HOGAR SANTA ROSA:
POR QUE NO SE DETIENE LA VIOLENCIA
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Violencia

"Nos matan de hambre, nos pegan." Así explican las menores internadas en el asilo Santa Rosa el origen de sus frecuentes rebeliones. Tal vez tengan razón, tal vez no. Nadie puede saber a qué atenerse a esta altura de los acontecimientos. La semana pasada estalló otro motín. Las reclusas levantaron una pira con colchones y camas de madera y provocaron un incendio que se extendió sobre una superficie de 10 metros por cuatro. Gritaban, reclamaban. Muchas se armaron de improvisados garrotes y agredieron a las celadoras.
"Son víctimas de la soledad", señaló, muy renuente a conversar con el cronista de SIETE DIAS, la directora del establecimiento, señora María de Cavia, designada hace meses por el doctor Raúl Puigbó, secretario de Asistencia y Promoción de la Comunidad, para que cambiaran las cosas. "La proximidad de las fiestas crea un especial estado de ánimo; los parientes no vienen a visitarlas y se sienten nerviosas; pero nosotros les compramos regalos y les hicimos un arbolito de Navidad", aseguró.
Muchachas de 12 a 18 años; algunas delincuentes, otras llevadas por la miseria a una vida que se designa como "ligera", otras más, simplemente abandonadas y sin hogar. Viven en promiscuidad, alejadas de todo afecto. Y se rebelan. Para dominarlas, tuvo que intervenir la Guardia de Infantería. Hubo una lesionada.
Los asilos dependientes del Consejo del Menor tienen que ser otra cosa, como es conciencia común y como lo sostuvo muchas veces el doctor Puigbó. La misma noche de los incidentes, el alto funcionario desmintió que el motín se hubiera originado en señal de protesta por mal trato o mala comida. "Es la proximidad de las fiestas", reiteró, es decir, la soledad. Pero sus víctimas, abandonadas por los parientes, parecen sentirse igualmente abandonadas por las autoridades que están encargadas de su protección. O éstas no han descubierto todavía la mejor manera de hacerlo.
Revista Siete Días Ilustrados
26.12.1967

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   Ya parece una costumbre: las menores del Santa Rosa se rebelan contra un absurdo régimen que no cambia