RADICALISMO
Las novedades del frente interno
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A escasos días del 25 de mayo, la complicada historia tejida en torno de las negociaciones sobre un posible "gobierno compartido" entre peronistas y radicales entró en una fase de congelación. Quizá los justicialistas esperaron que un espíritu práctico de colaboración se revelara, por alguna vía, en la UCR; quizá los radicales pensaron que, si los ofrecimientos iban a formalizarse, no había mejor ocasión que el presente para que se volvieran explícitos. Y cabe otra posibilidad: que la conducción nacional del radicalismo amortigüe, a estas horas con un opaco silencio, un contraste interno de opiniones sobre la posibilidad misma de la colaboración con el gobierno del Frente Justicialista.
El lunes 14, en el Congreso, Antonio Tróccoli, presidente del bloque radical en la Cámara de Diputados, afirmó a Panorama que "el radicalismo debe estar presente en la elaboración y en la implementación legislativa de los planes de gobierno que coincidan con las cláusulas programáticas, pero no en su ejecución". Tróccoli —cuyo nombre giró, a lo largo de la semana pasada, en la microatmósfera ficticia del gabinete compartido— cree que "el plano ejecutivo es el campo natural de gravitación del Justicialismo", porque "el enorme peso de su legitimidad, conseguido en las urnas, lo designa para esa tarea, así como destinatario esencial de la responsabilidad del gobierno". Además, no titubea en afirmar que el cumplimiento por el radicalismo de una tarea distinta, su incursión en los niveles ejecutivos, podría restarle potencia para cumplir una afectiva función de control desde el poder legislativo. La idea es más completa: para el presidente del bloque de la UCR, si su partido se comprometiera con el gobierno justicia-lista hasta el punto de poner en juego su "objetiva capacidad de control", un aparente vacío crítico podría ser aprovechado por otras fuerzas para actuar, y podría reeditarse una nueva antinomia; "y esto no debería suceder".
Es que la UCR afirma, cada vez con mayor fuerza y menos secreto, que no se constituirá por segunda vez en el nervio motor del antiperonismo, y explica que lo que debe esperarse, en el futuro, es que ninguna fuerza política deba cumplir en la Argentina este papel. En conversaciones amistosas, pero sin extremos de reserva, los dirigentes máximos del radicalismo opinan qué el fracaso gubernamental del Justicialismo dejaría desierto el horizonte de las soluciones democráticas en el país, situándolas en la zona de lo estrictamente irrealizable. Sólo restaría, entonces, para la UCR, un intento de salida por la fuerza cuya filiación "se discutiría con las armas en la mano".
El lunes 14, mientras la secretaría general del Frente Justicialista comenzaba a preparar las invitaciones para la reunión sobre el "Acuerdo para la Reconstrucción Nacional" que convocó, para el martes 22, Héctor Cámpora, el Comité Nacional de la UCR se aprestaba a llamar a los miembros de la mesa directiva y la comisión de acción política. Pese a que se descuenta la concurrencia del partido al próximo cónclave multipartidario, esta asamblea resolvió formalmente sobre el tema el martes 15. Pero los observadores estiman, también, que en la reunión se discutió en detalle la actitud política del partido ante el advenimiento inminente del gobierno de Cámpora. La UCR oscila, entonces, entre la anuencia partidaria a los eventuales colaboradores —algo bastante difícil—, y la independencia partidaria, mantenida a través de una declaración sobre la "pura responsabilidad personal" de los radicales que acepten cargos en el gobierno. Todo esto, en un momento en que la situación interna del partido ha experimentado perturbaciones sensibles.

OTRO GOLPE DE ALFONSIN. El domingo 13, en La Plata, Raúl Alfonsín aseguró que la UCR "debe trabajar con sentido de unidad nacional, y debe poner el hombro al país para terminar con la dependencia"; agregó que "dentro de las bases del partido hay una desorientación debida a que no se ha debatido consciente y claramente cuáles son los deberes que caben a cada uno". Mientras tanto, delegados y representantes de la juventud radical de quince provincias entonaban sus estribillos. "Raúl, coraje, al Chino dale el raje", fue uno de ellos. En la mañana del lunes, el tono de la reunión juvenil de La Plata hizo pensar a los dirigentes nacionales que la grieta entre los dos sectores internos del radicalismo se había ensanchado peligrosamente. Algo que aún fue negado por veteranos partidarios hasta pocas horas antes del jueves 3, cuando Alfonsín solicitó la reorganización del partido y la renuncia de sus autoridades. Esto, unido al fracaso de las gestiones de mediadores tenaces, como Anselmo Marini y Carlos Alconada Aramburú, y al silencioso pero creciente enojo que se atribuye a Ricardo Balbín, parece ir configurando una situación sin arreglo a la vista en la UCR. El debate "claro y consciente" que Alfonsín ha reclamado no tiene aceptación en la cúspide partidaria, respaldada por el triunfo interno del 26 de noviembre de 1972, y dispuesta a repetirlo en mayo de 1974, quizá con Antonio Tróccoli a la cabeza. El caudillo de Chascomús intentará, entonces, convocar a la Convención Nacional para que decida la cuestión; y ya habría iniciado los "chequeos" del caso.
Revista Panorama
17.05.1973

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A escasos días del 25 de mayo, la complicada historia tejida en torno de las negociaciones sobre un posible "gobierno compartido" entre peronistas y radicales entró en una fase de congelación.
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