Golpe de Estado
en la República de San Telmo
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San Telmo

Se armó la revoluta —se entusiasmó Naúm Velyanosvsky, 40, soltero, caudillo del movimiento Celeste y Blanco, que actúa de madrugada en algún lugar de San Telmo—. Ya se nombró una junta de comandantes para que nombre al ciudadano santelmino que será el nuevo presidente de la república. Luego se convocará a elecciones y así tendremos restablecida la democracia.
Bajo la atenta mirada del sacerdote Pedro Domingo Scarzella —56 años, desde hace 21 en la parroquia San Pedro González Telmo y desde 1960 Obispo de la República— Velyanovsky alentaba a los revolucionarios. La junta estaba reunida en una dependencia parroquial.
A tres cuadras de allí el presidente Ernesto De Carli, 70, casado, 4 hijos y 5 nietos, se refugiaba en su taller de fotograbados. Dispuesto a defender su república gastronómica, había acuartelado a las fuerzas armadas leales en la lechería de enfrente.
En la parroquia, el padre Scarzella intentaba así reconciliaciones con el teléfono.

HISTORIA CONSTITUCIONAL DE SAN TELMO
El 9 de julio de 1960 nació la República de San Telmo, producto de una revolución del espíritu —así reza el acta constituyente— de los pobladores del barrio de San Telmo. Sus límites son los mismos que desde el siglo pasado caracterizan a uno de los barrios más originales de Buenos Aires: Piedras, al Oeste; Chile, al Norte; Caseros, Defensa y Brasil, al Sur; y al Este, el Río de la Plata. Su bandera fue la celeste y blanca con una franja azul marino; su idioma el lunfardo; sostiene la camaradería, la beneficencia y el buen humor.
Cuando se nombró —por los vecinos más caracterizados— al primer presidente, todo era felicidad, comilonas y paseos por las calles del barrio. El elegido —el médico Constantino Veljanovich, ya fallecido— contó con el total apoyo de la ciudadanía. Un nutrido gabinete —19 ministros, un vicepresidente, un intendente, 56 funcionarios— lo secundaba fielmente. También una cámara de senadores —29 miembros— y una de diputados, de 45 legisladores. La cámara alta estaba formada por los alumnos del quinto curso de la Escuela Nacional de Guerra. Eran, además, padrinos de la naciente república.
El desenvolvimiento de los tres primeros años fue normal. Las cuotas de los ciudadanos —cien pesos moneda nacional— y de los funcionarios —doscientos— solventaban las finanzas del estado. La pulpería Los Troncos —propiedad del entonces intendente De Carli— era la sede de las reuniones sociales. El gabinete, en cambio, se reunía en la parroquia —el arzobispado, en el léxico republicano— que pasó a ser la casa de gobierno.
A mediados de 1963 se enfermó el presidente Veljanovich. Su dolencia lo obligó a renunciar. Como la constitución del flamante Estado no contemplaba el caso, eso llevó al caos.

ABAJO LA DICTADURA
El vicepresidente era, a la sazón, Ramón Otero, 65, casado, 4 hijos y 5 nietos. "Cuando Veljanovich se enfermó debí asumir pero presenté la renuncia —se arrepiente ahora—. Pensé que lo mejor era nombrar un nuevo gobierno. Pero el ministro Castromán propuso que el nuevo presidente fuera De Carli, el intendente. Yo me opuse. Hubo una elección secreta y por cinco votos a tres ganó De Carli. Se había votado él mismo. Entonces estuvo bien elegido, pero después el viejo decidió que gobernaría por tiempo indeterminado. Con el tiempo fue renovando su gabinete, se proclamó dictador, tirano y todo eso. En el décimo aniversario de la república se reeligió siempre sin límite de tiempo. Esto no puede seguir. El gobierno sólo se reúne para hacer gastronomía: comer y comer. No hay movimiento de fondos, ni libros ni nada. Por supuesto, nos saludamos desde lejos ..."
Lo cierto es que De Carli nunca llamó a elecciones. Por eso los revolucionarios proyectan hacer una urgente reforma constitucional que les permita llamar a elecciones en un plazo de seis meses. El nuevo mandatario durará cuatro años en el cargo y sucederá al ciudadano que la junta designará para el 12 de octubre.
—Además —recalcó Haydée Olga Campos, comerciante y presidenta de la junta—, el presidente tendrá que ser alguien del barrio, que esté en el barrio y que haga algo por el barrio. No puede ser que De Carli, dictador, viva en el Barrio Norte. Es insólito.
La junta —integrada también por un funcionario de la Aduana, Benito José Olivero, y por el secretario del Museo Histórico Nacional, Elisardo López Serrot— asegura contar con el apoyo de la población. Tienen en su poder suficiente armamento para derrocar al tirano, la bandera de la república y el acta de fundación. La población, en tanto, guarda calma.

QUE VENGAN SI QUIEREN
Ernesto De Carli es natural de San Telmo y nació con el siglo. Fue periodista en el diario El Telégrafo en la década del 20, sindicalista, y durante la semana trágica estuvo preso por anarquista peligroso. Medio siglo después, se ríe y se jacta de su nueva investidura.
—Esta es una república estomacal. Como los de la revolución todavía no salieron a la calle, yo los invito a que vengan y que arreglemos todo con un asado. Nuestra fuerza armada se compone de abundantes comidas y esas cosas. Si quieren elecciones las van a tener, pero hay que saber esperar. Yo también pido cinco años más. Já, no se dio aún el tiempo político ...
—Se lo acusa de no haber organizado los tradicionales tedéums, de no haber izado la bandera de San Telmo, de no vivir en el barrio.
—Y qué. El todéum significa dar después el tradicional paseo por las calles y yo no puedo caminar: tengo las piernas enfermas. La bandera no la tengo pero gobierno igual. Y como presidente tengo derecho a tener mi residencia, ¿no? Lo que pasa es que no me quieren porque yo hago las cosas rápidas, sin vueltas. Estoy en contra de la política y de la burocracia.
Sin embargo, durante su gestión los ministros se elevaron de 19 a 50, algunos de los cuales ostentan "carteras" como la de la Elegancia, del Hielo, del Tango, de la Bohemia y otras por el estilo. Un revolucionario conjeturó que la razón era acomodar a los amigotes del viejo porque según la constitución a los 50 años de ser funcionarios tendrán derecho a cobrar en dólares.
De Carli refutó el comentario con una carcajada:
—Tenemos una edad promedio de 60 años —chanceó—. ¿Quién llega a los 120?
Y esgrimió su argumento fundamental:
—Claro que estoy cada vez más caprichoso y gagá. Pero llevo todo derecho. Hay que laburar y comer. El Patronato de la Infancia vive con nuestro apoyo: les damos ropa, les hicimos una biblioteca infantil y para fin de año les regalamos un pesebre de ciento cincuenta mil pesos ...

LA REVOLUCION TRIUNFARA
En la parroquia de San Telmo, el caudillo Velyanosvsky explicó a SEMANA que 'sigo figurando como ministro del Interior pero no ejerzo. Y lo lindo es que no me echaron, ni me fui, ni renuncié'. El padre Scarzella conjeturaba en su despacho: 'Yo no tomo partido. Soy equidistante. De esto no quiero hablar porque los conozco a todos y todos hacen lo que pueden por el barrio. Como sacerdote, estoy bien con todos los gobiernos'.
Mientras el presidente De Carli aceptaba transar en una consulta electoral para preguntar al pueblo si era feliz, la junta revolucionaria lanzaba su comunicado número dos. San Telmo —la república singular— transitaba su siesta de años. Al margen de revoluciones y elecciones, de fuerzas leales ocultas en lecherías, de conspiradores reunidos en parroquias y de teléfonos convertidos en armamentos, San Telmo añeja sus paredes. Revolución en lunfardo, que le dicen.
Revista Semana Gráfica
18.09.1970

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A diez años de la fundación de la originalísima República de San Telmo, el barrio vive en estado de conmoción: una revolución intenta derrocar al presidente de este "estado independiente" que sólo persigue fines gastronómicos y altruistas