Los pases de noviembre
Una de las últimas escaramuzas en esta carrera por captar los votos
y las simpatías del electorado radical para Ricardo Balbín o Raúl
Alfonsín, se vio en la provincia de Buenos Aires, donde Juan Naim,
puntero de la localidad de San Martín, decidió pasarse a las filas
del alfonsinismo, al parecer por una cuestión de jerarquías. Es que
el "turco" Naim pretendía nada menos que acompañar a César García
Puente —titular del comité bonaerense— como candidato a la
vicegobernación, a la que el joven abogado de Arrecifes es postulado
por el balbinismo. La
deserción de Naim, a quien se unió el caudillo de Lanús, Yolivan
Biglieri, pareció un duro golpe para las filas de Balbín, aunque, al
parecer, ninguno de los dos tiene fuerza como para complicar el
triunfo del radicalismo tradicional. Biglieri, que adquirió alguna
notoriedad luego de su publicitado duelo con el almirante Benigno
Varela. tiene un peso mínimo de fieles seguidores, según sus
antiguos correligionarios. Además, otro viejo caudillo bonaerense,
José Recio, de la localidad de Tigre, también se pasó al campo
balbinista para cerrar filas contra el empuje de los alfonsinistas.
Otra de las incógnitas del duelo electoral es por cuál de los
candidatos portará la gran masa de afiliados nuevos —unos 50 mil— en
la provincia de Buenos Aires, y que no participaron en la última
elección interna del 7 de julio donde Ricardo Balbín se impuso
holgadamente a Raúl Alfonsín. Según los simpatizantes del "Chino",
el 70 por ciento de estos nuevos electores fueron inscriptos por
conspicuos amigos del jefe radical como Juan C. Pugliese, Antonio
Tróccoli, Vicente Mastrolorenzo, Alberto Garona, Carlos Arana.
Evaristo Iglesias y César García Puente Mientras tanto, el
principal puntero alfonsinista de la provincia de Bue nos Aires, el
médico Alejandro Armendáriz, se preocupa por sumar adeptos a su
causa tomando como objetivo a los votantes indecisos. Para el
cacique de Arrecifes un triunfo le daría el espaldarazo para
postularse como gobernador. Sin embargo, es muy difícil que la mayor
parte de los radicales bonaerenses —pieza clave para ambos
candidatos— cambie de parecer a pocos días de la elección. En este
sentido, los balbinistas consideran a la provincia como un baluarte
propio y que frente a esto, Alfonsín no puede hacer milagros. Algo
que en política siempre es una utopía peligrosa. PANORAMA,
NOVIEMBRE 9, 1972
_____________________ Cada cual
con su balanza "No tengo dudas de que el país va a llegar al 11
de marzo. De lo que no estoy seguro es que llegue yo", ironizó, la
semana pasada en los pasillos del cuarto piso de la Casa Radical,
Enrique Vanoli, manager de la campaña balbinista en las elecciones
internas del domingo próximo. La afirmación del dirigente tiene
razones bien concretas: Vanoli, uno de los más íntimos amigos de
Ricardo Balbín, se ha entregado sin descanso a su ideal de verlo
consagrado candidato. Su devoción, incluso, lo ha llevado a perder
tres kilos de peso en el último mes, dormir cuatro o cinco horas
diarias y a afirmar reiteradamente que el balbinismo ganará las
elecciones por una diferencia no menor del 80 por ciento de los
empadronados, algo que los partidarios de Raúl Alfonsín no vacilan
en calificar como "disparate". Es que la puja —luego que en la elección interna de
la provincia de Buenos Aires Balbín superara al joven caudillo por
una diferencia no mayor del 20 por ciento— ha llegado a límites
inimaginables: es una guerra de pases de punteros hacia uno u otro
candidato, denuncias de fraude, diferencias siderales en las cifras
que los candidatos se atribuyen y agotadores giras por el interior
para alcanzar el favor de los principales caudillos, algunos todavía
vacilantes y cautelosos. Para la elección del 26, los padrones
indican que hay 566.218 afiliados en condiciones de votar, de los
cuales 265.000 aproximadamente están nucleados en la Capital Federal
y la provincia de Buenos Aires. Es decir que estos dos distritos
(más Córdoba con 64.802 y Santa Fe con 53.000 afiliados) adquieren
una importancia decisiva para prever el posible vuelco de las urnas.
Por supuesto, salvo algunas excepciones, tanto los balbinistas como
los alfonsinistas descuentan su propio triunfo en estas zonas; es
obvio que las cifras aportadas por unos y otros difieren
notablemente. Por ejemplo, los partidarios del Chino afirman que,
salvo las provincias de Córdoba y Salta ("donde perderíamos por
10.000 y 2.000 votos", dicen) y las dudas respecto a Formosa y
Chubut, la victoria balbinista será indiscutible; en total, y
calculando una abstención del 30 a 35 por ciento, esperan sumar una
diferencia de 80 a 100 mil votos. La plana mayor de Raúl Alfonsín,
en cambio, sólo acepta que su derrota puede resultar contundente en
la Capital Federal (30 mil votos de diferencia) y resultados parejos
en Chaco, Santa Fe, Santa Cruz y La Rioja. En las demás, incluso en
la provincia de Buenos Aires, suponen que las cifras, si bien
parejas, les dejarán un pequeño margen que en los cómputos finales
les significará derrotar a Ricardo Balbín.
DENUNCIAS. Para
los alfonsinistas, las cosas tampoco están demasiado claras en otros
aspectos secundarios al acto comicial. Según algunas especies,
habrían denunciado a las autoridades partidarias, y amenazado con
hacerlo ante la justicia electoral la falta de unos 20 mil afiliados
en los padrones de Chascomús, Saladillo, Pergamino, San Isidro y
Avellaneda; los tres primeros, por lo menos, serían favorables al
candidato del Movimiento de Renovación y Cambio. Otro de los
problemas que preocupa a los rivales de Balbín es el criterio
"arbitrario" con que se fijó el cierre de las mesas receptoras: en
el interior los afiliados podrán votar desde las 8 a las 18 horas,
mientras que en la Capital Federal ese plazo se ha extendido hasta
las 22. Es decir que los- primeros cómputos de las provincias podrán
conocerse antes de que en la ciudad de Buenos Aires termine la
elección. De esta forma —según los partidarios de Alfonsín— sus
rivales tendrán tiempo de promover una mayor afluencia a las mesas
porteñas, en caso de perder el interior. La guerra de nervios
también se desarrolla en el nivel de punteros y dirigentes, que
ejercitan una rara gimnasia de marchas y contramarchas en favor de
ambos candidatos. La deserción de Juan Naim, caudillo bonaerense,
fue publicitada como una grave sangría para las posibilidades
balbinistas en la zona. Para compensar, las huestes de El Chino se
arreglaron para desmentir la influencia que pudiera ejercer y, por
las dudas, decidieron neutralizarlo con la supuesta fidelidad de
José Recio, puntero de Tigre, y el retorno del ex dirigente
ferroviario Antonio Scipione a las filas tradicionales del partido.
Sin embargo, los alfonsinistas contraatacaron afirmando que Recio
sigue apoyando a la fórmula renovadora y quitando validez al pase de
José Pena, un ex diputado nacional que, según ellos, no cuenta con
las simpatías del electorado de Avellaneda, su lugar de residencia.
PERSPECTIVAS. Claro que la rivalidad terminará al día siguiente
de la elección, es decir que no habrá vencedores ni vencidos. Según
la mejor tradición radical, gane quien gane elegirá como
colaboradores más allegados a un amplio espectro de dirigentes de
ambos bandos. "Balbín no debe ganar porque si logra el triunfo las
posibilidades de alcanzar el programa serán mínimas", afirmaba, la
semana pasada, un joven militante alfonsinista. Es que para los
nuevos simpatizantes del radicalismo, los viejos políticos entran en
contradicción con sus planteos de cambio. Estas distintas líneas
también se hacen evidentes en las campañas realizadas por ambos
candidatos; mientras Balbín se afirma en su seguro prestigio de
viejo radical, Alfonsín pretende ganar el electorado con proyectos
ambiciosos en distintas materias que preocupan a los nuevos
ciudadanos. Tal vez tanto esfuerzo sea un gasto inútil. No falta
quien afirma que El Chino renunciaría a su candidatura en el caso de
no alcanzar una mayoría satisfactoria en la elección del domingo,
algo que también sería bien visto en distintos niveles del gobierno
y de las Fuerzas Armadas si Juan Domingo Perón nombra un candidato
que arrastre a los comicios a su partido, Alfonsín sería un hombre
mucho mejor dotado para enfrentarlo —o, tal vez, para postularse
como hombre de confluencia— que una vieja figura de la política
argentina. PANORAMA, NOVIEMBRE 23, 1972
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El próximo domingo 26, cuando se decida por
elección directa de sus afiliados en todo el país la
fórmula que representará al radicalismo en los comicios
del mes de marzo, también se dirimirá la pugna interna
que mantiene al viejo partido en constante ebullición,
con marchas y contramarchas de sus principales
caudillos.
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