¿Para qué sirve la juventud argentina?

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El país está en crisis". "Así no se puede seguir". "Esto no lo arregla ni Dios". Juicios tan categóricos como éstos, salpican a diario la conversación entre los argentinos. Tanto de aquellos que todavía se aterran a seguir denominándolo nuestro país, como de los que se resignaron a llamarlo este país. ¿Cuál es, en este proceso crítico, el papel que jugó y juega la juventud? No es una pregunta ociosa, a un año de la revolución que pretende realizar profundas reformas en la estructura del país, y que ineludiblemente deberá contar con el apoyo de los verdaderos protagonistas del cambio: los jóvenes. "La revolución se hará con sangre o no se hará", vaticinó un funcionario allegado al Ministerio del Interior, luego del discurso pronunciado por el ministro Borda la última semana de junio.
La tarea no parece fácil. Muchos siguen todavía aferrados al viejo esquema de que los problemas nacionales obedecen, en su totalidad, a enfrentamientos generacionales, sin advertir que los jóvenes poseen una dinámica propia, capaz por sí misma de realizar grandes transformaciones. "La generación actual tiene el privilegio de actuar en un escenario histórico en que los cambios ya no son reclamados subjetivamente por los militantes de los movimientos progresistas, como en cierto modo ocurría cuando yo era joven, sino que están ocurriendo vertiginosamente ante los ojos de esta nueva generación, que es la inescapable protagonista de !a transformación", juzga el ex presidente Arturo Frondizi. Parecido criterio defiende el gremialista Julio Guillán, secretario adjunto de los telefónicos nucleados en FOETRA: "Ya lo dijo el general Perón. Sin trasvasamiento generacional, no pasa nada en la Argentina. Hay un grupo de dirigentes sindicales que hizo su experiencia histórica, al frente del movimiento obrero, durante el peronismo. Su misión ahora es dejar paso a las nuevas generaciones y no enquistarse en el poder gremial".

LOS PROTAGONISTAS
Un equipo psicosociológico consultado por SIETE DIAS estimó que, en líneas generales, la actitud actual del joven argentino es de escepticismo. Se ve impedido de actuar en política, en agrupaciones estudiantiles, y considera que el gremialismo representado por la CGT está en crisis. "Eso crea una base de frustración. Los jóvenes hoy se sienten marginados, sin posibilidades de participar en los grupos dirigentes del país", opinó uno de los sociólogos. "No le faltan motivos: prácticamente un alto porcentaje de ellos no conoce la estabilidad institucional. Lo prueba una simple operación aritmética: desde 1930 hasta 1943 pasaron 13 años; desde entonces, hasta la caída de Perón, 12; desde 1955 hasta el derrocamiento de Frondizi, 7 años; y de 1962 hasta la Revolución que destituyó a Illia, apenas 4."
Eso no es todo: también la generación actual cuenta con el escepticismo de los que opinan que "todo tiempo pasado fue mejor", y es juzgada por su adhesión masiva a los Beatles o por ser consecuentes admiradores de los ídolos musicales que desfilan en el programa "Modart en la noche", olvidando que muchos de estos jóvenes contribuyeron también a que en los últimos diez años la Universidad de Buenos Aires se constituyera en la mejor de América latina. "Los jóvenes de hoy —especialmente los adolescentes—, no se sienten tentados a planear a largo plazo. La inseguridad es la característica predominante, y no se sienten integrados en ningún sector. Si se trata de estudiar, la mayoría elige carreras preferentemente cortas", dice una psicóloga experta en orientación vocacional.
Para la actriz de teatro Beatriz Matar (23 años), hablar de la generación actual es bastante problemático: "La gente joven está aprendiendo todavía, y en esa situación es difícil definirse. Personalmente creo que hay que aprovechar al máximo las posibilidades actuales de realización. Ya se verá luego si los límites los pone la realidad circundante o uno mismo".

¿QUIEN PONE LOS LIMITES?
Por su parte, Jacobo Tieffenberg (25), alumno del último año de Medicina, no cree en los cambios generacionales "sino en una continuidad histórica donde se refleja la evolución de la crisis económica y política del país. Es el caso de la camada de dirigentes estudiantiles que se ilusionó con el 'golpe' del 16 de setiembre de 1955, cifrando sus esperanzas de cambio social en la democracia formal; ante el primer fracaso del gobierno 'gorila', transfirió sus esperanzas a Frondizi". Según Tieffenberg, la "traición" de éste determinó un cambio en la conducción del movimiento estudiantil, concretado en el Congreso de la Federación Universitaria Argentina (FUA), en 1959. "La cadena de desilusiones llevó a la necesidad de unirse con otros sectores populares para lograr un gobierno auténticamente popular que hiciera efectivo el cambio de estructuras. La comunicación o diálogo con esos sectores no fue un problema de generaciones, sino la menor o mayor capacidad de cada grupo para captar la realidad social."
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OTRA GENTE, OTROS TIEMPOS
El mundo del deporte ofrece un campo propicio para detectar las diferencias entre el ayer y el hoy. A primera vista se observa que cada vez menos los éxitos responden fundamentalmente a aptitudes individuales. Estas han sido reemplazadas por un laborioso trabajo de equipo, en el que intervienen personas de todas las edades. Ya no importa tanto "el solista", sino todo "el conjunto". ¿Por qué? "A comienzos de la década del 40, menos fábricas, menos ruido y aire más puro, permitían que gran parte de la juventud practicara deportes, en particular el box. Los boxeadores se ocupaban más que ahora de su físico; era un orgullo lucirlo", juzga el ex campeón argentino de peso mediano Eduardo Lausse. ¿Y ahora? "El crecimiento de la ciudad —confirma Lausse—, el auge de los deportes mecánicos, los problemas económicos y la velocidad de la vida moderna, hizo disminuir sensiblemente la capacidad física de los jóvenes en general."

LA GENERACION FUTURA
El punto de vista del deporte automotor es defendido por el legendario Aguilucho" Oscar Alfredo Gálvez, retirado ya de las rutas y convertido en un próspero comerciante. "Antes, conducir requería una mayor cuota de audacia porque el estado de los caminos era deficiente. Sobre estas huellas apenas transitables, con autos de menos recursos técnicos que los actuales, menos frenos, potencia y estabilidad, más que conducir se cabalgaba detrás del volante. El piloto y su acompañante debían forzosamente ser avezados mecánicos para reparar cualquier desperfecto en el menor tiempo posible." Según Gálvez, la preparación de una máquina ya no puede actualmente realizarse en un taller de barrio: lo impiden sus nuevos elementos de ingeniería y técnica de precisión. También los costos han variado: "Esto explica que los corredores de hoy sean en su mayoría conductores y no mecánicos. Pertenecen, como Bordeu, Alzaga y Casá, a familias adineradas. ¿Quién, sino ellos, pueden hacer frente a los gastos de 2 millones de pesos que vale un auto pelado, más otros 2 millones para equiparlo, además de los repuestos y auxilios en competencia?". No sin mucha nostalgia, recuerda su época de oro: "La lucha era mayor, más pareja".
La idea de crisis amenazó a casi todas las generaciones que se desarrollaron entre 1930 y 1967. También es común pensar que la última es la peor, especialmente para los contemporáneos, que por vivir en el bosque no alcanzan a divisar los árboles. Pero la confusión nace de la celeridad con que se realizan los cambios: no todos están en condiciones de adaptarse a ese constante fluir, y necesariamente quedan marginados. Lo saben bien los responsables de formar a las nuevas generaciones. "Es evidente que la preparación de los cuadros del Ejército ha evolucionado en los últimos años, y deberá seguir evolucionando ya que vivimos en una sociedad de cambio acelerado. Es preciso, entonces, encaminar la educación de los jóvenes en las direcciones en que se moverá la sociedad futura, para la que se preparan las generaciones de hoy", afirma el general Adolfo Cándido López, comandante de Institutos Militares. Acorde con ello, la educación de los cuadros tiene dos finalidades fundamentales: Preparar en lo moral, espiritual, técnico y físico, y "contribuir a la formación de ciudadanos amantes de los principios democráticos y de la moral cristiana, de tal forma que quien deje el servicio activo pueda hacer frente a la presión ideológica a la que será sometido por el enemigo convencional". En opinión del general López, la situación de cambio acelerado lleva implícita la necesidad de conocer disciplinas extracastrenses como sociología, economía, filosofía: "Estas, junto con las ciencias específicamente militares, les proporcionan los conocimientos necesarios para asimilar lo cambiante, producir y conducir el cambio que necesitamos".
El aspecto ideológico no sólo preocupa a los militares: también a los intelectuales argentinos. "Lo que prevalece en la actualidad es un sentido de marginalidad, que se expresa en la no existencia de una revista literaria, que es la expresión de una falta de partido nucleador. Se podría afirmar que la derecha aprendió más de la revolución cubana que la izquierda", deduce el escritor David Viñas. El no duda que la nueva literatura pasa por la izquierda, pero por eso mismo la falta de un partido que homogenice a los grupos, hace difícil e individual el trabajo. "Sin embargo —continúa Viñas—, es indudable que en la Argentina actual, dado lo tradicional y perdurable del movimiento cultural, existen en la actualidad la capacidad ideológica y creativa como para producir grandes y trascendentes cosas."
Es otro escritor el encargado de caracterizar a las distintas generaciones: Leopoldo Marechal. "La mía es una generación de transición entre dos épocas, o mejor dicho, entre dos Argentinas: la vieja o pequeña, encerrada en un mundo tradicional, y la Argentina posible que todos debemos realizar, o por lo menos soñar." En su opinión, el cambio es posible en la medida que se puedan realizar, libremente, sin opresiones, un conjunto de posibilidades históricas que caracterizan al país. "La generación actual está en una lucha de conceptos, de doctrinas; trata de orientarse hacia la expresión de nuestras realidades. Lo magnífico está en que todos tienen el mismo fin, el. mismo objetivo: la construcción acelerada de un país real con y para un pueblo real."
Es posible que todos coincidan en la necesidad de construir un país real. Lo que no parece fácil es lograrlo. Cada sector cree tener una solución a mano, y los jóvenes no son la excepción. Mientras tanto, son demasiadas ya las generaciones que arrastran su frustración —política, artística, profesional—, y los problemas concretos se diluyen en debates y polémicas estériles. El más perjudicado, obviamente, es el país, que posterga año tras año su ingreso en la historia contemporánea.
Revista Siete Días Ilustrados
18/07/1967
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