GOBIERNO-PERON-FF.AA.
Lo que vendrá, lo que puede venir

 
La semana pasada, mientras el presidente Lanusse analizaba con los altos mandos de las tres armas la crítica coyuntura política y económica que vive el país, el semanario Confirmado y la revista Las Bases publicaron artículos que, con franqueza desacostumbrada, explicitan la posición de dos sectores decisivos del esquema granacuerdista.
La primera de esas publicaciones, vinculada a un sector del gobierno, expresó en un editorial titulado "El gabinete debe renunciar" que el proceso político ha ingresado en "el tramo más difícil y espinoso". La nota sostiene que el jefe del Estado es víctima de "una ofensiva que, partiendo del ámbito civil, en el último mes intentó penetrar en la órbita militar" y que el general Lanusse "mal podrá dar su próxima batalla con una retaguardia (. . .) que exhibe nítidos síntomas de desunión, ineficiencia y vacilaciones". A continuación, el editorial exhorta al presidente a modificar la composición del gabinete y pide a los "ministros eficaces" que, si así no ocurre, sean ellos mismos los que acudan en auxilio de Lanusse "ofreciendo el ejemplo de su renuncia para obligar a los goleadores en contra, a los que nadie convencerá nunca, a que se vayan". El editorial concluye afirmando que, si esos "ministros probos" no renuncian, "harán fracasar la última chance que tiene la Nación para transitar el sendero de la democracia", ya que Lanusse es "la última frontera ante lo desconocido, ante el vacío, la subversión y la dictadura".
Sugestivamente, a este mismo tema se refiere un editorial de Las Bases escrito por Juan Domingo Perón y titulado "El Gran Acuerdo Nacional". El artículo dice, en sus párrafos no retóricos, que "es realmente inconcebible que puedan existir argentinos que, después de 17 años de amarga experiencia, todavía piensen que podrán imponerle a la Nación y al Pueblo argentinos condiciones inaceptables (...). Por eso, la amenaza del caos, del terrorismo, de la dictadura de extrema derecha con que nos amenaza la dictadura si no entramos por el aro, es un juego de niños al lado de la guerra civil que ya muchos entrevén como solución".
En otro editorial, publicado en el mismo número de la revista y referido a una posible entrevista suya con Lanusse, Perón opina que "sería mucho más constructivo proceder primero a la pacificación del Pueblo, tarea que compete directamente al gobierno, evitando enervar y enconar a la opinión popular con represiones". Lograda esa pacificación —agrega— el acuerdo debe negociarse con La Hora del Pueblo, "donde podrán encontrar respuesta todas las inquietudes y dentro de la cual existe, como es lógico, un representante del Movimiento Nacional Justicialista". Tras afirmar que "los políticos estamos de acuerdo, sabemos lo que queremos", y que "son los militares los que tienen dudas y dificultades", Perón se refiere concretamente a una eventual entrevista con Lanusse, y dice: "Yo no tendría inconveniente en hacerla, pero naturalmente exijo condiciones dignas, no vergonzantes".
Los párrafos transcriptos iluminan un flanco de la situación política que había sido oscurecido por varios equívocos. De un lado, el sector del gobierno más comprometido con el GAN advierte la necesidad de precipitar cambios que faciliten el acuerdo político, eliminando a los que, desde el interior de las esferas de poder, rigidizan las regias de juego y tornan demasiado onerosas, para los interlocutores del oficialismo, las condiciones del pacto. De otro lado, Perón —el más importante de todos esos interlocutores— hace saber que pretenden imponerle "condiciones inaceptables", no obstante lo cual estaría dispuesto a llegar a un arreglo.
Así, la presunta ruptura entre Perón y el gobierno existe. Por ahora (salvo que en estos días los goleadores en contra impongan su criterio), el proceso político está signado, en lo esencial, por una intensa puja entre los que todavía son actores principales del GAN. Y como esa puja se crispa en torno a las condiciones que enmarcarán la concordancia, es lógico que las partes negociadoras se formulen mutuas advertencias. De tal modo, mientras el gobierno argumenta, para imponer sus condiciones a Perón (y para convencer a su propia ala "dura"), que Lanusse "es la última frontera ante lo desconocido", el desterrado, si bien acepta ese diagnóstico, invierte sus términos: es él mismo la "última frontera", ya que la dictadura de extrema derecha con que lo amenazan —dice— para "hacernos entrar por el aro", es un "juego de niños" al lado de la guerra que se desatará si Lanusse no le ofrece condiciones "dignas".
A partir del martes último, cuando se reunió con 50 generales en actividad, Lanusse encaró el tratamiento de ese problema a nivel militar. Es posible que de esas reuniones surjan las decisiones más importantes que ha adoptado hasta ahora el gobierno en torno al proceso político; es decir, es posible que se conozcan definitivamente cuáles son las condiciones del Gran Acuerdo, La cuestión, naturalmente, no sólo está estrechamente vinculada a la situación económica: en el fondo, es esa situación la que determina las reglas de juego políticas. Por eso, el punto central que deberá decidir el gobierno es sí continúa o no con la aplicación de una línea económica cuyos efectos sobre la población hacen que todo acuerdo estable con Perón se torne problemático aun en el caso de que el exiliado quiera formalizarlo. Porque en un marco de creciente tensión social, ni el ex presidente ni nadie pueden imponer su voluntad frente al duro embate de los hechos: las graves fisuras que resquebrajan la cohesión del justicialismo —producidas a pesar de la orden; de "unidad y solidaridad" emanada de Madrid— constituyen una prueba de ello.
En consecuencia, el gobierno tendrá que disipar, de una vez, el interrogante que nació con su propio ascenso al poder: ¿instrumentará una salida económica para garantizar el plan político o, al revés, la salida política será implementada para garantizar la prosecución del plan económico neoliberal que, con distintos ropajes, se viene aplicando desde junio de 1966?
La drástica reacción presidencial ante los actos de protesta contra la línea económica realizados por una entidad aliada —la CGE— sugiere que el gobierno no puede, por ahora, modificar sustancialmente dicha línea. Así, a nivel político, y salvo que se opere un brusco viraje, las "circunstancias condicionantes" sobre las que habló el ministro Arturo Mor Roig en su charla con SIETE DIAS (Nº 244) se agudizarán cada vez más, haciendo más inestable el frágil equilibrio que caracteriza a la situación actual. De ahí, pues, que sin romper lanzas —ya ha dicho que no va a dar el primer portazo—, Perón se prepare para montar variantes de recambio con el desarrollismo y otras fuerzas y el gobierno, a su vez, analice la posibilidad de un replanteo. Mientras tanto, hay muchos ojos que miran hacia Washington, donde, en estos días, el ministro Ismael Bruno Quijano entrevistará nada menos que a Henry Kissinger, cerebro mayor de la diplomacia norteamericana.
El miércoles pasado, el corresponsal de SIETE DIAS en Madrid, Armando Puente, telexeó un informe sobre las conversaciones que se desarrollan en Puerta de Hierro, desde que arribaron a España el numen desarrollista, Rogelio Frigerio, y el delegado de Perón, Héctor Cámpora. La nota informa, entre otras cosas, sobre dos posibles entrevistas efectuadas entre Perón y el embajador argentino, en las cuales —a pesar de todas las versiones en contrario que pululan en la Argentina— se habrían echado las bases de un acuerdo duradero entre Perón y la Casa Rosada. A continuación, ese informe.
Se apagaron las luces del salón y en la pequeña pantalla, aun mal enfocada, brilló el título: Una mujer, un pueblo. Juan Perón tenía a su derecha a su delegado, Héctor Cámpora, y a su izquierda a Gustavo Rearte. Detrás estaban e| periodista Juan Luis Negro Morales, distribuidor de la película en Europa, y otros cinco hombres, para quienes las escenas y episodios que durante 74 minutos desfilaron ante la pantalla eran vagos recuerdos de niñez o relatos históricos. Por el contrario, para Juan Domingo Perón y Héctor Cámpora aquellas imágenes eran partes esenciales de sus vidas. La fugaz aparición de algunos personajes —Florencio Soto, Atilio Renci, Amado Olmos, José Espejo— avivó viejos recuerdos. Dos escenas de las etapas finales de la vida de María Eva Duarte conmovieron al ex presidente hasta empañar sus ojos; en cambio, un breve comentario del relator, formulado mientras en la pantalla Evita iba a su lado en un auto descubierto, recibiendo las aclamaciones de la muchedumbre, al asumir Perón la segunda presidencia, le hizo exclamar: "Eso es falso".
Cuando se volvieron a encender las luces, Perón comentó: ¡Cuánta tristeza ver la orfandad en que quedó nuestro pueblo al perderla!" El doctor Cámpora desaprobó una gran parte del guión, mientras los jóvenes, los hombres de la generación que no la conoció, escuchaban en silencio.
Era la primera vez que Gustavo Rearte y el doctor Cámpora coincidían en Puerta de Hierro. Al día siguiente, el lunes 31, los tres conversaron toda la, tarde; en algunos momentos el diálogo entre el delegado y el dirigente de la línea "dura" fue tenso, pero siempre cortés. Con anterioridad, Perón había tenido dos entrevistas a solas con el primero y había recibido a su delegado todos los días, desde su llegada el viernes 28.
Jorge Daniel Paladino acostumbraba presentarle un informe personal en el que daba cuenta, con disciplinada minuciosidad, la labor desarrollada cada día, las entrevistas mantenidas y los temas tratados. Apoyaba su versión con las grabaciones de las reuniones del Consejo Superior.
El doctor Cámpora se presentó el primer día con un delgado portafolio que no abrió. Prefirió charlar en el salón mientras tomaba un café con su jefe. Comenzó hablándole de Isabelita: "Se encuentra muy bien de salud y cumple las instrucciones que usted le dio, las de descansar de sábado a lunes. Los fines de semana los ha pasado en mi quinta de San Andrés de Giles, salvo los dos últimos, que ha estado en Mar del Plata. Su seguridad está perfectamente garantizada". Luego se extendió relatándole la visita a Luján, despedida con volteo de campanas, los paseos por la calle Santa Fe y la única escapada a un cine. "En todas partes es acogida con vivas muestras de simpatía y entusiasmo", aseguró. Entregó a Perón los obsequios de su esposa, un pulóver, una corbata, una camisa, y sólo entonces abrió el portafolio: "Acá tiene, mi general, su partido", dijo. Era el testimonio judicial del reconocimiento, a escala nacional, del Partido Justicialista, proscripto desde 1956.
El sábado empezaron las reuniones de trabajo. El doctor Cámpora se sirvió de un pequeño guión para ir exponiendo de qué forma había cumplido las instrucciones que se le dieran y cuáles eran los obstáculos y problemas que habían surgido. Su llegada había sido precedida por los informes relatados personalmente por todos y cada uno de los integrantes del Consejo. "Así tienen plena libertad para interpretar la actuación del movimiento e incluso de su delegado. En algunos casos esos documentos, a los que los diarios llamaron informes supersecretos, los interpretan en forma contradictoria". Y prescindió de las cintas: "Pueden ser manipuladas", dijo.

FRUGALIDAD Y SOCIALISMO
El domingo, a pesar de la ventisca y la nevada, Perón y Cámpora salieron de Madrid y fueron a almorzar al restaurante Morocco, en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama. Perón manejaba el auto y estaba eufórico. Se\ mostraba satisfecho por el ritmo de la afiliación, que ha sido masiva en la mayoría de las circunscripciones del Gran Buenos Aires, según las versiones a él llegadas, e insistía en la conveniencia de presentar listas únicas y de mantener los plazos fijados y la exigencia de elecciones en 1972. Así al menos lo comentaban algunos de los que frecuentan el primer piso del hotel Gran Vía, donde Cámpora celebra sus audiencias y almuerza con la frugalidad de un santa hindú: una botella de agua mineral y ni un solo bocado de alimentos sólidos.
Con Gustavo Rearte y con el abogado Sobrino Arana, Perón habló de otros temas y enjuició la perspectiva electoral y los amagos golpistas desde el ángulo de visión de las nuevas generaciones insertas en el "socialismo nacional". A unos y otros repitió: "O elecciones sin cortapisas ni limitaciones, este año, o leña".
Pero los asuntos más urgentes e importantes tratados en esas reuniones no trascendieron de las paredes del escritorio de Perón, en la quinta 17 de Octubre. Entre estos asuntos figura la eventual visita de Arturo Frondizi, auspiciada el mes pasado por el doctor Giancarlo Elia Valori y Rogelio Frigerio.
La posibilidad de que en esas entrevistas se trate de reeditar el frente de 1958 fue descartada por los jóvenes de las nuevas generaciones que han visitado en los últimos días la Puerta de Hierro y se reúnen en el café Sahara en Madrid. Para ellos Perón se sirve de su conocida táctica: "Utilizar las contradicciones del enemigo y restarle aliados. Frondizi, además, podría abrir algunas brechas en el campo militar". Más simplista, Cámpora interpreta que el general recibe a cuantos argentinos lo visitan, por lo que no dudo que le agradará conversar con el doctor Frondizi".
Aunque suene descabellado, en los alrededores de Puerta de Hierro corre la versión de que otro argentino es esperado ''antes del 15 de febrero". Su nombre: Alejandro Agustín Lanusse. Los divulgadores de la especie sostienen que la histórica entrevista habría sido preparada en una conversación celebrada entre Perón y el embajador Jorge Rojas Silveyra; ambos se habrían visto un par de veces en la última quincena. El acuerdo "garantizaría la estabilidad argentina hasta e| año 2000". En la hipotética entrevista se sentarían "definitivamente las condiciones para el Gran Acuerdo Nacional". Los dos grandes partidos argentinos, —el militar y el peronista— acordarían entonces "un candidato óptimo para la ciudadanía", en el que se sentirían igualmente interpretadas las fuerzas armadas y la mayoría popular.
Lanusse ha demostrado estar dispuesto a realizar gestos muy significativos para hacer posible el GAN y no tener miedo a los viajes largos, pero un desplazamiento hasta Madrid parece inverosímil. No así el de un emisario de máxima jerarquía.
Otra interpretación es que la reunión Lanusse-Perón se celebraría en Buenos Aires, pero que el ex presidente sería representado por doña Isabel Martínez, a quien acompañaría el doctor Cámpora.
En cualquier caso, Puerta de Hierro parecía nimbada, esta semana, por la gravedad y el misterio: "Están muy próximas horas decisivas para la vida nacional".
Revista Siete Días Ilustrados
07/02/1972
 

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