ENFRENTAMIENTOS Una provocación y un programa
La tensa expectativa del enfrentamiento de tendencias en el seno del
justicialismo estalló a balazos la noche del jueves 3 en el
aeropuerto de Ezeiza. Aunque el choque fue protagonizado por la
guardia de corps del metalúrgico José Rucci y los militantes del
sector "combativo" del justicialismo sindical que lidera Julio
Guillán (telefónico), el principal perjudicado resultó ser Héctor
Cámpora. El delegado de Perón partía en el mismo vuelo que el
aislado —en el seno de las 62 Organizaciones— cacique del ala
izquierda gremial justicialista. Guillán, junto con Alberto Dighon y
Alberto Cabrera, otros colegas del sindicalismo duro, viajaba
también a Madrid. Su peregrinación coincidía con la de Héctor
Cámpora, nuevamente en dirección a la Puerta de Hierro, para tratar
esta vez la definición frente al desafío del retorno antes del 25 de
agosto, según los términos de Alejandro Lanusse. La presencia de
José Rucci y sus guardaespaldas en el antiguo aeropuerto Pistarini
—una de las mayores obras públicas peronistas— se debía a su deseo
de despedir a Cámpora. La mera visión de los antagónicos grupos
gremiales debía provocar escozor. No en vano la mayoría moderada de
las 62 prohibió los viajes de los dirigentes de los sectores
internos rumbo a Madrid. Así, Guillán y los suyos debieron volar
como simples militantes del peronismo o afiliados del partido
Justicialista. La chispa que hizo estallar el incendio fue el
malhumor de los custodios del secretario de la CGT. Cuando loe Rucci
ingresó en el hall de partida y se ofreció a la vista de la barra
combativa, los gritos del centenar de guillanistas atronaron el
ámbito: "Rucci, traidor / morirás como Vandor". La cabeza oficial
del movimiento obrero abandonó el terreno, pero sus hombres de
protección arremetieron contra los comba: una quincena de disparos
retumbó en el recinto. Cámpora fue proyectado hacia el piso por sus
acompañantes; la dirigente femenina Juana Larrauri cayó en mitad de
su carrera. El salón se colmó de gritos, lloros y gente que huía.
Al terminar el tumulto, José Oscar Pérez (32 años, soltero, obrero
telefónico) estaba en el piso con un balazo en el abdomen. Otros
militantes combativos sufrieron heridas y golpes de cachiporras
propinados por los amigos de Rucci. Luego de las protestas
frenéticas de los telefónicos, la policía se avino a requisar un
automóvil Ford Falcon (chapa C-419891), que ocultaba un arsenal.
Para la mayoría de los peronistas presentes en Ezeiza, el vehículo
está identificado como el trasporte de la custodia de Rucci, esto
es, una suerte de carro de asalto privado. Luego del desbande
vinieron las acusaciones. Para Rucci todo fue originado por la
connotación ideológica que atribuye a Guillán y sus fieles. "Son
comunistas y trozko-marxistas inmundos infiltrados en el peronismo",
estimó. Por su parte, los combativos denunciaron —como señaló Andrés
Ruggero, el desaparecido secretario de prensa de FOETRA (Federación
de Obreros y Empleados Telefónicos) "la complicidad entre los
matones de Rucci y la pasividad de los efectivos policiales". En
ese marco de disensiones, Cámpora debía realizar la evaluación de
los elementos que llevaba a Juan Perón: todo el confuso incidente
iba contra su prestigio. Tenía en sus alforjas una declaración
frentista generada en la noche del martes 1º. En ella se censuraba
acremente al gobierno, y se consolidaba la tesis de no dialogar con
él. Empero, en la noche del miércoles 2, el delegado de Perón no
pudo quebrar la tozuda negativa de los partidos adheridos a La Hora
del Pueblo. Seguían empeñados en decidir sus propias actitudes y, a
modo de compensación, decidieron suscribir un documento de notoria
suavidad ideológica y teórica, en el que se repetían conocidas
generalidades del nucleamiento. La reunión de La Hora fue de
trámite intenso. Según reveló el chaqueño Luis León días después de
verificada la junta Ricardo Balbín encaró en términos severos a
Cámpora. "Usted recibe órdenes de arriba y afuera —habría
carraspeado el Chino—. En cambio, las mías vienen de adentro y
abajo." Más allá de la anécdota (Cámpora desmintió haber escuchado
"esas cosas"), lo cierto es que el delegado no puede maniobrar con
la misma flexibilidad en La Hora que en el Frente. El ex presidente
de la Cámara de Diputados no fue más allá de arrancar un comunicado
donde se ratificaron las "coincidencias, refirmando que se insistirá
en su política al servicio de la institucionalización". En cambio
el Frente Cívico, asistido por el entusiasmo de Arturo Frondizi
—todo un cruzado a favor de la legalidad para Perón y el
justicialismo—, denunció como "grave obstáculo para el
restablecimiento de la unión nacional el discurso pronunciado por el
general Lanusse en el Colegio Militar, cuyo lenguaje, por lo demás,
no es compatible con el cargo que detenta". A estas dos
declaraciones, Cámpora sumó como logros una propuesta programática
para el Frente, elaborada por Oscar Alende y José Antonio Allende.
Los máximos caudillos del partido Intransigente (PI) y del partido
Popular Cristiano (PPC), urdieron una propuesta de netos contenidos
nacionalistas y socializantes. En la batalla por el programa del
Frente, ésta es la respuesta al proyecto desarrollista esgrimido por
Frondizi. Con tales bases es posible que el PRC (Partido
Revolucionario Cristiano) y hasta el Encuentro se acerquen al
FRECILINA y, por el contrario, que Frondizi deba alejarse. Mientras
el radicalismo busca su propio camino y las provocaciones armadas
aumentan, el justicialismo apresura su decisión.
MADRID
El momento de la decisión Desde Madrid escribe Armando Puente,
corresponsal de Panorama: Nada ha logrado alterar la calma de
Juan Domingo Perón en los últimos días. "¿Se viene el malón",
ironiza el viejo caudillo. Ninguno de sus allegados alcanza a
entender si se refiere a la renovada ofensiva lanussista o al número
de los próximos visitantes que aseguran se derrumbará sobre la
quinta 17 de Octubre. Uno de éstos fue Héctor Cámpora, protagonista
indirecto (ver pág. 16) de un violento incidente al enfrentarse la
fracción sindical combativa con la liderada por José Rucci. Julio
Guillán (telefónico), Roberto Dighon (tabacalero) y Alberto Cabrera
(minero) arribaron junto con Cámpora. El viaje fue tenso y el
diálogo entre los "combativos" y el delegado, seco. En Barajas,
Cámpora se reanimó por la presencia de Isabel Martínez. En la
capital española, Cámpora había sido precedido por Jorge Gianola,
quien el domingo 29 de julio fue recibido por tercera vez por el
exiliado. En esa misma jornada, dialogaron con el líder los
dirigentes Alejandro Álvarez, Roberto Grabois, Caito Cevallos y
Jorge González. Durante la semana habla tenido dos charlas con Jorge
Greco, secretario del Movimiento Nacional y Latinoamericano, en las
que censuró la política internacional argentina. Además, había
dialogado telefónicamente, acerca de la situación militar, con Luis
Sobrino Aranda. Las próximas visitas de importancia son; por una
parte, la del cuadriunvirato rector de las 62 Organizaciones
gremiales —Lorenzo Miguel, metalúrgico; Rogelio Coria, construcción;
Casildo Herrera, textil, y Néstor Carrasco, del Frigorífico
Nacional—; por la línea dura, el retorno de Rodolfo Galimberti, el
máximo dirigente juvenil del movimiento, y el arribo de Raimundo
Ongaro, flamante secretario de relaciones internacionales del gremio
gráfico. Algunos de los visitantes van a proponer la tesis del
retorno antes del 25 de agosto o para el 17 de octubre, como única
respuesta al desafío de Lanusse. Otros insisten en cuidar la
perspectiva electoral a través del Frente Cívico y para ello
proponen el arribo, antes del 25 de agosto, de Isabelita a Buenos
Aires. Entonces, Chabela estaría en condiciones de convertirse en
candidata, y de las más irritativas. Los "combativos" deben hacer
antesala. Perón sigue guardando silencio y calma y apenas suministró
respaldo telefónico a Rucci, a quien sigue otorgando el carácter de
integrante del virtual triunvirato (sumado a Cámpora y Galimberti),
que dirige el Movimiento en Buenos Aires. En Puerta de Hierro se
sabe que ha llegado el momento de la decisión.
CANDIDATOS
El portazo de Francisco Manrique Desde que en marzo de 1971
Francisco Manrique fuera repuesto en el Ministerio de Bienestar
Social por su amigo Alejandro Lanusse, la posibilidad de su
candidatura presidencial no ha dejado de ser materia de conjeturas.
La proximidad del 25 de agosto -término impuesto por el gobierno
para la renuncia al cargo de aquellos que sustentan aspiraciones
electorales— obliga a la insistencia. El jueves 2, el ex diputado
Carlos Silveira Márquez, dirigente de la Confederación de Partidos
Provinciales, avivaba las posibilidades; el interrogante de la
fórmula, completada por el subsecretario del Interior, Guillermo
Belgrano Rawson, indicaba, al menos, la vigencia de la idea.
Francisco Manrique y Saturnino Montero Ruiz han sido, cada uno en su
cuerda, las "figuras dinámicas" del gobierno militar. Mientras el
segundo desechó de entrada cualquier especulación electoral referida
a su persona —conservador, actuará en su partido concluido el
proceso, con vista a instancias políticas más lejanas—, Manrique
sólo se ha negado a contestar cualquier requisitoria en ese sentido.
A lo largo de más de un año, los territorios provinciales se
acostumbraron a la presencia del ministro de Bienestar Social.
Infatigable, Manrique pareció empeñado en batir todos los records
(en un año, sumó 110 viajes); convocó audiencias multitudinarias y
limitó el tiempo de las individuales a lo inimaginable. Casi
insomne, su duro ritmo de trabajo exigió hasta las últimas fuerzas
de sus colaboradores. Por último, las tarjetas, las agencias y la
tensión del Prode se hicieron ritual cotidiano de los argentinos.
Si Manrique ingresa en la lucha electoral —y los datos en favor de
esa hipótesis no faltan—, no pretenderá contar con el apoyo de las
masas electorales del Gran Buenos Aires; tampoco intentará obtener
resultados significativos en el distrito bonaerense. El
Justicialismo y la Unión Cívica Radical, dueños naturales del caudal
de sufragios de la pampa húmeda, podrán descartar inicialmente una
competencia en su terreno más propicio. Aunque los cálculos no lo
favorezcan, Manrique aspiraría a integrar la tercera fuerza en la
pugna cordobesa; es claro que tendrá que, luchar a brazo partido con
un radicalismo que tiende a enarbolar la bandera de Agustín Tosco, y
con un Justicialismo que no esquivará el ardor del cotejo. Félix
Gibbs, gobernador de Mendoza y amigo de Manrique, podría hacer un
aporte considerable a la viabilidad de la campaña en su provincia.
Tal vez también espere ansiosamente, junto a Amadeo Frugoli y
Eduardo Vicchi, que Francisco Gabrielli termine su descanso europeo
y decida el futuro rumbo de los demócratas. Santa Fe parece, en
cambio, inmune a los contactos partidarios. Allí Manrique se
basaría, esencialmente, en algunas organizaciones gremiales, al
igual que en el Chaco y Formosa. La Unión Popular de Santiago del
Estero, una vez que se defina Carlos Jensen Viano, podría brindar
apoyo a la candidatura del titular de Bienestar Social. En Salta y
Tucumán, el neoperonismo y la CGT quizás se decidan por lo mismo.
Río Negro incorporaría una nueva fracción a su ya complicado
panorama partidario, toda vez que la desvinculación entre las
fuerzas electorales que intenta cohesionar el gobernador Roberto
Vicente Requeijo, y los movimientos juveniles que propiciarían a
Manrique, puede darse por cierta. A este mes —que será fructífero
en acontecimientos políticos— bien le cabría contener el lanzamiento
de la primera candidatura presidencial del proceso electoral abierto
hace dieciséis meses. Si es así, quedará en claro que las largas
reuniones de los confederalistas provinciales, en los finales del
año pasado, intentaban realmente un acuerdo para la elección de
autoridades nacionales. Una versión bien fundada completa el cuadro
trazado: Francisco Manrique renunciaría en esta segunda semana de
agosto, quizá "dando un portazo". Revista Panorama 10.08.1972
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