RADICALES
Al borde del dilema

   
El lunes 5, poco después del mediodía, el "equipo político" del radicalismo se reunió para deliberar sobre los "últimos acontecimientos". En las oficinas que Ricardo Balbín mantiene en Avenida de Mayo 852, Raúl Alfonsín, Juan Carlos Pugliese, Antonio Tróccoli, Enrique Vanoli y otros dirigentes de la UCR hablaban, esencialmente, del camino que seguirá el partido "ante los hechos que el permanente accionar político del gobierno militar podría producir". Es que, sin abundar en detalles, la eventual proscripción de la fórmula justicialista, o del Frente de Liberación, sitúa al radicalismo frente a un grave dilema.
El domingo 4, desde Mar del Plata, el ex gobernador bonaerense, Anselmo Marini, advirtió que si alguna de las fuerzas políticas actuantes fuere proscripta, la UCR denunciaría el atropello, ya que "había jugado a esto que se llama la institucionalización para que cese el gobierno militar, y para que el poder sea devuelto al pueblo en comicios no condicionados". Pero aclaró: "Hay que saber cuál es la circunstancia proscriptiva, porque tampoco podemos hacerle el juego a quien buscase una autoproscripción".
El aparente empuje inicial de Marini se derritió en un final cauteloso; quizás había adelantado de un solo golpe, en un único tirón, la fuerza de una compleja distinción: en el caso que el Justicialismo se quede sin candidatos, o sin posibilidad de llegar a las urnas, por una decisión judicial, el radicalismo se reserva el derecho de juzgar si ha sido proscripto o se ha "autoproscripto".
Por supuesto, ningún dirigente, ningún equipo, sobrellevará La responsabilidad del fallo. Los hombres que están al frente del Comité Nacional rechazarán —si se producen— las proscripciones, y advertirán, sin duda alguna, sobre su significado. Pero la actitud final, la conducta partidaria en las elecciones del 11 de marzo, será decidida por la Convención Nacional, y si alguien cree que todo esto implica un procedimiento dilatado, puede equivocarse: la Convención empezará a sesionar a tres días de su convocatoria.
Pero, ¿cómo interpretarán los radicales que el FREJULI se ha autoproscripto? La respuesta es simple: cuando sus dirigentes —desde aquí o el extranjero— hagan dudar, por producción o ausencia de hechos, de la vocación electoral de su partido. Ejemplo: si Juan Perón, ante la proscripción de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima demorase el reemplazo de la fórmula, o enviara a los comicios un frente descabezado, tal vez la UCR considerara que la proscripción no ha sido íntegramente resistida, y que la voluntad electoral del FREJULI no tiene suficiente persistencia como para recorrer el sendero de marzo. De allí las "adelantadas" declaraciones de Marini.
Para los conocedores exigentes del horizonte político argentino, la situación descripta se puede comprender. Hay muchos que dudan de la ansiedad de Perón por llegar a los comicios, y aún de su deseo de que el Justicialismo asuma el poder. Pero lo difícil es explicar a los argentinos la diferencia entre un desalojo forzado y un "lánguido abandono"; sobre todo, cuando la costumbre popular entiende que todos los desalojos son a la fuerza.
El curso de los hechos puede determinar, entonces, que los radicales se erijan en árbitros de la situación. Si se interpreta qué hay verdadera proscripción, los convencionales del partido podrán dictar una vieja orden: la abstención: "No será la primera, ni la última vez", recuerdan, amenazadores, los radicales. La memoria de lo que empezó el 12 de octubre de 1963, cuando José María Guido entregó el poder a un partido que sólo había reunido la cuarta parte del caudal "electoral, no es fácil de borrar. Pero no se puede descartar que la idea de "salvar la institucionalización" predomina, aún al precio de participar en las elecciones sin competencia peronista.

EL BLANCO DE LA AGRESION. Un día tras otro, muchos partidarios del viejo cuño insisten en la tesis combativa; reclaman un idioma duro, que contrarreste los desbordes verbales de los jóvenes guardias del FREJULI, y resitúe a la UCR en su antiguo papel de líder democrático del antiperonismo. Para ellos, representar la opción traerá el triunfo en marzo, o en abril. Pero la dirección del partido, empeñada en el descarte de las antinomias, sigue su política de no enfrentamiento con el peronismo.
Sin embargo, la agresividad radical existe. Además, crecerá mucho más en lo que resta de la campaña: se basa en los postulados programáticos, que cada día se resaltan con más dureza, de una plataforma "no negociable". En secreto, para muchos, el radicalismo está presentando una imagen belicosa frente a su principal oponente político; mientras —para los cerebros de la UCR— los líderes del FREJULI no declaran en su proselitismo más que el-vehemente ritmo de su "marcha hacia la liberación", Balbín explicó en Resistencia, que el país "paga royalties para fabricar camisas y pantaloncitos", y que esto se terminará cuando con un gobierno radical "los argentinos nos pongamos nuestros propios pantalones".
La negativa a explotar las antinomias ha llegado hasta el límite de afirmar que se debe pensar "más allá de 1966"; pero, a veces, esta voluntad es puesta a dura prueba. En el soleado mediodía del lunes 5, un grupo de partidarios juveniles de la seccional de la Boca esperaba a Balbín en el aeroparque; el retraso del caudillo radical hizo que también el aeródromo se fuera poblando de jóvenes peronistas que aguardaban a Héctor Cámpora.
Sin tardanza, algún dirigente del Comité Nacional informó por radio a Balbín de la situación; los estribillos peronistas comenzaban a oírse; cuando el famoso "Cinco por uno, no quedará ninguno" se volvió insistente, quizás por el inminente aterrizaje de Balbín, éste ya había entrado por una puerta lateral al hall del aeropuerto, después de ordenar el aterrizaje en otra pista. Los radicales boquenses apretaron las mandíbulas; "creí que habíamos regresado a 1954", afirmó un dirigente veterano. Pero la línea del partido no se alteró, y las antinomias no reverdecieron.
PANORAMA. FEBRERO 8 1973

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