Política nacional
Dificultades para Illía, pero sus asesores confían en la negociación / UCRI
Por ahora, Alende es el que manda / Justicialistas Abierta rebelión del sector político /  Frente
No hacen reuniones y suspenden cenas / Diputados: Mucho tacto para una Cámara difícil

Política Nacional
Dificultades para Illía, pero sus asesores confían en la negociación

Desde el momento mismo en que se produjo, el año pasado, la convocatoria a elecciones, pocos observadores hubieran asegurado con convicción que las elecciones realmente se producirían. Cuando por fin llegó el 7 de julio, el dibujante político Landrú ejemplificó el clima vivido: ese mismo día publicaba en el diario "El Mundo", de Buenos Aires una caricatura en la cual un ciudadano preguntaba a otro si en verdad creía que habría escrutinio.
Todo eso ha terminado y, cosa curiosa, el espaldarazo final a la fórmula Illía-Perette fue otorgado por el teniente general (R) Aramburu, cuando reconoció lo que todos sus asesores le aseguraban con insistencia: no había margen de negociación para imponer su candidatura en el Colegio Electoral.
Pero, dado el inestable proceso político vivido, es casi lógico que los observadores sigan formulándose preguntas tan drásticas como las que ponían en duda la salida electoral: ¿Podrá gobernar Illía?
En ciertos círculos se sospecha que el principal problema de Illía estará centrado en las esferas militares. Sin embargo, parece poco probable que esto ocurra. Le será difícil alterar la situación militar. Sus asesores parecen haberlo comprendido así. Y también parece haberlo comprendido así su más probable ministro del Interior, el doctor Leopoldo Suárez. Para mantener estabilizada la situación militar deberá Illía seguramente resistir la influencia de uno de los sectores del radicalismo del Pueblo, el unionismo, cuya participación al lado de los "colorados" de Ejército y Marina en los acontecimientos de setiembre de 1962 y abril de 1963 es obvia. El doctor Balbín, que tendrá a su cargo el manejo de la estructura partidaria durante el próximo gobierno, parece haber asegurado a sus íntimos que él puede encargarse de la tarea de mantener alejado al unionismo. Resultaría así más que probable que la designación de los secretarios militares y del ministro de Defensa se hará de común acuerdo con el Ejército. Se descuenta, asimismo, que el general Onganía será consultado para la designación del próximo jefe de la Secretaría de Informaciones del Estado.
Resultaría así que el problema más serio que afrontará el gobierno de Illía será el de un Parlamento en el cual no tendrá mayoría. Esto puede determinar que cada medida de gobierno que necesite aprobación legislativa sea el resultado de una penosa negociación. En los medios allegados a Illía se describe al próximo presidente de la Nación como el hombre más apto que ha producido el radicalismo del Pueblo en el campo de las negociaciones políticas. En todo caso, la forma en que ha resuelto su consagración en los colegios electorales parece confirmar esto. Sin embargo, en este caso particular, tuvo a su lado a toda la opinión pública y la imposibilidad, para muy vastos sectores, de votar a Aramburu. Esta situación tan simple y esquemática difícilmente volverá a producirse. Se confirman, por lo tanto, todos los interrogantes que puedan formular hoy los observadores. Por si acaso, Illía parece recordar con precisión la mejor lección de Yrigoyen: recluirse. ¿Podrá este método funcionar en la década del 60 lo mismo que funcionó en la década del 20?.

UCRI
Por ahora, Alende es el que manda
En la madrugada del sábado último concluían las convenciones paralelas de las dos UCRI. Ambas habían centrado su trabajo en una lucha contra el tiempo: para el sector alendista, lo fundamental era provocar una agudización total de la crisis, de modo de poder plantear un panorama de hechos consumados cuando Frondizi recobrara su libertad; para los frentistas, lo importante era demorar las soluciones hasta que la influencia de una posterior acción personal de Frondizi pudiera volcar la situación a su favor.
El frentismo estuvo así, durante los últimos días, dispuesto a hacer casi todas las concesiones posibles. Sus dirigentes entendían que no tenía importancia alguna que Alende pudiera seguir manejando ahora el partido, porque el regreso de Frondizi permitiría luego retomar la ofensiva con posibilidades de éxito. Los alendistas, en cambio, pudieron obviar el desagradable trámite de una expulsión de Frondizi: quebrando su base dentro del partido, lo obligarían a él a irse o, en todo caso, a aceptar las cosas tal como estaban planteadas.
En las primeras horas de la tarde del viernes 26 podía así conocerse un panorama que ya no sufriría alteraciones: la convención alendista dispondría la caducidad de la mesa directiva de la Convención Nacional —luego designaría a David Gvirtzman presidente del organismo— y del plenario del Comité Nacional (dos organismos controlados por los frentistas); la reorganización partidaria de acuerdo a la consigna de dar a Alende todo el poder posible y la estratégica expulsión de tres dirigentes frentistas (Gómez Machado, Oreja y Zanichelli). Las expulsiones, por supuesto, estaban destinadas a obligar a los frentistas a seguir adelante e imposibilitar que se avinieran a los otros puntos solicitados en negociaciones que el alendismo no tenía intención de concretar en acuerdos.
La estrategia de Alende —ganar tiempo— debió, además, extremarse por otra circunstancia: para la base radical Intransigente, Alende había parecido demostrar que tenía razón. Con el partido "quebrado" y la coexistencia de dos comités nacionales, el concurrencismo alendista logró 1.600.000 votos para la UCRI. Los frentistas objetaron que ese éxito era relativo, puesto que toda la estrategia preelectoral de Alende se había basado en la posibilidad —que luego se cumplió— de una abstención (o veto) del Frente. Además, Alende aprovechó en su dialéctica interna los reales o supuestos errores del Frente durante toda la última parte de su gestión, las resistencias tradicionalmente radicales a Solano Lima y el fracaso del voto en blanco.
El fantasma de Frondizi no estuvo ausente de ninguna de las dos convenciones. Fantasías de algunos ucristas llegaban a asegurar insistentemente que el mismo día de las reuniones —26— iba a quedar en libertad el ex presidente. Uno de los asesores de Frondizi aseguró, ese mismo día, a PRIMERA PLANA que las fantasías estaban un poco menos alejadas de la realidad de lo que podía suponerse: el ex mandatario iba a ser puesto en libertad el 31 de julio o el l9 de agosto, con el único compromiso de no residir en Buenos Aires hasta el 12 de octubre. Frondizi habría ya aceptado ese compromiso y resuelto trasladarse a un punto muy cercano a la Capital.
En las deliberaciones alendistas, esa y otras versiones similares produjeron su efecto: por un lado, reforzaron el propósito de acelerar las tramitaciones; por el otro, hicieron que se extremara la prudencia. Una expulsión fulminante hubiera obligado a Frondizi a concretar inmediatamente la creación de otro partido (idea en la que ya se está). Ante la no-expulsión, Frondizi podría optar por su tesis en favor de la unidad del radicalismo Intransigente, pero ya en el radicalismo Intransigente él no sería el conductor. Un hecho aparentemente formal consolidó el mismo día de la Convención a Alende: Gómez Machado era advertido por la Justicia de que no podía utilizar el título de presidente del Comité Nacional y, judicialmente, se había reconocido a Alende como la única autoridad legal del partido. Como la UCRI es un partido nacional, reconocido como tal ante la Justicia Electoral, todos los reconocimientos a autoridades de distrito (la mayoría de las cuales son frentistas) dependen del reconocimiento judicial a las autoridades nacionales. Al frentismo no le quedaba, así, sino la posibilidad de aceptar la ley que dictara Alende o abandonar el partido y fundar otro, con todos los inconvenientes que eso significa.
Para el frentismo, en cambio, los éxitos de Alende estaban y están siempre condenados a ser provisorios, y el ex gobernador de Buenos Aires gana ahora la batalla pero pierde la guerra. La declaración de los convencionales frentistas habla de "fidelidad a la historia", y en ese concepto se basa toda la tesis frentista: sin una política de alianza con el justicialismo, el radicalismo Intransigente perderá su peculiaridad de ser un "partido extra-partidizado" y su razón de ser. Devendrá inevitablemente, según esa teoría, en una "sucursal del radicalismo del Pueblo". Melchor Posse pudo así decir a los alendistas: "Ganaron el partido... ¿y ahora qué?."
La causa formal de las convenciones —la posición de los electores en los colegios electorales— permitió, además, advertir los matices dentro del frentismo. Alende, por su parte —como era previsible— no dejó de replicar a los desaires radicales del Pueblo: sus convencionales se inclinaron por apoyar —al menos como primera intención— una fórmula propia que si bien no impedirá la consagración de
Illía, despojará a los radicales del Pueblo del impacto de haber sido llevados al poder con la complacencia de la casi unanimidad de las fuerzas que actuaron el 7 de julio.
En la UCRI frentista, tres líneas habían desarrollado su dinámica con vistas a la convención, en todos los planteos previos. Esas líneas actuaron coordinadamente y sin enfrentarse ni llegar al debate público: las diferencias eran más de antecedentes y concepciones estratégicas que de fondo.
Sin embargo, podía advertirse claramente que permanecían vigentes tres nucleamientos: la ex línea dura o línea combatiente, unida a los celestes de la provincia de Buenos Aires (Vítolo, Larroudé, Noblía, los integracionistas), antialendista desde un primer momento y cuyos dirigentes tienen muy escaso poder real en el partido; el ex tercerismo de la llamada línea del litoral (Sylvestre Begnis, Gómez Machado, Uranga), con gran peso político (estructuras muy sólidas en Santa Fe y Entre Ríos), que al principio intentó dominar a Alende mediante entendimientos, y los ex alendistas, unidos al grupo autodenominado "generacional" (Oyhanarte, Ideler Tonelli, Bruno, Melchor Posse, Olegario Becerra, Emilio Perina, los ucristas de San Juan, y otros). Este último sector —con excepción de Ideler Tonelli, durante los últimos días— fue el único que mantuvo una posición conciliadora casi hasta el final.
Un cuarto sector —numéricamente muy poco influyente, pero de importancia casi geográfica— trató de desarrollar su propio juego: el de los pocos dirigentes de la capital que se ubicaron en la línea frentista. Rabanaque Caballero fue, de alguna manera, el inspirador del sector, que se expresó en la convención a través de Carlos Corach.
En cuanto al problema de los electores, la ex línea dura, Ideler Tonelli y los dirigentes de la Capital sostuvieron que debía propugnarse el voto en blanco (hubo quien propuso que, simbólicamente, se votara a Frondizi como presidente, pese a los inconvenientes constitucionales: Félix Luna). Gómez Machado pareció en algún momento vacilar entre esa posición y la del sector de Oyhanarte, que era partidario de votar a hombres de la UCRI frentista (como posición puramente teórica), hacer "quorum" para permitir "que haya gobierno" y, fundamentalmente, acatar las instrucciones de Frondizi en el sentido de que fueran las autoridades de distrito las que resolvieran la situación, de acuerdo a las necesidades locales.
Todos discuten ahora sobre lo que puede ocurrir en el futuro inmediato. Las evidencias concretas y aritméticas de las convenciones, sin embargo, son —por ahora— sumamente claras: Alende tuvo "quorum", y el número de sus convencionales creció considerablemente desde la reunión de Córdoba; los frentistas apenas pudieron reunir 83 convencionales. Todos están a la espera de Frondizi.

Justicialistas
Abierta rebelión del sector político
La semana pasada tendía progresivamente a agudizarse la crisis interna del movimiento justicialista. Dos hechos fundamentales, en tanto, daban las características de la situación creada: Perón dejaba virtualmente de ser reconocido como árbitro indiscutido y la brecha —siempre latente— entre los "políticos" y los "gremialistas" se ensanchaba.
Los dirigentes "políticos" acusan a los "gremialistas" de haber conducido al movimiento a la derrota al presionar en favor de un voto en blanco que, en las circunstancias previas al 7 de julio, no podía sino significar el fracaso del Frente y un revés para el justicialismo. Dicen, además, que Perón nunca ordenó el voto en blanco (pero censuran también al ex presidente por su "ambigüedad oportunista") y que las 62 organizaciones entraron en una trampa que le tendieron los militares.
La explicación de estas dos críticas es la siguiente: los políticos reconocen que, efectivamente, existió una carta de Perón (fechada el de julio) ordenó votar en blanco (pero censuran que esa carta fue jugada con mala fe. Perón había dado varias cartas, de sentido diverso, de modo que pudieran ser jugadas en Buenos Aires —en un caso extremo— de acuerdo con las circunstancias. La carta, por lo demás, habla del voto en blanco considerando una abstención previa del Frente (para el caso de que ésta se hubiera producido), pero el proceso se dio a la inversa: la decisión de las 62 obligó a los partidos frentistas. Los críticos dicen también que las 62 se decidieron por la abstención porque se les había asegurado que esa decisión iba a provocar un movimiento militar favorable. Señalan que el "Movimiento de la Resistencia", integrado por algunos militares neo-peronistas retirados, había anunciado a los gremialistas un movimiento insurreccional a estallar entre el 6 y el 7 de julio si se decidía la abstención. Llaman a este proceso: "operación buzón".
Mientras los dirigentes de las 62 organizaciones mantienen un conflicto interno con gran parte de sus bases, se comenzó a insinuar un "movimiento de emancipación" de los políticos de la Unión Popular y de otros núcleos justicialistas con respecto al Consejo Coordinador y Supervisor. Por de pronto, la mesa directiva del Consejo —que preside la señora de Parodi— tuvo ya que presentar su renuncia pero, casi simultáneamente, publicó dos resoluciones disponiendo la reorganización del partido justicialista. Algunos dirigentes peronistas dijeron entonces que la actitud de la señora de Parodi no era seria —"es incoherente renunciar y reorganizar a la vez"— y que no iban a acompañar a ningún partido fantasma.
Perón, en tanto, sigue mostrándose muy cauto y no asumió ninguna responsabilidad por el fracaso del 7 de julio. Iturbe viajó a Madrid hace una semana y ahora los dirigentes políticos esperan una decisión de Perón, "no tanto para acatarla —confiesan—, sino para aprovecharla si nos conviene".
En otro orden de cosas, el dirigente gremial Loholaberry entrevistó hace unos días a David Blejer para expresarle que: a) existe "mar de fondo" en el peronismo; b) se va a realizar una reunión de dirigentes gremiales que traerá serios disgustos a los representantes de las 62 organizaciones en el Consejo Coordinador: c) era necesario mantener contactos directos, porque ya nadie podía confiar en las informaciones originadas en la conducción del movimiento.
Hacia el fin de semana, por lo demás, el panorama que presentaba la rebelión contra el Consejo Coordinador y Supervisor del Justicialismo era el siguiente:
• En Mendoza coexistían dos partidos de tipo justicialista: Tres Banderas, heterodoxo, contrario al Consejo, y Blanco. El primero era dirigido por Serú García y el segundo por Cámpora. Ahora decidieron unirse —pese a la opinión en contrario del Consejo— y notificar a la dirección justicialista que "sólo reconoceremos una autoridad central partidaria cuando sea ésta elegida con suficiente representatividad". Es interesante destacar que las autoridades del Partido Blanco, que se rebelaron, habían sido designadas "a dedo" por el Consejo.
• En el Chaco, la Unión Popular fue a elecciones, desacatando abiertamente al Consejo. Obtuvo tres diputados nacionales. Llegó luego a un acuerdo con la UCR del Pueblo, sin consultar a Buenos Aires, para que el partido de Illía votara al escribano Bittel (Unión Popular) como gobernador de la provincia.
• En Entre Ríos, terminado el proceso electoral, acordaron unirse Tres Banderas y Unión Popular y realizar una reorganización total, en forma conjunta, desconociendo a las autoridades de Buenos Aires.
• En la provincia de Buenos Aires, el alzamiento de los concurrencistas había ido tomando cuerpo durante la última semana. Hacia el viernes se consideraba inminente una reunión en Las Flores, con la presencia de cinco mil delegados. Juan Anglada parecía ser el jefe local de la "insurrección".
• En Salta, el Partido Laborista Nacional (54 mil votos contra 42 mil del heterodoxo movimiento federal democrático, de Durán) resolvió también desvincularse del Consejo. El laborismo salteño había obtenido dos diputados, manteniendo sus listas parlamentarias pese a la decisión de Buenos Aires; luego gestionó ante el ministro Villegas la rehabilitación de los electores a gobernador.
• En Jujuy, el Partido Blanco de los Trabajadores realizó también gestiones directas ante el ministro Villegas y desconoció, de hecho, la autoridad del Consejo.

Frente
No hacen reuniones y suspenden cenas
Después de las elecciones del 24 de febrero de 1946, la Unión Democrática se disolvió y los partidos que la integraban recobraron su autonomía. En las siguientes elecciones presidenciales —1951 y 1958— no hubo grandes coaliciones electorales, que sólo reaparecieron en 1963 con un agrupamiento de signo inverso a la Unión Democrática: el Frente Nacional y Popular, que proclamó primero la fórmula Solano Lima - Sylvestre Begnis y después decidió exhortar a sus simpatizantes a votar en blanco.

Latencia
Al registrarse solamente 1.500.000 votos en blanco (ya la frustración frentista se había advertido cuando retiró sus candidatos), el Frente experimentó una derrota, queque sentida como tal por sus dirigentes. A diferencia de la Unión Democrática, el Frente no se disolvió, pero pasó a un estado latente: se suspendieron las reuniones, y los partidos que lo integraban entraron en violenta y convulsiva crisis. Sin embargo, la idea frentista no fue abandonada por sus protagonistas.
De las cuatro fuerzas que integraban el Frente Nacional y Popular —frondizismo, justicialismo, social-cristianismo y conservadorismo popular—, solamente las dos últimas no han entrado en crisis. Pero se trata de las fuerzas electoralmente menos relevantes. La UCRI está atravesando un período de agudas disensiones internas y nadie sabe exactamente cuál será el rostro que asumirá dentro de unos meses ni cuál será su ubicación precisa frente al próximo gobierno constitucional. El justicialismo es escenario de un gravísimo enfrentamiento entra "políticos" y "gremialistas" que está abriendo heridas y ensanchando brechas: nadie puede asegurar, tampoco, cuánto tardarán los justicialistas en salir de su crisis. Los social-cristianos, sin problemas agudos, intentarán ahora, una vez más, dar estructura definitiva a su movimiento. Pero éste —largo tiempo postergado desde la aparición de la idea y "jugado" en una carta perdedora— no puede aspirar, por el momento, sino a un papel modesto en la política argentina. Es así evidente que el frentismo no podrá rehacer sus filas hasta que los partidos que lo integran solucionen sus problemas internos. Sólo entonces habrá llegado el momento de ver si los dirigentes de los reorganizados partidos frentistas están dispuestos a seguir adelante con la idea.

La UCRI
De todos los partidos del Frente que tienen dificultades internas, es la UCRI la que más ha influido para que la coalición entrara en un largo compás de espera. Héctor Gómez Machado solicitó reiteradamente a los dirigentes de los partidos aliados que suspendieran todas las reuniones, porque cualquier actividad ahora complicaría innecesariamente el cuadro dentro de la UCRI y daría argumentos al alendismo. El mismo Gómez Machado pidió —y obtuvo— que se postergara, sin fijar nueva fecha, una comida de homenaje a Vicente Solano Lima que habían proyectado peronistas y social-cristianos y para la cual se había requerido la presencia de la UCRI frondizista. Prudentemente, Gómez Machado consideró que no sería positivo reabrir ahora la polémica sobre Solano Lima en la UCRI.

Diputados
Mucho tacto para una Cámara difícil
El diputado Arturo Mor Roig, radical balbinista y secretario del Comité Nacional de la UCRP, es ya el virtual presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. Tal, por lo menos, la opinión de los asistentes a la última reunión mantenida por Arturo Illía y Ricardo Balbín en el primer piso del hotel Savoy. Ambos dirigentes habrían considerado al novel diputado (su anterior actuación parlamentaria la realizó en el Concejo Deliberante de San Nicolás, su ciudad natal, y en el Senado de la provincia de Buenos Aires) como el más indicado para realizar la difícil tarea de coordinar la labor de los 17 bloques en que se dividirá la nueva cámara baja, en la cual, por primera vez en el parlamento argentino, el partido oficialista no tendrá mayoría propia.

Opiniones sobre un futuro
Si bien Mor Roig no admite todavía la posibilidad de ocupar tal cargo ("Habría que conocer antes la opinión de los otros bloques", dice) aceptó conversar con PRIMERA PLANA sobre la función que deberá cumplir el futuro presidente de la Cámara de Diputados. Resumiendo, sus puntos de vista son los siguientes:
• Por carecer de mayoría adicta en la Cámara, el Poder Ejecutivo se verá
obligado a reconocer al Legislativo la función de co-gobernante que le asigna la Constitución Nacional. Por esta razón, los titulares de las Cámaras deberán actuar como "contact-men" entre ambos poderes. Esta labor se verá todavía más dificultada por la nueva situación, ya que el presidente de la Cámara deberá, por ejemplo, presentar al Ejecutivo el fruto del equilibrio de 17 opiniones.
• Por lo tanto, éste deberá conseguir que los diversos bloques alcancen coincidencias en los puntos importantes de la legislación a aprobar. Esta labor requerirá limar aristas y evitar demoras injustificadas e interferencias.
• Todo esto exigirá modificaciones en el reglamento de la Cámara. "Personalmente soy partidario de limitar el tiempo de los discursos", manifiesta Mor Roig. Ya ha pensado en proponer acortar Tos espacios de tiempo a una hora para los miembros informantes de las comisiones y a media hora a los demás diputados, tal como se hace en la provincia de Buenos Aires.
• También considera necesario iniciar la labor regular de las Cámaras el próximo 12 de agosto, fecha para la que fueron convocadas, a fin de "ir preparando el trabajo futuro". Coincide con su amigo Rubén Blanco, candidato a senador nacional por Buenos Aires, en que "los diputados deberán ir pensando en trabajar en verano".
• Por fin, sobre los hombros del presidente recaerá la responsabilidad de la labor de relaciones públicas que debe hacerse con el pueblo, a fin de que conozca la función que cumplen sus representantes en el Congreso y se levanten los cargos de ineptitud que, a veces con razón, se hacen contra el tercer poder.
PRIMERA PLANA
30 de julio de 1963

Ir Arriba

 

Política Nacional
Política Nacional