RADICALES
Más allá del diálogo
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PERON Y LA JUVENTUD
Entre quietos y rebeldes

Balbín y Perón
RADICALES
Más allá del diálogo


La última entrevista de Ricardo Balbín con el presidente, mantenida en la quinta de Olivos durante la tarde del miércoles 23, marcó para la estrategia política de la conducción del radicalismo el punto más alto de un proceso que no ha tenido —por lo menos para la opinión general— fluctuaciones ni suspenso. Tal como vaticinaran algunos hombres que desempeñan funciones políticas de importancia al lado del jefe de la UCR, los argentinos se acostumbraron al frecuente espectáculo del diálogo en la cumbre radical-peronista. Si eso fue exacto, también lo es ahora que esas profecías han sido superadas por la realidad: la tarde del 23 de enero la conversación del jefe del Estado con el caudillo radical rebasó a todas luces el marco de un "constructivo intercambio de opiniones sobre la situación política", para asumir los perfiles más netos de una gestión destinada a obtener algún electo modificador sobre los actos y la actitud institucional del propio gobierno.
Balbín solicitó al presidente que no se produjera la intervención a los tres poderes constitucionales de la provincia de Buenos Aires y que la situación planteada por la renuncia al cargo del mandatario bonaerense, Oscar Bidegain, fuera resuelta mediante la utilización estricta de los cauces institucionales
Al abandonar la quinta presidencial de Olivos, Balbín afirmó al periodismo que había dado a Perón "el punto de vista radical sobre la resolución del problema, que se concreta efectivamente en el cumplimiento de las normas constitucionales que rigen la provincia"; y que esas normas establecían expresamente "que ante la renuncia o accidente de un gobernante, la Legislatura en asamblea elige al gobernador para que complete el período". De esas declaraciones, lo importante fue que Balbín no aludía a la simple sucesión del gobernador por el vice. Y quizá sólo quepa deducir dos cosas: la primera es que el presidente del Comité Nacional de la UCR entendía, a esas horas, que la renuncia de Victorio Calabró era poco menos que inminente. La segunda es que, por la sigilosa vía de la sugerencia tácita, Balbín haya considerado—aún en su conversación con Perón— que la mejor solución para la crisis bonaerense era la dimisión de los dos cabecillas de los sectores en pugna, y la designación de nuevas autoridades por el poder legislativo provincial. Por supuesto, la hipótesis, que admite pocas discusiones, es la que salta a la vista: Balbín sólo solicitó a Perón que el gobierno no interviniera Buenos Aires. Pero un análisis meticuloso no puede dejar de rescatar las otras dos, ya que si el radicalismo hubiera expuesto, además, el método de la elección legislativa. Perón habría accedido sólo a medias a la solución gestionada por Balbín. Pero sobre algo no caben dudas: el proyecto legal por el cual se procedía a la intervención federal de Buenos Aires estaba preparado en los despachos oficiales. Luego, en un gesto que sus acérrimos partidarios destacaron como de "suprema generosidad", el jefe del radicalismo indicó que el final dado al diferendo bonaerense "es una victoria del gobierno".

UNA ACTITUD PERSÍSTENTE. No se equivocan los pesquisas cuando concluyen que Balbín, al frente del radicalismo, dirige todo su empeño a la "defensa de las instituciones". Es lógico que así lo haga un partido cuya existencia no sólo depende del funcionamiento de un sistema de elecciones periódicas sino que también ha sufrido experiencias amargas cada vez que una parte dé su pensamiento o de sus hombres se desvió por senderos distintos a los jalonados por las pautas institucionales para el acceso al poder. Pero tampoco yerran los observadores que vieron nutrirse el diálogo entre justicialistas y radicales sin interrupción, y que a la altura de los últimos
acontecimientos entraron a considerar que la gestión frente al poder no dista mucho de tener los efectos de una "declaración unilateral de voluntad", que obliga siempre de alguna manera, según los tratadistas del derecho moderno.
Quizá vayan demasiado lejos los que piensan que el diálogo en la cumbre ya ha hecho encallar al radicalismo en las rocas del compromiso. Pero hay quien recuerda sin esfuerzo, echando una mirada cuidadosa a la política nacional, y tejiendo esmeradamente su síntesis, que mientras una parte significativa de la izquierda todavía resuelve o intenta resolver sus cuitas dentro del oficialismo, fa posición cuasicentrista del radicalismo ende a caer en el olvido y en el campo de los sobreentendidos, porque cada encuentro en la cúspide "tapa" los discursos de los legisladores con su pública importancia. Lo formal tiene importancia en política; la dinámica y los contrastes auténticos en pleno ejercicio ofrecen riesgo cuando hay peligros diferentes a la vista. Pero son las características esenciales de una república democrática.

LA SITUACION INTERNA. Después de su última entrevista con el presidente, Ricardo Balbín se prepara a presidir la apertura del plenario de delegados al Comité Nacional de la UCR, que sesionará en Buenos Aires a partir del próximo sábado 2 de febrero. La reunión del plenario será importante, no sólo porque en ella se fijará la fecha límite de convocatoria y realización de elecciones internas en todos los distritos, sino porque la asamblea discutirá y producirá un documento sobre la situación política nacional.
Por supuesto, el pronunciamiento político que emita el plenario es casi seguro que responderá con ortodoxia a los lineamientos trazados por la estrategia balbinista, ya que debe recordarse que de los 95 delegados que lo componen, la gran mayoría —más de los dos tercios— apoyó la reelección de Ricardo Balbín como presidente de la mesa directiva del Comité Nacional, además de haber vota-de la composición netamente balbinista del más alto organismo colegiado del partido. En cuanto a la elección interna, se entiende que la fecha tope no sobrepasará los últimos días de abril. Pero en este aspecto se han registrado algunas novedades, como la aceptación lisa y llana por el Comité Nacional de la capacidad de cada distrito para convocar a elecciones de delegados en sus jurisdicciones "en una fecha razonablemente próxima a la culminación de los mandatarios anteriores". Es así como se produjo la autoconvocatoria de San Juan, que desembocó en las elecciones internas del 16 de diciembre de 1973. Este primer paso de la lucha interna —según el oficialismo partidario, propiciado por sectores adictos al Movimiento de Renovación y Cambio (MCR) para alcanzar cierta victoria psicológica en un momento que creyeron propicio— concluyó en un triunfo del balbinismo. Algo que atenuó en alguna forma los efectos ligeramente escandalosos de ¡a elección juvenil del 9 de diciembre en la provincia de Buenos Aires, donde ambos bandos —el Comité Provincial y su presidente, César García Puente, por una parte, y la Juventud Radical, adicta a Raúl Alfonsín por otra— reclamaron grandes diferencias a su favor. Y según la opinión de algunos buenos conocedores de esa clase de cómputos, la verdad estaba a distancia apreciable de los dos reclamos, pero más cerca de la magnitud del triunfo reclamada enfáticamente, a lo largo de muchos días, por el dirigente juvenil Leopoldo Moreau.
Por fin, a esta altura del proceso interno, los observadores del quehacer radical no vacilan en afirmar que el clima electoral ha mejorado, casi distrito por distrito, para el oficialismo partidario. Es más: algunos tenaces partidarios de Balbín creen que su sector podría alcanzar en las próximas elecciones internas los dos tercios de delegados necesarios para la reelección del actual jefe del radicalismo.
Mientras tanto se considera probable la realización, en marzo, de elecciones en varios distritos, de los cuales la más próxima podría llevarse a cabo en Mendoza, en donde al balbinismo estaría seguro de conseguir por lo menos tres de las cuatro delegaciones en disputa. Pero la verdad es que éste no sería un resultado sorprendente, porque tanto balbinistas como alfonsinistas lo calculaban en forma similar tres o cuatro meses atrás; un momento en que las estimaciones de ambos sectores sólo estimaban auténticamente reñidas las internas de Buenos Aires, Corrientes, Salta, Jujuy, La Rioja y Catamarca.
Hacia fines de 1973, la actual conducción vaticinaba su triunfo en 16 distritos, mientras el alfonsinismo esperaba ganar en 14. El balbinismo esperaba reunir 47 delegados por las jurisdicciones en que obtuviera mayoría, y 8 más por aquellos distritos en que le correspondieran por minoría. El MRC estimaba, por entonces, que reuniría 42 delegados por mayoría, y 10 más por minoría. Es decir, 55 y 52, respectivamente, sobre los 95 mandatarios que de los distritos provinciales que reúne el plenario del Comité Nacional.
Como se ha dicho, los cálculos del balbinismo son ahora optimistas: espera reunir los dos tercios necesarios para proceder a la reelección de Balbín, u obtenerlos fácilmente en la negociación ulterior, ya que ciertos dirigentes del oficialismo partidario estiman —y esto es, por antonomasia, materia discutible— que "es lógico pensar que el alfonsinismo preferirá acatar a Balbín como presidente del Comité Nacional por una mayoría de dos tercios, antes que tener que soportar la elección de un hombre del balbinismo por simple mayoría."

PERON Y LA JUVENTUD
Entre quietos y rebeldes

Los rebotes políticos del ataque del ERP a la guarnición militar de Azul se proyectaron —dramáticamente— sobre la relación de la Juventud Peronista (de la tendencia revolucionaria) y el jefe del Movimiento Peronista. La crisis que brotó como consecuencia de la interpretación suministrada por Perón a la causa del ataque guerrillero (la "desaprensión" de la gobernación de Buenos Aires) generó una nueva y más profunda brecha en las ya debilitadas relaciones entre la tendencia y el presidente de la República.
El primer impacto directo, de los que políticamente sobrelleva la tendencia, lo constituyó la renuncia del gobernador Oscar Bidegain. La alianza establecida por la JP con el mandatario renunciante había permitido alcanzar numerosas posiciones gubernativas a técnicos y militantes de esa corriente. Con el ingreso de Victorio Calabró a la Casa de Gobierno de La Plata se verificó el éxodo masivo de los simpatizantes de la JP. Renunciaron Ernesto Jauretche, director de municipalidades; Alcira Argumedo, subsecretaría de Cultura; Adolfo Bianchi, ídem de Cultura, y Carlos Brusa, titular de Justicia. La pérdida en masa de posiciones en el distrito bonaerense fue interpretada como un duro golpe por la tendencia. Es que, desde el punto de vista práctico, estas funciones que debieron ser resignadas por la JP suponían mayor poder político que las bancas de diputados nacionales que, también, fueron resignadas la semana pasada.
Sin embargo, aquellos escaños simbolizaban la presencia superestructural en el gobierno de la JP. El choque de los diputados con Perón, a propósito de las reformas al Código Penal, reveló, de manera dramática, las diferencias ostensibles entre la conducción y la juventud del movimiento gobernante. El martes 22, Rodolfo Vittar, Roberto Vidaña, Carlos Kunkel, Armando Croatto, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Juana Romero, Carlos Giménez, Néstor Svercek y Santiago Díaz Ortiz manifestaron ante el caudillo sus diferencias con las reformas a la ley. Perón las rechazó y la disyuntiva quedó planteada de manera candente. La respuesta fue la renuncia de la mayoría de los legisladores de la JP (no lo hicieron Romero, Giménez y Svercek, considerados "traidores" por sus colegas), acompañados por Díaz Ortiz y Diego Muñiz Barreto, quienes no pertenecen al agrupamiento.
La "defección de los tres diputados corrió paralela a la convocatoria de "unidades básicas y militantes de la juventud", que orienta Héctor Spina. De acuerdo a las estimaciones computadas, un número reducido de militantes de la JP se ubicaría en esta posición "tercerista" entre la tendencia y los ortodoxos de Julio Yessi, que
responden al Consejo Superior Justicialista. En el marco de las hipótesis de pujas quedó desvirtuada la divergencia que un matutino atribula a la JP (regionales) con los Montoneros. El semanario El Descamisado, vocero oficial de aquélla, trascribió en su antepenúltimo número un comunicado de Montoneros condenatorio de la reforma al Código Penal, y en su última edición aporta, bajo la firma de su director Dardo Cabo —visitante elogioso de la Revolución Cubana hace pocas semanas—, una dura nota política. Cabo dice que en la actual coyuntura política "al imperialismo se le concede no se lo ataca"; que "el Pacto Social hace agua desde los conflictos laborales, porque a quienes lo firmaron por los trabajadores no los quiere nadie"; y, finalmente, que "los monopolios imperialistas son los responsables de la situación y nadie los toca". De manera audaz, Cabo señala en relación con el Movimiento: "No hay organización. Ni dirigentes. No nos macaneemos más. Lo que hay es una vidriera de jetones y adentro la tienda es un despelote". En otra nota de la misma revista se apunta que "lo que han desatado las palabras del general (luego de los episodios de Azul) es lamentablemente una guerra santa". La crítica apunta a los 19 ataques con metralla y granada lanzados en la madrugada del sábado 26 contra la Juventud Peronista y Juventud Trabajadora Peronista, incluido un allanamiento a El Descamisado. La pérdida de posiciones de JP siguió en Tucumán con el relevo de la conducción del Consejo de Difusión provincial y la posterior voladura del local de la juventud que lidera Ismael Salame.
Las posiciones de JP en la Universidad y en el Ministerio de Cultura y Educación se visualizaban a principios de esta semana como seriamente amenazadas. En el seno de la tendencia se vivía ya la realidad de la vuelta al llano y la paulatina exclusión de las estructuras formales del peronismo. En los hechos esta delimitación ya fue sucesivamente generada a partir de la explícita ratificación por parte de Perón del Consejo Superior encabezado por Lorenzo Miguel y Humberto Martiarena. El ente procedió en los últimos meses a desconocer a la Agrupación "Evita" de la rama femenina, a la JTP en favor de la JSP y a la propia JP al contar entre sus miembros a los integrantes del Consejo Superior de la JP de la República Argentina, encabezados por Yessi. La reunión que convocaría Perón para mediados de esta semana con los dirigentes de todos los sectores de juventud no tendría otro sentido que afianzar la verticalidad de la línea justicialista. En los jóvenes oídos de la militancia aún resuena el categórico ucase del líder: "Al que no le guste que se vaya". Y el que no se vaya y desacate, será echado.
PANORAMA, ENERO 31
1974
Dante Gullo

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