Ciencia y Técnica
La causa de la esquizofrenia
Ecos del descubrimiento del Dr. Fischer

(nota: Ciencia y Técnica era una sección de la revista Primera Plana)

Neuropsiquiatría
Apenas acallados los comentarios que despertó en los medios psiquiátricos argentinos el hallazgo del doctor Edmundo Fischer (PRIMERA PLANA, número 43, pág. 56), durante la última semana se tenía la impresión de que había sonado la hora del balance, Que tal vez, para muchos profesionales, era asimismo la hora de la síntesis,
Húngaro, moreno, de 59 años, colaborador del "Journal of Mental and Nervious Diseases" y de "The Lancet", casado y sin hijos, la personalidad simultáneamente alerta y reposada del doctor Fischer encierra uno de los valores indiscutidos de la ciencia local. Suele afirmar que sus investigaciones se han desarrollado en el Nuevo Mundo un poco por casualidad:
• Tras finalizar sus estudios de medicina en Hungría y Alemania (1929), trabajó en laboratorios universitarios de Breslau y Zurich.
• Residente en Budapest desde 1938, al año siguiente decidió asistir a un congreso científico que se efectuaba en Nueva York. No acababa de arribar a territorio norteamericano, cuando estalló la guerra.
• Optó por radicarse en México, pasó a Chile y llegó a la Argentina en 1948, contratado como jefe del laboratorio de Neuropsiquiatría para Hombres, organismo que se especializa en investigaciones bioquímicas de las enfermedades mentales. El laboratorio está montado y mantenido por un pequeño presupuesto oficial y la ayuda de CISEM (Liga Argentina de Higiene Mental, Asociación Argentina de Ayuda al Enfermo Mental y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas).
El doctor Fischer hace ya tiempo que está preocupado con la posibilidad de probar el origen químico de las psicosis. Han sido varios los investigadores que trataron de localizar drogas alucinógenas en los humores de los esquizofrénicos, debido a que la absorción de éstas por un organismo sano reproduce síntomas pasajeros de locura. Sin embargo, los trabajos por lo general se orientaron hacia la mescalina y sus derivados. Y fracasaron.
Durante las jornadas neurológicas realizadas en Corrientes, tres años atrás, el doctor Fischer presentó su tesis: Era necesario rastrear la probable existencia de bufotenina (N 5 dimetil hidroxistreptomina) en el organismo de los enfermos mentales.
La bufotenina es un alucinógeno que se extrae de una variedad de sapo y de algunos hongos. Fischer se fundaba en el hecho de que era éste el alucinógeno de mayor parecido estructural (en la forma de la molécula) con una sustancia normalmente presente en el cerebro: la serotonina (5 hidroxistreptomina). Por otra parte, ya se había demostrado que en ciertos mamíferos la serotonina se transforma en bufotenina.
A fin de verificar su teoría, Fischer y su equipo (varios médicos psiquíatras, dos bioquímicos y un químico) trabajaron con muestras de orina de cien esquizofrénicos y de cincuenta personas normales. De cada muestra realizaron un proceso de extracción con varios solventes, hasta llegar a una solución en acetona, con la que Fischer hizo una cromatografía en papel.
Se trata de un ensayo que permite tener la casi certeza de la igualdad de dos sustancias. El científico pudo probar que los resultados de todas las muestras pertenecientes a psicóticos eran idénticos a los que se logran empleando bufotenina pura. En los extractos provenientes de individuos sanos, ello no ocurría.
"Esta no es una prueba definitiva —reconoce Fischer—; se necesita extraer cientos de litros de orina para poder aislar una cantidad suficiente de la sustancia y verificar con rigor científico si es o no ese alucinógeno. Nosotros sólo hemos aislado un litro." Pero hace muy pocos meses, investigadores norteamericanos confirmaron su descubrimiento.
Como siempre, la búsqueda de la etiología (causas) de una enfermedad se emprende a fin de desarrollar una adecuada terapéutica. Actualmente, impera una evidente perplejidad entre los psiquíatras sobre los modos de aliviar o, si es posible, curar a los psicóticos.
La hoy irrefutable gravitación de factores físicos en el desencadenamiento de la locura ha conducido a muchos expertos a una revisión de clasificación tradicional de la psicosis en orgánicas (corporales, producidas por tumores, golpes, heridas o degeneración senil del tejido nervioso) y funcionales (estados maníacodepresivos, esquizofrenia, paranoia, psicosis involuti-vas). En consecuencia, la solución estaría en tratamientos igualmente físicos:
•Abandonada casi la temible lobotomía prefrontal (método quirúrgico para "hacer de un loco desgraciado un idiota feliz", según cierta ajustadísima definición), siguen usándose diversas técnicas de shock: insulínico, eléctrico o convulsivo con metrazol. Empero, los profesionales de mayor formación psicológica desaconsejan su empleo abusivo.
•La gran novedad son las psicodrogas halladas en los últimos años y de las que hay muchas variedades. Tranquilizantes como la reserpina y la clorpromazina (del grupo de las sustancias ataráxicas o neurolépticas) calman cuadros violentos, en tanto los estimulantes psíquicos o analépticos (iproniazida, nialamida, metilfenidato, etcétera) dan resultado en depresiones graves. Sin embargo, unos y otros sólo logran efectos efímeros.
Frente a los psiquíatras puramente fisicalistas, otro notable grupo de profesionales prefiere apelar a las terapias (psicoanálisis, terapia de grupo, ocupacional, política de puertas abiertas u open door en los hospicios, tratamiento en el seno de la familia). Ello no supone definirse forzosamente por una etiología de origen psíquico, sino admitir el hecho también evidente de que las terapias consiguen éxitos muy claros en el tratamiento de las psicosis funcionales, se acompañen o no con drogas.
David Liberman (43 años, casado, dos hijos, médico psiquíatra y miembro titular didáctico de la Asociación Psicoanalítica Argentina, especializado en psicoanálisis de esquizofrénicos) elogió a PRIMERA PLANA la seriedad científica del doctor Fischer y se felicitó de su descubrimiento. Pero no se mostró tan propicio respecto de su teoría sobre la causa exclusivamente química de las esquizofrenias.
"El asunto conduce al viejo problema de las relaciones entre lo psíquico y lo somático", dijo. "Es verdad que caducó el reduccionismo psicológico del idealismo, pero tampoco puede suscribirse hoy el reduccionismo materialista de los que ven únicamente el cuerpo o creen que lo psíquico es un epifenómeno de lo físico. No es que me incline por un paralelismo para el que alma y cuerpo siguen cursos idénticos sin influirse. Por el contrario, suelo usar otros dos esquemas que se han propuesto: la teoría del doble punto de vista (desde cierta perspectiva la mente es el cuerpo y viceversa) y la del doble lenguaje (los términos mentales y físicos son dos lenguajes para describir fenómenos únicos)."
Según esta última escuela, "una úlcera gástrica es una melancolía en lenguaje somático", acotó. La evidencia de equivalentes químicos para la esquizofrenia no puede asustar a los psicoanalistas: El propio Freud no dejó jamás de ser somatista. Creía que todas las enfermedades mentales serían reducidas algún día a procesos neurológicos y tratadas con inyecciones y píldoras. Pero mientras las terapéuticas de base neurofisiológica y anatómica fracasaban (en su época igual que ahora), el padre del psicoanálisis comprobó la eficacia de los tratamientos psíquicos.
El método de Liberman consiste en descubrir el idioma de los esquizofrénicos: un movimiento puede representar una idea, una idea puede ser en realidad una palabra y una palabra puede reemplazar un movimiento. El pensar, el sentir y el hablar de estos enfermos están mezclados, pero una vez que se ha desentrañado su código, resultan coherentes.
Un psicótico que él trató gritaba "¡Trieste, Trieste!" Liberman tradujo: quería decir que él mismo no sabía a quien pertenecía y que lo pasaban de uno a otro. Al comunicarle la interpretación, el síntoma desapareció. Otra paciente se movía alternadamente a izquierda y derecha, repitiendo "poesía, dinero, poesía, dinero...". Liberman le explicó que ella sufría porque no podía entender el motivo de que un médico se ocupase tanto de ella: ¿Lo hacía por un interés humano o monetario? Al oírlo, la esquizofrénica pasó del dilema al problema, y la misteriosa are se esfumó. "El psicoanalista es el Champollion de la esquizofrenia", concluyó Liberman.
¿Hay una alteración química también en semejantes casos? "Por supuesto", aseveró el experto. "El fenómeno puede ser estudiado a nivel químico, pero sin olvidarse que están implicados los otros campos." Fischer había comentado a PRIMERA PLANA que a partir de su hallazgo, de verificarse éste, podría ser estudiado el mecanismo productor del alucinógeno en el organismo y tal vez bloqueárselo, a fin de hacer desaparecer la enfermedad, Liberman no quedó entusiasmado con semejante concepción.
"La ciencia —dijo— está abandonando la ingenua causalidad lineal para reconocer el juego de toda una constelación de causas en cada fenómeno. Creer que bastaría una droga para acabar con la locura, significaría haberlo olvidado."
Revista Primera Plana
17/09/1963

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