Panorama Nacional
Gabinete
¿Subsistirá el equilibrio pendular de Illía?

Panorama nacional argentino
El viernes a la noche, uno de los colaboradores de Illía resumía en el primer piso del Savoy la intención con que había trabajado el presidente para la designación de su gabinete: "El viejo está contento. Consiguió el equilibrio pendular perfecto". Era el primer reconocimiento directo de que el nuevo jefe de Estado había tomado en especialísima consideración, para la elección de sus ministros, la necesidad de' conservar el equilibrio interno de los distintos sectores radicales del Pueblo.
El mismo asesor presidencial sintetizaba en seguida la estrategia que había elaborado Illía para la designación de su gabinete: poco después del 7 de julio se había encontrado con que dos planos distintos servirían como punto de partida para la integración de su ministerio. Por un lado, existían ciertas figuras —como Leopoldo Suárez y Miguel Ángel Zavala Ortiz— a las que obligatoriamente, desde el punto de vista político, debía asignarles una función en el gabinete; por el otro lado, las designaciones no podían dejar aun lado la necesidad de compensar recíprocamente a los distintos núcleos internos de la UCRP. A esos dos factores se sumaba la necesidad de incorporar a hombres de su confianza personal.
Con ese esquema previo, Illía comenzó a elaborar algunos cuadros sinópticos donde se eludían nombres pero se adelantaba la tónica del gabinete: el "equilibrio pendular" debía ser realizado considerando las esferas de influencia geográfica, los núcleos internos y las distintas líneas internas que se desprendían de los dos factores anteriores. A mediados de setiembre, Illía ya había resuelto en ese sentido que:
• El gabinete debía expresar por lo menos a cinco de las siete zonas geográficas del país: Córdoba, Cuyo, Buenos Aires, Capital Federal y el Norte. Podían, en caso necesario, ser excluidas las otras dos (como efectivamente lo fueron): el Litoral —en compensación por la presencia de Perette en el Gobierno-— y el Sur, asimilable políticamente a la línea de la provincia de Buenos Aires.
• El gabinete debía expresar, paritariamente, a los dos grandes núcleos originales del radicalismo del Pueblo, intransigentes y unionistas. Dentro de la intransigencia, debían tener cabida sus dos matices básicos: el balbinismo y el sabattinismo.
• El gabinete debía expresar, también paritariamente, a las dos líneas actuales del radicalismo del Pueblo: el gobierno y el partido. Illía resolvía así, a fines de setiembre, que debía reservarse cuatro carteras para sus hombres de confianza y adjudicar las otras cuatro a hombres que representaran tendencias partidarias estrictas.
• El ministro de Defensa Nacional debía pertenecer a la línea azul.
Con este esquema básico, Illía terminó de estructurar su gabinete el 1º de octubre; recién el 9 hizo el anuncio oficial, porque había resuelto esperar ocho días para tener la respuesta definitiva de Leopoldo Suárez, a quien había ofrecido la cartera de Defensa Nacional. Ese día, a la mañana, Suárez resolvió aceptar. En cuanto a las asignaciones que derivaban de la ecuación inicial, se habían resuelto matemáticamente:
• Cuatro ministros provenían del unionismo (Zavala Ortiz, Oñativia. Ferrando y Leopoldo Suárez) y cuatro de la intransigencia (Palmero, Aleonada Aramburú, Solá y Blanco; este último no es afiliado al partido, pero tanto su equipo como sus promotores pertenecen al balbinismo). Entre los cuatro intransigentes había un sabattinista (Palmero) y tres que respondían a la esfera de influencia de Balbín.
• Los tres balbinistas, además, servían para representar geográficamente a Buenos Aires —aunque al Buenos Aires balbinista, ya que el larraldismo fue excluido—. Las designaciones servían, además, para que estuvieran representados: Cuyo (Leopoldo Suárez); Córdoba (Palmero y Ferrando); la Capital (Zavala Ortiz) y el Norte (Oñativia). Es decir, las cinco zonas antedichas. Cuatro hombres estaban claramente correlacionados con las tendencias clásicas partidarias (los tres balbinistas y Zavala Ortiz) y los otros cuatro expresaban la confianza personal del presidente, por encima de sus posiciones originarias. Illía había llegado a la solución pendular que consideraba perfecta.
Pero para Illía no se trataba solamente de satisfacer la ecuación previa, sino de decidir, para cada sector o para cada nombre, por qué un ministerio y no otro. En este caso, sintéticamente, el proceso fue el siguiente:
• Zavala Ortiz tenía que tener una de las tres carteras básicas: Economía, Interior o Relaciones Exteriores. El prefería Economía. Del Interior quedaba excluido, ya que Illía quería designar allí a un hombre de su confianza personal. Contra la designación de Zavala Ortiz como ministro de Economía jugaron varios factores: falta de experiencia práctica, carencia de un equipo homogéneo, fuerte presión de Balbín en favor de Blanco. Quedó resuelto, entonces, que Zavala Ortiz iría a la cancillería. Además, tenía dos antecedentes útiles para la imagen que se proponía dar Illía al exterior: decidido occidentalista, había sido partidario de la ruptura con Cuba y como diputado, rompiendo la disciplina del bloque, había votado en favor del tratado de Río de Janeiro.
• Entre Palmero y Suárez para Interior, Illía —luego de algunas vacilaciones— optó por Palmero. Sus asesores dan dos razones: Palmero es más permeable a las directivas de Illía y Suárez aparecía como la única solución de ligero tinte azul para Defensa.
• En orden de importancia, quedaron las carteras de Economía, Educación y Trabajo para los balbinistas. En Economía, ya Blanco era indiscutible (por las razones precedentes); para Educación, Balbín sólo atinó a proponer a uno de sus pocos ministeriables (Aleonada Aramburú); en Trabajo quedó Solá como hombre indiscutible.
• Oñativia, representante del Norte, de origen unionista y hombre de confianza personal de Illía, debía ir forzosamente a Salud Pública, dada su especialidad técnica. Es, además, un especialista en enfermedades endémicas, problema sobre el que piensa realizar una ofensiva el nuevo presidente; Ferrando, también por sus antecedentes técnicos, debía ir obligatoriamente a Obras y Servicios Públicos.
El mosaico sería perfecto, desde el punto de vista de los propósitos iniciales de Illía: si no existiera un inconveniente: Emilio Parodi, jefe del larraldismo, se considera ahora el gran excluido. Inicialmente se había pensado en él como ministro de Trabajo, subdividiendo un poco más la participación en el gabinete de los sectores intransigentes. Por presión de Balbín, Illía lo excluyó finalmente. A manera de explicación, comentó luego a sus asesores: "No podía dar el Ministerio de Trabajo a quien me creaba problemas políticos en Buenos Aires y estaba decidido a llevar hasta el fin una guerra a muerte contra Balbín."
Queda ahora por ver si ese equilibrio pendular podrá subsistir o si los acuerdos no han hecho sino postergar las diferencias internas; si ese equilibrio pendular permitirá un control real del gobierno por Illía ó si, por el contrario, se reproducirán dentro del gabinete las diferencias políticas y las luchas intestinas que existen en la UCR del Pueblo, superando así la capacidad de mando de Illía.

FF.AA.
Algunas palabras de advertencia
Hasta el momento, el presidente Illía se ha cuidado mucho de expresar opiniones en la materia. Aquí actuó no sólo su prudencia, sino también algunas informaciones recibidas directamente del general Onganía y del brigadier Mac Loughlin. Es posible, por lo tanto, que logre frenar las urgentes aspiraciones de los militares tradicionalmente amigos de la UCR del Pueblo. Esta pausa permitirá a los actuales jefes de las tres armas concluir con su reestructuración y corregir los males dejados por lo que en las esferas castrenses se conoce como toranzismo. Pero no está muy lejano el día, sin embargo, en que algunos voceros de la UCR del Pueblo pedirán lo que ya indican en voz baja: "Terminar con los extremistas azules y colorados, y reincorporar al resto".
Una de las incógnitas que seguramente más atraerá a los observadores políticos en las próximas semanas, girará en torno de la posible orientación que seguirá Illía en los temas militares. En términos generales, la UCR del Pueblo estuvo siempre ligada a los grupos colorados de las Fuerzas Armadas. Más aún, algunos de los ministros y secretarios designados por el presidente, han estado estrechamente vinculados a los núcleos golpistas, han participado activamente en los episodios de setiembre de 1962 y abril de 1963 en favor de los colorados, y nada hace sospechar que esas vinculaciones hayan concluido imprevistamente ahora.
Pero quienes señalan estos hechos, subrayaron algunos de los conceptos que fueron vertidos por oficiales del Ejército y de la Marina en el acto de reintegro de la base aeronaval de Punta Indio. Todo hace suponer que lo que se dijo en ese acto, fija la nueva actitud de las Fuerzas Armadas, y es poco probable que los oficiales retirados puedan, por ahora, con la ayuda de la UCR del Pueblo, colocar una cuña entre los oficiales en actividad.
En esa ocasión, el general Lanusse expresó: "Duro ha sido el trance, y hay quienes piensan que es ingrato recordar. Por el contrario, creo que debemos hacerlo con sinceridad de hermanos, porque todos tenemos aún mucho por hacer para cicatrizar la herida". Resulta, así obvio que las experiencias sufridas por el Ejército para institucionalizarse, no se olvidarán.
Dijo el coronel López Aufranc: "Las Fuerzas Armadas no tienen otro partido que el partido de la Patria, otras leyes que las leyes de la República. Las armas que se depositan en sus manos, deben ser garantía de paz, de orden y de estabilidad constitucional".
El jefe de la aviación naval, capitán Raúl Galmarini, expresó que los caídos en los sucesos revolucionarios de abril "murieron para convencerse de que la Constitución Nacional fija el lapso que debe durar el gobierno y la forma en que debe relevarse, que es por las urnas y nunca por las armas o amenaza de su empleo". Palabras simbólicas: dichas por un marino, en Punta Indio. Casi un programa, o una advertencia, para la UCR del Pueblo.
PRIMERA PLANA
15 de octubre de 1963

Ir Arriba