"Los radicales somos radicales"
Las
elecciones internas del domingo 26 de noviembre fueron los aprestos
finales del radicalismo para la contienda electoral de 1973; de aquí
en adelante, los hombres de la UCR entrarán de lleno en la
preparación de la campaña nacional. La fórmula Balbín-Gammond, tras
de derrotar por el estrecho margen que muchos preveían a
Alfonsín-Storani, será votada por los partidarios del radicalismo y
por aquellos que opten a su favor. Después de las primeras horas
de la derrota —y de alguna que otra disidencia en la comparación de
ciertos resultados—, el silencio, y una sola frase marcaron el ánimo
del bando alfonsinista: "Trabajaremos juntos por el Partido",
afirmaban, unánimes, los seguidores del caudillo de Chascomús. Las
especulaciones divisionistas gestadas en algunos círculos por la
fuerza aparente de las contradicciones entre Balbín y Alfonsín se
han acallado; también —y hasta para algunos de sus partidarios—
disminuyó el ánimo combativo de Raúl Alfonsín, cuya mesura progresó
a medida que los comicios internos se acercaban. El frente
interno radical está consolidado. La "autonomía partidaria" que
enarboló Balbín contra las sospechas frentistas será mantenida en
alto hasta el 11 de marzo. Panorama consultó, a principios de
semana, al hombre que dirigirá la lid electoral en la provincia de
Buenos Aires. César García Puente, candidato a gobernador
bonaerense, habló extensamente de los comicios provinciales —donde
la lista de Ricardo Balbín triunfaba, el viernes a la noche, por
5.614 votos—, de su significado general, y trazó algunas de las
pautas principales que guiarán al radicalismo en el calor de los
próximos tres meses. Lo que sigue es la síntesis del diálogo:
—¿Qué opina de los resultados de las elecciones internas?
—Estimamos que están dentro de lo previsto y tienen la importancia
de avalar la conducción nacional del partido, que está empeñada en
lograr las coincidencias mínimas necesarias para respaldar los
grandes objetivos nacionales que tendrá que acometer el futuro
gobierno nacional. —¿Estas coincidencias tienen algo que ver con
el Gran Acuerdo Nacional? —Nunca se ha precisado con exactitud lo
que es el Acuerdo Nacional. Personalmente, no lo entiendo; pero creo
que el país se va a poner de acuerdo en la idea de que 1973 no debe
significar solamente la vuelta de los militares a su función
específica, sino algo mucho más trascendente: cómo es la
consolidación de un gobierno democrático integrado por todos los
sectores de la vida nacional, con respaldo suficiente como para
poner en marcha las grandes metas del futuro y estabilizar
definitivamente las instituciones de la República. —¿Y las
Fuerzas Armadas? —El radicalismo siempre ha sostenido que las
Fuerzas Armadas debían limitarse a asegurar un comicio limpio, sin
condicionamientos, sin proscripciones. Creemos que el país está
maduro para ordenarse detrás de los grandes objetivos nacionales,
que contarán con el auspicio y el respaldo de la inmensa mayoría del
país. Las Fuerzas Armadas tendrán, seguramente, en el logro de esos
objetivos una tarea destacada; toda la civilidad está dispuesta a
reconocérsela, mientras acepten la decisión de la voluntad popular.
—¿Qué piensa de la formación de un frente electoral? —Los
radicales no somos frentistas; somos radicales. Creemos que no debe
eludirse la responsabilidad política; y en los frentes electorales
quizás sea mayor la ventaja que se toma que la empresa que se
inicia, o el aporte que se da. —¿Dónde le parece a usted que la
lista triunfadora en las elecciones internas obtuvo victorias más
decisivas? —No es del caso precisar los distritos que por
distintas razones han marcado una diferencia más abultada, pero cabe
destacar que la sección electoral que arrojó mayor diferencia en
favor de la lista que encabeza el doctor Ricardo Balbín es la sexta,
que comprende Bahía Blanca y su zona de influencia. —Se puede
observar que Balbín gana cada vez por un margen menor. Por ejemplo,
si en las elecciones internas de 1958 logró el 63 por ciento, en las
de mayo último alcanzó solamente el 56 por ciento de los votos de
los afiliados. ¿A qué se debe esto? —Aprecio que en el
radicalismo hay una significativa movilidad interna, lo que es
saludable para la vitalidad del partido. Evita la estratificación, y
permite que lo nuestro sea una permanente requisitoria
trasformadora. Esto habla también de la jerarquía de los afiliados
radicales. Nunca se margina una tendencia. En el partido no
discutimos hombres, sino ideas. —¿Cuáles son sus planes de
gobierno para la provincia de Buenos Aires? —Gravitar con todo el
peso de Buenos Aires, que es una tercera parte del país, en la
formulación de las políticas económico-sociales que definirán el
futuro del país, que pretendemos sirvan para romper el estancamiento
y proyectar a la Argentina a un proceso dinámico de trasformación,
con justicia y en paz. —¿En el ámbito estrictamente provincial?
—En lo estrictamente territorial daremos prioridad a los problemas
de la infraestructura social (vivienda, salud, educación). En cuanto
a las obras públicas, estimularemos decididamente los planes vial y
energético, que incluyen, por ejemplo, la autopista proyectada por
el gobierno de Anselmo Marini, y la electrificación rural. —¿Cuál
será el comportamiento radical en caso de ballotage? —Nosotros
sostendremos nuestros propios candidatos, y creemos interpretar el
sentimiento mayoritario de la Nación. Si éste no fuera el resultado
electoral, el partido analizaría con responsabilidad histórica la
alternativa política que se presente. PANORAMA, DICIEMBRE 7,
1972
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RADICALES
Un idioma para
marzo Los cónclaves radicales del miércoles 13 y el jueves 14
reunieron a los máximos líderes del partido para perfilar las
directrices de la campaña electora!. Por supuesto, no se trataba de
inquirir en los detalles técnicos de la imagen que la UCR intentará
reflejar a lo largo del camino que conduce a marzo de 1973. Para
eso, el radicalismo cuenta con la vocación y la pericia de
Pueyrredón Propaganda, cuyos directivos están tradicionalmente'
vinculados al partido. Sí, en cambio, los dirigentes trataron las
principales respuestas políticas que el radicalismo dará a la
expectativa de los votantes del país: las líneas generales, el ánimo
del partido ante el sentimiento político popular. En un reportaje
televisivo, al promediar la semana pasada, Ricardo Balbín reiteró y
repitió que el radicalismo no fundará su trabajo político en
antinomias de ninguna clase. Quizá el caudillo platense desechaba,
de ese modo, la posibilidad de que la UCR aparezca como núcleo de la
polarización antiperonista, variante que muchos esgrimen como factor
decisivo de la segunda vuelta electoral. Por el contrario, las
pautas concurrentes alcanzadas hace meses en los conciliábulos de la
Hora del Pueblo pueden ser citadas nuevamente durante el trajín de
la campaña. No escapa a varios pesquisas que aquellos catorce puntos
de la agrupación partidaria que solicitó elecciones a Alejandro
Lanusse constituyen un verdadero pacto de garantías recíprocas: el
compromiso del vencedor de cumplir, no sólo con la faz ética del
proceso, sino con cláusulas programáticas generales. Por eso, para
los radicales, quienes piensan en la polarización se equivocan. La
opción no se buscará con intención en el camino de las urnas, y la
acción propagandística de la UCR se ceñirá a su plataforma. Pero el
recuerdo de lo dicho en los tiempos de la Hora es una manera de
insistir en la supervivencia de una obligación. Para los
observadores imparciales, la entrevista que Balbín mantuvo con Juan
Domingo Perón en la ahora deshabitada residencia de Gaspar Campos
1065, fue uno de los hechos esenciales del retorno del líder
justicialista. Para los radicales también. Pero las elecciones
internas del domingo 26 de noviembre demostraron que Balbín
comenzaba a pagar un precio político por el encuentro; si bien los
resultados le fueron favorables, el entusiasmo radical por la
competencia interpartidaria no fue excesivo. Una especie de
inexpresada cautela obstaculizó la concurrencia de algunos sectores,
en los que el sentimiento "antinómico" conserva vigencia. Aun a
costa de nuevas pérdidas durante el tránsito del sendero que conduce
a marzo, todo hace prever que la posición del candidato radical no
variará. La razón es clara: la UCR interpreta que el rédito de la
entrevista fue incalculable, y que las pérdidas son transitorias;
tarde o temprano, revertirán con creces al partido. Los beneficios
de la distensión política originada en el encuentro de los rivales
de 1953 es un crédito a cobrar a largo plazo para la UCR. Parece
evidente que el radicalismo intenta, usando de la ventaja que
significa el perfecto funcionamiento de su mecanismo partidario,
lograr una visión prospectiva del horizonte poli tico nacional, y
actuar en consecuencia. Para algunos, esta posición adelantada es
pura especulación; para otros, sólo obedece a una concepción
política general, intuitiva o científica: "no hay mejor ambiente
para un partido político que una república democrática en pleno
funcionamiento". Quizás interesadamente, los radicales no ahorren
pérdidas ni esfuerzos para lograrla, y las dos opiniones tengan
valor. El radicalismo interpreta que el país llega con grandes
victorias a 1973. Pero la frase general no oculta una alegría
particular: en secreto, los radicales entienden que han sido
generales en la batalla iniciada a mediados de 1966, "cuando la
inmensa mayoría del país creyó que los partidos políticos habían
desaparecido para siempre", y los gobernantes "daban por muerto al
sufragio". Con agrado, aseguran que el gobierno de Arturo Illia, si
bien no se ha vindicado ante los argentinos, el consenso popular
parece haberlo "reubicado"; nadie escribe acusaciones sobre la
caparazón de la tortuga. Por fin. el radicalismo tiene confianza
en la factibilidad de la victoria electoral; cree que el peronismo
pervive, pero que la UCR también, y sin excesivas discusiones
internas. Es que —observan algunos— la visita de Héctor Hidalgo Solá
a Perón fue una actitud personal de uno de los 244 convencionales
del partido, y la protagonizada por Alberto Assef y sus acompañantes
"yrigoyenistas", una aventura que será juzgada por el tribunal de
disciplina del Comité de la Capital, cuando se constituya, y sólo si
éste lo cree necesario. Por último, el renunciamiento de Juan
Perón a la candidatura justicialista hizo pensar de nuevo que la
fórmula de la Unión Cívica puede ser modificada antes de marzo.
Balbín, dos días atrás, no se inmutó ante la pregunta; con lujo de
detalles, explicó con cuidado cuál era el mecanismo partidario para
la sustitución de un candidato radical. Pero no negó nada.
Ganadores o perdedores, los hombres de la UCR piensan que no debe
haber una enconada oposición después de marzo. El. afán conciliador
puede encontrar dos vías de expresión: el gobierno compartido, y un
parlamento sin oposición frontal, en donde impere la "praxis"
recomendada por la Hora del Pueblo. Mientras el viento de la
política argentina hace revolotear las hojas del calendario
electoral en todo el país, desde el cuarto piso de Tucumán 1660
Ricardo Balbín, Juan Carlos Pugliese, Enrique Vanoli, Luis León,
Antonio Tróccoli y el jefe de prensa, Rafael De Stefano, comprueban
el rumbo de los hechos y los comentarios. Calculan que, respetando
andariveles y sin corsarios a la vista, la regata puede ser
amistosa. PANORAMA, DICIEMBRE 21, 1972
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elecciones internas del domingo 26 de noviembre fueron los aprestos
finales del radicalismo para la contienda electoral de 1973; de aquí
en adelante, los hombres de la UCR entrarán de lleno en la
preparación de la campaña nacional. La fórmula Balbín-Gammond, tras
de derrotar por el estrecho margen que muchos preveían a
Alfonsín-Storani, será votada por los partidarios del radicalismo y
por aquellos que opten a su favor.
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César García Puente
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