SANDRO SU HISTORIA MAS CIERTA
JAMAS CONTADA
Por? —Hay gente que lo dice. Había olor
a nada, como hay en todas las oficinas. Esta
queda en el quinto piso de un edificio de la
calle Tucumán y tiene, además, una sala de
música con un piano y un salón de entrevistas
que es donde estamos. El tiene la camisa
abierta, el pelo revuelto y fuma con fervor;
casi parece personaje de un tango. Siempre
pensé que se llamaba Sandro por la conjunción
de su apellido —Sánchez— y el agregado del
"dro" por alguna otra razón. Pero no. Se llama
Sandro porque era el nombre que le gustaba a
su mamá antes de que él naciera. Después le
pusieron Roberto, pero en cuanto pudo se puso
Sandro y no le fue nada mal. —¿Y qué es lo
que dicen? —Mirá; un sociólogo americano
escribió que cuanto uno más sube en la
pirámide del éxito más solo se encuentra. Por
eso te pregunto si te sentís muy solo...
—Además del sociólogo americano hubo un árabe
que largó un proverbio parecido. .. Dijo que
cuanto uno más se apura, más pronto llega al
desierto. ¿Es lo mismo, no? Pero todo eso
depende. Yo cuando avanzo llevo de la mano a
los que quiero y así no me siento nunca solo,
loco... —Y, ¿a quiénes querés? —A
muchos. —Tu mamá, por ejemplo. —Eso es
otra cosa.
SANDRO Y MAMA —¿Otra
cosa? —Sí. No la mezclo para nada con todo
esto, no quiero. A ella tampoco le gusta. Es
lo que más quiero en el mundo y quiero tenerla
separada de mi trabajo. Así y todo la embroman
bastante. .. —¿Es joven? —Sí. Cuarenta y
cinco. —¿Cómo la embroman? —Le piden
cosas. Le hablan para que interceda ante mí.
Vos fíjate: los que te quieren un poco siempre
le hablan a tu vieja; los que te tienen bronca
te rayan el coche... Al final son pocos los
que te enfrentan a vos. —¿Qué piensa tu
mamá de vos? —Está contenta. Pero no le
gusta nada cuando en algún lugar alguien la
conoce y le empiezan a decir cosas de mí.
Mirá: con la vieja dijimos muchas veces que un
día íbamos a escribir un libro que se llamará
"La puerta de esta casa", refiriéndonos a la
puerta de la casa donde vivimos, en Valentín
Alsina. Siempre pasa algo allí. —Contame la
última. . . —Hace un tiempo recibí una
caja. La abrí y encontré una trenza rubia muy
larga sin ninguna tarjeta ni nada. Lo hablé
con la vieja y tampoco entendía nada. Al mes
mi mamá salía de casa y paró un coche del que
bajó un policía. El hombre se acercó, se
presentó a mi vieja y le contó que tenía una
hermanita que se había cortado el pelo como un
varón y se había ido a trabajar de albañil en
una obra. Le dijo que la culpa de todo eso la
tenía yo. —¿Por qué? —Lo mismo le
preguntó mi mamá. El hombre contó que su
hermanita aseguraba que ella y yo nos
conocíamos desde que teníamos diez años y que
habíamos hecho en esa época un pacto de amor.
La chica decía que todos los actos de su vida
estaban ordenados mentalmente por mí, desde
lejos. ¿Te imaginás? Yo no sabía qué hacer.
Poco después, una tarde, apareció la chica por
casa. Mamá la hizo entrar y me pidió que
hablara con ella. Yo fui. A ella le agarró un
ataque de nervios y yo me pegué un jabón
bárbaro porque, ¿sabés en el lío que me podía
meter? La tranquilicé y la llevé a su casa,
hablando con la familia y aconsejándoles que
la llevaran a un médico especialista...
Después hay muchos maridos que vienen a casa y
la increpan a la vieja. Le dicen: "por culpa
de su hijo mi mujer ni siquiera atiende a los
chicos", o si no: "yo perdí el amor de mi
mujer por culpa de su hijo, señora"... ¿Y yo
qué tengo que ver? Yo canto no más. —¿Qué
hacés por tu mamá? —Todo. Aparte de darle
todo el cariño que le doy estoy atento al
menor de sus caprichos. Me importa un pito eso
del Edipo y todo lo demás; yo soy hijo único y
ella me dio mucho a mí... Yo quiero ahora que
esté tranquila con su casa, su bienestar, su
coche con chofer, ¿entendés? Se lo merece. Yo
no te voy a hacer el cuentito del origen pobre
ahora. Pero sí existió. Yo me crié en un
conventillo y estoy orgulloso. —¿Alguna vez
ella te dijo qué pensaba de vos? —Ella
dijo: "mi hijo podría haber sido delincuente,
panadero o empresario. Es cantante. Y me
parece bien. Lo que yo siempre quise fue que
fuera el mejor en lo que hiciera y me alegro
que lo que eligió es bueno y lo hace bien..."
—¿Sos el mejor cantante? —No hay un mejor.
Sé que lo hago bien y me basta. Y me cuesta.
También mi viejo me lo había enseñado eso. ..
SANDRO Y PAPA —¿Murió? —Sí, no hace
mucho. Del corazón. —¿Qué te decía?
—Cuando me dio la llave de casa me dijo:
"Adelante. Hacé lo que quieras pero hacelo
bien". Nunca me olvidé de eso. —¿Te daba
muchos gustos? —Los que podía. Yo sabía que
no vivíamos en un hogar donde sobraban las
cosas, así que no le exigía nada. Por eso
empecé a trabajar de chico. —¿Qué hiciste?
—Un montón de cosas. Lo primero fue trabajar
en un taller que queda cerca de casa, como
aprendiz de tornero. Después changuitas. Fui
camionero y manejaba solamente en la ruta
porque no tenía edad para registro todavía.
Uno se va haciendo duro aunque no pierda la
ternura. —¿Duro? —Mejor dicho realista.
Fíjate que cuando murió papá yo no derramé una
sola lágrima. Y lo quería, ¿eh? Pero estaba
cantado. El viejo había tenido ya varios
infartos y yo sabía que se nos iba cualquier
día de ésos. Cada vez que volvía a casa
esperaba que alguien se acercara para decirme
que el viejo había muerto. Por eso, cuando
sucedió, estaba preparada. —¿No llorás
nunca? —Todo el mundo llora a veces por
algo. Me acuerdo que yo lloraba en una época
cuando veía ese aviso de televisión donde
aparecía una chica disfrazada de conejo y
decía "Sea conejo"... Qué sé yo... Me daba
ternura eso, ¿entendés, loco? —¿Sos un tipo
tierno? —El día que pierda la ternura no
podré seguir más. —¿Cantando? —Viviendo.
SANDRO Y EL PRINCIPIO DE TODO —¿Cuándo
empezaste a cantar? —Tenía 13 años. Cuando
uno tiene esa edad siempre quiere ser algo. La
mayoría de los pibes querían ser jugadores de
fútbol, pero a mí el fútbol no me interesó
nunca. Yo quería ser cantante. —Al
principio eran conjuntos, ¿no? —Sí. Y fue
muy gracioso el principio. .. Aprendí las
primeras cosas en guitarra en un bar, donde un
amigo bastante mayor que yo me enseñaba cómo
tenía que poner los dedos en las cuerdas. Me
acuerdo que la guitarra aquélla estaba rajada
y, para unir la rotura, había que tocar
haciendo fuerza con el pecho para que la
guitarra se apretara contra la mesa del bar y
sonara más o menos... —Vos lo dijiste:
todos, cuando tenemos 13 ó 14 años, queremos
ser algo, pero la cosa está en encontrar la
forma de entrar a ese algo, ¿vos cómo hiciste
para ir metiéndote? —Habíamos formado un
conjunto y nos presentábamos en concursos que
se hacían en los clubes. Cuando lo hicimos por
primera vez llevábamos un repertorio de moda:
Los Panchos... Nos tocó el turno y yo cantaba
"Siete notas de amor", ¿te acordás?... "Do
quieras que tu vayas. . ." Bueno, en eso el
público se para en la mitad del tema y yo dije
"aquí nos matan a los cuatro", pero no.
Aplaudían parados. Yo me agarré el embale loco
y seguí con más fuerzas que nunca. Siguieron
aplaudiendo de pie, y mientras yo miraba a
toda esa gente dándote cosas me dije: "estás
listo, loco, de ésta no te saca nadie"...
—¿Ya tenías guitarra nueva? —No, qué voy a
tener. Recién bastante después gané algunos
pesos y me pude comprar una Jakim eléctrica de
dos micrófonos que, para esa época, era una
locura. .. Llegar con la Jakim a la barra era
como aparecer con Jaguar Sport último modelo.
La tenía que pagar, claro, en cuotas... —¿Y
a vos te pagaban ya por cantar? —Sí. Me
acuerdo que ensayábamos en la parroquia San
Juan Bautista porque el cura era amigo y nos
dejaba. Bueno..., nos dejó hasta que le
entramos a dar con la guitarra y la batería
justo en la mitad del Angelus... Fue sin
querer... Era el día que debutábamos en un
baile en "La Perla de San José". No me lo
olvido más porque fue la primera vez que me
pidieron un autógrafo. Era una piba bajita y
gordita pero para mí era la bomba más grande
del mundo. Ahí me dije "pará, loco, que esto
anda..." —¿Tenías influencia de Elvis
Presley? —Tenía mucha más influencia de
Gene Vincent, el que cantaba "Be bop alula",
¿te acordás? ese era el genio de la época.
Aunque el primero que salió cantando con
todo, y moviéndose con todo fue uno que se
llamaba Pat Rooney y era chiquitito y tirando
a feo. En un show de TV de Estados Unidos
cantó así por primera vez y era un gol, pero
al tiempo salió Presley que cantaba igual,
pero que tenía una pinta bárbara y ahí se
acabó el asunto para Rooney... Además, el
primer tipo que hizo rock realmente se llamó
Johnny Burnett, pero los demás avanzaron con
todo y quedó. —Vale. Y después de "La
Perla", ¿qué vino? —Nos contrataron para
animar unos bailes en Villa Jardín, en un
recreo que se llamaba "Andrés". Me daban 200
pesos por actuación y ¡upa! que ya pagaban,
por lo menos. El primer día cantamos temas de
rock y me hice un poco el loco. La gente paró
de bailar —en un recreo ¿te das cuenta? no
paran ni para comer— y empezó a seguir el
ritmo. Al bajar del escenario viene el tipo
del recreo y me dice "está bien, lo
contratamos para hacer Carnaval". Entonces yo
le digo "fenómeno, pero por 400 por
actuación". El tipo discutió pero al final me
los dio. Así pude terminar de pagar la
guitarra, que si no... —¿Y de qué vivías
por entonces? —De todo un poco. En la
avenida principal del barrio había una red de
altoparlantes instalada y pasaban publicidad
de los negocios de por ahí. Yo había grabado
un jingle en el que decía que no había en el
mundo nada mejor que la Sedería Bruno. Hace
poco quise recuperarlo, pero no lo conseguí...
¿sabes cómo me gustaría tenerlo ahora? Lo
escucho todo el día. —¿Y el primer baile
importante? —Fue enseguida de lo que te
cuento. Con los muchachos formamos un conjunto
nuevo que se llamó "Los de Fuego"...
—Sandro y los de fuego... —No, no, "Los de
fuego" solo. "Sandro y los de fuego" vino
después. Bueno, con "Los de fuego" fuimos
contratados por el Club Rioja, de Avellaneda,
y nos pagaban 4.000 pesos por actuación; pará,
loco, que la cosa ya pintaba fenómena, ¿no?...
Me acuerdo que todos los del conjunto, cada
uno con su novia, fuimos caminando 32 cuadras
para ver el affiche que decía así de grande:
"Los de Fuego"... No lo podíamos creer.
—Dijiste "cada uno de nosotros con nuestras
novias". Hablame de eso. —¿De qué? —De
tus novias.
SANDRO Y SUS NOVIAS
—Ahora no tengo. —De acuerdo, pero alguna
vez estuviste enamorado. —Una sola. Ya hace
años. —¿Por qué no se te conocen mujeres?
—Porque yo no quiero. Porque el que está con
las mujeres es Roberto y no Sandro. Si me
quieren inventar romances yo los dejo.
Igual... Pero no es posible que si estoy
circunstancialmente al lado de una mujer la
quemen por todos lados. Yo no sé si voy a
seguir con ella o no. ¿Y si no sigo? Yo no
tendría problemas, pero ella ya estaría
quemada, ¿no? Le tengo mucho respeto a las
mujeres. —¿Adónde vas ahora cuando salís
con una? Me refiero a que no debe ser fácil
para vos tener que andar escondiéndote. —Ni
para mi ni para la que esté conmigo. No hace
mucho salí de un lugar con una chica y toda,
la gente del servicio me paraba para pedirme
un autógrafo, ¿a vos te parece? —No, claro
que no. Y a aquel único "metejón" de tu vida,
¿lo volviste a ver, después? —Sí, porque
necesitaba hacerlo. A uno a veces le quedan
fantasmas que debe combatir para ver qué pasa.
Yo siempre había tenido el fantasma de ella
por todas partes y la única manera de saber si
seguía queriéndola o todo había terminado era
enfrentándola. La fui a ver. Hablamos y me di
cuenta que no había nada que hacerle: yo no me
podía cambiar a mí mismo y ella no era más que
eso, un fantasma. Por suerte al enfrentarla ya
la borré y no me embroma más. —Pero al
faltarte la pareja, ¿no te sentís medio mal?
—Yo no estoy nunca solo, no puedo estarlo. Soy
uno de esos tipos que necesitan tener una
mujer al lado. Pero si vos llamás "pareja" a
algo estable, fijo, definitivo, de acuerdo...
Muchas veces quise tenerla. Pero no es uno el
que elige. —¿Te gustaría casarte? —Si
estuviera enamorado no lo dudaría ni un
minuto. Aunque así estoy muy bien igual. Pero
tengo que estar muy seguro para hacerlo.
—¿Te gustaría tener un hijo? —¡La pucha si
me gustaría! Hasta le tengo el nombre ya. Se
va a llamar Gerónimo. Con esta cara de indio
que tiene el padre, ¿cómo querés que se llame?
Casi le escribo un tema una vez. Pero pasó lo
mismo que cuando quise escribirle un tema a mi
vieja: tuve miedo de que las palabras quedaran
demasiado chicas y no escribí nada.
—Decime: ¿es embromado para vos elegir una
mujer? Digo porque sabiendo que la inmensa
mayoría de las mujeres se arañan cuando te
ven, no debe ser fácil elegir una. Nunca sabés
si están con vos-hombre o con vos-ídolo. —Y
claro, loco, ¿o te creés que yo me chupo el
dedo? Yo tengo la piel Sandro para trabajar,
pero frente a una mujer quiero que se meta en
la otra piel, la no publicitada. Quiero que me
conozca. Si en tres minutos no le pude contar
cómo soy yo hombre ya no camina. —Pero, ¿te
dan tres minutos de tiempo? —Por eso. Las
que no me dan los tres minutos ya no sirven.
Las que me entienden como tipo y no como ídolo
son las que empiezan a funcionar. Al principio
me molestaba mucho eso de que me vieran como
una cosa, pero me di cuenta que forma parte de
mi trabajo y ya lo superé. Yo sé muy bien
cuándo alguien está a mi lado por ser Sandro y
cuándo está a mi lado porque nos llevamos bien
de piel. —Otra cosa: vos en el escenario te
movés de una manera muy especial, incitando a
la platea, ¿eso es planeado o sale de vos así?
—Nada que sea sólo planeado puede triunfar.
Tenés que sentirlo. ¿Vos me miraste a la cara?
Labios gruesos, sensuales; nariz afilada;
pómulos salientes; cara de indio; pelo bien
largo y morocho, ¿cómo querés que sea?, ¿como
Caperucita Roja? Todo eso que yo doy cuando me
muevo ya lo tengo en la cara desde que nací.
Soy así, no me hago. —¿Siempre fuiste así
como profesional? —Siempre. Y te voy a
contar cómo nació eso. .. —Dale.
SANDRO Y SU DIA "D" —Un día aparece en el
balneario "El Ancla", de Olivos, Jorge
Vilella. Era para todos nosotros el que
estaba en la farándula, en el ruido, porque
tenía un programa de radio. La farándula era
para mí, en esa época, la cosa inalcanzable,
lejana, ¿viste? Vilella me dice que lo vaya a
ver al representante Mario Naón, que tenía por
entonces a unos chicos que mataban: "Jackie y
los Ciclones"... Lo voy a ver, me toma una
prueba y me lleva con el conjunto a actuar en
Bomberos de Ramos Mejia, un club que se
llenaba siempre. Vamos, subimos y en la mitad
del primer tema se rompe la guitarra de uno de
los pibes del conjunto, porque tocábamos con
toda la fuerza del mundo, era música caliente.
Yo le paso mi propia guitarra y al ratito no
más también se rompe. Estaba todo casi
perdido, ¿te das cuenta? Imagínate, loco: la
gente hirviendo, nosotros cantando con todo y
se te rompen dos guitarras... Entonces agarré
el micrófono de mano y seguí cantando mientras
me arrodillaba, me revolcaba, lloraba,
gritaba, largaba todo lo que tenía adentro. ..
Matamos. Allí entendí que para ganar uno tiene
que hacer todo como lo siente. —No vendías
discos en esa época. .. —No, para nada.
Después de eso grabamos un simple que tenia de
un lado "Eres el demonio disfrazado" y del
otro "Y a esto le llamas amor"; un tema de
Paul Anka y otro de Presley. Fue mi primer
disco y vendimos 1.500 placas. Bastante
desastroso. Después vino "Dulce", que era un
tema mío. Más tarde "Choza de azúcar" y "Chin
chin", de Ray Anthony. Pero no pasaba los
2.000 discos de venta. —¿Y televisión?
—Lo primero que hice fue con el conjunto en un
programa que se llamaba "Aquí la juventud",
pero duró una emisión sola. —¿No gustaban?
—No era eso. Lo que pasó fue que en la primera
emisión todo el mundo salió a bailar y yo me
calentaba cantando más que nunca. Al principio
comenzaban a volar sillas, después volaban
tipos por el aire y terminaron rompiendo una
cámara. Entonces dijeron que no nos querían
más. —¿Y de allí? —De allí vino el
programa de Mancera. Mi debut profesional en
TV. Antes de salir, el director Potín
Domínguez me dijo: "Lo que vos tenés que hacer
es sacarte el saco y tirárselo a la tribuna
mientras cantás". Cuando aparecí, Mancera me
presentó con mucha fuerza y nunca me voy a
olvidar que dijo: "este muchacho que ustedes
ven aquí va a ser un ídolo dentro de quince
días". Canté, tiré el saco a la tribuna y fue
un golazo todo. —¿Mejoraron los discos?
—Sí, mucho. Vendía unos 15.000 de cada tema.
Ya estaba entonces en "Escala musical", en
Canal 13. Justo entonces salieron Los Beatles
y cambió la cosa. Los que me veían como un
loco que se vestía de cuero y usaba el pelo
largo empezaron a entender que ése era un
fenómeno mundial y no mío sólo. Todo se hacía
más fácil. —Ya eras Sandro solo, a secas.
—Sí. Me acompañaba un conjunto al que llamamos
Black Combo en homenaje a Bill Black, el
contrabajista de Elvis Presley. Y grabamos
melódico, también: "Marea baja" y "Mi
oración". Más tarde grabé "Miguel e Isabel" de
Luis Aguilé, que tenia detrás el tema "Buen
muchacho". —¿Cómo te sentías vos en ese
entonces? —Fenómeno. La vida, para mi era
una moto grande y 4000 por hora. —Ya tenías
plata, ¿no? —Creo que siempre gané plata.
Tenia un Havard Sport 1600 que era una
pinturita y no me faltaba nada. Al menos eso
creía yo, hasta que me di cuenta que había
llegado el ocaso, que estaba cayendo cada vez
más...
SANDRO Y LA CAIDA DEL IDOLO
—¿Ocaso? —Sí, ocaso. No pasaba nada con mis
discos, no pasaba nada conmigo. Lo que más me
interesó siempre a mí fue el show; más que los
discos. En el disco te escuchan y te imaginan.
En las tablas tenés que superar lo que
imaginaron cuando te escuchaban sin verte. Yo
lo entendí bastante después esto. Tuvo que
venir el fracaso para entenderlo. Pero nunca
más, ¿sabés? Nunca más. Cuando uno mete los
dedos en el enchufe porque la habitación está
oscura difícilmente vuelve a meterlos otra
vez. Cuando está en otra habitación oscura
busca la perilla de la luz con la palma de la
mano, nunca más con los dedos para adelante...
Además, cuando uno busca la luz el enchufe
está tan cerca que podés quedarte seco sin
darte cuenta... —¿Qué hiciste cuando te
diste cuenta que desaparecías? —Pelée para
no desaparecer. Decidí cambiar lo que me
estaba destruyendo y quedarme con lo mejor de
mí, en lo posible. Me tiré a la línea Gilbert
Becaud, Jacques Brel, Aznavour... Me saqué el
traje de cuero y me puse el primer smocking de
mi vida: fue en "Bienvenido, Sábado", con
Carrizo. —¿Con qué tema te levantaste?
—Uno que se llamaba "Las manos". La idea era
de un conocido que acababa de salir de la
cárcel y me lo había mandado un amigo para que
lo ayude. Me trajo la idea del tema, yo le
puse letra y música y quise que lo firmáramos
juntos porque necesitaba que alguien le tirara
un cable, que le devolvieran la fe en la vida
y la gente. Mirá como Dios siempre te devuelve
lo que hacés: el tema vendió 38.000 discos y
era un éxito. Me gustaba mucho porque en
televisión lo escenificaba. —¿Lo actuabas?
—De alguna manera. Lo mismo pasó con otro tema
mío: "Después de la guerra" se llamaba. Yo
cantaba como un húngaro que sufrió la guerra y
al volver a su casa encuentra a su mujer
cambiada y a él mismo muy cambiado. El tipo se
va a emborrachar para olvidarse y sigue
cantando. En un momento dado, canta apretando
los dientes con rabia y curda y —sólo
apretándolo— rompe en mil pedazos el vaso que
tiene en la mano... Cada vez que hacía ese
tema me tenían que vendar la mano porque
chorreaba sangre. Pero volvía a ganar, loco,
volvía a ganar. Dejaba de ser letrero... Ya
era cartel otra vez.
SANDRO Y SANDRO
En toda esta charla fumó mucho. Tomó dos cafés
y un par de whiskies. Se rió con toda la boca.
Después fuimos a la sala de al lado y se sentó
al piano. Cantamos juntos cosas de hace algo
más de diez años: "Tutti Frutti"; "Sally, la
lunga"; "Bailando el rock"; "Solamente tú";
"Hotel de corazones destrozados"; "Diana".
Desfilaban en perfecta formación Bill Halley,
Presley, Paul Anka, Los Plateros, Smith y sus
pelirrojos, Perry Como, Johnnie Ray, Marty
Robins, muchos otros y al fin Los Beatles. Le
encantan. Desmenuza su música con placer.
Luego vinieron temas suyos, la mayoría sin
estrenar aún. En un ratito no más compuso la
música de uno nuevo que sonaba diez puntos.
Alfieri, el fotógrafo, no se asombró: "La vez
pasada, en Paraguay, compuso cuatro temas en
una noche". Sandro rezuma sus 25 años por
todos lados, como si los desparramara. También
está Jorge, dos años menor que él y amigo de
la infancia, del barrio, del sueño de pibe.
Cantamos los tres. Realmente es un gusto hacer
esta nota. Nos servimos un whisky más cuando
son las once de la noche y hace ya cuatro
horas y pico que estamos juntos. Yo fui a
buscar un ídolo y me encontré con un tipo. Un
tipo fuera de serie, palabra. Fuimos a comer.
SANDRO Y LA CONSAGRACION DE SU NUEVA ERA
—Después todo fue rápido. Vino el Primer
Festival de la Canción y yo presenté el tema
"Quiero llenarme de ti". Me pareció que
debíamos hacerlo para apoyar a un festival
nuestro, el primero. Había un lío con los
músicos y sólo pude ensayarlo tres minutos
antes. Salí, canté y me fui al bar de
enfrente. Estaba con López Ruiz y un
concursante brasileño cuando llegó el gallego
del teatro y me dice: "Zeñor Zandro. . . ahí
lo andan buscando, hombre... parece que ganó
osté el premio..." Yo le dije: "Dale, no me
hagás quemar..." Y él insistió. Mirá como
seria que cuando estaba detrás del escenario
yo no quería salir porque pensé que era una
cargada. Cuando Héctor Larrea dijo "el
ganador", yo le pregunté señalándome: "¿Quién,
yo?"... El tema vendió 140.000 discos...
Después en Viña del Mar canto "Lucila" y salgo
en las primeras planas. En Venezuela no me
conocían ni los perros y después de dos shows
por TV salgo elegido como la figura más
popular del año y me llevo todos los
premios... Y así hasta ahora.
SANDRO
FINAL —A veces estoy medio cansado. Hace
seis años que no tengo ni un solo día de
descanso, de vacaciones. Y estos días de
Carnaval me matan. —Decime: vos ya tenés
casi todo lo que se pueda querer. Casas,
cuatro coches, plata suficiente como para no
hacer nada más en tu vida, ¿por qué seguir
corriendo de un lado al otro?, ¿qué te da eso?
Me miró fijo y sonrió amplio. Se pasó la mano
por la nuca y movió la cabeza como las
abuelitas cuando le van a hablar al nieto.
Había dejado los cubiertos sobre la mesa, en
"La Grotta di Baco", y se le enfriaba el
entrecote a la húngara, su pueblo favorito.
Y habló: —Mirá, loco, si a mí me dijeran
que en este mismo instante se acabó mi
carrera, pero me van a aplaudir una sola vez
más como lo hacen siempre a cambio de dar todo
lo que tengo, no lo dudo. Lo doy, loco, lo doy
todo. ¿Vos sabés lo que es estar ahí arriba y
sentir que son cientos o, a veces miles, los
que te aplauden a Vos? Pensás en todo en ese
momento. En el conventillo, en la guitarra
rota del principio, en el primer affiche, en
la vieja, en tu hijo que vendrá alguna vez, en
vos. Y te juro, loco, yo no lloro nunca, ya te
dije; pero ahí me dan ganas de llorar. .. Y
vos me preguntás qué me da hacer esto... El
día que tenga que dejarlo me muero...
Entonces, Sandro, tomaste otra vez los
cubiertos, cortaste un pedacito de carne,
firmaste el autógrafo que te pedía esa señora,
me sonreíste como diciendo "¿entendés?",
dijiste que el vino era muy bueno, palmeaste a
Jorge que estaba a tu lado y existías.
Existías, caramba, con una fuerza y una
presencia que hacían innecesario todo intento
social de saber por qué eras ídolo. No había
que explicar por qué ganabas. Estaba todo muy
claro. Fue un gusto conocerte, vital.
Víctor Sueiro Fotos de Ricardo Alfieri
Revista Gente y la Actualidad 25.02.1971
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