TERRORISMO
Civilización y barbarie

Parecía inconcebible, pero era cierto: el lunes 30 de marzo, cuando el propio ministro del Interior, Francisco Imaz, admitió rotundamente que por lo menos uno de los atracadores del agregado comercial soviético era miembro de la policía, los reporteros que escuchaban no eran capaces de acreditar lo que oían. La palabra oficial reconocía que el atentado era una torpe maniobra para vengar el secuestro del cónsul paraguayo Waldemar Sánchez.

Terrorismo
La dudosa victoria del gobierno sobre el terrorismo, 48 horas antes, agonizó entonces en el ludibrio. Porque resulta imposible creer que la represalia se desplomase sobre un emisario ruso: ¿es que los vigilantes implicados no leen los diarios? Diez días antes, Willy Brandt se había reunido en Erfurt con su colega de Alemania Oriental, que aceptaba negociar presionado por Moscú. A mediados de este mes se reabrirán en Viena las conversaciones entre USA y la URSS para limitar los armamentos nucleares. Visiblemente, desde hace casi una década, los moscovitas militan en el bando del deshielo, están en la amable componenda, ofician de agentes de tránsito entre Asia y Occidente. ¿Cómo entonces incluirlos en una vendetta antiguerrillera?
Más aún: el 18 de marzo estallaron en Phnom Penh disturbios anticomunistas: unas 20.000 personas —que según versiones fidedignas eran atizadas por la CIA norteamericana— se lanzaron a la calle a destrozar el comercio chino. Quemaron las embajadas de Vietnam del Norte, del Frente de Liberación Nacional (Vietcong) y asediaron la de Pekín. Pero no tocaron, pese a que alguno lo demandase, la representación soviética.
La derecha argentina atraviesa, sin duda, un estadio inferior a su similar camboyana. En Buenos Aires todo comenzó la noche del domingo 29: entonces, cuatro enmascarados intentaron secuestrar a Yuri Pivovarov —40 años, casado, un hijo de seis meses— en el garaje de Peña al 2600. Fue cuando el espectro del FAL cedió el primer plano a otra misteriosa organización: el Movimiento Argentino Nacionalista Organizado (MANO), unas siglas idénticas a las que funcionan en Guatemala. Las porteñas reconocen como líder a un incierto comandante Nahuel, que en los días anteriores prometiera castigos a los bolcheviques locales por intermedio de un alucinante equipo de "cazadores humanos".

EL ZAFARRANCHO. Ese domingo, a las 20,40 horas, Pivovarov regresaba en su opulento Mercedes Benz del habitual fin de semana en una 'datcha' que la embajada tiene en las afueras de la Capital; con él viajaban su mujer y el bebé, amén de la esposa y el hijo de otro funcionario ruso. De pronto, mientras Pivovarov estacionaba el coche en el box, un enmascarado, pistola en mano, amenazó de muerte a las mujeres, a las que hizo descender, mientras otros, tres sujetos, también con capuchas, desalojaban al ruso del volante.
Lejos de amedrentarse, Pivovarov ensayó una rústica defensa: en lugar de acelerar apretó el freno, pero sus captores le descargaron una andanada de culatazos en la nuca. Con nuevo piloto, el auto salió disparado rumbo a la calle mientras los clamores de las mujeres atraían al cabo Vicente Maciel, que recorría la zona. El guardia quiso interceptar al bólido y —según se afirma— el pistolero encapuchado en vez de atropellarlo perdonó su vida. Pálido, el cabo se parapetó detrás de un árbol y gatillo seis veces su pistola 45. Con buena puntería: por lo menos el comandante del operativo estaba herido; en la esquina —Laprida y Peña—, Pivovarov aprovechó la situación, logró tocar el freno y cuando el auto paraba se deslizó al pavimento.
A la mañana siguiente —el lunes 30—, MANO deploraba en sendos comunicados, que depositó en algunos retretes, la "mala suerte" del procedimiento. Pero ya en la madrugada, el conocimiento del hecho había provocado la afluencia de periodistas y una creciente suspicacia en torno de los protagonistas del asalto. Es que luego de la fuga del diplomático, el automóvil tiroteado logró escapar hasta Figueroa Alcorta al 3000, donde tumbó a una pequeña 'Fiatina'. Dos de sus ocupantes huyeron entonces a pie, mientras otro par quedaba herido en el suelo del coche; casualmente, acertó a pasar por allí una camioneta del Ejército, chapa C 204.446, que los llevó hasta el hospital Fernández. Eran casi las 10 de la noche. Hacia la madrugada, unos civiles —que se presume fueran policías de investigaciones—, fraternizaron con los heridos. Y a partir de ese momento, el hermetismo los cubrió: ni el director del policlínico, ni el comisario Héctor Oliveira, de Coordinación Federal, que visitaron a los detenidos, quisieron delatar su identidad. Antes del alba, sigilosamente, los heridos fueron trasportados al hospital policial Churruca.
Para entonces, los cronistas que trajinaban en el caso intuían ya que los bandidos eran pesquisas: nada menos que el oficial subinspector de la comisaría 33ª Carlos Benigno Balbuena ("hombre de ideas muy de derecha", lo calificó Imaz), y los alumnos universitarios Luis Alberto Germinal Borrelli y Guillermo Johansen, que pasan por ser confidentes de la policía. Algo llamativo: en la averiguación del suceso, la Jefatura soslayó a Coordinación Federal, que no intervino; las actuaciones corrieron por cuenta de la comisaría 19ª. Más aún: el 31, la Corte Suprema de Justicia relevó al juez Jorge Aguirre y comisionó al ministro del cuerpo, Luis C. Cabral, para instruir el sumario. No porque a Aguirre —con 25 años en los Tribunales—, le falte experiencia; sino para prevenir que recaiga sobre la Justicia una sombra parecida a la que echara la doble declaración de Carlos Della Nave, quien —según su padre— actuó bajo presión, al declararse voluntario preso argentino (página 13 -Nota: ver ¿Qué es el FAL? más abajo-).

LA TEMPESTAD. El lunes 30, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS protestaba en Moscú por la injuria contra Pivovarov, ante el consejero Federico Erhart; esa tarde, el Palacio San Martín respondía: "Se lamenta el incidente", reza la nota entregada a Yuri Volski en Buenos Aires, aunque la Cancillería entiende necesario "señalar que no acepta la existencia de violación por su parte de normas internacionales, ya que adoptó medidas de vigilancia, como lo prueba la intervención del personal policial que malogró el intento de secuestro". Maciel, en efecto, será ascendido a sargento.
A partir de entonces una tempestad de comunicados y versiones enturbió la cobertura periodística del hecho: mientras la Jefatura optaba por el silencio, crecían los rumores acerca de la renuncia del jefe de Coordinación Federal, coronel Jorge Dotti. Pues llegó a arriesgarse la opinión de que el golpe de MANO habría sido ideado por el Servicio Unificado de Seguridad (SUS), organismo de abolengo entre sus semejantes, ya que estaría integrado por especialistas de las tres armas y de la policía bajo la tutela del comisario en retiro Roque Virasoro, ex jefe de Coordinación Federal.
La quimérica especie añadía que el SUS —remedo del Escuadrón de la Muerte brasileño— dispondría de fondos oficiales; no obstante, quien conozca los antecedentes de Virasoro debe rechazar su vinculación con MANO. Que el Ejército no tiene nada que ver en esta partida, lo documentó una carta del comandante Lanusse llegada a la reunión que se celebró en Interior, el lunes a las 22 horas, entre el jefe de Policía, Mario Fonseca, e Imaz. Según el cronista de Panorama destacado frente a la embajada soviética, esa tarde un camión del Ejército, chapa 203.407, depositó en la legación un documento cerrado, aunque es posible que se tratara de una carta de rutina.
La contraofensiva ultramontana de MANO llegó al cénit en la tarde del miércoles 1º: en un comunicado que se halló en el templo de San Miguel participó el curriculum de Pivovarov —tan minucioso como el que seguramente dispone la CIA— e intimó la expulsión del diplomático y la clausura del Circo de Moscú, que funciona en el Luna Park. La noche del jueves, mientras prosperaban los rumores sobre una eventual renuncia del secretario de Informaciones del Estado, general en retiro Eduardo Señorans, el presidente se reunía con él y con Imaz y Fonseca. Como epílogo, la Secretaría de Prensa puntualizó que el gobierno repelerá la acción de los grupos ideológicos minoritarios. Pero el sábado 4, el huracán volvía a rugir: una explosión en la finca de la calle White al 100, en Villa Luro, permitía a las autoridades echar el guante a más de 20 terroristas de izquierda aplicados a fabricar explosivos.
El viernes, en la opinión pública se recogía la ferviente sospecha de que Balbuena y los suyos actuaron bajo inspiración superior. Si así fuera, ¿es éste el modo de combatir al terrorismo? El fenómeno merece numerosas explicaciones, pero la más extendida lo señala como el último recurso de quienes no encuentran canales para participar en una sociedad con el objeto de modificarla a través del diálogo democrático.
Muchos de los activistas provienen de las fuerzas que no lograron evolucionar por los métodos normales; restos de los grupos vencidos por el gobierno en los últimos tres años y medio (ver página 13). Si el Estado mantiene su actitud rígida, empuja a los violentos a la acción; pero una táctica elemental enseña a los gobernantes a construir su propia oposición. En otras palabras, sería preciso saber con quién desea la Casa Rosada enfrentarse: ¿prefiere una oposición institucional y moderada, o quiere perseguir eternamente un fantasma tan inasible como el del terrorismo?
Legalizar una oposición significa distinguir a los líderes verdaderos por sobre los jerarcas ya deteriorados, invitar a aquéllos a que manifiesten públicamente su disidencia antes de apelar a las bombas y a los raptos. Si hasta los sectores aliados al oficialismo —empresarios, militares— buscan ese avance hacia la paz. Las Fuerzas Armadas, en especial, se despojarían así de un pesado fardo; con todo, para que ello ocurra, se necesita que el gobierno decida ingresar en la política.

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¿Qué es el FAL?
Una borrasca. Un nido de suspicacias. Un estertor nacional. Eso —no otra cosa— es e! saldo que arrojó el secuestro del cónsul paraguayo Waldemar Sánchez, el martes 24 de marzo, por elementos terroristas del llamado Frente Argentino de la Liberación. Hace una semana, la policía continuaba indagando acerca del paradero de la célula activa sobre datos extraídos a Carlos Della Nave (20). Según el padre del detenido, éste habría sido objeto de apremios ilegales que le inmovilizaron el hombro izquierdo, lo explicó el sábado 28 en el estudio de Eduardo Augusto García: esos desgarrones serían los estigmas de la picana eléctrica. En cuanto a Alejandro Baldú, a juicio, por ejemplo, del Partido del Trabajo —clandestino—, fue vil, y gratuitamente asesinado". En cambio, de acuerdo con el Ministerio del Interior, la acusación es parte "de una aviesa maniobra encaminada a fundamentar la perpetración de un crimen reñido con las tradiciones argentinas". En síntesis: las autoridades cargan sobre el FAL la responsabilidad del "ajusticiamiento" de Baldú. Los camaradas de éste —que telefonean diariamente a las redacciones— aducen: "Baldú sucumbió tras un colapso cardíaco en dependencias de Robos y Hurtos, tras su captura en Luján".
El viernes último, diez días luego del rapto del cónsul —libre desde el mismo 28—, varios puntos siguen oscuros. En principio, los motivos que indujeron su liberación: ¿pagó el Estado guaraní un rescate? Los representantes de Asunción continúan herméticos, pero es cierto que a su regreso a Buenos Aires, Sánchez trajo un sobre del FAL al embajador de ese país, Manuel Ávila. Las versiones más inocentes señalan que contenía el recibo de la "operación". En verdad, resulta difícil de comprender la actitud de verdugos bienhechores que adoptaron los terroristas. ¿O creyeron que, al producir el escándalo, ya habían logrado su objetivo político?
Mayor enigma suscita la organización del propio FAL: ni siquiera los expertos al servicio de la policía aciertan a definir el calibre de la célula subversiva; las conjeturas —que privan sobre la evidencia— opacan y demoran la investigación.
Algunos indicios, sin embargo, permiten concluir que el grupo guerrillero despuntó en Buenos Aires en el verano de 1967, cuando Ernesto Che Guevara viajó hacia Bolivia con la esperanza de encender "la liberación latinoamericana"; en esencia, Guevara había programado la acción insurreccional sobre la base de un cuadrilátero: el núcleo de combates en Bolivia, y —para dispersar la atención de los gobiernos—, los Tupamaros en Uruguay, el MR8 en Brasil y el FAL en la Argentina. Dentro del plan de Guevara, el FAL significaba la unión de tres grupos rebeldes: dos de origen marxista, que habían sido entrenados en La Habana luego de romper con la Federación Juvenil Comunista, y el tercero capitaneado por Gustavo Rearte, jerarca del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), por entonces huésped de Fidel Castro. El comando argentino debía presar apoyo logístico a las operaciones del Che en Bolivia.
El fracaso de ese objetivo primordial, además de las trifulcas por motivos ideológicos, precipita la escisión: el ala peronista, orientada por Alicia Eguren, le disputa la hegemonía al grupo marxista, que tornaba a fraccionarse; del cisma surge como líder el periodista Eduardo Jozami, quien más tarde opta por entregarse a la "organización en las masas" para conseguir un "gobierno popular con control obrero". Un delegado del grupo visita a Juan Perón, en busca de apoyo, en junio de 1969. No logra su propósito.
A partir de aquellos cismas los grupos insurreccionales se vuelven a armar sobre nuevos fundamentos, aunque prevalece el modelo original del Che, pero siempre nutrido por heterodoxos del marxismo tradicional. El FAL, por lo tanto, reconoce la participación de seis agrupaciones:
• Los díscolos de la Federación Juvenil Comunista: un grupo que se entrenó en Cuba y del cual surgió, como cabecilla, el abogado Hernán Jorge Henríquez.
• La Juventud Revolucionaria Peronista (MRP), asesorada por literatura cubana y con la guía de Gustavo Rearte.
• El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), sector El Combatiente, que opera a modo orgánico a partir de junio del año pasado, aunque ya soporta vientos de discordia: una fracción justificó el asesinato de Augusto Timoteo Vandor e incluso alentó la eliminación de Rogelio Coria "por es oficio infame de colaborar", en tanto otra, moderada, arguye que el programa de terror es ineficaz para alcanzar la meta que se ambiciona: la desarticulación del aparato burocrático sindical.
• El Socialismo Revolucionario (SR), grupúsculo con base en Rosario, Santa Fe, que se pulverizó a fines del año último; sus integrantes se enrolaron en el Partido Comunista Revolucionario (PCR), en el trotskismo (PORT), en la Vanguardia Comunista (VC) y en otros sectores de la insurgencia armada.
• La Vanguardia Comunista (VC), chinófila, que aún alterna en los niveles políticos tradicionales sin disolver su aparato militar.
• El Partido Comunista Revolucionario (PCR), que sufrió el cisma de su vanguardia armada, seducida por los alardes del PRT. y que ahora trata de reconstituirla.
No sería lógico desechar, empero, la probabilidad de que activistas de otros orígenes engrosan hoy los cuadros del FAL, sobre todo porque legiones de jóvenes radicales, disconformes con la conducción balbinista, se inclinaron en 1969 a fraternizar con el peronismo rebelde y con las agrupaciones ultraizquierdistas que en su momento encumbraron a Raimundo Ongaro,
Es más: existen sospechas fundadas sobre la adhesión de ex comandos civiles a! FAL, lo que probaría vinculación de antiguos peronistas, ex radicales y rezagos del comunismo en torno al epicentro de la lucha armada.
Semejante amalgama facilita cómputos audaces. Algunos voceros de los rebeldes, por ejemplo, aseguran que en las seis o siete células integrantes del FAL militan más de mil combatientes y otros tantos adeptos ocupados en tareas de logística. Pero la realidad nada tiene que ver con el aserto: la organización no contaría con más de doscientos activistas listos para la lucha, y rechazaría 'la afiliación indiscriminada de militantes —sobre todo de aquellos que tienen antecedentes derechistas— para evitar la infiltración policial.
También es posible, como lo cree la policía, que las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) sean lo mismo que el FAL, o bien una célula asociada; esto es: el uso de ambas siglas revelaría el propósito de desconcertar. La hipótesis, no obstante, es rechazada por el peronismo; sus miembros aducen que la policía simplifica sin advertir que las FAP nacieron en 1956, "con la resistencia al gorilismo", y se afianzaron tres años después con "la hazaña del Uturunco". Sea como fuere, lo cierto es que la Jefatura ataca a los rebeldes sin importarle sus antecedentes, un método que es capaz de servir como catalizador y derivar hacia una realidad por ahora quimérica: que se organice en la Argentina un frente guerrillero unificado bajo la férula de Pekín. En esa perspectiva — que el peronismo ortodoxo rechaza—confluyen algunos expertos de los dispositivos de inteligencia y seguridad.
Otras teorías critican la prolífica imaginación de los agentes de seguridad: según ellas, el FAL no es sino una célula hermética, sin contacto alguno con los movimientos conocidos; algo así como una banda reunida con propósitos de agresión social y a veces de delincuencia común. La tesis considera insensato el pronóstico de quienes sueñan en una red nacional o internacional de subversión. Es, sin dudas, la más peligrosa: si no existen lazos entre los terroristas, a la policía le resultará imposible establecer cuándo y dónde se producirán estallidos. Todos sus procedimientos se convertirían en manotazos a ciegas.
Tal vez por eso, el miércoles 1º —cuando se supo que Della Nave no será excarcelado, pese al recurso de amparo que sus defensores pidieron— los pesquisas comenzaban a seguir los pasos del ex teniente Francisco Julián Licastro (Nº 151), un locuaz vocero del populismo que el Comando en Jefe sancionara en 1969 por difundir "ideas antidemocráticas".
Revista Panorama, abril 7, 1970
 

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