Hay hombres que nacen calibrados para la lucha.
Ricardo Balbín, con sus jóvenes cincuenta y dos años, es uno de
ellos. Esa es la impresión que recibe el periodista desde el
primer apretón de manos con el dirigente de la Unión Cívica Radical
que en la histórica campaña de 1951 fué candidato a la presidencia
de la República. En ese entonces corrían horas amargas para el país.
Todos recuerdan —¿quién habría de olvidarlo?— que en esquinas,
calles y plazas de todo el ámbito nacional una voz vibrante,
patriótica, llamaba a un pueblo a la resistencia, ofreciéndole el
ejemplo vivo de su propia resistencia. Esa voz era la de Ricardo
Balbín, la del presidente del "bloque de los 44", como se le llamó
popularmente a la representación radical al Congreso de la Nación
surgida en 1946, la del expulsado del Parlamento por la tiranía.
¿Y antes? Bueno, antes anduvo Balbín enrolado desde el comienzo
en los frentes de lucha de su partido. Recorrió con Pueyrredón y con
Guido la provincia de Buenos Aires en 1931, en aquella famosa
campaña electoral que desembocó en el espectacular triunfo de la U.
C. R. el 5 de abril, bajo la bota de Uriburu y del régimen otra vez
encaramado. Ese comicio que, como se sabe, fué anulado como
inauguración de una etapa de fraudes, trampas y peculados, que costó
al país un dolor de un cuarto de siglo. Y mas tarde puso su firma
junto a otros fundadores del Movimiento de Intransigencia y
Renovación, cuyo bloque preside en el actual Comité Nacional, y de
cuyos principios y postulados constituye en estos actuales momentos
una de las mas claras y definidas expresiones
Ahora lo
encontramos en el comité central del radicalismo bonaerense.
Habíamos convenido la hora para la entrevista y nos espera
puntualmente (¿ni un minuto antes ni un minuto después?) detrás de
un escritorio que se nos imagina como cuartel general del reclamo
que los intransigentes del país hacen a las autoridades partidarias:
VOTO DIRECTO. Cordial es su bienvenida y nos sentimos, pues, muy
cómodos. Y comenzó nuestro bombardeo: —¿Es cierto, doctor
Balbín el comentario que hemos oído de que sus adversarios han dicho
que usted no puede ser candidato a nada porque luchó demasiado
fuerte contra el dictador fugado y por lo tanto lo consideran "aleja
votos"? —En realidad ése es un episodio de la vida interna del
radicalismo que prefiero no tocar. Además, como usted lo habrá
advertido, ello no es nada más que una inmoralidad puramente
electoralista. E1 auténtico radicalismo tiene consignas morales que
lo colocan muy por encima de episodios tan mezquinos... Aquí
Balbín, sin esperar una nueva pregunta, se lanza en afirmaciones
terminantes: —Por sobre los partidos en sí, el país está buscando
su democracia estabilizada. Considero que el radicalismo es el
instrumento de esa ansiada realización. Pero fíjese usted qué país
nos ha dejado el peronismo: está alterado el régimen de la economía
en todas partes, hay un proceso de inestabilidad en todos los
sitios, porque el nuestro es un pueblo que viene de la desesperación
de la dictadura. Por eso es indispensable, necesario y urgente
colocarnos en la realidad argentina, saber dónde está el norte
precisado, para no equivocar otra vez el camino, para evitarle al
pueblo una nueva frustración demagógica... Lo interrumpimos, y le
interrogamos: —¿Considera usted que el gobierno de la Revolución
Libertadora será el nexo entre la etapa superada y la democrática?
Más concretamente: ¿las autoridades provisionales concluirán el
período de rehabilitación necesario al país para su ejercicio pleno
institucional? Nos responde de inmediato: —La República
terminó su dictadura de veinticinco años en setiembre de 1955. Para
la grande y esperada realización argentina necesita de una etapa
previa de consolidación, y esa tarea no sólo está en las patrióticas
manos de los actuales gobernantes, sino que debe continuar en las
manos del primer gobierno constitucional que surja, para que el
pueblo argentino pueda realmente aspirar a una democracia
estabilizada en el ejercicio pleno y natural de derechos y de
deberes. Entonces sí que vendrán las etapas progresistas —¿acaso
alguien podría detener lo inexorable?— para cumplir en la República
el histórico destino de una democracia cabal. Nosotros entendemos
bien el proceso demorado del país, pero a mí me preocupa
profundamente que, frente a las responsabilidades nuevas, extravíos
circunstanciales puedan hacer equivocar el rumbo cierto de la
construcción argentina. Nos aventuramos ahí no más: —¿Se
refiere, doctor, a candidaturas apresuradas? Su mirada no es de
rencor, pero si dura, y sigue su explicación como si no lo
hubiéramos interrumpido: —...por eso, más que mirar lo actual,
con el afán de alcanzar el éxito, hay que mirar al país para
adelante. Porque es realidad que el país no habrá de solucionar ni
en un año más el agitado e intenso problema del equilibrio
definitivo en la economía del hombre que trabaja. Un año o más es
corto tiempo porque está vinculado a procesos de distribución, a
integración de factores que están desequilibrados en la República.
Aquí hay que tener como problema cierto la creación del trabajo en
abundancia, la movilización total de los mecanismos reales a ideales
del país, para que una sincronización de esfuerzos se vaya
consumando y realizando el destino de la Nación. Porque es en esta
dura tarea de la reconstrucción, es en el andamiaje de la democracia
donde se va a sentir el hombre seguro. —¿Es usted partidario de
un gran proceso de industrialización? —Ello es indispensable,
pero deseo un industrialismo en el país dando la mano al campo, que
es fuente creadora de riqueza y de trabajo, con cuya actividad se
mueven los engranajes de las fábricas y de los talleres. Pero no
quiero una industrialización sucia y pequeña como la de la
dictadura, que amontonó hombres en aventuras improvisadas para que
los millones del Banco Industrial de la Nación, en vez de afianzar
industrias claves, fueran entregados a los jerarcas del régimen y a
sus parientes, para ensayar, con la mitad de los millones que les
daban, la posibilidad de exhibir una industria, para así justificar
la otra mitad que se robaban desde el vamos... —¿Se necesitaría,
para ello, recurrir a capitales externos? —En la actualidad no
hay un solo país en el mundo que pueda decir "yo puedo todo, de
nadie necesito". Ni las más poderosas naciones de la tierra pueden
pararse sobre sus riquezas y exclamar: "De nadie dependo, de nadie
preciso", porque todas tienen déficit en algo y muchas tienen los
mecanismos técnicos para transformar la fuerza, pero les falla la
materia prima que pueda tener el más pobre de los países del mundo.
El comercio honrado, de respeto mutuo, entre las naciones beneficia
a todos. —¿Qué opina de los convenios colectivos de trabajo?
—Es cierto que la intolerancia patronal, dirigida a trastrocar la
posibilidad política y económica del país, está perturbando ahora;
porque esos malos patrones quieren otra dictadura; porque saben bien
que en las dictaduras engordan los inescrupulosos y no les conviene
la democracia, porque su ejercicio trae el equilibrio al país. Pero
hace unos días pude decirle a una delegación de trabajadores de la
industria que vino a consultarme: realicen los contratos colectivos,
discutan fuerte, con sensatez y con equilibrio, pero con la misma
energía, con la misma fuerza de voluntad, con el mismo ademán de
futuro afirmativo en la libertad sindical que deben conquistar, sean
intolerantes con quienes los entregaron antes y vayan formando, con
una juventud nueva de trabajadores, los equipos sindicales que
necesita el país para su lucha gremial activa, progresista y
patriótica. Un llamado telefónico. Atiende el aguerrido líder de
Buenos Aires y su cara se ilumina de pronto. Nada decimos, pero
pensamos: "¿Buenas noticias? ¡Indudable! Pero, ¿de dónde, de qué, de
quien?" No podemos contenernos y allá vamos: —¿Quizás alguna
primicia sobre la próxima Convención Nacional del radicalismo?
Cuando le hablan de las cosas internas, Balbín se pone serio.
—Vea, mi amigo —nos dice con gravedad—. Toda mi vida he sido
respetuoso, tolerante y amigo de mis amigos. No es elegante, ni es
serio, que en un reportaje periodístico hable de los problemas
internos de esta Unión Cívica Radical de Alem y de Yrigoyen, que ha
servido al país honestamente durante más de sesenta años y que
seguirá cumpliendo, esté seguro, coa su deber argentino. El país nos
mira a los radicales y los radicales les hablamos al país en idioma
radical. Y el pueblo comprende este lenguaje y confía: por eso es
que no se entregará a un hombre, ni a una minoría, ni a una
aventura. Hay que confiar en el pueblo, tener fe en las gentes, pero
no engañarlo diciéndole que lo que viene es fácil y sencillo. Mucho
es el esfuerzo que tenemos que hacer en esta reconstrucción, y lo
lograremos en razón directa del desinterés y de la altura moral que
tengamos. Pero tenemos que hacerlo, y la historia que viene y que
habrá que escribirse repetirá el viejo concepto que viene de los
años: sólo los que sufrieron, sólo los que aguantaron, tuvieron la
capacidad moral de empezar de nuevo, porque eran el baluarte ético
de una humanidad detenida...
revista Mundo Argentino
24.10.1956
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"Debe evitársele al pueblo una nueva frustración
demagógica", dice el doctor Ricardo Balbín.
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