EL RETORNO DE UNA POPULAR INTERPRETE DEL TANGO
JUANITA LARRAURI: HISTORIAS PARA SER CANTADAS
Alejada de los escenarios durante más de dos décadas, tiempo en que se dedicó intensamente a la militancia política -fue senadora nacional de 1952 a 1955-, la popular cantante memora sus comienzos artísticos y desenfunda algunas de sus pasiones
Juanita Larrauri
"Ahora que está de moda la doctora Aslan, voy a consultarla para que trate de quitarme unos añitos de encima —asegura, abriendo bien los ojos y encogiéndose de hombros como para darle mayor ternura a las imprescindibles disculpas—. ¿Y qué tiene eso de malo? ¿Usted sabe el promedio de vida que tenía el ser humano en otras épocas? ¿Y el que tiene ahora, gracias al progreso de la ciencia?" Efectivamente, y aunque su avasalladora vitalidad la haría más bien merecedora de un tratamiento tranquilizante, Juanita Larrauri —panacea rumana aparte— tiene el firme convencimiento de que aún le resta un largo camino por recorrer. Por lo menos, eso fue lo que le confesó a un redactor de Siete Días que pocos días atrás la visitó en su acogedora casita, ubicada frente a la estación Ezpeleta, en el Gran Buenos Aires, para charlar con ella sobre el longplay que acaba de grabar. Un álbum en el que la veterana cantante reedita algunos de los clásicos tangos que la llevaren a la fama en la década del treinta, y agrega otros surgidos de su propio puño y letra en años posteriores.
Así, la rentrée de Juanita en el azaroso mundillo del show/business luego de 23 años de silencio —o mejor dicho, de una convulsionada actividad política—, constituyó una excelente ocasión para rememorar sus comienzos como artista, los entretelones de su carrera pública y de su vida cotidiana en la actualidad. Claro que, mujer precavida al fin, JL tomó al toro por las astas y se adelantó a contestar una pregunta más que comprometedora: "Ustedes tienen la maldita costumbre de averiguar la edad de la gente que reportean —acusó— pero yo no les voy a decir la mía. ¿Por qué habría de hacerlo? Si total, ninguna mujer dice la verdad. Si afirmara que tengo cuarenta, usted se diría ah, claro, tendrá cincuenta; si le asegurara que tengo cuarenta y siete, usted pensaría: seguramente tendrá cincuenta y siete. Y si, por fin, le diera mi palabra de que tengo cincuenta y cinco usted frunciría el ceño y se reiría para sus adentros: bue, por lo menos habrá de tener setenta y uno. Entonces, ¿para qué sirve decir la verdad?"

"ANTES TODO EL MUNDO PRETENDIA ENAMORARME"
Según su propio testimonio, los comienzos de Juanita como cantante de tangos tuvieron lugar cuando apenas tenía 16 años cumplidos. "Por aquella época yo era una mujercita bastante bien formada, y un guitarrista que me había escuchado cantar en Ezpeleta me llevó a probarme a radio Belgrano. Bueno, salí bien de la prueba y me contrataron en el acto".
Por cierto, los métodos de que solían valerse las divas de preguerra para defenderse de sus perseguidores eran bastante menos románticos que los utilizados hoy en día y mucho más contundentes: "En aquel entonces, Juanita Larrauri era como una perla bruta extraída de la granja de su padre y trasplantada a la radio —continúa—. Para colmo, como todavía era mal visto que una muchacha fuera artista, todo el mundo pensaba que sólo una cualquiera podía dedicarse a las tablas. Por eso, algunos se creían con derecho a afilarme, y yo, muchas veces, tenía que salir del paso a trompada limpia. Por ejemplo, una vez le di un tremendo trompazo en la mandíbula a un famoso director de radio Belgrano, en presencia de don Jaime Yankelevich. No puedo decirle el nombre de la persona, porque es muy conocida y todavía vive". Otras veces, de gira por diversos pueblos de la provincia de Buenos Aires, el panorama acostumbraba a presentarse más espeso y Juanita se veía obligada a noquear a sus pretendientes con golpes fulminantes. Así, cierta vez que la estrella cantaba en un teatrito de la localidad de Ituzaingó —memora—, "se me acercó en plena función un tipo que fue a sentarse en la primera fila y que comenzó a sacar billetes del bolsillo y a jugar burlona y provocativamente con ellos. A mí me produjo un fastidio tremendo. Recuerdo que en ese momento estaba cantando el tango 'Marro a mano', y mirándolo bien de frente le recalqué con toda la mufa que tenía acumulada, los versos que dicen: 'En la cuenta del otario que tenés se la cargás'. En otras palabras, le estaba diciendo: Mira, preparate, porque conmigo la cosa no viene así no más. La cosa es que, ni bien terminé la canción, me tiré del escenario como una bestia enfurecida (con vestido largo y todo), lo agarré del cuello con una mano y le di tantas , trompadas que tuvieron que llevarlo al hospital con un labio partido. Después me enteré que ese hombre le había hecho lo mismo a Mercedes Simone, en el año 1937, y que la pobre se había ido del pueblo llorando".
En el apogeo de su labor artística Juanita tuvo oportunidad de codearse con muchos de los que pasarían a constituirse en ídolos populares. "Fui muy amiga de Azucena Maizani, Agustín Magaldi, Mercedes Simone, Carlos Gardel y muchos otros que aún están trabajando. Con Roberto Galán, en la radio, teníamos unas agarradas tremendas pero simpáticas: él tenía que presentarme, y como era muy petisito (no sé si lo sigue siendo), siempre me tiraba el micrófono para abajo. Entonces, yo me lo ponía a la altura de la boca y por abajo volaban unas pataditas que no le digo nada". Invitada a recordar algún episodio que le haya tocado vivir con Garlitos Gardel, JL es terminante: "Mire, si él viviera hoy en día, le aseguro que sería peronista —apuesta—. Yo lo conocí en el año 1933, y una de las primeras impresiones que me causó fue la de ser un individuo capaz de enloquecer a las mujeres y que sentía un gran amor por su pueblo". Como prueba de la verosimilitud de su pálpito, la temperamental vocalista cita una anécdota: "Una vez se hizo una gran comida en la radio en homenaje a Garlitos —rememora—, si no me equivoco era de gala. Bueno, Gardel había pedido que nadie se sentara al lado suyo, porque tenía un invitado especial. Entonces, cuando todo el mundo estaba pendiente de quién sería la dama a la que, se suponía, concedería semejante (honor, Gardel se vino con el portero y lo invitó a sentarse a su lado. Así era Carlitos..."

"MI PRIMER ACTO POLITICO FUE HACER DE PELUQUERA"
A mediados del año 1937, cuando ya era toda una estrella, Juanita realizó su primer acto militante: "Yo me inicié en la política a raíz de una huelga que hacían los obreros de un fábrica de Ezpeleta. Resulta que allí la gente trabajaba en unas cámaras de ácido, cosa que les afectaba muchísimo los pulmones. Entonces, luchaban por trabajar una hora menos por día y cobrar un peso más. Yo me enteré indirectamente del asunto, porque mi hermano, que era oficial de policía, había recibido un telegrama que decía 'Disuelva la huelga, a palos o a tiros' ". Afectada profundamente por semejante posibilidad, la cantante no pudo hacer menos que poner su automóvil a disposición de las obreras huelguistas. "Habíamos arreglado todo de tal manera que yo iba a la fábrica con otras compañeras y les cortábamos el pelo a la carrera hasta dejarlas calvas. Por eso siempre digo que me inicié en la política haciendo de peluquera".
Años después, ya incorporada definitivamente a las filas del peronismo, Juanita tuvo su primer encuentro con Eva Perón. "La señora me llamó para que fuera como delegada a la provincia de Entre Ríos, que era un bastión de los conservadores y radicales —señala—. Yo, sorprendida por el ofrecimiento, le dije: "Señora, yo de esto no entiendo nada, en mi vida me ocupé de la política... ¿Usted es argentina, es patriota y quiere al pueblo?, me preguntó. Cuando le contesté afirmativamente, me dijo: Bueno, entonces yo le voy a explicar y usted lo va a hacer. Para entonces yo ya estaba asustadísima, y mucho más cuando entró en el despacho el general y Evita aprovechó para consultarlo. Mira, Juan —porque la señora lo llamaba Juan—, quería mandarla a Entre Ríos a Juanita. ¿Qué te parece?, le dijo. Y él, riéndose, exclamó: "Uuuuyyyy, pobre Juanita. Pero no importa, porque ella agarra la guitarra y los derrota cantando".
A partir de entonces Larrauri pasó a revestir cada vez más importancia dentro del partido Justicialista, hasta convertirse en senadora nacional entre los años 1952 y 1955, y recibir honores tales como ser nombrada presidenta de la Comisión de Acuerdos del Senado durante el mismo período y presidenta de la biblioteca del Congreso de la Nación. Una vasta labor que, luego de innumerables vaivenes, le ha dado el suficiente ímpetu como para asegurar: "No me considero terminada en el movimiento ni en ningún orden de la vida. Soy un soldado de Perón, y como tal estoy perpetuamente a sus órdenes".

"TENGO A EVITA EN UN ALTAR, Y LE REZO TODOS LOS DIAS"
Actualmente, cuando no ensaya o prepara algún recital, Juanita trascurre sus días en su casa de Ezpeleta, abocada íntegramente a las tareas del hogar. Así, la diva cumple religiosamente con su programa de una hora diaria de gimnasia respiratoria. "Hago principalmente flexiones, recostada en el piso y moviendo las piernas en forma de bicicleta. Si quiere le enseño como hago", propuso al redactor de Siete Días. Un gesto conmovedor pero que, después de ser reconsiderado por ambas partes, fue dejado de lado para pasar a otros detalles. "Decidí hacer gimnasia porque yo vivo al lado de la estación de trenes, y cada vez los corría con mayor dificultad —explica—. Hace cinco años, escuchaba la campanilla, salía corriendo de casa y siempre lo alcanzaba. Ahora, en cambio, noto que el tren me gana de mano y tengo que volver a mi estado físico anterior para no perderlo".
Luego de las agotadoras sesiones de gimnasia, JL se encomienda a sus oraciones matinales. Efectivamente, tiene instalado un humilde altar en su salita de estar, en el que convive Jesús con Eva Perón. "Es que para mí Evita es una santa —se confiesa la dueña de casa—. Yo le cambio las flores todas las mañanas, y le rezo con profundo respeto. No sé cómo explicarlo... es como si la señora Eva Perón en mi casa fuera un mensaje de Dios. Mire, a mí la señora ya me ha hecho dos milagros. Y no crea que soy una fanática o que estoy imaginando cosas: tengo cinco testigos (uno de ellos un alto funcionario policial de Ezpeleta) para que den fe de que Evita está haciendo un milagro con mi hija, que siempre estuvo muy enferma".
Asimismo el culto de Evita está directamente relacionado con el cultivo de rosas, uno de los pasatiempos favoritos de la Larrauri. La explicación es la que sigue: "Las rosas de mi jardín se nutren de la tierra que voy sacando todos los años, el 26 de julio, del lugar donde muriera Evita en la calle Austria y Libertador. Quizás sea una sugestión, pero a mí se me da como que las flores crecen más sanas, más perfumadas, más puras. Mis rosas, entonces, son como lo fue ella: vigorosas y cautivantes al mismo tiempo".
Contrariamente a lo que muchos podrían suponer en base a tal peculiares hábitos, Juanita asegura no ser nada supersticiosa. Tan sólo cree en la astrología "hecha por los estudiosos verdaderos", y le asigna una gran importancia a los sueños. En ese sentido, refirió una de sus últimas pesadillas: "Pocos días atrás soñé que caminábamos por la calle de la mano con una gran amiga y de pronto se aparecen unos tipos con ametralladoras que empiezan a tirarle —se posesiona—. Entonces yo, dominando instantáneamente el miedo, me coloco delante de ella para protegerla de las balas, le tapo las caras con las manos y empiezo a gritar asesinos, asesinos. Bueno, le juro que me sobresalté muchísimo: me desperté gritando como una loca".
De esta manera, con una sinceridad que tiñe de encanto a cada una de sus actitudes, Juanita transita por la vida absolutamente ajena al "qué dirán", que tanto preocupa a sus colegas. Como si recién comenzara a vivir, está constantemente pensando en el futuro, reconsiderando viejos proyectos y entusiasmándose con cualquier idea que la lleve a conocer nuevas emociones. Tanto es así, que tiene como meta "cantar, cantar y cantar". Y a fines del año que viene, me voy a dar una vuelta al mundo. Quiero conocer las pirámides de Egipto y la China Popular. Todavía no sé cómo, pero le aseguro que voy a ir. Aunque sea a vender tarjetas del Prode".
Fotos: Mario Paganeti
Revista Siete Días Ilustrados
17/12/1973
Juanita Larrauri

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