la UCRP. Los radicales
consiguieron de todas maneras mantener sus
bloques parlamentarios casi sin bajas, pero la
oposición peronista ahora haría la situación
insoportable. Todos esperaban a marzo de 1967,
fecha en que se renovarían las gobernaciones y
donde el peronismo esperaba dar su golpe
final, como había hecho con Frondizi. No fue
necesario aguardar tanto. PANORAMA. MARZO
8, 1973
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Cuando el próximo domingo algo más
de 14 millones de personas depositen
su voto para elegir entre los
postulados a 12.580 cargos titulares
en el orden nacional, provincial y
municipal, habrá terminado el más
largo ayuno político que sufre el país
desde su integración constitucional:
exactamente 7 años y 361 días desde la
última elección, convocada para
renovar parcialmente las cámaras, el
14 de marzo de 1965.
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