Tres minutos con la realidad Piazzola
"Con la música quiero entender y abarcar un mundo que se me presenta confuso. Crear es para mí descubrir todos los días nuevas cosas y vivir mi propia realidad."

Piazzolla
Las palabras las pronunciaba, hace una semana, un Astor Piazzola que a los 43 años se niega a considerarse un monstruo sagrado y que ha decidido que componer música es para él la única forma de subsistencia real 24 horas después retornaría a su viejo reducto de Tucumán 676. Pocas semanas antes, su último disco 20 años de vanguardia, volvía a subyugar a un mundo microscópico de universitarios y entendidos con un nuevo tableteo de su música de Buenos Aires.
"No creo en los moldes prefijados. No creo que mis tangos tengan una característica constante como que no sea la de mi personalidad. Escribo lo que siento sin dejarme arrastrar por el snobismo o por los falsos renovadores."
En realidad Astor Piazzola aparenta ser, espiritualmente, un antivanguardista por excelencia. Acurrucado en un cómodo sillón de su departamento de la calle Entre Ríos, rodeado de una familia que opina sobre tango y de los antiguos cuadros pintados por su mujer, no parece ser el artista que últimamente lanzó a la calle Bandoneón, guitarra y bajo, Caliente y Lunfardo.
Sólo después, cuando habla de tango, se revela el verdadero Piazzola: "Creo que no estoy sólo. Horacio Salgán y Pugliese han intentado con éxito comprender al Buenos Aires de hoy. No se trata de un problema de ritmo o de compás. Se trata de una misma concepción que se puede expresar en formas diversas. Es por eso que me han comparado con Rovira por el sólo hecho de que él y yo coincidimos formalmente. Yo, sin embargo, pienso que Rovira está buscando desde hace años pero aún no ha encontrado su auténtica línea artística."
En realidad Astor Piazzola es el epicentro de una familia que, salvo Daniel, el hijo menor, vive, siente y piensa artísticamente. Su mujer Odette Wolff, (40 años y 22 de casada) trataba de olvidar, la semana anterior, su largo pasado pictórico transcurrido entre las aventuras del neofigurativismo. Sin embargo, no evitaba trasladar sus concepciones plásticas a la música de su maridó: "Astor contempla las figuras del mundo y las recrea de acuerdo con su sentimiento individual. Es lo que yo traté de hacer cuando pintaba. Creo que lo que hace Forte en pintura es el equivalente a lo que hace Astor en música, sobre todo, en 20 años de vanguardia.
Probablemente, 20 años de vanguardia resuma nítidamente la trayectoria histórica de un Astor Piazzola que sabe lo que quiere del tango. Réquiem para un malandra (con letra de su hija, Diana Piazzola), Buenos Aires hora cero y Tango del Ángel, exhiben una imagen tensa y plagada de conceptos del Buenos Aires actual.
Entretanto, Diana (23 años, estudiante de antropología) trataba de comparar las concepciones que animan su primer libro de poesías, Yo y este siglo con la música de su padre: "Ambos tratamos de descubrir un mundo con nuestro arte, y eso se debe a que estamos los dos situados en una misma generación creadora. No importa la diferencia de edad. Cuando él le puso música a 'Réquiem para un malandra', sentí que nadie lo hubiera podido hacer mejor. Los dos somos auténticamente revolucionarios y eso es lo que nos une."
Algunos allegados a la familia aseguraban, sin embargo, que las poesías de 'Yo y este siglo' (inclusive las preferidas de su padre como Viejo desocupado y La profecía del no nacido) parecían inspiradas más en una identificación edípica que en una real vocación. La voluntaria comunicación que la joven pretendía establecer con su padre no estaba artísticamente expresada en la poesía.
Desde la imitación adolescente a Lorca hasta las complejas reflexiones metafísicas, Diana Piazzola demostraba la carencia de esa originalidad que distingue a su padre.
De todos modos, Odette, Diana y Astor componían una atmósfera de competición creadora construida sobre los éxitos del padre y de la cual escapaba sólo Daniel Piazzola, un muchacho de 19 años y con vocación de ingeniero aeronáutico: "No soy un artista. Ni siquiera entiendo la música de mi padre, aunque puedo decir que la siento. La verdad es que no podría hablar de ella por más que quisiera. El jazz y la ingeniería satisfacen por ahora mis inquietudes."
El mosaico de los Piazzola se resentía con Daniel. Parecía huir a las inquietantes fulguraciones de un .padre talentoso, a los cuadros de su madre que cuelgan ostentosos de las paredes de la sala y a los Yo y este sigla, que se agolpan a montones en la biblioteca de su habitación.
TODO Nº 5 / Pag. 57
29/10/1964
 

Ir Arriba