¿HACIA DONDE VA LA ARGENTINA?
Al entrar en su segundo año, la revolución argentina parece afirmarse mientras enfrenta a sectores que pesan en la vida nacional y que no encuentran el camino de la coincidencia
hacia dónde va la Argentina
Lo único que logró el gobierno con la disolución de los partidos, fue enterrar una poderosa carga de dinamita", se oyó decir en un eufórico corrillo radical. Lo curioso —siguiendo la explosiva metáforas que el propio gobierno se encargó de hacer detonar aquella carga, cuando a fines de junio, en la escuela de comando y estado mayor de la fuerza aérea, el propio ministro Borda lanzó este desafío: "Una forma del consenso público que rodea al gobierno, se manifiesta en la impotencia de los adversarios para estructurar una oposición activa y eficaz".
Esa fue la señal esperada: la oposición, que perdió el poder doce meses atrás, se abalanzó a la conquista de la calle. Y algo más: por primera vez en un año de la revolución argentina, el rumor volvía a enrarecer el clima del país. No eran sólo rumores: la semana, que se abrió con un torrente de versiones, culminó con la renuncia del secretario de Agricultura. Cobraron así estado público las profundas disidencias del doctor Lorenzo Raggio con el ministro de Economía. A nadie escapó, además, que mientras el doctor Borda insinuaba en su polémico discurso, la conveniencia de una reforma constitucional, el secretario de gobierno, Díaz Colodrero, desmentía sea posibilidad, desde La Pampa, pocos días después.
Las versiones no se detuvieron allí. Se daba por segura en las próximas' semanas la renuncia del ministro de Defensa, también se ahondaban las divergencias entre el ministro de Economía y el general De Marchi, interventor en los ferrocarriles. Mientras tanto los habitantes de Buenos Aires —que empezaron a adiestrarse en el juego de la guerra, con el reciente operativo— volvieron a ser alarmados con una información inquietante: "Se están concentrando tropas en los estadios de fútbol". Pero este infundio se desinfló pronto: eran las prácticas habituales para el desfile del 9.

LOS MUERTOS RESUCITAN
Un concurrido asado que reunió en Paraná a más de 800 comensales, fue el punto de partida para un activo contraataque radical. A los postres, el ex vicepresidente Perette ofreció esta réplica al desafío oficial: "El radicalismo desafía al gobierno militar a plebiscitar el país para que decida entre un presidente de libertad, como el doctor Illía, o el gobierno actual". Dos días más tarde, en Azul, el ex presidente se atrevió a formular predicciones: "Pronto —aseguró— la civilidad va a imponer su conducción a la República". Pero la verdadera estrategia elegida por los derrocados el 28 de junio de 1966 fue aclarada por su jefe, el veterano Ricardo Balbín, cuando dijo —en la misma reunión de Azul— que "todas las oportunidades son buenas para expresar nuestra disconformidad".
Efectivamente, los tres aniversarios acumulados entre fines de junio y principios de julio (la muerte de Yrigoyen, la del dirigente Juan Prat y la del gobierno radical) cobijaron un tendal de misas, actos relámpagos, asados, volantes y declaraciones, con que el ex partido oficialista se propuso capitalizar descontentos.
¿Cuál es el trasfondo de esta virulenta actividad? Pocas semanas atrás, cuando un emisario de Illía trasponía las verjas de la residencia de Puerta de Hierro, en las afueras de Madrid, tuvo que escuchar en silencio una seria advertencia del cauteloso exiliado: "Esta vez no vamos a ser los primeros en 'poner la cara'. Ahora que salgan otros". Eran las condiciones del pacto Perón-Illía que comenzó a gestarse a principios de año y que ya empieza a tener visos de ejecución. No faltan quienes bautizan el estallido radical con el nombre de "operativo poner la cara". ¿Se volverá a la política de pactos, o se trata sólo de una pompa de jabón? Algunos observadores señalan que no es nueva la táctica de Perón de aparecer promoviendo "acuerdos", para obligar al gobierno a negociar finalmente con él.

DEL OTRO LADO DEL PUENTE
"La situación que venimos sufriendo desde el 28 de junio de 1966, tiende a confirmar que se trata simplemente de una continuación de la acción que azota al país desde hace doce años y que ha sumido a la República en la más triste situación de que haya memoria." Así acusa una declaración firmada por Bernardo Alberte (delegado personal de Perón), dada a conocer con motivo del primer aniversario de la revolución. Es lo que decía una de las últimas cintas grabadas que llegaron al país desde Madrid. Los afectos a las contabilidades, computan que en los "doce años" que allí se mencionan, hay tres de gobierno Radical del Pueblo.
De alguna manera, el gobierno no se mantiene al margen de estas contradicciones. Mientras fracasaban reuniones interpartidarias entre el socialismo democrático, los demo-progresistas y los radicales que responden a Balbín, para hacer pública una declaración conjunta, gestiones de signo contrario tenían más éxito. Son las que tienen por personeros a los doctores Ricardo Guardo y Alberto Serú García, y al ingeniero Iturbe. Es la rama política del peronismo vandorista que, junto con los ex gobernadores neoperonistas, intenta estructurar definitivamente un movimiento que corte el cordón umbilical con Madrid. Se trataría así —la unificación de las "62" no habría sido más que una dilación táctica— de ensamblar un contrafuerte con el gobierno. 'El tramo final parecería ser la convocatoria a una asamblea constituyente, en el que aquella fuerza sería el partido "oficialista", que legitimaria la situación institucional de la república. De este modo la oposición se vería despojada de uno de sus principales caballitos de batalla, y los políticos "tendrían una convocatoria electoral donde entretenerse", suponen con marcado optimismo. Aquí radicaría el sentido final del discurso de Borda ante los oficiales superiores de la fuerza aérea: servir como precipitador político.

HURACAN SOBRE EL DIALOGO
Después del desbande que originó el fracaso del plan de lucha, la CGT se anotó un round frente al gobierno cuando los mandos centrales lograron que la regional Córdoba se negara a entrevistar al general Onganía en la visita que éste haría a esa provincia, dejando en posición desairada al gobernador Deheza y, por extensión, al propio presidente.
Pero son sólo los escarceos de una pelea que se sigue librando entre bambalinas. Así como las detonantes denuncias que la CGT amenazaba con presentar en la Conferencia de la OIT, en Ginebra, no pasaron de un recitado burocrático (que además entró fuera de término y no se consideró), los dirigentes obreros saben de sobra que su margen de maniobra política se estrecha, mientras deben responder a la inquietud de las bases por las austeras medidas económicas del gobierno. Seguramente por eso, Amado Olmos, el actual "hombre fuerte" de la CGT y figura notoriamente vinculada al pacto Perón-Illía, finca sus esperanzas en que "habrá reacciones" porque "este año —asegura— habrá infraconsumo, crisis ganadera, endeudamiento financiero y desocupación".
Para Tomás Uncal, en cambio, subsecretario general de los gremios Independientes y de conocida militancia en las filas de la UCRP, el segundo año de revolución argentina se inicia con la espera "de un cambio total en la política social y económica encarada hasta la actualidad, para propender a un verdadero y rigoroso desarrollo".
Quienes apoyan sin retaceos la política económica dirigida por Krieger Vacena son, hasta ahora, los empresarios. La acción de gobierno parece satisfacer las expectativas que poco tiempo atrás sintetizara Juan Martín Onetto Gaona, presidente de la Unión Industrial Argentina: "Es imperiosa —dijo— la necesidad de desgravar las elevadas cargas impositivas y financieras; modificar la política fiscal que viene gravando utilidades inexistentes. La reforma del deficiente sistema previsional debe constituir otra de las grandes tareas".

EL DISCURSO DE ONGANIA
El clima de versiones, aparentes desinteligencias en el gobierno y desorientación en los medios económicos y sindícales, se cerró abruptamente en la noche del jueves. El presidente Onganía aventó las esperanzas de los políticos y destruyó las especulaciones electorales, cuando afirmó que la revolución "tiene su plan político, que no es un plan electoral, ni consiste en combinaciones partidarias para un resultado comicial". ¿Hacia dónde va, entonces, la Argentina? Onganía mismo intentó definir el rumbo: al dar vigencia a las autonomías provinciales, al elevar el nivel de vida de la población, al mejorar la vivienda y al promover la cultura y la educación, "estamos cumpliendo con nuestro plan político".
Al hablar ante los más altos jefes de las fuerzas armadas, Onganía quiso remarcar varias veces que no existe ninguna intención de un inmediato llamado a elecciones y fue casi lírico cuando exclamó que la revolución "no es un plan político ni un calendario electoral; la revolución no es un plan petrolero ni un plan económico; la revolución es mucho más que eso: es un estado del espíritu". Todo el mensaje presidencia estuvo imbuido por un afán de modernización: "la Argentina fácil, el país de las vacas y del trigo, ha quedado atrás".
El presidente reconoció el sacrificio de la población (los impuestos aumentaron, los ingreses disminuyeron y los precios han subido) y advirtió a los líderes sindicales que deben ser auténticamente representativos.
Al abrirse la semana, seguía pesando en el ánimo de los militares que apoyaron la ascensión de Onganía al poder, la exhortación dirigida a los viejos dirigentes políticos "para un gesto cívico" de renunciamiento". Al llegar a ese párrafo, el ex presidente Illía y otros dirigentes de partidos tradicionales apagaron malhumorados sus radios. Su malhumor se acrecentará cuando se conozca lo que no dijo públicamente Onganía en la Sociedad Rural. Al reunirse reservadamente con jefes y oficiales en la base de Morón, días atrás, el jefe del gobierno fue terminante: "Esta será una revolución larga, muy larga. . ."
Revista Siete Días Ilustrados
11.07.1967
hacia donde va la Argentina

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