¿Hay libertad en Argentina?
   

En los cartelones que colgaban de los hombros de aquellos dos hombres y de aquella mujer, se leía, pintarrajeado con estridentes colores:
"¡Basta, Illia!"
El grupo subversivo avanzó silenciosamente por Florida desde la esquina de Córdoba hacia el sur, abriéndose paso imperturbable por entre la marea humana que al anochecer desbordaba la calle. Una señora gruesa, apretando la cartera contra el pecho, exclamó:
—¡Deben ser comunistas!
Pero su voz se perdió en el trajín de la multitud gris indiferente, que admitía aquel signo de subversión como una fatalidad más. A la altura de Viamonte estallaron algunos aplausos prontamente acallados por una punzante silbatina. Una joven señora, espantada, introdujo precipitadamente a sus dos pequeños hijos en un negocio. Enseguida, un hombre corpulento enfrentó a los hombres y a la mujer sandwich, preguntando:
—¿Quién los manda?
El trio se limitó a esquivarlo y siguió su marcha casi fantasmal, seguido ahora por un grupo de curiosos. Alguien vivó a Perón y hubo un desbande. Un negocio bajó precipitadamente su cortina metálica. A la altura de Tucumán se escuchó la estridencia de una sirena seguida de un nuevo desbande. Era un patrullero de la comisaría. Dos agentes se acercaron a la mujer y a los hombres sandwich, preguntaron algo, tomaron nota y se alejaron. Sonreían.
Al encenderse los focos del alumbrado público, los subversivos portadores de carteles desaparecieron por una de las calles laterales. El operativo había terminado. Era el 18 de marzo último, cuando los rumores del "golpe" arreciaban en todas partes.
Culminaba así, con este test colectivo, realizado en plena calle Florida, una investigación periodística de panorama, empeñada en responder a la más importante pregunta que hoy podemos formularnos los argentinos:
¿Tenemos realmente libertad?
Pero la idea de enfrentar la calle con letreros subversivos fue solo un episodio de la investigación realizada en profundidad por panorama. La etapa previa se cumplió sondeando la opinión, en todos los niveles del pensamiento nacional: políticos, gremiales, intelectuales y empresarios.
Con las respuestas en la mano, panorama preparó un nuevo cuestionario donde reunía las principales objeciones recogidas y lo presentó al ministro del Interior, logrando su respuesta. Simultáneamente se realizaba un chequeo de la opinión pública, estadístico y práctico. La faz estadística se limitaba a recoger respuestas afirmativas o negativas —"sí" y "no"— y contabilizarlas. La experiencia práctica tuvo como eje central la aparición de los hombres-sandwich en la calle Florida.
Un 88 por ciento de los entrevistados se explayó sobre el tema propuesto. El 12 por ciento restante, si bien no tuvo una definición concreta, tampoco eludió la respuesta. Solo que dándole una apreciación tan subjetiva que no pudo entrar en la estadística. Tal el caso de la señora que, en Florida y Lavalle, hizo el siguiente comentario a los carteles "subversivos": —¿Basta Illia? ¡Claro que basta... y sobra! Los felicito, muchachos.
Todo el material así reunido —opiniones, definiciones, reacciones personales, estadística— permitió a panorama encontrar una respuesta a tres facetas de un mismo problema: ¿Tiene vigencia la libertad en la Argentina 1966?; ¿Creen los argentinos que hay libertad?; ¿Hay o no hay libertad?

Una opinión sajona
"Pocas veces he observado un sistema de gobierno como el argentino. Es poco decir que aquí se vive en democracia: aquí se respira libertad". Ojos asombrados enfocaron a W. Averell Harriman cuando hizo semejante afirmación en la embajada de su país, a pocas horas de su partida hacia Estados Unidos. La apreciación del asesor presidencial y embajador viajero del gobierno de Washington podía haber sonado a ironía, si sus oyentes no hubiesen sabido que el único personaje sobreviviente de la Conferencia de Yalta, el confidente y amigo de Roosevelt y Kennedy, el diplomático respetado por De Gásperi, Adenauer y Kruschev, era poco propenso a ironizar en situaciones delicadas. Y para Harriman el momento no era muy cómodo : regresaba con las manos casi vacías. Había venido a Buenos Aires a poner en juego su veteranía diplomática, en procura de que el gobierno surgido de las elecciones de 1963 no llevase a la práctica su propósito de anular .los contratos petroleros suscriptos por YPF con empresas petroleras norteamericanas entre 1957 y 1961. Y había fracasado. La promesa de resarcir en dólares a las firmas afectadas por la cesación de concesiones, era un paliativo demasiado modesto para la talla del hábil negociador demócrata.

La primera promesa
En el hotel Savoy se vivían momentos de nerviosa alegría. Eran las 9.50 del 12 de octubre de 1963. Faltaba exactamente una hora y seis minutos para que Arturo Humberto Illia pronunciase, a 300 metros de distancia, el "Sí, juro" que lo convertiría en presidente de la República. El general Onganía y el contraalmirante Vázquez lo aguardaban en el modernizado vestíbulo del tradicional establecimiento de Callao y Cangallo, para acompañarlo hasta el Congreso. En ese mismo instante un mensajero depositaba en la mesa de entradas de la Casa Rosada, un telegrama colacionado dirigido al "Presidente Illia". Lo firmaba Luis Angeleri, secretario de prensa de la CGT y decía así: "Denunciamos atropellos policiales a pegadores de carteles de la CGT". Era un pedido de libertad.
Los radicales volvían al gobierno después de 33 años de oposición. Habían sufrido en carne propia la falta de libertad y venían dispuestos a no caer en aquello que habían censurado. "Iniciamos hoy, con el juramento que acabamos de prestar, una nueva etapa por la ya larga lucha para afianzar definitivamente en la Argentina, los principios de la Democracia y de la Libertad". Tal el primer párrafo del discurso de apertura de mandato que pronunció Illia.
Pero no iba a ser tan fácil convertir promesas en realidades. Un tercio de siglo en la oposición hace olvidar los compromisos que lleva consigo el ejercicio del poder. Y el nuevo gobierno se encontró con que liberalizar un país convulsionado, no era tarea sencilla ni rápida. Se hallaba vigente una legislación represiva, herencia de gobiernos anteriores, que no podía legalmente ser derogada de la noche a la mañana. Illia optó por no aplicarla. Y el 17 de octubre, a cinco días de su arribo a la Casa Rosada, llegó la primera prueba de fuego. Dar "rienda suelta" al peronismo para festejar "su día", hubiese provocado el reclamo inmediato de quienes habían facilitado el ascenso radical del pueblo al poder, vetando al Frente y al peronismo en el orden nacional. Negar la autorización para el acto, significaba enfrentarse con la opinión pública. Se optó por una posición intermedia: "Acto, sí; manifestación, no". Como era de prever, el intento de organizarse en columna al terminar el mitin de Plaza Once, acabó en corridas, gases y detenciones. Y todos quedaron relativamente satisfechos.
Los principios del liberalismo finisecular arraigados en la plataforma electoral de la UCRP y en la mentalidad de sus hombres, encontraron dificultades que no existían en otras épocas. Y debieron ser adaptados sobre la marcha. Por ejemplo, desde junio de 1963 operaban en el norte del país pequeños pero irritantes grupos de guerrilleros del denominado "Ejército Guerrillero del Pueblo". Liquidarlos, y en oportunidades a tiros, no condecía con los principios liberales. Pero estaba en juego la libertad de los más, frente a la de los menos, y en menos de un año la Gendarmería acabó con esos brotes de castrismo.
La legislación represiva también tenía sus bemoles. Mantenerla vigente significaba dar al traste con las promesas preelectorales. Derogarla lisa y llanamente, constituía para poderosos sectores del país "dar libertad a los enemigos de la libertad". También en este caso se eligió el camino intermedio y los decretos de proscripción del peronismo se cambiaron por un más benigno Estatuto de los Partidos Políticos.
Pero el desgaste que todo hombre y todo partido sufre estando en el gobierno, fue colocando en la oposición a cada vez mayor número de partidos políticos. Y todos ellos corearon, a partir de su respectivo momento, el tradicional "no hay libertad" del opositor. Los frondizistas del Movimiento de Integración y Desarrollo abrieron el fuego al ser anulados los contratos petroleros. Los comunistas, si bien no llegaron a una oposición declarada y beligerante, se movieron activamente cuando se estuvo a punto de enviar tropas a Vietnam y Santo Domingo. Los peronistas arreciaron en sus críticas al producirse el 2 de diciembre de 1964 el amago de Juan Domingo Perón de regresar al país. Los conservadores enjuiciaron severamente el control de cambios, la Ley de Abastecimientos y la "inercia estatal" ante la segunda etapa del plan de lucha de la CGT. La central obrera, a su vez, reaccionó enérgicamente ante el aumento incontrolado del costo de la vida, las maniobras alentadas desde esferas oficialistas que estuvieron a punto de crear una CGT paralela, y la negativa de permitir el descuento del jornal del 1º de mayo de 1965 con destino a engrosar los fondos propios. Pero la medida de gobierno que levantó la mayor oleada de acusaciones en el campo gremial, fue la sorpresiva reglamentación de la Ley de Asociaciones Profesionales.
Cuando panorama se lanzó a rastrer la opinión de numerosas figuras representativas de todas las ramas del quehacer nacional sobre la vigencia de la libertad en la Argentina 1966, encontró un bosque de paradojas. La subjetividad daba pie a todas las contradicciones. El comunista Ernesto Giúdice afirmó categóricamente que la existencia del derecho de propiedad demuestra que no hay plena libertad en el país. Pero el conservador Oscar Vicchi opinó que el plan de lucha de la CGT, con sus ocupaciones de fábricas, vulneró el derecho de propiedad y simultáneamente cercenó la libertad. "El gobierno no prestó la fuerza pública necesaria : este es un caso de libertad comprometida", sostuvo Vicchi.

Mi libertad, tu libertad
Los reporteros de panorama intentaron sintetizar en una fórmula única el concepto de libertad vigente en la Argentina. Solo resultó posible hacerlo en forma de catálogo. Afirmó el justicialista Paulino Niembro: "La libertad, para el peronismo, es la posibilidad de lograr la realización de las aspiraciones del pueblo". "Para el profesor Sánchez Viamonte "la Verdadera libertad es sinónimo de justicia social". Para el comunista Giúdice, "el comunismo es el régimen de la libertad humana". En opinión del demoprogresista Martínez Raimonda, "el concepto de libertad está indisolublemente ligado al de justicia". Haciendo honor a su ideología, el conservador Vicchi opina que "lo más importante de la libertad es conservarla". En cambio, pensando en el desarrollo, el frondizista Fernández Mendy opina que "no es la carencia o presencia de la libertad el hecho fundamental: hay otros hechos que conducirían a una salida más positiva para el país". El democristiano Palacios Videla afirma que "la libertad es la posibilidad que debe tener el hombre concreto de cubrir todas sus necesidades desde el hambre de pan hasta la nostalgia de Dios". Para el juez Urien "hasta nuestros días la libertad se ha invocado para defensa de los intereses creados; como juez aspiro a que en un porvenir cercano la libertad se use en defensa de la dignidad humana". El presiente Illia define prácticamente la libertad al afirmar que "cualquier cosa debe hacerse menos cercenarla". El ministro decano de la Corte Suprema de Justicia, Boffi Boggero, piensa que "acentuar la libertad del Poder Judicial significa hacerlo con la libertad de todos". El periodista y comodoro retirado Juan José Güiraldes tiene una definición muy subjetiva de libertad: "No puedo contestarle porque estoy arrestado". La libertad económica es el factor fundamental de la constitucionalidad de un gobierno para la Federación de Partidos de Centro. "Conculcadas las libertades públicas —afirmó recientemente en una solicitada pública— a causa de la economía dirigida, la Constitución cae en el olvido y lo que debió estar siempre indisolublemente unido, lo legal y lo constitucional, quedan separados".

La libertad económica
Aunque el juez Urien sostiene que "la libertad es más que economía", la gran mayoría de los entrevistados por panorama dirigió hacia el terreno económico la cuestión de la libertad. La Ley de abastecimientos, la fijación de precios mínimos —para el pan, el transporte o los productos de primera necesidad—, el control cambiario, y cada una de las medidas reguladoras del mercado adoptadas por el gobierno, suscitó protestas y declaraciones de "falta de libertad" por parte de los intereses afectados.
Argentina tuvo su primera experiencia de economía dirigida en el presente siglo durante el régimen peronista. Los planes quinquenales, el IAPI, y muchas veces el capricho del conductor de turno de la economía nacional orientaron compras y ventas y fijaron precios. La posición política de los observadores los convierte en apologistas o detractores del sistema: para unos, "nunca se vivió tan bien como entonces"; para otros, la relativa prosperidad nacional se consiguió "gracias al derroche de las reservas acumuladas durante la guerra mundial". Estos aducen como prueba las arcas vacías que se encontraron en setiembre de 1955. Aquellos replican que muchas empresas poderosas pasan por momentos de descapitalización transitoria: "si el sistema se hubiese mantenido, las arcas hubiesen vuelto a llenarse en poco tiempo".
Del control absoluto, el país pasó a la liberalidad casi absoluta del gobierno provisional de Aramburu. La política desarrollista de Frondizi trajo un régimen de libertades dirigidas a fomentar el interés de los capitales extranjeros, el autoabastecimiento energético y la industrialización del país. El agro se sintió afectado y clamó por su derecho a progresar libremente. El interludio de Guido no aportó mayores variantes en la situación y todas las esperanzas, también en esta materia, se depositaron en el futuro gobierno de Illia.
Pero como ocurriera con el acto peronista del 17 de octubre de 1963, también en materia de libertad económica se buscó una solución intermedia. Ni tirios ni troyanos quedaron conformes.
Jorge Oria, presidente de la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres —ACIEL— eludió una respuesta concreta a panorama sobre la existencia o no de libertad en la Argentina 1966. "Existe más libertad económica que en Rusia y menos que en Suiza", fue la sibilina contestación. Luego señaló que el progreso económico del mundo comenzó a expandirse a partir de la implantación de los sistemas liberales.
En la vereda de enfrente, José B. Gelbard, de la Confederación General Económica, señala que la falta de desarrollo pleno de la Argentina da lugar a limitaciones dentro de su economía. Juzga que "el libre juego de las fuerzas del mercado, lejos de favorecer el desarrollo económico, tiende a consolidar intereses y tendencias que... constituyen el freno más poderoso que pueda oponerse a una auténtica libertad económica". Se declara partidario de una programación de la economía nacional.
Aunque la zigzagueante política económica del gobierno Illia no permitió a panorama encuadrarlo en una de las dos tendencias —ACIEL o CGE— puede creerse que el Plan Nacional de Desarrollo, cuyo parto se demora ya por años, se inclina más hacia la segunda. O sea, una programación económica en el orden nacional.

La libertad política
El salomónico principio que el gobierno radical del pueblo puso en ejecución a los cinco días de haber asumido el poder —"Acto, sí; manifestaciones, no"— constituye un símbolo de su actitud en materia de libertad política. Así pudo resumirse la opinión de los entrevistados a través del análisis de los hechos que se sucedieron en estos casi tres años del mandato Illia. El "operativo retorno" que intentó el 2 de diciembre de 1964 Juan Domingo Perón, fue interrumpido en Río de Janeiro. Nerviosas tratativas con Castelo Branco y subsidiariamente con el Colegiado uruguayo, lograron éxito y detuvieron al viajero a mitad de camino. Diez meses más tarde su esposa, Isabel Martínez de Perón, conseguía llegar a Ezeiza. Según algunos, con el visto bueno oficial, y según otros gracias a la estratagema de viajar con nombre supuesto.
Las restricciones en su libertad de movimientos que encontró Isabel Martínez durante los primeros días de su estadía en Buenos Aires —alojada en el suntuoso Alvear Palace Hotel— nacieron de la iniciativa privada. Belicosos grupos antiperonistas la obligaron a retirarse del Barrio Norte.
Veinte días más tarde, el diputado justicialista chaqueño Roque Braco también tomaba la iniciativa privada de coartar la libertad de un opositor. El obrero gráfico Ireneo Ayala, del diario El Territorio de Resistencia, era denunciado y entregado a la policía por hacer un comentario desfavorable a Isabel Martínez. La intervención de legisladores de la UCRP y el paro de tareas solidario realizado por sus compañeros lograron liberarlo dos horas después.
El dirigente universitario José Budiovski, consultado por panorama juzga que en materia política existe libertad a nivel individual, pero que la proyección de ideas a nivel colectivo se ve coartada y proscripta. El periodista Navarro Lahitte y el profesor Sánchez Viamonte estiman que "hay libertad" y el juez Urien que "hay más libertad que antes". El comunista Giúdice piensa que "cada vez hay menos" y el democristiano Palacios Videla discrimina: "libertad superficial, sí; profunda, no". Paulino Niembro cree que "la libertad es retaceada" en la Argentina 1966.
Panorama notó que sus entrevistados tomaban en gran parte el régimen peronista como punto de referencia para juzgar la situación actual. Y planteó a quienes defienden aquella ideología y aquel período de la política nacional, las objeciones recogidas. ¿Puede un peronista hablar de falta de libertad?
Niembro respondió: "Durante el gobierno de Perón existió la libertad. Se trataba de una libertad deseada por el pueblo. Por otra parte es cierto, lo reconocemos, que no se aplicaron todas las libertades. Pero jamás gobierno alguno tuvo tantos ataques, se conspiró tanto, y se le opusieron los sectores de privilegio como en aquella época. Nadie ha tenido más presos, ni más torturados que el movimiento peronista, que ha dejado una cuota de sangre y de muertes por lo que consideraron la liberación nacional". El cegetista Angeleri coincidió con sus argumentos: "Todos los gobiernos tienen un saldo positivo o negativo. El peronismo tuvo saldos positivos, pese a sus errores. A quienes están diciendo —los grupos interesados de siempre— que durante el peronismo no había libertad, yo les pregunto: ¿después de 1955, acaso ellos dieron-libertad ?".

La teoría de la relatividad
Oscar Vicchi sostiene que la Argentina "está acostumbrada a vivir en un clima de libertad relativa". Cuando el periodista de panorama le trasmite las acusaciones en la materia que se hacen al gobierno de su partido conservador, en la década del 30, que incluyen fraude electoral, persecución y cárcel para los opositores, responde: "Por eso mismo digo que en la Argentina siempre hubo una libertad relativa. Además quienes primero hicieron fraude fueron los radicales, después fueron los conservadores. Sin embargo el fraude es un producto de costumbres políticas de la época. Tiene significado, ese mismo fraude, en contra del sentido que se le ha querido dar. Porque pasado el acto electoral y salvo la acción del clan radical, los ciudadanos gozaban de los derechos y garantías que amparaba la Constitución Nacional. Y la justicia respetaba esos derechos si eran violados. En la actualidad los peronistas acusan de fraude al radicalismo del pueblo. También hubo fraude en la época de Perón. Se puede vivir en libertad aun en épocas de fraude electoral, pero se trata de una práctica viciosa que hay que desterrar".
"Yo no soy quien para hablar de libertad —dice el canillita boquense Dimateo— y solo sé que vendo más diarios cuando traen escrito que no hay libertad. Pero me acuerdo que en tiempos de Perón no nos dejaban vender los diarios antiperonistas que decían que no había libertad, y que en tiempos de Aramburu hacían lo mismo con los diarios peronistas que también decían que no había libertad. Ahora unos dicen que no hay libertad y otros que hay demasiada. Pero yo vendo más diarios que antes porque no prohíben ninguno".

La libertad sindical
Al entregarle José María Guido a Arturo Umberto Illia el bastón y la banda presidencial, le traspasaba también el poco cómodo cargo de adversario de la CGT. Porque desde meses antes de la asunción al poder del nuevo gobierno, se estaba desarrollando el denominado Plan de Lucha de la central obrera. Sus objetivos incluían desde una serie de reclamaciones evidentemente concretas y necesarias, hasta un nebuloso y poco tranquilizador "cambio de estructuras".
La impasibilidad del gobierno de Illia ante las drásticas medidas de fuerza programadas, levantó una ola de protestas en el sector empresario. Pero tres meses más tarde —en agosto de 1964— se producía una escisión interna en la CGT y los gremios independientes se apartaban de la central obrera, debilitando su fuerza. ¿Fruto del "dejar hacer" gubernamental? Nadie lo afirmó públicamente, pero en privado no faltaron funcionarios que se jactaron del triunfo.
El 1º de mayo de 1965 la economía interna de la CGT sufría un rudo golpe. El tradicional descuento del jornal correspondiente a esa fecha obrera, o sea la principal entrada con que contaba la entidad, no fue autorizada por el gobierno. Simultáneamente se empezaba a hablar de la constitución de una "CGT paralela", acusándose al ministro de Trabajo, Fernando Solá de ser el promotor de la idea. Las relaciones CGT-Gobierno se mantenían al borde de la crisis total.
Agravaban la perspectiva los choques con la policía producidos por la ocupación de fábricas y lugares de trabajo. El 27 de octubre, durante las manifestaciones
que acompañaron a un paro general, corrió sangre y varios obreros resultaron muertos durante la represión policial. La fijación oficial de un máximo del 15 por ciento como tope a los aumentos de sueldos en la renovación de convenios, no contribuyó a mejorar las relaciones obrero-estatales. Finalmente el golpe de gracia lo constituyó la reglamentación de la Ley de Asociaciones Profesionales, dictada en momentos en que la CGT vivía la más grave crisis interna de la última década por el enfrentamiento de dos corrientes peronistas —"vandoristas" e "isabelinos"— que culminó con la defenestración del secretario general José Alonso, exponente de la segunda tendencia.
Porque no existe un motivo más grave, o porque la encuesta de panorama relativa a la libertad sindical se realizó en pleno debate público sobre esa reglamentación de la ley, dictada hace casi un lustro por el parlamento frondizista, la mayoría de los entrevistados centró en esa disposición legal sus críticas.
Luis Angeleri, secretario de prensa de la CGT, fue tajante: "En cuanto al trato con las organizaciones obreras, no hay libertad". Acusa a los ministros Palmero y Solá de haber faltado a su promesa de no reformar el espíritu de la Ley de Asociaciones Profesionales, y sostiene que la reglamentación es inconstitucional porque viola la ley, pasando del régimen de unidad al de pluralidad sindical. Sorpresivamente hace una acusación generacional: "La mayoría de los que no quieren la ley tienen más de 60 años. Si ellos hubieran hecho justicia con los obreros hoy no habría problemas, no estaríamos discutiendo". Para Paulino Niembro y el bloque de diputados justicialistas que preside, la reglamentación viola la independencia de poderes y el Ejecutivo se arroga facultades de legislador.
El conservador Oscar Vicchi cree, por el contrario, que la Ley de Asociaciones Profesionales "atenta abiertamente contra la libertad" al convertir la afiliación en obligatoria. Con respecto a la reglamentación sostiene que "el gobierno se ha quedado a mitad de camino. En la plataforma radical existía la derogación de la Ley de Frondizi. Pero no se animaron". Coincide con sus juicios el empresario Oria, de ACIEL, entidad que ha impugnado esta ley por considerarla contraria a las normas constitucionales relacionadas con la libertad de asociación y el derecho de asociarse con fines útiles". En lo que respecta a la reglamentación, confiesa Oria "no haber tenido tiempo material para examinarla".
Manteniéndose en un plano general, el universitario Aldo Castagnari afirma que en la Argentina 1966 "el derecho de huelga es un mito", puesto que ha costado vidas humanas como las de "Vallese, Retamar, Mussy, Méndez, Grimbak y tantos otros". Sostiene que "hay amplios sectores del país cuya única libertad es la de morirse de hambre".
El profesor Sánchez Viamonte afirma: "Me aterra que se llame libertad a lo que no es libertad: al abuso del patrón, al derecho del más fuerte sobre el más débil. Ocurre que a la palabra libertad la usan indiscriminadamente. Por ejemplo sé la usa como sinónimo de desocupado. Así se denomina libre al cuarto de baño desocupado, o al taxímetro que circula sin ocupantes. Estos ejemplos no pueden ni podrán ser jamás sustitutos de la libertad. Solo el hombre puede gozar de libertad".
Panorama encontró como principal objeción en el campo de la libertad gremial la reglamentación de la Ley de Asociaciones Profesionales, que hasta el momento de hacerse esta encuesta no se había comenzado a aplicar. Los cargos de "interferencias", "presiones sutiles" y otros similares, no fueron concretados por quienes denunciaron su existencia.

La libertad de prensa
El perentorio "Basta Illia" de los hombres-sandwich de Panorama que se pasearon por Florida, resultaba un ingenuo llamado a la subversión, comparado con los titulares de periódicos políticos que se exhibían en los quioscos junto a los que pasó la comitiva. Resultó evidente para los observadores que participaban de la encuesta, que el interés público era movido más por la curiosidad de saber "quién" no estaba satisfecho con Illia, que el "por qué" de su oposición. Preguntar si existe en el país libertad de prensa es redundancia. Basta con echar una mirada a cualquier puesto de diarios y revistas. Además, el gobierno radical del Pueblo puede ufanarse de ser el primero, en más de dos décadas, que no ha clausurado ninguna publicación política opositora.
Pocas críticas recogieron nuestros investigadores en este campo. Fernández Mendi, del MID, señaló como ejemplo de "las formas sutiles" de carencia de libertad, el reciente conflicto de los gráficos. En su opinión, el ministerio de Trabajo habría alentado esta huelga para evitar la aparición de revistas opositoras como Primera Plana y Confirmado. No aclaró si Radiolandia y otras similares afectadas por el paro, también resultaban antipáticas al gobierno. El comunista Giúdice reconoce que "existe libertad de prensa, pero solamente pueden usar la prensa aquellos cuyas opiniones estén permitidas por los dueños de los órganos periodísticos". (Partiendo de esta base, y si los comunistas no quieren caer en lo que critican, es de esperar que en breve plazo abrirán las páginas de su periódico Nuestra Palabra a la opinión de los conservadores, capitalistas y anticomunistas en general).
El democristiano Palacios Videla habla, en cambio, de una "relativa posibilidad de expresar las ideas por la prensa". Y se explica: "El sistema concentra el poder de la prensa y el ideológico en determinados sectores económicos y en determinados aparatos burocráticos". Aquí pone el dedo en la llaga. Porque cita como ejemplo la Comisión Administradora de Radios y TV, uno de los pocos puntos vulnerables en materia de libertad de prensa que panorama pudo encontrar.

Heredera de la cadena
En diciembre de 1958 la mayoría oficialista de la Cámara de Diputados, aprobaba la implantación del estado de sitio por tiempo indeterminado. Dos diputados se apartaron a raíz de esa decisión del bloque de la UCRI que integraban: Horacio Flavio Luelmo, de Río Negro y Nélida Baigorria, de la Capital Federal. Hoy, a ocho años de aquella actitud en defensa de la libertad, Nélida Baigorria concentra, por el cargo que desempeña, un gran porcentaje de las críticas públicamente dirigidas al gobierno en materia de restricción de libertades.
La Comisión Nacional Administradora de Radios y Canal 7 de Televisión es una prolongación de "la cadena" de diarios, revistas y radios que organizaran Raúl Alejandro Apold y Carlos Aloe en tiempos del régimen peronista. La señorita Baigorria ha mantenido una política de inquebrantable silencio frente a los ataques que se han sucedido en los tres años que lleva al frente del puesto. Solo una vez quebró esa línea. Cuando FAEDA la acusó de comunista y de introductora de compañeros de ruta. Con suma indignación negó esa "calumnia".
Sin estridencias, sin dar cuenta más que a la presidencia de la Nación, Nélida Baigorria lleva con mano firme la dirección de una política publicitaria que llega a cada rincón del país por medio de las 32 radioemisoras y el canal más importante —en alcance de televidentes— de que dispone el país. No hay ordenes escritas, pero en el ambiente periodístico que se desempeña en esos medios de difusión se conocen los "úkases" que regulan lo que debe decirse y lo que no debe decirse. Para el Noticiero del Canal 7, por ejemplo, no existió el plan de lucha de la CGT. Ocupaciones de fábricas, manifestaciones reprimidas con violencia, actos públicos, no fueron noticia.
La compulsa realizada por Panorama señaló que al promediar el mes de marzo estaba en marcha un operativo "nivelación". Con la designación del incisivo periodista Fernández Rubio al frente del Noticiero 7, se abrían en parte las compuertas a la información de los hechos "desagradables" ("pero sin abrir juicio sobre ellos"), y al mismo tiempo se realizaban conferencias de altísimo nivel con directivos de los restantes canales metropolitanos para lograr una tregua en los ataques frontales al gobierno.
El caso más pintoresco de maniobra apaciguadora en materia radial ocurrió con Radio Colonia. Antes de su reciente cambio de propietario, los informativos sensacionalistas estaban a cargo del periodista Barros, conocido por el seudónimo de Carlos Reyes. Pero Barros habría sido nombrado, por el gobierno radical del pueblo, cónsul argentino en Colonia. Naturalmente, ese puesto
y la amistad estrecha del cónsul con el doctor Perette, evitaba todo riesgo de discrepancias graves.

El caso Concepción
Sobre el cierre de la encuesta de Panorama se produjo un episodio que puso en evidencia la extrema sensibilidad en defensa de libertad de prensa que se ha ido creando en la conciencia argentina. El sábado 26 de marzo, la agencia TELAM —vinculada tan estrechamente al gobierno que, según rumores de fuentes fidedignas, cerró el balance del año 1965 con 20 millones de pesos de déficit sufragados con fondos reservados del Estado— informó sobre una presunta violación de la libertad de prensa por parte del secretario de Comercio, doctor Alfredo Concepción. En reunión con industriales habría sugerido que éstos retirasen la publicidad de las publicaciones opositoras. Seis días después, el funcionario aludido desmentía parcialmente esa información, mediante un comunicado en el que hablaba de "publicaciones que merecen ser calificadas de subversivas" y de su propósito de aplicar las normas "según corresponda a estricto derecho".
A esa altura ya se había causado un revuelo mayúsculo y sendas denuncias habían sido cursadas al Ministerio del Interior y a la Sociedad Interamericana de Prensa, por la Asociación de Editores de Publicaciones Argentinas. Si este hecho conseguirá alterar la buena opinión que la sip tiene por el gobierno argentino en materia de libertad de prensa —la manifestó por última vez en su reciente reunión anual celebrada en San Diego— solo el tiempo lo dirá.
Es difícil, en cambio, que el caso del arresto impuesto por la secretaría de Aeronáutica al comodoro (R) Juan José Güiraldes, director de la revista Confirmado, sea considerado por la SIP. Existe un problema de jurisdicción militar que permite al gobierno lavarse las manos con comodidad.
En resumen, la libertad de prensa en la Argentina 1966, pese a algunos traspiés inexplicables, tiene vigencia. Y ha vuelto a hacerse hábito en la conciencia de la ciudadanía.

Libertad de expresión
La prohibición municipal ejercida contra la representación de la discutida obra teatral El Vicario, del autor Rolf Hochhuth, es considerada por el comunista Giú-dice como una demostración palmaria de "la intención del gobierno de establecer un control estatal y policial sobre las ideas". Coincide con el profesor Sánchez Viamonte, patrocinante del pedido de amparo presentado por los empresarios de la obra, en señalar una contradicción en la actitud del cardenal Caggiano y los principios liberales dispuestos por el reciente Concilio Vaticano.
Con anterioridad a esta polémica solo se había criticado públicamente al gobierno, en el terreno de la libertad de expresión, a raíz de algunas disposiciones de censura cinematográfica. El tiempo, sin embargo, cambio el panorama en este terreno. Y las películas "prohibidas para menores de 18 años" son ahora proyectadas libremente por diversos canales de televisión.
En las librerías de la calle Corrientes el porteño puede adquirir a bajo costo el Manual de guerrillas del "Che" Guevara, o cualquier obra de la más avanzada ideología comunista. Juan Domingo Perón se asoma desde banderines a los quioscos callejeros, y libros sobre su persona y su obra están al alcance de cualquier bolsillo. Esporádicamente la orden del día de la Policía Federal trae alguna orden de secuestro contra una o dos de los centenares de publicaciones obscenas que suelen tener amplia difusión. Esta es toda la limitación a la expresión e ideas —si así puede llamársele— que rige en la Argentina 1966.

Libertad para el delito
Tangencialmente durante la investigación hecha por Panorama, apareció el tema de la libertad para delinquir existente en la Argentina. Se mencionaron los siguientes hechos: 1) benignidad de los códigos procesal y penal —"redactados por un abogado defensor"—; 2) falta de adecuado castigo a delitos "nuevos" como el tráfico de drogas; 3) falta de adecuada pena a los reincidentes (es usual encontrar en la información policial jóvenes delincuentes con una larga lista de procesos y condenas previas) ; 4) falta de medios adecuados para la represión y prevención de los delitos. Se agregó como hecho fácilmente comprobable la falta de control y adecuada pena que fomenta la estafa cotidiana: márgenes injustificadamente abultados en los comerciantes, productos de calidad inferior a la publicitada, y otras formas habituales de engaño al público.
Capítulo aparte merecen las cadenas de intermediarios, otro tipo de delito económico que cuenta con plena libertad de acción en la Argentina 1966. El productor y el consumidor mantienen a un verdadero ejército de "industriales del trueque", que explotan con grandes beneficios la necesidad ajena de comprar o vender. Llegado el caso también ofician de acaparadores, pero en esta profesión suele haber temporadas de riesgo, en que su "libertad" se ve amenazada.

Servicios públicos
La tolerancia que el presidente Illia preconizaba ante Panorama como respuesta aconsejable a los excesos de libertad, ha sido la actitud de su gobierno, en líneas generales, frente a los casos de falta de libertad donde el culpable no fue el gobierno. Cuando en los últimos días de marzo anterior los colectiveros infringieron las reglamentaciones que regulan los servicios públicos, mediante un "lock-out" que dejó paralizada a la metrópoli, se procedió al secuestro de automotores y a la rápida firma del decreto que elevaba la multa de 5.000 a un máximo de 100.000 pesos por empresa. "¡Por fin el gobierno toma las cosas en serio!" fue el comentario que Panorama recogió en la calle. Pocas horas después, sin embargo, se daba marcha atrás. Se devolvían los rodados a sus propietarios, se suspendían las multas y se permitía aplicar el aumento restringido ofrecido antes de la medida de fuerza. El matutino Crónica comentaba lo ocurrido bajo el título de: "Huelga con premio".
Los colectiveros pasaban así a integrar el grupo de aquellos sectores de la actividad nacional que, interrumpiendo con sus medidas de fuerza los servicios públicos, trababan la libertad individual de los ciudadanos.
Pero la tolerancia del Ejecutivo que se hizo evidente en múltiples circunstancias con ferroviarios, empleados de comunicaciones, señaleros, y otros gremios similares, también eludió las represalias legales. Solo en el caso de los municipales, la solidez de Rabanal —que al producirse el conflicto acababa de ganar con sus adictos las elecciones internas de UCRP— le permitió "cobrarse algunas docenas de cesantías que aún están discutiéndose.

Permanencia y evolución de la libertad
Un gaucho cruzando la pampa al paso lento de su caballo. Un inmigrante con su breve atado de ropa, asomado a la proa del barco que lo lleva al nuevo mundo. Dos imágenes con un tema común: la libertad interior. Uno, porque se siente dueño de todo; el otro, porque no ha querido quedar atado a nada de lo que deja atrás. No es de sorprender que con tales abuelos, el argentino de hoy lleve como parte fundamental de su modo de ser una ineludible vocación de libertad. Todos los pueblos de la tierra se precian de tenerla, es cierto, pero no todos —ni muchos, siquiera— pueden ostentar como prueba la mitad de un continente liberado por simple necesidad de satisfacer esa vocación.
Hasta el egoísta "no te metás" del porteño, no es más que una deformación del respeto por la libertad ajena.
Los balbuceos, las imprecisiones, las contradicciones formales que Panorama encontró y recogió en sus reporteados al obligarlos a meditar sobre la libertad, no nacen de la ignorancia del asunto. Es que la Argentina 1966, y cada uno de sus habitantes, viven en sí mismos la evolución del concepto de libertad. Y siempre resulta difícil definir algo que está cambiando.
El concepto liberal del siglo pasado y de principios del presente —"dejar hacer, dejar pasar"— evoluciona con la sociedad. Hay quienes pueden adaptarse al cambio en privado. Pero otros, como los hombres del actual gobierno argentino, se han encontrado con que las circunstancias les obligan a modificar sus conceptos sobre la marcha y a la vista del público. Ya no se trata de dar libertad a todos, sino de armonizar las libertades de todos. También la libertad se ha vuelto funcional, como las casas y los muebles.
No es el bien absoluto que creían nuestros abuelos. También puede ser usada para hacer daño. La "liberación" de la energía nuclear causó lo de Hiroshima y Nagasaki. Otras reacciones en cadena, en el terreno social, han provocado y provocan catástrofes no menos dolorosas al liberar odios, rencores y revanchas.
Frente al aspecto positivo de la evolución de la libertad hacia la justicia, o mejor, hacia la condición de instrumento de la justicia, se alza el aspecto negativo que también encontró panorama en el curso de su investigación. El uso de la libertad trae aparejada una dosis no despreciable de riesgos. Y el miedo al riesgo provoca en algunos el miedo a la libertad.
En los países donde las tiranías ahogan la libertad, muchas veces se callan más cosas por temor a la censura que por efecto de la censura misma. El miedo a la libertad crea la autocensura, complejo que suele perdurar más allá de las causas que le dieron origen.
Panorama quiere cerrar esta encuesta con palabras del ministro del Interior, Juan S. Palmero, que respondían al cuestionario que le fue presentado. Señalan un rumbo y trazan un camino que la Argentina 1966 necesita seguir: "Nunca será bastante cuanto hablemos e insistamos sobre la necesidad de cuidar la libertad del hombre argentino, porque no solo es responsabilidad del gobierno, sino también de cada ciudadano, el deber de preservarla de los intentos y prédicas destructivas, que tienden a atacar su fe en las instituciones de la democracia. Todos tenemos que unirnos en torno a la ley, que es la verdadera fuente del bien común, la que señala el respeto sagrado del hombre como persona humana y la vigencia de sus derechos".

Revista Panorama
mayo de 1966

Ir Arriba

 

Volver al índice
del sitio


Una audaz investigación de PANORAMA que recorre la calle, la Universidad, los ámbitos políticos, organismos obreros, empresarios y culturales contesta a la candente pregunta sobre el bien más preciado e inadvertido que tienen los argentinos


¿Hay libertad en Argentina?
¿Hay libertad en Argentina?
¿Hay libertad en Argentina?

¿Hay libertad en Argentina?