Sindicatos: Poder clasista o participación
por Miguel Gazzera

Para analizar las relaciones entre el poder sindical y el poder político, Panorama pidió un estudio a Miguel Gazzera, uno de los más lúcidos dirigentes gremiales de la Argentina. Este es su texto:

Miguel Gazzera
Es con Perón en el gobierno que, por primera vez, los trabajadores ascienden al poder político, compartiendo todas las iniciativas y las decisiones del gobierno. Si la conducción sindical entonces no fue capaz de profundizar el proceso de liberación hasta anudarlo en las vértebras de los intereses populares y nacionales, la responsabilidad incumbe exclusivamente a las limitaciones de los dirigentes obreros que, empeñados en demostrar su gratitud a Perón y Eva Perón, olvidaron que lo fundamental era resguardar el poder para que no fuera rescatado por la reacción. También —del otro lado— la burguesía industrial lamentó luego no haber aprovechado la oportunidad que le brindó Perón para acrecentar su participación en las decisiones. A raíz de la Segunda Guerra Mundial, esa clase había recibido un vigoroso impulso sostenido por la proyección nacionalista del peronismo; pero permitió que, a su caída, el imperialismo financiero penetrara hasta la médula misma de nuestra economía.
Sin entrar a considerar la importancia de las obras realizadas por el peronismo que van desde la nacionalización de los trasportes, comunicaciones, canales financieros, hasta la protección de la niñez y la ancianidad (recuérdese sus 73 mil obras en todo el país), lo que no puede discutirse es que solamente durante el gobierno del general Perón existió un sindicalismo de participación en la estructura de las decisiones. Para que ello sea posible, es necesario que exista desde una política de autodeterminación en lo internacional hasta una política de justicia en la distribución del producto global. Suponer que el sindicalismo tiene acceso a la participación, porque a sus dirigentes se les permite manejar "discrecionalmente" fondos sociales, se los hace participar de cordiales tertulias en los ministerios, en la Casa de Gobierno, y se les ofrece incorporarlos a organismos burocráticos donde lo único notorio es que consolidan desde adentro al régimen antipopular, es una burla a los intereses que dicen representar.

SINDICALISMO DE PARTICIPACION.
Las circunstancias a veces proponen una opción para que los sectores populares lleguen a manejar las decisiones: por un proceso de trasvasamiento progresivo del poder o por la ruptura a través de una agudización de la crisis del sistema. El peronismo entendió (estoy seguro de que Perón lo entendió muy bien) que la Segunda Guerra Mundial permitía el desarrollo de nuestra economía sobre la base de la generosidad de los productos agropecuarios y del acrecentamiento industrial, obligado a fabricar buena parte de aquello que antes era requerido por la importación. En ese plano, mediante la organización de fuerzas medianas en el campo, la industria y sectores intermedios, juntamente con la pujante organización obrera, la propuesta de un proceso para el trasvasamiento progresivo del poder era factible sobre la base de un sindicalismo impulsado por una justicia distributiva.
Es cierto que la política interna de un país acondiciona la externa, si se entiende por política la legitimidad de los actos producidos por los gobernantes. De allí que constituye un flagrante sofisma los viajes del general Lanusse a Chile y Perú, donde están en desarrollo actos auténticos que sirven a sus respectivos pueblos, mientras que aquí se ejecuta la planificación de postrar a los trabajadores para servir a la minoría vernácula y a los intereses extranjeros.
Perón levantó las banderas de la tercera posición internacional, consecuente con la filosofía de su gobierno de servir exclusivamente al país y al pueblo. ¿Cómo lo hizo? Después de la Segunda Guerra, la economía del vencedor exigía aumentar el sacrificio de sus satélites y, en ese sentido los aliados procedieron sin mayores diferencias. Suponer que teníamos cabida en el acuerdo que determinó el equilibrio en la bipolaridad del poder internacional sería desconocer nuestra desubicación en la relación de fuerza. Lo que hubiera ocurrido si nos sometíamos mansamente a Estados Unidos lo tenemos a vista y sufriendo en carne propia, porque eso se hizo a partir de 1955. Así nos va. Si en cambio hubiéramos optado por Rusia, los militares habrían barrido a Perón ante el propio asombro de los rusos, que no habrían llegado a comprender nuestra falta de perspicacia.
Es en ese espectro, con una América latina totalmente entregada al "mundo occidental y cristiano", que el peronismo intenta ubicar a la Argentina en el camino de un nuevo bloque. Entonces pareció una alucinante ocurrencia. Hoy ya no. Naturalmente, el peronismo pagó precio a su función de vanguardia, pero no fue en vano. Lo que importa, es que el general Perón no imaginó más allá de las circunstancias históricas que posibilitaron su presencia en el poder, se atuvo a la realidad internacional, a la situación del continente al cual pertenecemos y a nuestras posibilidades internas. Dentro de esos andariveles, el ascenso de los trabajadores a la estructura política, constituyó el hito más notable de un eslabón que intenta encadenarse al trasvasamiento progresivo del poder a los sectores populares.
Con una industria pujante y en creciente desarrollo, el sindicato obrero cumplió la fase de la participación, sea en sus relaciones directas con el empresariado, como en las negociaciones salariales. Claro que los "izquierdistas" dirán que eso es corporativismo nazi-fascista, algo que no objetaron cuando las fuerzas del E je se aliaron a Rusia en la primera etapa de la Segunda Guerra.

EL PODER DEL PROLETARIADO. Desde la óptica de la filosofía marxista, la clase trabajadora no tiene opción: constituye la dictadura del proletariado e impone sus leyes de manera drástica y excluyente, o sucumbe víctima de sus propias debilidades. Desde allí, el juicio puede valer para definir la derrota del Peronismo, pero ocurre que la Revolución Rusa no partió de una situación semejante a la argentina durante el gobierno de Perón. Entonces, un régimen corrompido, capaz de las más bárbaras represalias contra el pueblo ruso, con naciones en derredor en franca decadencia, posibilitó una reacción encadenada durante casi 17 años que fueron minando definitivamente los cimientos del imperio de los zares.
A pesar de sus dificultades sociales, donde tampoco estuvieron ausentes bárbaras represalias, Argentina desde principios de siglo fue incorporando nuevos pobladores a través de las corrientes migratorias. El gringo pobló gran parte de nuestras pampas, no era el labriego ruso en su tierra, en su suerte y en su desgracia. Los artesanos provenientes de Europa cubrían las fábricas y los idealistas las linotipias, pero eran obligados a escribir contra sus convicciones y cuando se producía un desliz no tenían el apoyo de una organización sindical. Nuestro proletario era (¿ya no lo es?) italiano, español, alemán, etcétera, de tal manera que tenían razón los correntinos cuando decían "si la Argentina entra en guerra, Corrientes la ayuda".
Por supuesto que no se trata de amalgamar hombres para producir una revolución, sobre todo cuando los pueblos reaccionan por sus necesidades, no al simple influjo del fervor de los idealistas o por la meridiana certeza de las ideologías. Hombre, idea y acción encuentran coincidencia en un vértice que se llama historia; lo demás es pura imaginación o vaticinio. Desde el simplismo del vaticinio (el pueblo al poder) no hay explicación para la opresión que la minoría impone a las mayorías —todavía— en muchas partes del universo.
El proletariado argentino, antes del peronismo, reivindicado simbólicamente por las ideas provistas por la corriente migratoria, nunca tuvo el apoyo de un partido sólido. Los anarquistas se limitaban al rechazo; los socialistas a vegetar en la Universidad o a amontonarse frente al Congreso, y los comunistas a recolectar fondos para sostener la Revolución Rusa. Luego, no olvidemos cómo se constituía el proletariado argentino entonces.
No es exagerado decir que, en 1943, los oficiales de nuestro ejército estaban seducidos por la disciplina nazi-fascista, por los primeros triunfos —avasallantes— de las fuerzas del Eje y por las multitudes que en su momento coreaban a sus líderes. Todo eso constituye el espectro de donde surge el peronismo, colocándose en una posición donde a las "izquierdas" les resultaba fácil y gratuito hacerlo blanco de sus juicios más iracundos ... hasta que terminaron en la "unión democrática" representada y encabezada por Spruille Braden. Porque también eso es historia.
Las "izquierdas", enfrentando al peronismo y aliadas a los peores enemigos del pueblo argentino y de la revolución socialista, renegaron del terreno operativo donde podían haber realizado una activa y constructiva crítica. Se invalidaron frente al pueblo. Los nuevos dirigentes, que nacieron junto a muchas organizaciones sindicales al amparo de la ley de asociaciones profesionales del general Perón, con los oficiales del Ejército que seguían encandilados por el nazi-fascismo, ¿constituían la vanguardia para la "dictadura del proletariado"? Esa era nuestra realidad socio-política, Como lo eran los que patrocinaban esa "dictadura" aferrados al brazo de Spruille Braden... La pregunta entonces es: ¿Quién, históricamente, aportó más para producir la revolución popular: el comunismo o el sindicalismo de participación peronista? Por supuesto, admitiendo nuestros errores, que no fueron tan lejos como los de ellos.

LAS "62" Y LA CGT. La redefinición del peronismo a través de las "62 Organizaciones", tiene el valor de un movimiento de masas que pasa por el tamiz de una cruel represión y se reubica junto a su Líder; recupera las estructuras de la organización obrera y pasa a ser el factor definitorio en todo intento de revitalizar a la contrarrevolución a través de los comicios. Son falaces opciones, donde el pueblo vota pero no puede elegir a sus legítimos representantes. Allí las "62 Organizaciones" juegan los principios de la conducta política que marcan los intereses que sus dirigentes representaban. De ese poder que desenmascaraba al régimen antipopular, surge un caudillo incuestionable: Augusto Timoteo Vandor, que signa con su personalidad, habilidad y osadía, una etapa del sindicalismo argentino. Hasta hoy, ningún dirigente sindical contó con el poder político que él logró concitar, alcanzando un plan de vuelo con absoluta autonomía mucho más allá del trajinar específicamente gremial.
Muerto Vandor, sin que su caudillismo lograra ir más allá de la habilidad para la negociación (que era suficiente para los otros dirigentes que engrosaban sus bases operativas, pero que no lo era para las exigencias que reproducía la contrarrevolución en cada una de sus etapas), gran parte de los dirigentes se dedicaron a forcejear para apoderarse de la delantera en las negociaciones. Sin comprender que cada día que las empresas extranjeras avanzaban en la hegemonía de los sectores más activos de nuestra economía, la relación con el empresariado argentino era más utópica, porque él también comenzó a cumplir allí un papel secundario, absorbido en un flanco por aquéllas y en el otro por la política impositiva de un Estado que acrecentaba sus exigencias para poder sobrevivir ante el imperialismo financiero.
Si durante el peronismo fue posible el sindicalismo de participación por la política nacional-popular en lo interno y de autodeterminación en lo internacional, destruidas estas bases de soberanía, independencia y justicia social, con la reimplantación de la minoría vernácula y la intromisión del nuevo imperio surgido de la Segunda Guerra Mundial, al sindicalismo le quedaba un solo camino: la lucha a partir de los intereses de los trabajadores con trascendencia hacia el futuro de nuestro país. Porque, en definitiva, la filosofía "tercerista" se centra en que el desarrollo de la economía debe tener como único objetivo el desarrollo integral del hombre, que no puede encontrar la plenitud vegetando entre los índices de producción y la centralización del poder del Estado —por un lado— o a través de un imperio que somete a pueblos por las guerras y a las naciones por la succión de sus economías, por el otro.

LA PRESION POPULAR. Las "62 Organizaciones" tuvieron en cuenta en su nacimiento y desarrollo esta premisa fundamental, pero a medida que sus dirigentes se fueron internando en la negociación —sin mantener bien clara su independencia con respecto a la administración liberal— el aparato sindical los arrastró hacia la estructura económica, donde las limitaciones de ellos se evidencian de manera inequívoca. Sin embargo, hay que reconocer que durante mucho tiempo, tal vez hasta la aparición del general Onganía, las "62 Organizaciones" sobrellevaron el peso de la lucha; sus dirigentes padecieron duras represiones, mientras que buena porción del aparato político negociaba —a su vez— la posición combativa de los dirigentes obreros peronistas. Es probable que la falta de una conducción estratégica en el aparato político del país sirviera para desnudar rápidamente la precariedad del aparato sindical en su negociación con el régimen liberal. No hubo dentro del peronismo (ni lo veo ahora) una conducción local conscientemente ideológica, capaz de aliviar la pesada carga que vino soportando el sindicato tanto en la lucha como en la negociación. De otra manera, no se explicaría la crisis argentina. Su clase dirigente está agotada, desde los cuarteles hasta los slogans que adornan los comités.
La experiencia señala la imposibilidad de la existencia de un sindicalismo de participación cuando la economía no responde a los intereses internos; la empresa nacional no cuenta con el apoyo del Estado y éste, en lugar de actuar en función estimuladora, sólo opera como gendarme contra las naturales explosiones populares. El Estado argentino hoy tiene esa sola función: resguardar al régimen liberal y proteger los intereses externos de tal manera que hasta los funcionarios menos avisados estallan públicamente de indignación.
El funcionamiento de las comisiones paritarias sólo es coherente dentro de una economía regulada y controlada por el Estado, puesta al servicio de una planificación que permita la explotación eficiente de nuestras fuentes naturales, que promueva la infraestructura de industrias básicas; que amplíe la presencia de recursos financieros manejados desde ese Estado; que imponga la reforma agraria en la pampa húmeda y que asegure para la justa distribución todos los esfuerzos. En un régimen como el vigente, el funcionamiento de las paritarias es una patraña y a sus fines la legitimidad de la política "estabilizadora" de Krieger Vasena no admite discusión. Desde Frondizi, que en 1958 impuso por decreto un aumento masivo salarial del 60 por ciento, hasta los dispuestos por las paritarias en 1971 y los posteriores complementarios establecidos por leyes, el pueblo no ha hecho otra cosa que pagar hasta por la indigencia en que se encuentra. El. pueblo puede fundamentar su escepticismo en relación a sus pretendidos dirigentes, por eso siempre es más consciente la lucha que entabla quien sabe lo que va a perder que aquel que se lanza a ella suponiendo que tiene algo que ganar. A uno lo obliga la cuenta bancaria. Al pueblo la ilusión del triunfo, por sus crecientes necesidades.
El fraccionamiento producido en las "62 Organizaciones", como las diversas tendencias que militan en la CGT, no encuentran diferencias sino en la metodología para adelantarse en el "diálogo". La información periodística así lo demuestra, tanto en el campo sindical, como en el político, como así también en otras básicas instituciones. Pero no habrá éxito para los trabajadores mientras sus dirigentes no recompongan sus conductas liberándose de los compromisos contraídos con la burocracia liberal. Si ello no ocurre, el movimiento obrero deberá liberarse de la férula de esos dirigentes. Entonces, el sindicato perderá vigencia como aparato negociador (hace tiempo que está en crisis en esa función), la administración no podrá ejercer el control que ahora ejecuta y, perdido el equilibrio por dominio del conflicto social, el choque derivará en estallido, esa fuente de nuevos regímenes.
Revista Panorama
04.05.1972
 

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