SANDRO
SU HISTORIA MAS CIERTA JAMAS CONTADA
   
Por?
—Hay gente que lo dice.
Había olor a nada, como hay en todas las oficinas. Esta queda en el quinto piso de un edificio de la calle Tucumán y tiene, además, una sala de música con un piano y un salón de entrevistas que es donde estamos. El tiene la camisa abierta, el pelo revuelto y fuma con fervor; casi parece personaje de un tango. Siempre pensé que se llamaba Sandro por la conjunción de su apellido —Sánchez— y el agregado del "dro" por alguna otra razón. Pero no. Se llama Sandro porque era el nombre que le gustaba a su mamá antes de que él naciera. Después le pusieron Roberto, pero en cuanto pudo se puso Sandro y no le fue nada mal.
—¿Y qué es lo que dicen?
—Mirá; un sociólogo americano escribió que cuanto uno más sube en la pirámide del éxito más solo se encuentra. Por eso te pregunto si te sentís muy solo...
—Además del sociólogo americano hubo un árabe que largó un proverbio parecido. .. Dijo que cuanto uno más se apura, más pronto llega al desierto. ¿Es lo mismo, no? Pero todo eso depende. Yo cuando avanzo llevo de la mano a los que quiero y así no me siento nunca solo, loco...
—Y, ¿a quiénes querés?
—A muchos.
—Tu mamá, por ejemplo.
—Eso es otra cosa.

SANDRO Y MAMA
—¿Otra cosa?
—Sí. No la mezclo para nada con todo esto, no quiero. A ella tampoco le gusta. Es lo que más quiero en el mundo y quiero tenerla separada de mi trabajo. Así y todo la embroman bastante. ..
—¿Es joven?
—Sí. Cuarenta y cinco.
—¿Cómo la embroman?
—Le piden cosas. Le hablan para que interceda ante mí. Vos fíjate: los que te quieren un poco siempre le hablan a tu vieja; los que te tienen bronca te rayan el coche... Al final son pocos los que te enfrentan a vos.
—¿Qué piensa tu mamá de vos?
—Está contenta. Pero no le gusta nada cuando en algún lugar alguien la conoce y le empiezan a decir cosas de mí. Mirá: con la vieja dijimos muchas veces que un día íbamos a escribir un libro que se llamará "La puerta de esta casa", refiriéndonos a la puerta de la casa donde vivimos, en Valentín Alsina. Siempre pasa algo allí.
—Contame la última. . .
—Hace un tiempo recibí una caja. La abrí y encontré una trenza rubia muy larga sin ninguna tarjeta ni nada. Lo hablé con la vieja y tampoco entendía nada. Al mes mi mamá salía de casa y paró un coche del que bajó un policía. El hombre se acercó, se presentó a mi vieja y le contó que tenía una hermanita que se había cortado el pelo como un varón y se había ido a trabajar de albañil en una obra. Le dijo que la culpa de todo eso la tenía yo.
—¿Por qué?
—Lo mismo le preguntó mi mamá. El hombre contó que su hermanita aseguraba que ella y yo nos conocíamos desde que teníamos diez años y que habíamos hecho en esa época un pacto de amor. La chica decía que todos los actos de su vida estaban ordenados mentalmente por mí, desde lejos. ¿Te imaginás? Yo no sabía qué hacer. Poco después, una tarde, apareció la chica por casa. Mamá la hizo entrar y me pidió que hablara con ella. Yo fui. A ella le agarró un ataque de nervios y yo me pegué un jabón bárbaro porque, ¿sabés en el lío que me podía meter? La tranquilicé y la llevé a su casa, hablando con la familia y aconsejándoles que la llevaran a un médico especialista... Después hay muchos maridos que vienen a casa y la increpan a la vieja. Le dicen: "por culpa de su hijo mi mujer ni siquiera atiende a los chicos", o si no: "yo perdí el amor de mi mujer por culpa de su hijo, señora"... ¿Y yo qué tengo que ver? Yo canto no más.
—¿Qué hacés por tu mamá?
—Todo. Aparte de darle todo el cariño que le doy estoy atento al menor de sus caprichos. Me importa un pito eso del Edipo y todo lo demás; yo soy hijo único y ella me dio mucho a mí... Yo quiero ahora que esté tranquila con su casa, su bienestar, su coche con chofer, ¿entendés? Se lo merece. Yo no te voy a hacer el cuentito del origen pobre ahora. Pero sí existió. Yo me crié en un conventillo y estoy orgulloso.
—¿Alguna vez ella te dijo qué pensaba de vos?
—Ella dijo: "mi hijo podría haber sido delincuente, panadero o empresario. Es cantante. Y me parece bien. Lo que yo siempre quise fue que fuera el mejor en lo que hiciera y me alegro que lo que eligió es bueno y lo hace bien..."
—¿Sos el mejor cantante?
—No hay un mejor. Sé que lo hago bien y me basta. Y me cuesta. También mi viejo me lo había enseñado eso. ..

SANDRO Y PAPA
—¿Murió?
—Sí, no hace mucho. Del corazón.
—¿Qué te decía?
—Cuando me dio la llave de casa me dijo: "Adelante. Hacé lo que quieras pero hacelo bien". Nunca me olvidé de eso.
—¿Te daba muchos gustos?
—Los que podía. Yo sabía que no vivíamos en un hogar donde sobraban las cosas, así que no le exigía nada. Por eso empecé a trabajar de chico.
—¿Qué hiciste?
—Un montón de cosas. Lo primero fue trabajar en un taller que queda cerca de casa, como aprendiz de tornero. Después changuitas. Fui camionero y manejaba solamente en la ruta porque no tenía edad para registro todavía. Uno se va haciendo duro aunque no pierda la ternura.
—¿Duro?
—Mejor dicho realista. Fíjate que cuando murió papá yo no derramé una sola lágrima. Y lo quería, ¿eh? Pero estaba cantado. El viejo había tenido ya varios infartos y yo sabía que se nos iba cualquier día de ésos. Cada vez que volvía a casa esperaba que alguien se acercara para decirme que el viejo había muerto. Por eso, cuando sucedió, estaba preparada.
—¿No llorás nunca?
—Todo el mundo llora a veces por algo. Me acuerdo que yo lloraba en una época cuando veía ese aviso de televisión donde aparecía una chica disfrazada de conejo y decía "Sea conejo"... Qué sé yo... Me daba ternura eso, ¿entendés, loco?
—¿Sos un tipo tierno?
—El día que pierda la ternura no podré seguir más.
—¿Cantando?
—Viviendo.

SANDRO Y EL PRINCIPIO DE TODO
—¿Cuándo empezaste a cantar?
—Tenía 13 años. Cuando uno tiene esa edad siempre quiere ser algo. La mayoría de los pibes querían ser jugadores de fútbol, pero a mí el fútbol no me interesó nunca. Yo quería ser cantante.
—Al principio eran conjuntos, ¿no?
—Sí. Y fue muy gracioso el principio. .. Aprendí las primeras cosas en guitarra en un bar, donde un amigo bastante mayor que yo me enseñaba cómo tenía que poner los dedos en las cuerdas. Me acuerdo que la guitarra aquélla estaba rajada y, para unir la rotura, había que tocar haciendo fuerza con el pecho para que la guitarra se apretara contra la mesa del bar y sonara más o menos...
—Vos lo dijiste: todos, cuando tenemos 13 ó 14 años, queremos ser algo, pero la cosa está en encontrar la forma de entrar a ese algo, ¿vos cómo hiciste para ir metiéndote?
—Habíamos formado un conjunto y nos presentábamos en concursos que se hacían en los clubes. Cuando lo hicimos por primera vez llevábamos un repertorio de moda: Los Panchos... Nos tocó el turno y yo cantaba "Siete notas de amor", ¿te acordás?... "Do quieras que tu vayas. . ." Bueno, en eso el público se para en la mitad del tema y yo dije "aquí nos matan a los cuatro", pero no. Aplaudían parados. Yo me agarré el embale loco y seguí con más fuerzas que nunca. Siguieron aplaudiendo de pie, y mientras yo miraba a toda esa gente dándote cosas me dije: "estás listo, loco, de ésta no te saca nadie"...
—¿Ya tenías guitarra nueva?
—No, qué voy a tener. Recién bastante después gané algunos pesos y me pude comprar una Jakim eléctrica de dos micrófonos que, para esa época, era una locura. .. Llegar con la Jakim a la barra era como aparecer con Jaguar Sport último modelo. La tenía que pagar, claro, en cuotas...
—¿Y a vos te pagaban ya por cantar?
—Sí. Me acuerdo que ensayábamos en la parroquia San Juan Bautista porque el cura era amigo y nos dejaba. Bueno..., nos dejó hasta que le entramos a dar con la guitarra y la batería justo en la mitad del Angelus... Fue sin querer... Era el día que debutábamos en un baile en "La Perla de San José". No me lo olvido más porque fue la primera vez que me pidieron un autógrafo. Era una piba bajita y gordita pero para mí era la bomba más grande del mundo. Ahí me dije "pará, loco, que esto anda..."
—¿Tenías influencia de Elvis Presley?
—Tenía mucha más influencia de Gene Vincent, el que cantaba "Be bop alula", ¿te acordás? ese era el genio de la época. Aunque el primero que salió cantando con todo, y moviéndose con todo fue uno que se llamaba Pat Rooney y era chiquitito y tirando a feo. En un show de TV de Estados Unidos cantó así por primera vez y era un gol, pero al tiempo salió Presley que cantaba igual, pero que tenía una pinta bárbara y ahí se acabó el asunto para Rooney... Además, el primer tipo que hizo rock realmente se llamó Johnny Burnett, pero los demás avanzaron con todo y quedó.
—Vale. Y después de "La Perla", ¿qué vino?
—Nos contrataron para animar unos bailes en Villa Jardín, en un recreo que se llamaba "Andrés". Me daban 200 pesos por actuación y ¡upa! que ya pagaban, por lo menos. El primer día cantamos temas de rock y me hice un poco el loco. La gente paró de bailar —en un recreo ¿te das cuenta? no paran ni para comer— y empezó a seguir el ritmo. Al bajar del escenario viene el tipo del recreo y me dice "está bien, lo contratamos para hacer Carnaval". Entonces yo le digo "fenómeno, pero por 400 por actuación". El tipo discutió pero al final me los dio. Así pude terminar de pagar la guitarra, que si no...
—¿Y de qué vivías por entonces?
—De todo un poco. En la avenida principal del barrio había una red de altoparlantes instalada y pasaban publicidad de los negocios de por ahí. Yo había grabado un jingle en el que decía que no había en el mundo nada mejor que la Sedería Bruno. Hace poco quise recuperarlo, pero no lo conseguí... ¿sabes cómo me gustaría tenerlo ahora? Lo escucho todo el día.
—¿Y el primer baile importante?
—Fue enseguida de lo que te cuento. Con los muchachos formamos un conjunto nuevo que se llamó "Los de Fuego"...
—Sandro y los de fuego...
—No, no, "Los de fuego" solo. "Sandro y los de fuego" vino después. Bueno, con "Los de fuego" fuimos contratados por el Club Rioja, de Avellaneda, y nos pagaban 4.000 pesos por actuación; pará, loco, que la cosa ya pintaba fenómena, ¿no?... Me acuerdo que todos los del conjunto, cada uno con su novia, fuimos caminando 32 cuadras para ver el affiche que decía así de grande: "Los de Fuego"... No lo podíamos creer.
—Dijiste "cada uno de nosotros con nuestras novias". Hablame de eso.
—¿De qué?
—De tus novias.

SANDRO Y SUS NOVIAS
—Ahora no tengo.
—De acuerdo, pero alguna vez estuviste enamorado.
—Una sola. Ya hace años.
—¿Por qué no se te conocen mujeres?
—Porque yo no quiero. Porque el que está con las mujeres es Roberto y no Sandro. Si me quieren inventar romances yo los dejo. Igual... Pero no es posible que si estoy circunstancialmente al lado de una mujer la quemen por todos lados. Yo no sé si voy a seguir con ella o no. ¿Y si no sigo? Yo no tendría problemas, pero ella ya estaría quemada, ¿no? Le tengo mucho respeto a las mujeres.
—¿Adónde vas ahora cuando salís con una? Me refiero a que no debe ser fácil para vos tener que andar escondiéndote.
—Ni para mi ni para la que esté conmigo. No hace mucho salí de un lugar con una chica y toda, la gente del servicio me paraba para pedirme un autógrafo, ¿a vos te parece?
—No, claro que no. Y a aquel único "metejón" de tu vida, ¿lo volviste a ver, después?
—Sí, porque necesitaba hacerlo. A uno a veces le quedan fantasmas que debe combatir para ver qué pasa. Yo siempre había tenido el fantasma de ella por todas partes y la única manera de saber si seguía queriéndola o todo había terminado era enfrentándola. La fui a ver. Hablamos y me di cuenta que no había nada que hacerle: yo no me podía cambiar a mí mismo y ella no era más que eso, un fantasma. Por suerte al enfrentarla ya la borré y no me embroma más.
—Pero al faltarte la pareja, ¿no te sentís medio mal?
—Yo no estoy nunca solo, no puedo estarlo. Soy uno de esos tipos que necesitan tener una mujer al lado. Pero si vos llamás "pareja" a algo estable, fijo, definitivo, de acuerdo... Muchas veces quise tenerla. Pero no es uno el que elige.
—¿Te gustaría casarte?
—Si estuviera enamorado no lo dudaría ni un minuto. Aunque así estoy muy bien igual. Pero tengo que estar muy seguro para hacerlo.
—¿Te gustaría tener un hijo?
—¡La pucha si me gustaría! Hasta le tengo el nombre ya. Se va a llamar Gerónimo. Con esta cara de indio que tiene el padre, ¿cómo querés que se llame? Casi le escribo un tema una vez. Pero pasó lo mismo que cuando quise escribirle un tema a mi vieja: tuve miedo de que las palabras quedaran demasiado chicas y no escribí nada.
—Decime: ¿es embromado para vos elegir una mujer? Digo porque sabiendo que la inmensa mayoría de las mujeres se arañan cuando te ven, no debe ser fácil elegir una. Nunca sabés si están con vos-hombre o con vos-ídolo.
—Y claro, loco, ¿o te creés que yo me chupo el dedo? Yo tengo la piel Sandro para trabajar, pero frente a una mujer quiero que se meta en la otra piel, la no publicitada. Quiero que me conozca. Si en tres minutos no le pude contar cómo soy yo hombre ya no camina.
—Pero, ¿te dan tres minutos de tiempo?
—Por eso. Las que no me dan los tres minutos ya no sirven. Las que me entienden como tipo y no como ídolo son las que empiezan a funcionar. Al principio me molestaba mucho eso de que me vieran como una cosa, pero me di cuenta que forma parte de mi trabajo y ya lo superé. Yo sé muy bien cuándo alguien está a mi lado por ser Sandro y cuándo está a mi lado porque nos llevamos bien de piel.
—Otra cosa: vos en el escenario te movés de una manera muy especial, incitando a la platea, ¿eso es planeado o sale de vos así?
—Nada que sea sólo planeado puede triunfar. Tenés que sentirlo. ¿Vos me miraste a la cara? Labios gruesos, sensuales; nariz afilada; pómulos salientes; cara de indio; pelo bien largo y morocho, ¿cómo querés que sea?, ¿como Caperucita Roja? Todo eso que yo doy cuando me muevo ya lo tengo en la cara desde que nací. Soy así, no me hago.
—¿Siempre fuiste así como profesional?
—Siempre. Y te voy a contar cómo nació eso. ..
—Dale.

SANDRO Y SU DIA "D"
—Un día aparece en el balneario "El Ancla", de Olivos, Jorge Vilella. Era para todos nosotros
el que estaba en la farándula, en el ruido, porque tenía un programa de radio. La farándula era para mí, en esa época, la cosa inalcanzable, lejana, ¿viste? Vilella me dice que lo vaya a ver al representante Mario Naón, que tenía por entonces a unos chicos que mataban: "Jackie y los Ciclones"... Lo voy a ver, me toma una prueba y me lleva con el conjunto a actuar en Bomberos de Ramos Mejia, un club que se llenaba siempre. Vamos, subimos y en la mitad del primer tema se rompe la guitarra de uno de los pibes del conjunto, porque tocábamos con toda la fuerza del mundo, era música caliente. Yo le paso mi propia guitarra y al ratito no más también se rompe. Estaba todo casi perdido, ¿te das cuenta? Imagínate, loco: la gente hirviendo, nosotros cantando con todo y se te rompen dos guitarras... Entonces agarré el micrófono de mano y seguí cantando mientras me arrodillaba, me revolcaba, lloraba, gritaba, largaba todo lo que tenía adentro. .. Matamos. Allí entendí que para ganar uno tiene que hacer todo como lo siente.
—No vendías discos en esa época. ..
—No, para nada. Después de eso grabamos un simple que tenia de un lado "Eres el demonio disfrazado" y del otro "Y a esto le llamas amor"; un tema de Paul Anka y otro de Presley. Fue mi primer disco y vendimos 1.500 placas. Bastante desastroso. Después vino "Dulce", que era un tema mío. Más tarde "Choza de azúcar" y "Chin chin", de Ray Anthony. Pero no pasaba los 2.000 discos de venta.
—¿Y televisión?
—Lo primero que hice fue con el conjunto en un programa que se llamaba "Aquí la juventud", pero duró una emisión sola.
—¿No gustaban?
—No era eso. Lo que pasó fue que en la primera emisión todo el mundo salió a bailar y yo me calentaba cantando más que nunca. Al principio comenzaban a volar sillas, después volaban tipos por el aire y terminaron rompiendo una cámara. Entonces dijeron que no nos querían más.
—¿Y de allí?
—De allí vino el programa de Mancera. Mi debut profesional en TV. Antes de salir, el director Potín Domínguez me dijo: "Lo que vos tenés que hacer es sacarte el saco y tirárselo a la tribuna mientras cantás". Cuando aparecí, Mancera me presentó con mucha fuerza y nunca me voy a olvidar que dijo: "este muchacho que ustedes ven aquí va a ser un ídolo dentro de quince días". Canté, tiré el saco a la tribuna y fue un golazo todo.
—¿Mejoraron los discos?
—Sí, mucho. Vendía unos 15.000 de cada tema. Ya estaba entonces en "Escala musical", en Canal 13. Justo entonces salieron Los Beatles y cambió la cosa. Los que me veían como un loco que se vestía de cuero y usaba el pelo largo empezaron a entender que ése era un fenómeno mundial y no mío sólo. Todo se hacía más fácil.
—Ya eras Sandro solo, a secas.
—Sí. Me acompañaba un conjunto al que llamamos Black Combo en homenaje a Bill Black, el contrabajista de Elvis Presley. Y grabamos melódico, también: "Marea baja" y "Mi oración". Más tarde grabé "Miguel e Isabel" de Luis Aguilé, que tenia detrás el tema "Buen muchacho".
—¿Cómo te sentías vos en ese entonces?
—Fenómeno. La vida, para mi era una moto grande y 4000 por hora.
—Ya tenías plata, ¿no?
—Creo que siempre gané plata. Tenia un Havard Sport 1600 que era una pinturita y no me faltaba nada. Al menos eso creía yo, hasta que me di cuenta que había llegado el ocaso, que estaba cayendo cada vez más...

SANDRO Y LA CAIDA DEL IDOLO
—¿Ocaso?
—Sí, ocaso. No pasaba nada con mis discos, no pasaba nada conmigo. Lo que más me interesó siempre a mí fue el show; más que los discos. En el disco te escuchan y te imaginan. En las tablas tenés que superar lo que imaginaron cuando te escuchaban sin verte. Yo lo entendí bastante después esto. Tuvo que venir el fracaso para entenderlo. Pero nunca más, ¿sabés? Nunca más. Cuando uno mete los dedos en el enchufe porque la habitación está oscura difícilmente vuelve a meterlos otra vez. Cuando está en otra habitación oscura busca la perilla de la luz con la palma de la mano, nunca más con los dedos para adelante... Además, cuando uno busca la luz el enchufe está tan cerca que podés quedarte seco sin darte cuenta...
—¿Qué hiciste cuando te diste cuenta que desaparecías?
—Pelée para no desaparecer. Decidí cambiar lo que me estaba destruyendo y quedarme con lo mejor de mí, en lo posible. Me tiré a la línea Gilbert Becaud, Jacques Brel, Aznavour... Me saqué el traje de cuero y me puse el primer smocking de mi vida: fue en "Bienvenido, Sábado", con Carrizo.
—¿Con qué tema te levantaste?
—Uno que se llamaba "Las manos". La idea era de un conocido que acababa de salir de la cárcel y me lo había mandado un amigo para que lo ayude. Me trajo la idea del tema, yo le puse letra y música y quise que lo firmáramos juntos porque necesitaba que alguien le tirara un cable, que le devolvieran la fe en la vida y la gente. Mirá como Dios siempre te devuelve lo que hacés: el tema vendió 38.000 discos y era un éxito. Me gustaba mucho porque en televisión lo escenificaba.
—¿Lo actuabas?
—De alguna manera. Lo mismo pasó con otro tema mío: "Después de la guerra" se llamaba. Yo cantaba como un húngaro que sufrió la guerra y al volver a su casa encuentra a su mujer cambiada y a él mismo muy cambiado. El tipo se va a emborrachar para olvidarse y sigue cantando. En un momento dado, canta apretando los dientes con rabia y curda y —sólo apretándolo— rompe en mil pedazos el vaso que tiene en la mano... Cada vez que hacía ese tema me tenían que vendar la mano porque chorreaba sangre. Pero volvía a ganar, loco, volvía a ganar. Dejaba de ser letrero... Ya era cartel otra vez.

SANDRO Y SANDRO
En toda esta charla fumó mucho. Tomó dos cafés y un par de whiskies. Se rió con toda la boca. Después fuimos a la sala de al lado y se sentó al piano. Cantamos juntos cosas de hace algo más de diez años: "Tutti Frutti"; "Sally, la lunga"; "Bailando el rock"; "Solamente tú"; "Hotel de corazones destrozados"; "Diana". Desfilaban en perfecta formación Bill Halley, Presley, Paul Anka, Los Plateros, Smith y sus pelirrojos, Perry Como, Johnnie Ray, Marty Robins, muchos otros y al fin Los Beatles. Le encantan. Desmenuza su música con placer. Luego vinieron temas suyos, la mayoría sin estrenar aún. En un ratito no más compuso la música de uno nuevo que sonaba diez puntos. Alfieri, el fotógrafo, no se asombró: "La vez pasada, en Paraguay, compuso cuatro temas en una noche". Sandro rezuma sus 25 años por todos lados, como si los desparramara. También está Jorge, dos años menor que él y amigo de la infancia, del barrio, del sueño de pibe. Cantamos los tres. Realmente es un gusto hacer esta nota. Nos servimos un whisky más cuando son las once de la noche y hace ya cuatro horas y pico que estamos juntos. Yo fui a buscar un ídolo y me encontré con un tipo. Un tipo fuera de serie, palabra. Fuimos a comer.

SANDRO Y LA CONSAGRACION DE SU NUEVA ERA
—Después todo fue rápido. Vino el Primer Festival de la Canción y yo presenté el tema "Quiero llenarme de ti". Me pareció que debíamos hacerlo para apoyar a un festival nuestro, el primero. Había un lío con los músicos y sólo pude ensayarlo tres minutos antes. Salí, canté y me fui al bar de enfrente. Estaba con López Ruiz y un concursante brasileño cuando llegó el gallego del teatro y me dice: "Zeñor Zandro. . . ahí lo andan buscando, hombre... parece que ganó osté el premio..." Yo le dije: "Dale, no me hagás quemar..." Y él insistió. Mirá como seria que cuando estaba detrás del escenario yo no quería salir porque pensé que era una cargada. Cuando Héctor Larrea dijo "el ganador", yo le pregunté señalándome: "¿Quién, yo?"... El tema vendió 140.000 discos... Después en Viña del Mar canto "Lucila" y salgo en las primeras planas. En Venezuela no me conocían ni los perros y después de dos shows por TV salgo elegido como la figura más popular del año y me llevo todos los premios... Y así hasta ahora.

SANDRO FINAL
—A veces estoy medio cansado. Hace seis años que no tengo ni un solo día de descanso, de vacaciones. Y estos días de Carnaval me matan.
—Decime: vos ya tenés casi todo lo que se pueda querer. Casas, cuatro coches, plata suficiente como para no hacer nada más en tu vida, ¿por qué seguir corriendo de un lado al otro?, ¿qué te da eso?
Me miró fijo y sonrió amplio. Se pasó la mano por la nuca y movió la cabeza como las abuelitas cuando le van a hablar al nieto. Había dejado los cubiertos sobre la mesa, en "La Grotta di Baco", y se le enfriaba el entrecote a la húngara, su pueblo favorito.
Y habló:
—Mirá, loco, si a mí me dijeran que en este mismo instante se acabó mi carrera, pero me van a aplaudir una sola vez más como lo hacen siempre a cambio de dar todo lo que tengo, no lo dudo. Lo doy, loco, lo doy todo. ¿Vos sabés lo que es estar ahí arriba y sentir que son cientos o, a veces miles, los que te aplauden a Vos? Pensás en todo en ese momento. En el conventillo, en la guitarra rota del principio, en el primer affiche, en la vieja, en tu hijo que vendrá alguna vez, en vos. Y te juro, loco, yo no lloro nunca, ya te dije; pero ahí me dan ganas de llorar. ..
Y vos me preguntás qué me da hacer esto... El día que tenga que dejarlo me muero...
Entonces, Sandro, tomaste otra vez los cubiertos, cortaste un pedacito de carne, firmaste el autógrafo que te pedía esa señora, me sonreíste como diciendo "¿entendés?", dijiste que el vino era muy bueno, palmeaste a Jorge que estaba a tu lado y existías. Existías, caramba, con una fuerza y una presencia que hacían innecesario todo intento social de saber por qué eras ídolo. No había que explicar por qué ganabas. Estaba todo muy claro. Fue un gusto conocerte, vital.
Víctor Sueiro
Fotos de Ricardo Alfieri
Revista Gente y la Actualidad
25.02.1971

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 DURANTE ALGO MAS DE OCHO HORAS ESTUVIMOS CON SANDRO. HABLAMOS DE SU MADRE,
DE SUS AMORES, DE SU EXITO, DE SUS PRINCIPIOS, DE EL MISMO. CANTAMOS JUNTOS TEMAS DE HACE DIEZ AÑOS. BEBIMOS, COMIMOS, VIVIMOS MUY DE CERCA Y CON OJOS DE "GENTE" A UNO DE LOS IDOLOS MAYORES EN TODA LA HISTORIA MUSICAL DEL PAIS. Y DESCUBRIMOS AL HOMBRE. ESTE ES.

Sandro
Sandro
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Sandro
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Sandro