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La sucesión presidencial
Por el momento, el trámite para la
conciliación nacional se asemeja a una
cinchada singular, en la que cada uno
de los protagonistas principales hace
fuerza para mantener su posición, pero
cuidando que la cuerda no se rompa. La
actitud demuestra moderación, pero
resultaría imprudente que si los
objetivos finales del acuerdo son la
vigencia de la libertad y la
democracia, la cuerda pase por las
manos de los que no creen en esos
objetivos.
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Alejandro Lanusse y Juan
Perón: Los rivales de un mismo partido El
acuerdismo, síntesis política, que se ofrece al
país como epílogo de la emergencia militar
soportará en las
próximas semanas las pruebas más
duras. Ya casi nadie duda de que en un lapso que
no podrá extenderse más allá de los 60 -días, el
gobierno, Juan Perón, los partidos políticos, y el
poder militar tendrán que ampliar el "frente de la
tregua" para llegar a un entendimiento mínimo; de
lo contrario, ese frente se transformará en un
campo de batalla. Es explicable que a un año de
las elecciones se manifieste una opción tan
riesgosa: cada uno de los cuatro factores de
decisión, en medio de un cuadro político sumergido
por las contradicciones, se presenta dividido.
Dentro del gobierno, por ejemplo, Alejandro
Lanusse equilibró durante más de diez meses el
poder de los representantes del establishment con
el espejismo populista que vislumbraba un grupo de
sus asesores. A partir de la protesta de Cuyo, el
equilibrio se tornó en vaivén y por eso el
presidente está obligado a rever la política
salarial y el programa financiero que elaboró el
ministro Cayetano Licciardo. Lanusse, un hombre
acostumbrado a la réplica, sabe que no puede dejar
la ofensiva a sus enemigos; pero sucede que el
mismo proceso de deterioro económico acorrala al
gobierno entre la pared de los grandes intereses y
las exigencias populares, verdaderas barreras para
el acuerdo político. Desde que asumió el poder
en representación de las Fuerzas Armadas, Lanusse
no pudo quebrar esas barreras. Con más resolución
y habilidad que sus predecesores, pero con menos
tiempo por delante, el presidente eligió los
caminos intermedios; es decir que se constituyó en
mediador entre Perón y los altos mandos, en
árbitro entre la derecha y el populismo y en
vértice de un eventual pacto entre los militares y
los políticos, preocupados por los estallidos
sociales. Lanusse desechó la perspectiva de la
dictadura autoritaria, agotada con el derrumbe de
Juan Carlos Onganía, y la tentación de la
"profundización revolucionaria" para superar al
peronismo; pero como los problemas se han
agudizado, está claro que esos caminos intermedios
orillan el precipicio. También Perón está
frente a una encrucijada. Antes de la caída de
Roberto Levingston, y como aporte esencial al
acuerdismo, el caudillo desterrado convalidó las
gestiones de su ex delegado personal —Jorge
Paladino— encaminadas a fortalecer la tercera
etapa del poder militar. A partir de entonces, por
medios directos o laterales, mantuvo relaciones
con el gobierno; éste, en visible táctica para
definirlo, le entregó los restos de Eva Duarte, le
extendió el pasaporte, consintió la absolución
judicial en las causas penales y le comunicó
oficiosamente que podía regresar cuando quisiera.
Quizá sin la cuña guerrillera que tienta a la
juventud disconforme, y de no mediar la ola de
protesta con epicentro en el interior, Perón
hubiese resuelto el rompecabezas con más
facilidad. Cabe recordar que el Líder apoyó la
salida con Arturo Frondizi, luego celebró el
triunfo del azulismo, más tarde toleró a Arturo
Illia y no hace mucho aprobó a Onganía y después a
Lanusse, porque él —sencillamente— nunca dejó de
ser "socio" del poder en la Argentina, la llave
maestra para mantener la paz social, aunque los
sectores más intemperantes de la derecha lo
califiquen de izquierdista. Por esos motivos
hoy Perón no quiere comprometerse demasiado con la
salida que le proponen Lanusse y los altos mandos;
pero como no desea y tampoco puede romper todos
los puentes, ya que de lo contrario quedaría a
merced de los marxistas o en el mejor de los casos
la realidad lo llevaría a pactar con ellos,
aguarda que el gobierno amortigüe la tempestad. En
esa espera se explica y justifica su actitud,
aparentemente dual, revelada por Héctor Cámpora y
Elías Sapag: el primero mostró la cara arisca, el
enojo de Perón, que se resumió en las presuntas
vacilaciones del embajador Jorge Rojas Silveyra;
Sapag presentó la cara de la esperanza, y por algo
regresó a Madrid tras conversar en los más altos
niveles del gobierno (ver página 16).
LOS
EQUIVOCOS. Cuando los enemigos de Lanusse lanzaron
a rodar su candidatura, en abierto desafío al
poder militar, Perón se vio obligado a insinuar la
suya porque sabe que la de Lanusse es improbable.
Es que ni Jorge Paladino, Rogelio Coria, Raúl
Matera o Rodolfo Tecera del Franco podrían
defender —antes o después de un presunto colegio
electoral— la nominación de Lanusse.
Perón, que "las sabe todas", está persuadido de
que su retorno al poder también es improbable
mientras se mantenga la relación de fuerzas en el
sector militar; aparte, como no puede regresar
para apagar los fuegos sino como revolucionario,
¿qué revolución podría acaudillar? ¿Haría lo que
hace Salvador Allende en Chile? Por el momento, el
ex presidente sólo piensa en mantener la
disciplina en las filas peronistas. Justamente,
quien no puede mantener la homogeneidad partidaria
tampoco puede aspirar a gobernar a las tres
cuartas partes de los argentinos. El sábado 23,
cuando regresó Cámpora de Madrid, resultó evidente
que en el peronismo progresan las escisiones. Al
margen de los aplausos que saludaron la vuelta del
delegado, los núcleos juveniles manifestaron un
agresivo antagonismo; por si fuese poco, en la
noche de ese mismo sábado, Sapag enjuició
severamente a Cámpora. Algo semejante sucede en
los demás partidos políticos. Los radicales no
quieren comprometerse con el gobierno, los
socialistas populares acaban de irse de La Hora
del Pueblo (ver páginas 20-21), la derecha no
termina de agruparse en torno de Álvaro Alsogaray,
el desarrollismo sigue desconfiando de la salida
electoral mientras la izquierda marxista procura
un frente imposible con el peronismo. Básicamente,
el país político sufre un agudo proceso de
dispersión, tal vez porque nadie acierta frente a
la mayoría del pueblo. Entonces, ¿cuáles son las
bases del acuerdo?
Los militares, entre tanto,
observan el cuadro. En las reuniones de los
últimos días, los mandos del Ejército, la Armada y
la Fuerza Aérea ratificaron la decisión de llevar
adelante el programa normalizador, pero resultó
evidente que los generales, almirantes y
brigadieres se preocuparon por la salud del
acuerdismo en la medida en que éste depende de las
relaciones entre el gobierno y Perón. Lo que
preocupa a los mandos empieza y termina en lo que
sucederá si Perón patea la mesa, porque todos
saben que las elecciones serán limpias, sin
condiciones, o de lo contrario las Fuerzas Armadas
se verán frente a la cuarta emergencia de
gobierno. En un análisis del poder militar se
perfilan dos posiciones. Una de ellas, sostenida
por los jefes de regimientos de la Primera Brigada
Blindada —coroneles Arturo Amador Corbetta, Jorge
Sosa Molina y Luciano Jáuregui, del C-10, C-2 y
C-8—, se infiere que el Ejército mantendrá a pie
firme la promesa del presidente; con esos jefes
coincidiría el comandante de la Décima Brigada de
Infantería, general Manuel Haroldo Pomar. La
posición presuntamente antagónica, cuyos
sostenedores aún no se pronunciaron contra la
salida electoral en las reuniones informativas de
los mandos, reclamaría un reaseguro contra el
posible triunfo del frente popular —fuese
acaudillado por el peronismo o la izquierda—, que
debería instrumentarse mediante la candidatura de
un político potable a los militares o bien la de
un jefe de prestigio. Esa postura, en caso de
fracasar "las condiciones", admitiría como lógica
la dictadura preventiva en antecedentes de que en
los cuadros intermedios de la Fuerza Aérea y la
Armada abundan los oficiales antiperonistas.
Las Fuerzas Armadas, a pesar de las penurias que
sobrellevaron en los seis últimos años, siguen
constituyendo el esqueleto político del país. El
sábado 22, al conmemorarse el Día de la
Caballería, los generales se reunieron en Campo de
Mayo; tras honrar a Juan Carlos Sánchez escucharon
la Marcha de la Libertad. Pudo haber sido un día
símbolo, lo que no quiere decir que Lanusse
desista de la meta política, porque es necesario
reiterar que el acuerdismo no es un capricho del
presidente sino un programa de los altos mandos.
Por el momento, el trámite para la conciliación
nacional se asemeja a una cinchada singular, en la
que cada uno de los protagonistas principales hace
fuerza para mantener su posición, pero cuidando
que la cuerda no se rompa. La actitud demuestra
moderación, pero resultaría imprudente que si los
objetivos finales del acuerdo son la vigencia de
la libertad y la democracia, la cuerda pase por
las manos de los que no creen en esos objetivos.
Jorge Lozana
Madrid: Una candidatura imposible para acosar al
gobierno Armando Puente, corresponsal de
Panorama en Madrid, cablegrafió el martes 25 el
siguiente informe: Las escasas personas que
lograron ser admitidas la semana pasada en Puerta
de Hierro encontraron a un Perón endurecido,
intransigente, decidido a ser candidato y seguro
de ser elegido presidente. Hace nada más que dos
meses, cuando algunos fervientes partidarios le
decían que sólo él podía ser el candidato del
Justicialismo, Perón eludía la respuesta o
guardaba silencio. A mediados de marzo hubo un
cambio significativo. Por primera vez Perón empezó
a anunciar a los visitantes, entre ellos al
embajador Jorge Rojas Silveyra y a Enrique Gilardi
Novara, su decidido propósito de regresar al país
"en el caso de que pudiera ser útil a los
intereses de la Nación". Más tarde, el 6 de
abril, expresó al embajador Rojas Silveyra su
deseo de ser inscripto en el padrón electoral, y
desde el lunes 17 repite que se propone ser
candidato, pero no un candidato que renuncia en
"el último minuto", sino para lograr su tercera
presidencia. "Lástima no tener veinte años menos
—se lamentó Perón ante Rodolfo José Tecera del
Franco y Ruperto Godoy—. Pero lo que me falta de
juventud me sobra de experiencia." Desde
entonces, a medida que los días pasan, su lenguaje
se ha vuelto cada vez más desafiante y acerado.
Guido Di Tella, el economista y antiguo militante
demo-cristiano de visita en Madrid, enmudeció de
asombro cuando, al comentar las versiones llegadas
de Buenos Aires en el sentido de la proscripción
mutua de Lanusse y de su propia persona, Perón le
señaló: "Que Lanusse se proscriba como candidato a
la presidencia es como si yo me proscribiera al
trono de Inglaterra". En la misma charla Perón
volvió a interpretar la situación argentina con
sus peculiares metáforas: "Lanusse —señaló el ex
presidente— tiene un tigre agarrado de la cola, y
no lo suelta porque sabe que entonces se lo come".
Más adelante, Perón le comentó a Di Tella:
"Nuestro pueblo es como una gallina. Se lo puede
desplumar, se lo puede asar, se lo puede hasta
comer. Lo que no se puede es obligarlo a poner
huevos". ¿Qué pretende Perón con este lenguaje?
¿Qué busca con la amenaza de no recibir más a
Rojas Silveyra? ¿Por qué se niega a condenar la
violencia? A pesar de sus frases desafiantes, a
pesar de su negativa a dialogar con el embajador,
Perón no va a cortar las vías de negociación con
las Fuerzas Armadas. Puede ser que se mantenga
firme en no recibir al embajador Rojas Silveyra
—de quien nunca solicitó fuese relevado—, pero
sabe que existen otras vías paralelas para el
posible diálogo y la negociación. Durante las
últimas semanas una de esas vías ha estado
permanentemente abierta en Madrid a través de
Héctor Villalón y Díaz Vialet, que han tenido
contactos, no sólo con el embajador, sino con un
general y un oficial de Marina, que hablaron en
nombre de las Fuerzas Armadas uno, y del gobierno
el otro. Otra vía se abrió con la misión de
Elias Sapag, que el viernes 14 presentó en Puerta
de Hierro las propuestas del presidente Lanusse.
Perón, después de escucharlo atentamente, le pidió
que las expusiera en un memorándum, que debía
firmar Sapag al pie y al margen. Así lo hizo el ex
senador neuquino. Perón, entonces, contestó en
otro memorándum que firmó al pie. Con su
lenguaje cargado de amenazas Perón aspira a
encontrar un interlocutor válido con el cual
iniciar de verdad una negociación de la que mucho
se viene hablando desde hace un año, pero que
hasta ahora no ha pasado del terreno de los
tanteos, y un diálogo que hasta el momento no ha
sido sino un balbuceo. El ex presidente ha
señalado un plazo —el 30 de junio— y ha
comunicado, a través de sus visitantes, algunas de
sus condiciones para que lleguen a oídos de
Lanusse: 1) Elecciones en el año 1972; 2)
Inamovilidad de la Constitución; 3) Ninguna
limitación ni proscripción en el acto comicial. Su
negativa a condenar la violencia y el anuncio de
su candidatura a la Presidencia son dos de los
instrumentos de que dispone para forzar la
negociación antes de la fecha señalada. Para
esa fecha deberán estar organizados y dispuestos
sus hombres. El dirigente Jorge Lago ha llevado
una grabación de dos horas a Buenos Aires con
precisas instrucciones a los diversos grupos de
juventud para abolir las siglas e integrarse en
una nueva estructura orgánica que será dada a
conocer, probablemente esta semana, por el Consejo
Superior. La Juventud Peronista deberá prestar su
apoyo total al Frente Cívico para la Liberación
Nacional, mediante la creación de millares de
mesas de trabajo. En los primeros días de mayo
el Frente comenzará por fin a tomar cuerpo con las
normas dadas por Perón a su delegado Héctor
Cámpora en las conversaciones tenidas durante la
última semana. Se asentará sobre cuatro pilares:
un órgano político del que la Hora del Pueblo será
el núcleo inicial y al que se incorporarán los
otros partidos que se han manifestado de acuerdo
con el llamamiento y el programa mínimo formulados
por Perón a fines de febrero; una rama empresarial
y profesional en la que tendrán cabida la CGE y
los Institutos Tecnológicos, y, por último, una
rama juvenil. Los cuatro pilares estarán
representados en el Comité Nacional de
Coordinación, órgano supremo del Frente. Los
gremialistas, los profesionales y los jóvenes
serán los motores —a escala local— de las mesas de
trabajo en las que se elaborará un programa que,
de este modo, no será impuesto por ningún partido.
Para el caso de que el 30 de junio sus condiciones
no hayan sido aceptadas, Perón desenterrará el
hacha de guerra. En ese sentido, las previsiones
han sido ya adoptadas en todos los escalones,
incluido el de las Formaciones Especiales. A
medida que el plazo se acerca, el lenguaje del
Líder se endurece. Así, al recibir al cineasta
Juan Schroder, director de la prohibida película
Una mujer, un pueblo y bendecir su nueva
producción Historia de la resistencia peronista,
Perón le manifestó: "Métale. Hay que desenmascarar
a todos los traidores y enanos que se aprovecharon
de que nuestra revolución duró un solo día. Las
nuevas generaciones han sido forjadas en la lucha
y con ellas ya no incurriremos en los errores de
entonces. Cuando tomemos el poder —prometió con
una voz incendiaria, como alguna vez fue escuchada
en Plaza de Mayo— implantaremos el socialismo
nacional." __________________________________
Marcha en zig-zag hacia el comicio Desde el 17
de septiembre de 1971 cuando Alejandro Agustín
Lanusse sorprendió al país con el anuncio del
cronograma electoral, los analistas políticos de
Panorama han seguido paso a paso el proceso que
culminará con el cambio de gobierno, adelantando a
menudo cuáles serían el sentido y los obstáculos
de ese sendero hacia la institucionalización.
Ese día, el presidente prometió que las elecciones
"sin proscripciones" se realizarían el 25 de marzo
de 1973 y que el nuevo gobierno —faltaban cinco
meses para que él mismo lo definiera como "de
transición y consolidación"— asumiría el poder el
25 de mayo. En gran medida, esa conquista de
los políticos beneficiaba más que a nadie al jefe
del justicialismo: Juan Perón había empujado a su
por entonces virrey en la Argentina, Jorge Daniel
Paladino, para que conquistara una fecha
electoral. Lógicamente, cuando de votar se trata,
el peronismo puede mover una formidable masa de
ciudadanos y esa perspectiva amplía las
posibilidades de negociación del exiliado. El
anuncio tendía, además, desde la perspectiva del
gobierno, a debilitar el frente golpista que por
esos días velaba las armas. Sin duda, la
estrategia de Lanusse fue propicia: el 8 de
octubre, mientras Perón festejaba su cumpleaños,
en Azul y Olavarría los tanquistas, inspirados por
ideologías -contradictorias —desarrollismo,
nacionalismo de diversos matices, onganismo— se
rebelaban contra el Gran Acuerdo Nacional. La
victoria política del gobierno no fue menor que la
derrota militar de los conspiradores: un coro casi
unánime se alzó desde los comités para declarar
"fascistas" y "totalitarios" a los insurgentes.
Coincidían así con la caracterización que de ellos
había hecho la Casa Rosada. Vencidos los militares
nacio-anticacuerdistas, el GAN pareció tener el
camino despejado hacia marzo de 1973. A fines
de ese mes (número 235), Panorama comenzó a
alertar sobre los cambios en el juego de Perón:
consolidado el frente interno de Lanusse, el jefe
justicialista debía hacer lo propio. Paladino,
intermediario entre el presidente y Perón, debía
dejar el lugar a alguien más incondicional. Sólo
un mes después se confirmó el anuncio y Héctor
Cámpora lo reemplazó como delegado personal del
Líder. Pero también debía empezarse a armar un
juego al margen de La Hora del Pueblo, un ámbito
acuerdista en el que la influencia de Perón se
veía compensada por la de los partidos aliados,
cercanos al comandante en jefe del Ejército. "Ha
llegado —decía Panorama— el momento de construir
el Movimiento Nacional, un nuevo nombre para el
frente que Perón y Frondizi impulsaron durante el
interregno de José María Guido." También se
anunciaba de dónde saldrían las fuerzas de apoyo
del que luego tomaría el nombre de Frente Cívico
de Liberación Nacional: Vicente Solano Lima,
Arturo Frondizi, los líderes gremiales y el
neoperonismo provinciano. Ese anticipo de Panorama
se adelantó en ciento veinte días a su concreción:
hizo falta que Rogelio Frigerio viajara en febrero
de este año a Madrid, que Perón diera a conocer su
artículo La única verdad es la realidad, y que
comenzaran a arreciar los pedidos de pasajes rumbo
a Puerta de Hierro, para que otros observadores
menos atentos descubrieran esa realidad política.
En verdad, los dos máximos participantes de este
juego —Perón y el Ejército, representado por
Lanusse— han debido competir al mismo tiempo que
se ponían de acuerdo en dar límites al field.
Perón, en su lenguaje de hechos, dio muestras
inequívocas de aceptar y desear el marco
electoral. Pero, dentro de él, no renunció a
obtener las mejores condiciones. Por eso hostilizó
con cautela a su oponente: bombardeó el proyecto
de estructurar una federación oficialista de
partidos provinciales (en las tres últimas semanas
lo visitaron dos jefes de ese grupo: Carlos Imbaud
y Elias Sapag), envió a su esposa Isabelita a
homogeneizar su movimiento, rechazó pronunciarse
adversamente en relación a las llamadas
formaciones especiales y atrajo a políticos de
tendencias disímiles: el coronel lonardista
Francisco Guevara, Enrique Gilardi Novaro (un
asesor de Roberto Levingston), Arturo Frondizi, el
democristiano José Antonio Allende, el empresario
José Gelbard, Jesús Porto —del Encuentro de los
Argentinos— y un memorándum de Álvaro Alsogaray
llegaron hasta la casa de Perón. Entonces, cuando
ya corría el mes de marzo, comenzó a discutirse
sobre candidaturas y autoproscripciones. Ese
tema ya había sido analizado por Panorama meses
atrás. "A nadie se le escapa —se señalaba en el
número 243— que para que el presidente cumpla con
su promesa de no proscribir a nadie, debe contar
con que Juan Perón renuncie a postularse." En ese
mismo número, aparecido el 21 de diciembre, se
apuntaba otro rasgo del proceso que,
inevitablemente se combinaba con el anterior: la
elevación de la temperatura social, como
consecuencia de los aumentos en precios y tarifas
de los servicios públicos. No fue casual esta
metáfora: "Los cócteles molotov de mayo de 1969
estaban cargados con nafta encarecida. El
cordobazo sobrevino pocos días después que Krieger
Vasena anunciara el aumento de los combustibles".
El mendozazo y los alzamientos provinciales contra
el alza de las tarifas eléctricas habían sido,
pues, vaticinadas por el análisis de Panorama.
¿Cómo se combinan el problema de la renuncia de
Perón a la candidatura y la caliente movilización
social? Muy sencillo: tales movilizaciones
aumentan la capacidad de juego de Perón y no fue
casual que después de esos hechos el General
comenzara a hablar de presentarse por tercera vez
como aspirante a la presidencia de la Argentina.
"¿Quiere Perón ser presidente? En todo caso el
peronismo partidario no hace nada para que ello
suceda (Panorama, 15 de febrero). No parece casual
esa inmovilidad del partido Justicialista: todos
los peronistas recuerdan el 17 de octubre y saben
que si desean ver al Líder de nuevo en la plaza de
Mayo deben conquistar ese derecho. Parece, pues,
que —en verdad— el anuncio extraoficial de Perón y
la amenaza de su postulación es sólo otro paso en
la pulseada por conseguir libertad de juego. El
responde con ese exabrupto a las presiones de
Rojas Silveyra para que se defina contra los
guerrilleros. La sucesión, entonces, en la
medida de lo previsible anuncia un candidato
acuerdista: Perón no va a patear el tablero porque
no le conviene; a lo sumo reclamará un candidato
decoroso y condiciones dignas. Lo imprevisible
marcha por cuerda separada; pero en la Argentina
actual todo puede suceder. Las puebladas, las
movilizaciones colectivas, fortalecen a las masas
y, simultáneamente, convencen al Ejército de que
en Madrid habita un posible salvador. El
quietismo, el terrorismo, las meras negociaciones
por arriba no descartan la posibilidad de un golpe
de derecha que termine con el Acuerdo en nombre de
la eficiencia y los buenos negocios. Como en todas
las épocas, para que llegue a haber democracia
hace falta que el pueblo vele por ella y no sólo
las minorías. J. R.
_________________________________ Elías Sapag:
Los líderes dialogan La familia Sapag domina el
panorama político de Neuquén, ese páramo que
testimonia la necesidad de un desarrollo integral
del país. Últimamente, sin embargo, la influencia
de la familia Sapag ha llegado al máximo nivel de
la política argentina: uno de sus miembros, Elias
—hermano del gobernador neuquino y patriarca
ideológico del partido provincial en que ambos
militan— ofició de intermediario entre Juan
Domingo Perón y Alejandro Agustín Lanusse. Antes
de que Elias Sapag viajara nuevamente a Madrid,
tras un corto retorno a Buenos Aires, Panorama
conversó con él en su residencia de la calle
Acassuso, La Lucila. Entre whiskies, café y
cigarrillos, el ex senador peronista habló de la
situación, institucional. Con bonhomía eludió el
terreno más escabroso; cuando las palabras no
convenían, él supo esbozar una sonrisa en la que
podía leerse: "No digo que sí, pero tampoco
desmiento". Con esa clave deben registrarse los
siguientes tramos de una conversación que duró más
de una hora y que sólo fue interrumpida una vez,
por la presencia de Chani, la bella hija del
político. —¿Qué siente una persona convertida,
de pronto, en el centro de un acuerdo (político
trascendental? —Siente que la pacificación del
país reclama de todos los argentinos el esfuerzo
más denodado para arribar a una conciliación
definitiva. —¿Usted está convencido de que
Perón aspira a ese resultado? —Lo he encontrado
sereno, absolutamente dispuesto a agotar todos los
medios necesarios para que el país vuelva al cauce
institucional de donde nunca debió haber salido,
según su criterio. —Y Lanusse, ¿opinará lo
mismo? —En el presidente he observado un gran
patriotismo y la voluntad de no ceder ante
ningún inconveniente para que esa
institucionalización del país, que levantó como
estandarte del reencuentro de la ciudadanía, se
cumpla de manera inexorable. —De sus
observaciones parece desprenderse que el diálogo
entre el gobierno de Lanusse y Perón no se ha
roto. —No es el gobierno quien mantiene el
diálogo, sino dos líderes que tienen conciencia de
la gran responsabilidad que significa 'la unión
del pueblo y las Fuerzas Armadas en un programa
que lleve al país al destino que merece: la
grandeza y la paz de sus ciudadanos. —¿Eso
significa que el entredicho entre Perón y el
embajador Rojas Silveyra no deteriora las
relaciones? —Indiscutiblemente la falta de
trato diplomático y la consideración al hombre que
fue por dos veces presidente de la República y es
el jefe del movimiento popular de mayor
gravitación en la opinión pública merece cierta
consideración que el señor embajador ha omitido.
—Se ha insistido en que Perón cuestiona la
permanencia del brigadier Rojas Silveyra al frente
dé la embajada en España y reclama "un delegado al
nivel del debate". (El interlocutor sonríe. Las
palabras que van entre comillas le advierten que
el periodista conoce algunos aspecto reservados de
su gestión.) —Es correcto que el general Perón
ante diferencias surgidas con el señor embajador,
considere necesario seguir manteniendo los
contactos para encontrar todas las soluciones
indispensable con un representante de alta
jerarquía y de completa confianza del señor
presidente de la República ... —Hasta que se
concrete el encuentro personal entre Lanusse y
Perón ... —Sería ideal que el líder de las
Fuerzas Armadas y el conductor de la mayor fuerza
popular se vieran personalmente; no es imposible
si observamos que Nixon y Mao han acortado
distancias en beneficio de sus respectivos países.
Pero en este caso, como una de la partes es el
señor presidente de la Re pública y el otro
interlocutor se encuentra a 15 mil kilómetros de
la patria, siguen siendo necesarios los oficios de
lo argentinos que aspiran a contribuir a l
superación de este problema, para que se llegue a
soluciones reales y constructivas. —Hasta que
se concrete el encuentro. ¿qué diría usted si ese
histórico encuentro se produjera et su provincia?
—Para Neuquén sería un gran honor. Mi provincia
brindaría el clima propicio; sus bellezas
naturales, su hospitalidad y su calor de patria se
ofrecería en plenitud para unir en un gran abrazo
a dos hombres que el destino puso al frente de la
más alta responsabilidad de este momento
argentino. No dudo que ellos han de agotar todas
las instancias para que nuestra patria vuelva a
reencontrarse en el progreso, el orden y la
democracia. Es mi deseo y lo que me compromete en
este empeño. —Sin duda en sus respuestas campea
un acentuado optimismo sobre el final feliz de
este proceso. —Siendo amigo de estos dos
ilustres generales, conociendo su abnegado
patriotismo y la capacidad de sacrificio en favor
de la grandeza de la patria, estoy seguro de que
serán superadas todas las dificultades y se
llegará a un feliz entendimiento.
Revista
Panorama 27/04/1972
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