Eva Perón: las tres obsesiones de su familia
Hay un cuadro de Eva Perón en un metro y medio por treinta que la muestra vestida de tarde. Es en el hall de un palacete de Belgrano residencial. Dirección: Tres de Febrero y Aguilar.

Familia de Eva Perón
En esa esquina señorial tambalea una familia que representa una hebra del tejido histórico del siglo: las Duarte. La jefa de la familia, doña Juana Duarte (73 años, la misma edad de su yerno Juan Perón), yace postrada en sus habitaciones desde la imprevista muerte de su hija Elisa. Tiene el pelo blanco, ligeramente teñido de celeste, y le adorna el pecho un prendedor de rubíes que le regalara Evita. Con ella Vive Blanca Duarte de Álvarez Rodríguez, otra hermana de Eva, y sus hijos Evita (21 años, ciencias de la educación), Blanquita (19 años, maestra, psicología) y Juan (19 años, mellizo de la anterior, medicina). "Tengo un hijo ya grande —explica Blanca— que se llama Justo. Tiene 25 años y es abogado. Cuando se casó, hace un mes, esta casa se llenó de luces después de muchos años de luto. Imagínese, la vida nos ha maltratado: muerte y ultraje de Eva, asesinato impune de Juan, burlas de la prensa, pérdida de Elisa. Lo hemos soportado todo estoicamente. La religión (somos muy devotas) nos da fuerzas."
En los ojos de doña Juana se advierte todavía un brillo autoritario, feroz: "Tuve cinco hijos y me quedan sólo dos, Blanca y Herminia, que tiene 42 años y está casada. La mala suerte nos ha perseguido. ¡Imagínese! ¿Usted piensa que yo puedo tener ánimo para hacer declaraciones? No me preocupan los bienes de Eva. En cambio, tengo que reconocer que hay algunos interrogantes sin respuesta que son, para mí, un martirio".
Llamaron a un vidente para saber quién mató a Juan Duarte, y ahora acusan a un tal Lagos.

UN ADIVINO Y EL CRIMEN
Durante meses, un joven muy delgado visitó la casona de las Duarte. "Un amigo de la familia, estudiante de Filosofía y Letras" explicaron ellas. En realidad, el muchacho es especialista en Parapsicología y está provisto de singulares dotes mediúmnicas. Fue llamado especialmente por Blanca para aclarar la muerte dudosa de Juan Duarte. A pesar de que las Duarte son muy católicas y concurren diariamente a misa, conociéndoseles amistades con monjas y sacerdotes, el temperamento místico y la desesperación por el misterio de aquel crimen las han impulsado a esta "investigación" espiritista. Las sesiones arribaron a un resultado concreto: están convencidas de que el asesino fue un tal Lagos. Para un político amigo de la familia, esa no es más que la mano ejecutora: el propio Perón habría ordenado la muerte de su secretario privado, fraguando un suicidio, y esa sería una de las terribles cuentas que quedan por saldar entre doña Juana y el hombre de Madrid.

UN ENIGMA LLAMADO EVA
En una caja de plata, un bucle rubio y una tarjeta: "Esto es lo, único que nos queda de
ti, pero pronto te encontraremos, querida Evita".
"Nosotras no especulamos con nuestro apellido, o con la pobre Eva —asegura doña Juana—. Por eso no hemos querido actuar en política." La familia recuerda a Eva como una rebelde y prefiere guardar silencio sobre el peronismo. "Era pura femineidad, aunque no lo pareciera", asegura Blanca, su hermana, a quien se le adjudica una posición antiperonista. "Yo era inspectora escolar y protegía a las maestras que se oponían a Perón, es cierto —recuerda ella—. Les decía: enseñen sin hablar en contra del gobierno. Pero las defendía. Eva lo sabía, sin decir nada. Siempre fue buena. Pensaba como nosotras: todos tienen derecho a trabajar, a opinar."
Las Duarte se dicen "nacionalistas", y una somera mención de sus amistades denuncia una preeminencia peronista-católica: el ex ministro Ivanissevich, Raúl Matera, Eduardo Colom (abogado de la familia, ex diputado), Mercante, el Dr. Taiana.
"Del pasado —jura doña Juana— sólo me interesa saber dónde está Evita. El único que se portó bien con nosotras fue Aramburu: nos juró que Eva, cristianamente enterrada, algún día nos sería devuelta. Frondizi e Ilia sólo nos dieron promesas. Vea, en esta cajita de plata guardo un mechón de ella."

ELISA: UNA DOBLE PERFECTA
Explica Raúl Matera: "La de Elisa Duarte fue una muerte tonta. Por descuido. Por mala suerte. Por fatalidad. Tenía 52 años y la mató una enfermedad relativamente benigna, la peritonitis".
Era fervorosamente peronista. Acompañaba a Eva Perón en todas las giras benéficas. Según relata Herminia, a veces le decía: "Vos descansá, que yo te entrego los juguetes y el pan dulce". Muchas fotos que muestran a Eva son, en realidad, de Elisa, que se le parecía en forma asombrosa. "Sólo eso nos impidió que le arrancáramos la banda a la corona del partido Peronista Femenino, en el velatorio de Elisa: con la política no nos metemos."
Durante veinte años, Eva Perón tuvo una deuda de honor con el caudillo Risolia: la saldó en plena dictadura.

UN PASADO CRUEL
Allá por el año 1920, Juana Ibarguren apuntalaba al Partido Conservador en todas las elecciones. Los pagos de Los Toldos, primero, y luego los de Junín, conocieron el temperamento de esta mujer joven (28 años) y vigorosa, vinculada con militares y caudillos del grupo de Fresco: Risolia, Barceló, Duarte. Precisamente, doña Juana se casó con Juan Duarte al enviudar éste de Estela Risolia, que no le había dado hijos. La vieja familia del político recibió en su seno, con bastante escándalo, a esta mujer rústica que ya tenía cinco vástagos de Duarte: Juancito, Elisa, Blanca, Herminia y Eva.
Pero, diez años después, al morir el caudillo, la familia rehace su repudio a doña Juana y le impide asistir al velatorio. Sólo la intervención del político Risolia (anterior cuñado de Juan Duarte) permitió que los hijos —entre ellos la pequeña Evita— asistieran al sepelio. Este episodio lacerante quedó grabado en la memoria de Eva, una niña nerviosa e inquieta.
Llegaron las vacas flacas para doña Juana Ibarguren de Duarte: la política quedó atrás, hasta que Eva, la joven actriz, se convirtió en Eva Perón.
Una tarde de 1952, el anciano dirigente opositor Risolia fue llamado al escritorio de la "Jefa Espiritual de la Nación".
—Lo he mandado buscar —dijo ella— porque sé que tengo con Ud. una deuda. Si no fuera por su intervención, yo no hubiera visto a mi padre muerto. Y fue un gesto especialmente noble, desde que mi madre ocupaba el lugar de su hermana Estela en la vida de Juan.
—Lo hice por Duarte, y por ustedes —contestó Risolia.
—Bueno, ahora me toca pagarle esa deuda. Váyase al Uruguay, amigo. Está por empezar la represión. Salve su vida y desaparezca. Usted sabe qué es lo que pensamos de los conservadores. Bueno: existe la intención de escarmentar a los enemigos del pueblo. Imagínese el resto.
Muy pronto, la desgracia se abatió sobre Juana Duarte y sus hijos: muere Evita, el único varón se "suicida", estalla la revolución y la familia debe exiliarse en Chile, donde tiene noticias de que el cuerpo de Eva ha sido robado y ultrajado.
Un día de 1956, el entonces coronel Carlos Moore Koenig aparece en la casa de Santiago de Chile donde vive Juana Duarte. Viene en representación del presidente Aramburu, que le ha encargado, al parecer, la solución del caso "Eva Perón". El gobierno revolucionario quiere que las Duarte vivan en Buenos Aires, normalmente, como signo de concordia. Les ruega que regresen y, a tal efecto, les reconoce varias propiedades: algunas tierras, una quinta en San Miguel y la casona de Belgrano residencial. Al mismo tiempo, da su palabra de honor de que Evita ha sido cristianamente sepultada.

EL FUTURO: UNA AMENAZA
Una opulencia llena de miedo: Punto y banca, beneficencia, Iglesia.
Doña Juana ha dotado a todas sus hijas y nietos de autos con choferes y guardaespaldas. Teme algo indefinido: la revancha política, o quizás un destino que se ensaña con el apellido Duarte. La política les ha hecho mucho daño, y recurren a una obsesiva devoción religiosa para mitigar el miedo al futuro. Todas las mañanas van a misa. Contribuyen regularmente a entidades de beneficencia.
"¡Pobre doña Juana! —explica un cocinero robusto—. Tiene un solo entretenimiento: el juego. Las tenidas de canasta en el comedor han sido fantásticas. ¡Y el punto y banca...! En el Casino de Mar del Plata, todos los croupiers la conocen y le guardan el lugar. 'Buenas noches, doña Juana. Siéntese en la mesa de la ventana'. ¡Es lógico, ella juega de 30 a 40 mil pesos por velada! Es muy ganadora. Algunas noches, se ha retirado con 80 mil pesos de superávit. Pero ya se sabe: afortunado en el juego, sin suerte en todo lo demás."
Esa falta de suerte, como la riqueza, como las muertes misteriosas, acompañan a las Duarte en forma Invariable. Ellas se encierran en su miedo sin palabras. "Seguiremos guardando silencio —promete Herminia—. Nuestra opinión es una sola. Evita fue el peronismo, el peronismo fue Evita. Sobre Juan Perón no diremos una sola palabra, no abriremos juicio."
Ese silencio es un juicio.
Revista Siete Días Ilustrados
13.06.1967
Familia de Eva Perón

Ir Arriba