Un pianista argentino que hizo conocer
el "jazz" en Europa LALO SCHIFFRIN
por CARLOS COLAUTTI
—Bueno, Lalo
—le digo—, es tiempo que me cuentes qué lugares de
Europa recorriste. —A Dios gracias tuve
oportunidad de conocer bastante. El Hot Club de
París me invitó a realizar una gira por Bélgica,
Alemania y Francia. Luego fui a Londres, donde la
B.B.C. me contrató para actuar por televisión.
Volví a París y participé en el Salón
Internacional del Jazz, donde concurrieron casi
todos los países europeos y los Estados Unidos. Yo
representé a la Argentina, único país
latino-americano presente en el festival. Grabé
con mi sexteto algunos temas propios como
"Josephine" e "Invention", y otros de compositores
norteamericanos. Además la Unión de Músicos
Franceses de Jazz Moderno me contrató para que
diese una serie de conciertos en el teatro Apollo
de París. —Bueno, como estoy viendo, no has
perdido el tiempo en Europa. Y a tu vuelta,
después de haber oído tanto buen jazz, ¿qué
opinión tenés de lo que se hace aquí? —A mí me
parece que el grupo de Be-Bop Club de Buenos
Aires: "Bebé" Eguía, "Pipo" Troise, Borraro,
Malvicino y tantos otros siempre han hecho muy
buen jazz, y su trabajo es mucho más meritorio si
tenemos en cuenta que nunca han oído jazz "a
tracción a sangre" —dice Schiffrin—, sólo han
escuchado grabaciones. —¿Y en Europa? —le
pregunto. Lalo enciende de nuevo la pipa como si
quisiera ganar tiempo. —Creo que el público
europeo es más exigente y culto que el
norteamericano. En Estados Unidos les gusta mucho
lo que yo llamo "demagogia musical", música
estruendosa, grandes conjuntos, demasiado ruido...
—comenta riéndose—. Lógicamente en los músicos
europeos se manifiesta el mismo sentido de mesura
estética que podemos apreciar en todas las
actividades de la vida europea. Esta es la razón
por la cual hay un buen grupo de instrumentistas
que nada tienen que envidiar a los más "radiantes"
músicos del jazz americano. —Acá llegaron
noticias de que grabaste algunos tangos con
Piazzola. —Sí. efectivamente, fué la mejor
anécdota que tengo de Europa. Yo que soy un
pianista de jazz tuve que tocar tango, porque
—añade con modestia— era el único pianista
argentino que estaba en París. Además, fué un gran
placer descubrir el tango, encontrar en las
canciones que tarareamos desde chicos una nueva
fuente de goce musical. Por otra parte, los días
de París que recuerdo con más alegría fueron los
de mi contacto con Astor Piazzola. ¿Sabés lo que
es podes, después de más de un año, hablar un poco
al "vesre" y que te entiendan? La bocanada de humo
de su pipa quedó atragantada por la risa. —¿Y
qué corriente dentro del jazz tiene en este
momento más aceptación en Europa? —Hay dos
modalidades que gustan al público culto: una, el
Nueva Orleans, que generalmente se hace bastante
mal, salvo algunos casos como, por ejemplo, el de
Louis Armstrong, a quien escuché últimamente, y
que, a mi criterio, es el padre del jazz, y la
otra, el jazz moderno, que no ha olvidado sus
fuentes, en la que se encuentran Charlie Parker,
Dizzie Gillespie y Miles Davis, por no mencionar
sino los más conocidos. Hay un movimiento europeo
de vanguardia que sigue muy de cerca al estilo de
la costa oeste norteamericana (cool jazz), paro en
general los aficionados prefieren el jazz
newyorkino (be-bop), que es menos cerebral y más
bailable, aunque realmente no existe un límite
concreto entre estas dos modalidades, sobre todo
en los últimos años en que los "cool"
intransigentes fueron variando hacia una música
más cálida. Se puede decir, a grandes rasgos, que
en el "cool" los instrumentistas se preocupan de
obtener una sonoridad pura sin "vibratto", pero
esencialmente en los dos estilos el fraseo es el
mismo. En una palabra, el abismo que existía hace
cinco años entre el "cool" y el "be-bop" tiende a
desaparecer, porque los dos han adoptado una misma
forma rítmica. Además los músicos de estas dos
corrientes han realizado durante estos últimos
años una gran cantidad de grabaciones conjuntas.
Yo creo que en este momento se debe hablar
solamente de jazz moderno y dentro de éste podemos
percibir más que escuelas, personalidades. —Te
agradezco mucho la aclaración, y decime, ¿qué
planes tenés para el futuro? —Bueno, el futuro,
por definición, es siempre incierto. Si puedo
arreglar mis papeles, pienso ir a los Estados
Unidos a estudiar; pero por ahora quiero hacer
algo por el jazz de aquí. Me parece que en este
momento sería útil aplicar el equipaje de
experiencia que traigo de Europa. Creo que de
todos modos ha sido muy positivo que un argentino
tomara una visión directa del jazz en el
.extranjero, pues aquí esta música nos llega
solamente a través de grabaciones que, por lo
general, son muy incompletas y brindan sólo una
visión parcial de lo que pasa allá. —Y me dice
con cierto énfasis, mientras me mira fijamente—.
Creo que en este momento nuestra obligación es
trabajar aquí, para ver si podemos pulir cuanto
antes el panorama cultural que nos han legado los
últimos años de "estrepitoso mal gusto". Lalo
se abalanza sobre el piano y comienza a tocar
"Josephine", "Invention", "Tenderly"... La pipa se
apaga lentamente en un costado. Revista Mundo
Argentino 16.05.1956
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Cuando abro la puerta me veo frente a frente
con Lalo. Ya casi había desesperado de verlo esa
tarde, pues quedamos en encontrarnos a las dos y
media y ya eran pasadas las cuatro. Su forma de
vestir en nada se parece a la de los
existencialistas de Saint Germain des Prés, al
contrario, apenas si se nota que ha estado ausente
de Buenos Aires durante más de dos años, en una
edad en que un día es un lapso casi infinito de
tiempo. Lalo tiene ahora veintidós años. Lo
hago pasar. Se sienta peligrosamente cerca del
piano; en todo momento temía que comenzara a tocar
y me abandonara con la conversación trunca.
Enciende despaciosamente su pipa.
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