Hugo del Carril
Un varón que es hombre
Hugo del Carril
Es el payador predilecto de los argentinos y probablemente el último. También un gran mito, auténtico, lúcido, poco sofisticado. Su aspecto de galán es inequívoco y parece que mintiera cuando declara 58 años de edad: casi no tiene arrugas, tampoco canas. Empezó como locutor en 1933. En el 35 —dos meses antes que muriera Gardel— el pueblo hacía cola para oírlo cantar; en seguida se convirtió en el nombre obligado de cuanta película nacional requiriera un gran cantor o un actor de carácter. Más tarde intervino en centenares de producciones, grabó miles de discos, se puso a dirigir cine, en un estilo a veces circunspecto pero siempre cargado de criticismo y verdad. Hugo del Carril —Piero Hugo Bruno Fontana, en realidad, casado, 2 hijos— sigue cantando a 35 años de su debut; ya casi no actúa en cine, no dirige hace años, se lo ve esporádicamente en TV. Desde hace un lustro se desvive en Idahome, un campo-islote en el Tigre, en donde se dedica a criar nutrias, las más finas y grandes del país. Pero su última aparición pública trascendente fue cuando un mes atrás le tocó despedir a su amigo José Alonso, asesinado en un atentado. Para un obsesivo fatalista como él, para un hombre que tan cabal, honestamente entiende la difícil cuestión de la amistad, el trance no fue fácil. Pero del Carril es un peronista convencido y la tarea era despedir a un compañero. A un paso de su desvinculación definitiva con el mundo del espectáculo, EXTRA charló con él.

EXTRA: ¿Usted tiene idea precisa de que es uno de los ídolos vivientes de los argentinos, un privilegio que comparte apenas con unos pocos seres?
HUGO DEL CARRIL: La verdad es que no, no me doy cuenta. Es que un ídolo puede dejar de serio en cualquier momento. Por eso prefiero pensar que no soy un ídolo.
E.: Usted es un peronista confeso y la aceptación pública de su ideología le ha acarreado más de un problema. ¿No se siente un bicho raro dentro del ambiente artístico, en el que sus integrantes prefieren respetar la política imperante?
H. D. C.: Me ha traído muchos inconvenientes, en efecto. Por ejemplo, la persecución que sufrí dentro del Instituto Nacional de Cinematografía fue una de las cosas que me decidió a no filmar más.
E.: ¿De qué año data su acercamiento a Perón?
H. D. C.: Desde su mismo advenimiento estuve, cerca del general y de su movimiento. Desde que me di cuenta de cuál era la meta y cuál la orientación, la importancia que tenía que estuviera politizando a la masa...
E.: Con todo, el objetivo de politización masiva íntegramente no se ha cumplido.
H. D. C.: Yo disiento: creo que la Argentina es la masa más politizada de todas las de América latina. Yo le digo que aquí cuando la gente sale a gritar en una plaza sabe por qué sale.
E.: ¿Y cuánto hace que nadie sale a gritar en una plaza?
H. D. C.: Esa es otra cuestión.
E.: ¿Por qué lo encarceló la Revolución Libertadora en 1955?
H. D. C.: Eso habría que preguntárselo a quienes me pusieron preso. Yo todavía no lo sé. Pero no era otra cosa que una persecución. No sé... me acusaron de contrabandear películas.
E.: Ya han pasado 15 años desde entonces. ¿Qué piensa de la conducción nacional del peronismo sin Perón?
H. D. C.: Considero que el peronismo es una fuerza tan grande en el país que no morirá nunca. En cuanto a conducción, creo que en estos 15 años no la ha habido. Claro que tampoco pudo desarrollarse ningún otro partido.
E.: ¿Le gustaría conducir el peronismo en el orden nacional.
H. D. C.:No, porque no me interesa la política.
E.: ¿Cómo que no le gusta? ¿De qué estamos hablando acaso?
H. D. C.: Quiero decir que yo ofrezco lo más valioso como peronista: mi colaboración en todos los frentes. Pero soy todo lo contrario a un líder.
E.: En este momento: ¿qué tipo de colaboración puede brindar un artista al peronismo?
H. D. C.: No sabría precisarle, pero siento que en todo momento el artista puede colaborar en algo.
E.: ¿Y dentro de su gremio, el de actores (bastante luchadores en los últimos tiempos), colaboró?
H. D. C.: No, porque en los últimos tiempos casi no filmé y mis contactos se producían a propósito de mis películas.
E.: Usted, como figura del espectáculo, ¿qué es lo que cree que le da a la gente?
H. D. C.: Lo que me dejan. En este momento le doy canto. Pero considero que puedo darle películas esclarecedoras, que la ayuden en ciertos problemas ...
E.: ¿Qué se lo impide?
H. D. C.: Que no haya un gobierno con gran sentido popular. Mientras ese momento no llegue, es inútil, yo no filmaré películas de minorías que no conduzcan a nada ni ayuden a nadie. Vale la pena hacer cine cuando la gente de pueblo puede ir al cine. Pero ahora la gente de pueblo no puede ir al cine. A mi, íntimamente no me reporta ningún valor cantar. Pero es lo único que puedo hacer.
E.: Usted asegura que últimamente no ha tenido diálogo con los actores. ¿Tuvo diálogo con el pueblo?
H. D. C.: Con el pueblo dialogo permanentemente. Si precisamente los escenarios que ocupo son frecuentados por gente de pueblo. ..
E.: ¿Qué impresión le ha dejado ese diálogo?
H.D.C.: Que, como se dijo, el pueblo es lo mejor que tenemos. Pero que está muy maniatado, muy enlazado, sin poder expresarse.
E.: ¿Qué hace usted para volver real ese desbloqueo?
H. D. C.: Bueno, que yo sepa, política no se puede hacer. Así que mi actividad se remitiría a charlas con amigos, cambios de opiniones.
E.: ¿Cuánto hace que no ve a Perón?
H. D. C.: Tres años.
E.: ¿Se cartea con él?
H. D. C.: Si, sí, claro.
E.: ¿Qué sintió frente a las muertes de Vandor y Alonso?
H. D. C.: Una terrible pena. Pero en especial me destrozó lo de Alonso, me llenó de angustia. Yo había intimado con él: estoy seguro que si la gente que lo eliminó lo hubiera conocido como ser humano habría cambiado de opinión. Políticamente Alonso no sé si se había equivocado o no; sé que un hombre puede cambiar de idea política; ¡eso lo hemos visto tantas veces! Y no hay por que condenar a un hombre por eso. Nosotros jamás hablábamos de política: hablábamos de cosas personales.
E.: Luego del atentado, ¿tuvo miedo de ser el próximo?
H. D. C.: No fui molestado, ni nada de eso.
E.: ¿Qué tipo de peronista es?
H. D. C.: El tipo de peronista que exige el país. Un peronista limpio, amplio, moralmente sano y con ganas de hacer cosas por el país. Y, mal que mal, todos los peronistas están en esta ruta en este momento.
E.: ¿En su criadero de nutrias, cuánta gente ocupa?
H. D. C.: A seis.
E.: ¿Y qué tal es como patrón?
H. D. C.: Creo que bueno; habría que ver qué dicen los muchachos. Yo cumplo con todas las exigencias de las leyes y si puedo hacer algo por ellos, como los quiero mucho, lo hago.
E.: ¿Qué es lo que más lo subleva?
H. D. C.: La injusticia.
E.: ¿Cuál fue la última que detectó?
H. D. C.: Desde el punto de vista humano, la muerte de Alonso. Pero los que estamos acostumbrados a las persecuciones tenemos una lista demasiado larga y mejor que no me la pregunte.
E.: Aramburu —su régimen— ordenó su detención en 1955. ¿En qué medida sintió su muerte?
H. D. C.: Yo he sufrido en carne propia el régimen de Aramburu, pero no me pareció lógico, en esta etapa de la Argentina, un hecho así... Por otra parte, me pareció un acto cruel porque me pongo en el lugar de la señora y los amigos. Además, políticamente, creo que ya había pasado el momento. Esto podría haber ocurrido en cualquier instante de apasionamiento político, en seguida del 55.
E.: A su entender, ¿cuál es la mejor manera para llegar al poder?
H. D. C.: Con ideas. No hay que aprender a manejar armas, porque al fin lo que triunfa son las ideas.
E.: ¿Qué pasa si Perón sigue sin poder regresar al país? ¿Sigue sin organizarse el peronismo?
H. D. C.: Perón sigue siempre en el país.
E.: ¡Qué primicia! Dígame, ¿dónde?
H. D. C.: Me refiero a que Perón siempre está latente.
E.: 25 años del 17 de octubre de 1945, a 15 del derrocamiento, ¿qué mensaje le enviaría a Perón?
H. D. C.: Un fuerte y leal abrazo, mi general.
E.: Cantor, actor, cineasta, show-man, empresario: ¿qué futuro cree que le aguarda?
H. D. C.: Un futuro de trabajo igual al pasado, para mi gente, para mi tierra.
E.: ¿Y para ese entonces, cree que se habrán dado las condiciones para que usted vuelva a entonar públicamente su impecable versión de Los Muchachos Peronistas?
H. D. C.: Eso depende de las variantes políticas (se ríe) que sobrevengan en el país. Más bien creo que para saberlo habría que tener una bola de cristal muy, muy grande.
EXTRA
octubre 1970

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