EXCLUSIVO DESDE PARIS
LA VERDAD SOBRE EL PABELLON ARGENTINO
Por nuestro enviado especial ENRIQUE WALKER.

NUESTRO ENVIADO ESTUVO EN LA TURBULENTA PARIS Y ALLI VISITO EL PABELLON ARGENTINO QUE EL 21 DE MAYO FUE OCUPADO POR ESTUDIANTES EN SOLIDARIDAD CON EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL FRANCES. ENTREVISTO A LOS OCUPANTES Y PUDO RECONSTRUIR TODO LO OCURRIDO: DESDE LA DESTRUCCION DEL ESCUDO ARGENTINO HASTA LA INTERVENCION DE LOS INTELECTUALES.

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EL Pabellón Argentino es el más antiguo de la ciudad universitaria de París; está considerado unánimemente como uno de los más bellos y desde la semana pasada es para los estudiantes franceses el más simpático.
Para mí, un argentino, de afuera me golpeó muy feo.
Me costó aceptar que un pedazo de tela roja flamease al lado de nuestra bandera; y no pude menos que sonreír amargamente cuando vi un papel tapando la placa de bronce que tenía grabado "República Argentina" con unas letras desparejas que decían: "Pavillon Che Guevara". El Pabellón Argentino —en medio de la revolución estudiantil francesa— había sido tomado por estudiantes argentinos, algunos residentes, otros que habitaban en varios pabellones de la ciudad y representantes de la colectividad argentina en París. Unos pocos estudiantes españoles los habían ayudado en la ocupación.
¿Por qué? Fue una de las preguntas que más hice. Recibí varias respuestas. Una argentina que colaboró con los estudiantes me dijo que fue lo único que se les ocurrió como acto de solidaridad con los estudiantes franceses; un latinoamericano me respondió que se habían ocupado no sólo el Pabellón Argentino sino todos los que tenían gobiernos de fuerza y "fascistas"; los estudiantes que ahora ocupan el Pabellón me dijeron que fue porque "el Pabellón se estaba rigiendo en la más absoluta irregularidad".
Este grupo de muchachos que ocupó la casa argentina ahora tiene miedo y da la sensación de que están, sino arrepentidos, seguros de haber actuado en medio de la euforia que emanaba de la revolución Sorbonne.
No quieren dar sus nombres ni permiten que sé les saque fotos. Uno protesta: "Si decidieron jugarse por algo tan serio como esto, asuman la responsabilidad dando la cara."
Sus razones para no hacerlo son extrañamente poco juveniles y muy de burgueses. "Nos van a cortar los víveres, sea de la Argentina o sea del gobierno francés. Además, muchos de nosotros ya tenemos que volver a la Argentina y no sabemos qué nos espera allí. No hagamos las cosas peor de lo que están. Esto no es algo hecho por individuos identificables sino por un comité de ocupación."
La historia de la ocupación es más o menos así: en medio de la euforia de los estudiantes franceses, los argentinos contagiados deciden hacer algo. Se reúnen estudiantes y figuras del ambiente artístico, tales como Julio Le Parc, el pintor Segui, Cortázar y otros. Las reuniones se alargan y —es fácil preverlo— se hacen públicas. El director del Pabellón Argentino, Patricio Randle, se entera de lo que está sucediendo y temiendo la ocupación decide tomar una medida heroica. Sabiendo que el principio de toda la revolución estudiantil francesa nació con un pedido de Daniel Kohn Bendit, en el sentido de liberar la Universidad de París sexualmente —que fue rechazado—, Randle dio un comunicado que expresaba que se podían visitar los pabellones masculinos y femeninos (esta filmación me fue hecha por el grupo de estudiantes que ocupan el pabellón, pero no pudo ser confirmada por Randle a quien me fue imposible ver en una París totalmente paralizada). El 21 de mayo, alrededor de cincuenta estudiantes argentinos marcharon hasta el número 27 de Boulevard Jourdan en la ciudad Universitaria. Los acompañaban —por si acaso— varios españoles. Irrumpieron en el Pabellón Argentino a los gritos del Che, de Liberación y algunos cantaban la Internacional. Un español encontró un escudo —el nuestro— y lo empezó a destruir, hasta que fue frenado por algún argentino. Fue nuevamente armado con algunos alambres y por primera vez desde que el Pabellón existe fue puesto en el umbral del edificio. La otra novedad fue izar la bandera azul y blanca en el frente y ponerle al lado un trozo de paño rojo que los estudiantes habían conseguido de la Sorbonne.
El director Randle abandonó sus aposentos y se retiró del Pabellón; el administrador renunció y no volvió, y los empleados pagos seguirán trabajando hasta fin de mes, pues ya se lo han pagado. Cuando el mes termine quizás desaparezcan también. El comité de ocupación lacró la puerta de entrada a las habitaciones de Randle , prohibió la entrada a los estudiantes y pegó un cartelito que más o menos dice esto: "ojo con entrar aquí que la ley francesa lo castiga con prisión".
Inmediatamente, un gran porcentaje de residentes, ante el pedido de la embajada argentina en París, abandonó el Pabellón. De los cincuenta que había vivienda allí, sólo 20 decidieron quedarse y apoyar la ocupación. Los otros 30 están viviendo en varios lados. Pero hoy, otros 30 ocupan sus lugares: son los argentinos que hoy gobiernan el vapuleado Pabellón. Sus nombres son Manuel, Aníbal, Ana María, Menena. Quizás sean los jefes. Por lo menos son los que me dieron toda la información, los que me guiaron y los que mostraron autoridad. De ellos, Manuel es indudablemente el número 1.
"Hemos encontrado un montón de irregularidades aquí. El artículo 16 de las condiciones que debe reunir un estudiante para ingresar en este Pabellón dice que no debe tener menos de 22 años, ni más de 35, salvo si es profesor universitario, encargado de investigaciones en el extranjero por un año o bien una persona que se distinguió en las artes liberales y después de haber probado en los tres casos que sus ingresos no son suficientes para poder alojarse en otra parte.
"Según los documentos que encontramos en el escritorio particular de Randle había un total de 10 personas sobre 60 residentes que no llenan las condiciones requeridas.
"El párrafo C del mismo artículo 16, precisa que "hay que tener título universitario o un diploma de estudios superiores, o bien un testimonio que pruebe que el candidato se dedica efectivamente a las artes liberales".
"Cuatro personas declararon no tener título universitario ni título equivalente. Sobre el asunto rentas probamos que el cincuenta por ciento tenía una renta considerable o sea que no necesitaba vivir aquí."
Manuel ahora se exaspera detrás de esa apariencia provinciana pacífica que tiene. Su acento es provinciano, pero no es posible ubicar exactamente de dónde es y él no quiere admitirlo. Tiene largos bigotes en forma de manubrio, una barba de dos días y unas simpáticas alpargatas deshilachadas.
Me llevaron por todo el pabellón. Vi la puerta lacrada de las habitaciones de Randle ("el reglamento dice que debe tener cinco habitaciones y él se había apoderado de tres más"), hablé con los muchachos temerosos y vi, eso sí, muchos carteles alusivos al Che Guevara y a otros extremismos. Algo es indudable: los estudiantes que ocuparon el Pabellón son abiertamente izquierdistas y simpatizantes del movimiento francés.
Y los intelectuales, "notables" como los llaman los estudiantes, están con ellos.
Otra cosa es indudable: que todo empezó en una euforia juvenil y quizás totalmente superficial. Una especie de apoyo moral a los franceses. Ahora están metidos en algo mucho más serio y no saben cómo salir. Es por eso que buscaron toda clase de pruebas en contra de la dirección anterior como para que se pueda justificar su actitud.
Hoy, los ocupantes están temerosos, pues la Embajada Argentina parece que pidió a la policía francesa que los desaloje. "Y después de eso no sé qué no pasará."
Y, según me decía un destacado miembro de la colectividad argentina en París, "esto nunca va a ser lo mismo. Todos los argentinos que éramos tan unidos, ahora estamos casi violentamente separados. A favor y en contra. He perdido muchos amigos en este episodio." Si ser piensa seriamente, esto no ha sido más que una chiquilinada muy lejos de la seria y profunda reforma que piden los estudiantes franceses. Una chiquilinada que, como muchas actitudes juveniles, ha alcanzado a doler. A mí, esa bandera roja al lado de la nuestra me dolió. Y no me considero un patriotero. Duele, se lo aseguro. Duele porque no tenemos nada que ver con lo que está sucediendo en Francia. Por muchas razones. Francia y Europa están viejas. Nosotros estamos muy lejos de esa vejez. Estamos tratando de construir todavía. De construir un país joven y fuerte.
Y entonces duele que nos unan a algo de lo cual no queremos tener nada que ver. Lo digo como país, no individualmente.
Pero les aseguro que uno traspone el umbral de las banderas y adentro vuelve a ver. . . la chiquillada. Juvenil, alegre, atrevida. . . equivocada. Y no da para más.
Revista Gente y la Actualidad
13.06.1968

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