Jorge Giannoni
El Tercer Cine


Giannoni
Mayo podrá ser un mes clave para la cinematografía argentina identificada con la problemática que plantean la dependencia y las luchas por la liberación. Lo será también, en un sentido general, para la totalidad del cine llamado del Tercer Mundo, un cine que, como se sabe, cuestiona con su sola existencia la de aquel otro conocido como comercial y aun la del más prestigioso cine de autor, último producto cultural de las áreas altamente desarrolladas.
En mayo entonces, probablemente en la primera quincena, se reunirá en Buenos Aires el Comité del Cine del Tercer Mundo, con realizadores de Argelia, Guinea Conakry, Siria y, naturalmente, América latina. De este modo, Argentina se transformará en la sede del más importante cónclave que sobre la materia se haya realizado en los últimos tiempos, a excepción del encuentro de cineastas realizado en Argelia con motivo de la conferencia de los países no alineados. De acuerdo a lo informado últimamente, los trabajos de este mes tenderán a la creación de una secretaría permanente que registre y difunda la información cinematográfica de los países terciarios, con el propósito de integrar un mercado autónomo. En Argentina, la tarea está a cargo del Instituto del Tercer Mundo Manuel Ugarte, una oficina creada durante la intervención universitaria de Rodolfo Puiggrós, entre agosto y septiembre del año pasado. La oficina funciona en el viejo edificio de la Universidad de Buenos Aires, en la calle Viamonte al 400, y sus atribuciones pertenecen al nivel del rectorado. Por estatutos, corresponde su presidencia honoraria al Presidente de la Nación, y la vicepresidencia al ministro de Educación y Cultura. El profesor de filosofía y experto en cuestiones de Asia, Saad Chedid, ocupa la dirección ejecutiva compartiendo las decisiones de la oficina con un consejo asesor.
Según los planes de sus organizadores, d Instituto del Tercer Mundo canalizará la actividad cultural argentina y tercermundista haciendo factible su acceso a toda la población universitaria. Pero, en un tren de ambiciones más amplias y en lo que respecta concretamente al cine, no se descartan las tareas de acercamiento del espectáculo al público a través de una campaña de difusión de nuevos films no comerciales y sus proyecciones en universidades, sindicatos y villas.
Jorge Giannoni es el actual representante de América latina para la reunión del Comité, a la vez que responsable de la cinemateca del Instituto. Giannoni, de 35 años de edad, llegó a Buenos Aires hace algo más de un año, después de una prolongada estadía en Europa, África, Asia y el resto de América. Afincado en Roma desde 1966, tomó a aquella ciudad como base de sus operaciones. Siguió allí cursos de cinematografía y realizó sus primeras experiencias importantes como asistente de dirección junto a Franco Zefirelli (intervino en la filmación de Romeo y Julieta en función de caster —preparador del reparto— del guión), Francesco Rossi y Sergio Leone. Con Ennio Lorenzini filmó la agitación de mayo del 68 en París, en un experimento de carácter testimonial. Dos años más tarde, emprendió en Londres el rodaje de su primera película como director, un largo sobre las comunidades under-ground con un grupo denominado Living Cinema. La película se llamó Molotov Party (La fiesta Molotov) e ironizaba sobre una izquierda festiva, sometida a condiciones sociales que harían impracticable cualquier propuesta revolucionaria.
La trayectoria posterior de Giannoni tiene mucho que ver con la desilusión experimentada por las juventudes europeas después del romántico brote de 1968: "Muchos comprendimos —dijo hace unos días— que las razones de un cambio verdadero no habríamos de encontrarlas en el centro del mundo desarrollado, sino en las periferias, en los países pobres o en aquellos que viven una revolución".

COMO GANAR EL MERCADO. El lunes pasado, en su despacho del Instituto del Tercer Mundo, Giannoni explicó que la alternativa "para nosotros, argentinos, latinoamericanos, y africanos y asiáticos, no puede ser otra que la de rescatar valores culturales propios a la par que ofrecer, en el cine, una fuerte dosis de información de las realidades nacionales". A su juicio, existe ya una progresiva conquista de un género narrativo autónomo a partir de formas nuevas y lenguajes diversos, "no por un mero hecho vanguardista, sino porque los elementos testimoniales por un lado, y las condiciones infraestructurales por otro, nos ofrecen una realidad inexplotada, en la que sus límites y posibilidades son los mismos límites y posibilidades de la gente que vive esa realidad".
El año pasado, en Argelia, durante la Conferencia de Países no Alineados, Giannoni tuvo la oportunidad de discutir con colegas de distintas nacionalidades los problemas y las contradicciones que padecen los productores contestatarios. "En torno de la Conferencia —dijo Giannoni— había dos grandes programas de actividades: uno era el de la presentación de ballets folklóricos de varios países, y otro, la muestra paralela de cine. Pero debido a que los films iban llegando con las delegaciones, la programación se hacía dificultosa. Fue entonces necesario que entrevistáramos a la Oficina Nacional Cinematográfica para la Industria y el Comercio (ONCIC) a fin de proponerles que con ese material se constituyera un congreso de cineastas del Tercer Mundo. Se organizó, pues, una muestra con el auspicio del Ministerio de Cultura de Argelia, y ésa fue la primera vez que pudieron reunirse 45 cineastas del Tercer Mundo sin la mediación de la crítica europea, lo cual posibilitó un debate político mucho más profundo. Se trataron tres temas fundamentales; el primero, sobre el papel del hombre de cine en nuestros países y su aspecto ideológico. El segundo abordó la situación de las producciones nacionales y las posibilidades de coproducciones entre países no alineados, tomando en cuenta las infraestructuras tecnológicas de cada país, ya que existen distintos niveles y lo que a uno le falta puede sobrarle a otro. En tercer lugar se habló de la difusión de nuestro cine y se analizó el campo de proyección de nuestras películas, un área mayormente afectada por los monopolios norteamericanos de la distribución."
"El cerco tendido por los monopolios —siguió Giannoni— provoca situaciones aparentemente insalvables si no se recuperan los mercados locales. Hasta hoy, siempre es posible ver con mayor facilidad películas nuestras en los Estados Unidos o Europa que en cualquiera de los países que las producen. Los países de América latina disponen de 12.531 salas de exhibición de 35 milímetros; el producido de estas salas es del orden de los 373 millones de dólares por año. África tiene 1.933 salas que arrojan una ganancia de 113 millones de dólares, y Asia —sin incluir a China Popular— dispone de 1.953, con una ganancia anual de 355 millones. Naturalmente, estas fabulosas recaudaciones pasan directamente a los bolsillos de las llamadas Siete Hermanas de Hollywood, es decir, el monopolio cinematográfico más fuerte del mundo".
Las conversaciones de Argelia esbozaron como estrategia probable para
la recuperación del mercado la creación de un circuito alternativo de distribución y exhibición, que no signifique necesariamente la construcción de más salas cinematográficas: "Resolvimos instrumentar una política de público. En Europa y Estados Unidos el circuito alternativo funciona paralelamente al circuito comercial porque, aunque allí deban enfrentarse con las grandes compañías, el desarrollo económico otorga márgenes de competición muy importantes. Existen los medios técnicos, hay proyectores, es relativamente fácil hacer copias y subtitular, cosas que aquí resultan casi impracticables. Nadie puede hacer estas cosas —comprar proyectores o, en un plano político, luchar por la nacionalización de la distribución— permaneciendo aislado; por eso, el Instituto intentará tomar a su cargo esa tarea".

EL TERCER CINE. La frecuente denominación de cine del Tercer Mundo ha sido redefinida por Fernando Ezequiel Solanas, autor del film —ya clásico— 'La hora de los hornos', para quien esta forma de expresión debería llamarse más apropiadamente Tercer Cine, si se tiene en cuenta que el primero corresponde al comercial y el segundo al cine de autor, categorizaciones que responden a la prioridad que esas formas tienen en el mercado mundial. La muy amplia denominación de cine del Tercer Mundo incurriría, según Giannoni, en vaguedades indiscriminatorias: "De pronto —señaló—, una película costosa, hecha con capitales mixtos sobre un tema nacional, puede muy bien considerarse como un producto artístico del Tercer Mundo, ya que geográficamente lo es, pero esa película, de hecho favorecida por los circuitos de distribución multinacionales y en parte financiada por ellos, serviría a una ideología claramente opuesta a la que propone una preceptiva nacional y de lucha de liberación. En la Argentina abundan los ejemplos en ese sentido".
Aparte de La hora de los hornos y de Operación Masacre, de Jorge Cedrón, son computables como valiosos intentos de un cine propio, películas como El camino hacia la muerte del Viejo Reales, de Gerardo Vallejo, y las obras de conjunto encaradas por grupos universitarios que, con un criterio casi exclusivamente documental, vienen reseñando los altibajos de la realidad argentina. "Un grupo de la Universidad de La Plata —destacó Giannoni— hizo un buen trabajo testimonial sobre la tortura; se trata de Informe y testimonio sobre la tortura, película filmada en blanco y negro y en 16 milímetros". Jorge Giannoni hizo también mención de otro grupo autodenominado Operación Retorno, autor de una serie de documentales que arrancan de la primera llegada de Perón al país, el 17 de noviembre de 1972: "Estos intentos —dijo— conforman, sin lugar a duda, una buena base para un cine del inmediato futuro, pero no componen totalmente una filmografía. El testimonio es importante pero no excluyente de la forma dramática; el cine deberá contar siempre una historia a partir de una situación dramática con secuencias imaginarias, en tanto que el puro testimonio pertenece al ámbito del noticioso televisivo, por lo menos en los países donde funciona una democracia plena".
En el historial de Giannoni figura la experiencia colectiva del grupo Cine Tercer Mundo (CN3) que, a partir de 1971, filmó en África y Asia Menor cinco películas —algunas de ellas premiadas en festivales internacionales— en colaboración con cineastas de distintas nacionalidades, entre ellos los argentino Jorge Denti y Alfredo Muschetti. "Ahora —concluyó— muchas de nuestras expectativas confían en la reunión de mayo; es probable que entonces estemos en condiciones de dar nacimiento a un movimiento cultural irreversible".
R. R.
Revista Panorama
9/5/1974

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