-El padre Parenti despide los restos
del joven Luis Norberto Blanco en el Cementerio La Piedad, situado
en la parte oeste de Rosario. Una larga caravana de 7.000 personas
ha recorrido a pie, en colectivos, automóviles y camionetas los 17
kilómetros que separan la casa del muchacho de 15 años —en el barrio
de Arroyito— hasta el cementerio. El sepelio se realizó en orden.
Numerosas personas fueron agregándose en el trayecto, en un día de
paro general.
Un agente uniformado reduce a un
manifestante de la marcha del silencio.
-La policía ha encarado a un
joven que salía de su casa y su madre interviene para defenderlo.
Ocurrió durante los sucesos de la noche del miércoles 21.
-Este fue el comienzo de los
violentos choques del miércoles. Los estudiantes se sentaron en la
avenida Córdoba (primera foto), luego de habérseles impedido la
concentración en la plaza 25 de Mayo, como hablan previsto en
principio. Hasta ese lugar llegó la fuerza policial, la cual de
inmediato inició las descargas de bombas de gases. La corrida fue
general ante el ataque (segunda foto).
Revuelta
estudiantil: carta al gobierno
La muerte de
tres estudiantes fue el precio que pagamos los argentinos para
mantener el orden. Un precio que todavía no sabemos quién lo ha
fijado y del que nos resistimos a participar. Por eso les
escribimos, porque los argentinos necesitamos hablar y que nos
hablen; este detalle temperamental debe ser conocido por quienes nos
gobiernan. Necesitamos contarles que estamos bajo el influjo
emocional que nos proporcionó el haber participado de todos los
hechos ocurridos en el país para cubrir nuestra información, influjo
que se sintió agravado cuando no se nos explicó lo inexplicable, no
se justificó lo injustificable, ni se utilizó el silencio tan sólo
para dejarnos oír la elocuencia de la renuncia de los responsables.
Nuestra información, señores, nos permite conocer la preocupación y
congoja del propio gobierno, pero lamentablemente las paredes de la
Casa Rosada no son transparentes como para que esa preocupación sea
vista por el hombre de la calle. Nadie les discute el cuidado del
orden, pero el orden no es un hecho formal. Podemos llegar a ser una
sociedad encolumnada con prolijidad, pero no engañaremos a nadie si
para llegar a encolumnarnos debemos crear el desorden de cobrarnos
con la vida de quienes se salgan de la fila (obviamente muchos se
salen de la fila presionados por quienes los empujan). Ustedes,
señores gobernantes, consiguieron que nos acostumbráramos a una paz
social largamente esperada. Pero esta costumbre no resulta
aconsejable si dicha paz es el resultado de la autoridad que la
impone y no una expresión natural de los supuestos pacificados. No
se nos escapa que la paz que precedió a los acontecimientos que hoy
nos acongojan sirvió para subrayarlos: un tiro en medio de la
batalla ni se lo distingue, un muerto en el combate pasa a ser un
número en las bajas, pero un tiro en medio del silencio sobrecoge y
tres muertos en una manifestación estudiantil producen un estado
emocional que necesita rápida atención. Por eso es que les
pedimos una respuesta. No nos conformamos con aceptar que ésta sea
la solución prevista para uno de los problemas más previsibles que
le tocó a este gobierno. Hace un año, los acontecimientos
estudiantiles de París resultaron un providencial preaviso; nadie
dudó que en nuestro país llegaría a ocurrir lo mismo. La Universidad
Nacional había pasado de un estado caótico, que reclamaba un cambio,
a un simple cambio de personas que lejos de conducirla se limitaron
a administrarla; nunca se supo cuál sería su política; la falta de
autoridad de sus conductores se suplió con la asociación policial;
los profesores que se jugaron en favor de "lo nuevo" no tardaron en
encontrarse solos, desorientados y sin tener nada que defender;, una
suerte de frigidez intelectual fue la única imagen reconocible. En
una palabra, la Universidad Nacional pareció manejada por el
enemigo. Un enemigo que se encargó de dejar al gobierno en la
actitud paradójica de quien busca terminar con el pasado
despreocupándose por lo que significa el futuro; atiende al
desarrollo económico sin acompañarlo con el desarrollo intelectual;
alienta las obras de infraestructura olvidando a quienes deberán
manejarlas, y, lo que es peor, deja escapar la posibilidad de
instrumentar con verdadero sentido nacional la irrefrenable búsqueda
de una revolución cultural. Supongamos que un año no bastó para
enderezar todo esto y vayamos entonces a los hechos inmediatos que
no ofrecían dudas: la elocuencia del largo silencio guardado por los
ahora llamados "extremistas" a la espera de una coyuntura que les
permitiera obrar; los recientes ataques a puestos militares
acompañados de comunicados de sectores políticos; la captura de
material de propaganda donde figuraban consignas precisas que se
estaban cumpliendo y, como si todo esto fuera poco, la visita de
elementos ajenos a Corrientes que hicieron declaraciones al
periodismo. En una palabra: un "preludio cantado". Para obtener la
información bastaba con leer los diarios. ¿Qué medidas se
previeron? ¿Se pensó que la policía del interior no tenía el
entrenamiento que exige el control de ciertos hechos? ¿La muerte de
Cabral no fue suficiente para que se dieran instrucciones precisas
sobre el alcance que debía tener la acción policial? Todo
conducía a pensar que la represión sería la política del gobierno:
por el mantenimiento del orden; porque la conmoción crearía un clima
de inestabilidad que luego se trasladaría al orden económico (así
ocurrió en Francia); porque es sabido que la mayor parte de las
conmociones estudiantiles son el resultado de quienes están atentos
a orquestarlas e instrumentarlas. Pero no podemos creer, de ninguna
manera, que estuviera en la intención del gobierno llegar a los
resultados conocidos. Aun puestos en la mayor frialdad de la
especulación política es fácil darse cuenta de lo que pesa una
muerte, más aún si es evitable, si la lucha es despareja y si no
está sustentada por una fuerza ideológica: morir porque en un
comedor estudiantil se aumentó el precio de la comida parece una
trampa del demonio y, por otra parte, "mantener el orden" no es un
ideal que justifique el uso del revólver allí donde bastaba un
camión Neptuno. El absurdo, la desproporción, la gratuidad, han
creado una sacudida emocional que no resulta tierra firme para
plantar razones ni hacer brotar deducciones. Necesitamos una
respuesta. Comprendemos que un gobierno defienda a sus funcionarios,
pero si el error de sus gobernados pudo ser pagado con la vida, el
error del gobernante no puede contar con el beneficio del disimulo:
caeríamos en otra desproporción. Confiamos. Fotos: EDUARDO FORTE
y LUIS GEMELLI
-Gritos, insultos, amenazas,
corridas. Cada cuadra tenía una esquina violenta y otra serena, con
muchos curiosos. Cuando se abrió el tránsito (os estudiantes
lograron entorpecer la acción represiva.
-Esta feria modelo fue escenario
de uno de los choques más graves de la noche del miércoles. En la
foto pueden verse las actitudes más dispares ante el ataque de la
policía montada. Varios huyen, un hombre pide clemencia, otros
aguardan presas de pánico y algunos se quedan impasibles.
-Los manifestantes celebran la
retirada de la policía junto a una de las tantas fogatas que
encendieron en el centro de Rosario para contrarrestar los efectos
de los gases lacrimógenos. El material quemado —maderas, papeles,
desechos— fue arrojado desde los balcones por vecinos solidarios con
la marcha.
-Van las piedras y vienen los gases.
La tensión llega a su punto culminante. La mayoría se protege junto
a las paredes. Una verdadera batalla campal que arrojó el
desgraciado saldo de un niño muerto de un balazo.
-Desgraciado incidente que se
produjo durante el sepelio de Blanco. Algunos concurrentes, al ver
un tren que llegaba de Buenos Aires, atacaron con piedras a los
maquinistas por trabajar en un día de paro general en Rosario,
Aquellos huyeron rápidamente y varios penetraron en la máquina para
inutilizar un compresor.
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¿Qué medidas se previeron? ¿Se pensó que la
policía del interior no tenía el entrenamiento que exige
el control de ciertos hechos? ¿La muerte de Cabral no
fue suficiente para que se dieran instrucciones precisas
sobre el alcance que debía tener la acción policial?
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