El reencuentro de Troilo y Piazzolla,
prolongación de la vecindad que en un escenario marplatense (Refasí)
se consumó en enero y febrero de 1970, será el mayor atractivo de
este LP. Pero dista de ser el único, porque hacía mucho que el tango
no daba una novedad discográfica tan ejemplificadora: el panorama
actual que abarca no es total, sin estar lejos de serlo en estilos y
tendencias, ya que no en autores o intérpretes. En espíritu,
lleva el signo de Troilo, el gran líder de la generación del
cuarenta. Por fuerza concluye en Piazzolla, que hasta cierto momento
de su carrera —la que el LP recorre, al menos— continúa los impulsos
renovadores que Pichuco acaudilló como instrumentista, director y
compositor. De ahí que el disco se abra con la orquesta de Troilo,
cuyas versiones de Tallador (Domingo Mattio) y Mañanitas de
Montmartre (Irusta-Fugazot-Demare) tienen la calidad y el encanto de
la esencia tanguera con delicada musicalidad, sin distorsiones ni
rebuscamientos. Siguen Cafetín de Buenos Aires (Discepolín-Mores) y
Alma herida (Cadícamo-Cobián) en la voz de Roberto Goyeneche, fluir
de sentimiento y esplendoroso fraseo tanguero, sin la propensión
efectista que a veces vulnera las presentaciones personales del
Polaco, cuando la voz —de relativo registro— lo impulsa a finales
patéticos. La primera cara no podía cerrarse mejor; el bandoneón de
Leopoldo Federico y el piano de Osvaldo Bellinghieri, regalan
sobrios virtuosismos en la contraposición de dos épocas: La última
cita (Bardi) y Otoño porteño (Piazzolla).
LOS MANCOS.
Sorpresa de la contracara es el dúo de los fuelles monstruos en El
motivo (Cobián sin la letra de Contursi) y Volver (Gardel sin los
versos de Le Pera). Ni el anticipador Cobián ni el bueno de Gardel
hubieran imaginado este presente sonoro. Para decepción de los que
esperaban un match, el prodigio resulta de cómo se integran
recíprocamente las digitaciones de uno y otro: Pichuco cede en
romanticismo, Astor en efectos. La aleación trasunta jerarquía e
intimismo. También asienta una premisa, sin proponérselo: en el
tango no hay ni hubo hora cero o campo de nadie. Los grandes
renovadores han recogido, para mejorarlas, esencias y tradiciones:
en esta placa perdura esa verdad. La misma posibilidad de romper
el molde de las nutridas formaciones orquestales se proyecta,
finalmente, en agrupaciones reducidas, frecuencia tanguera desde los
años cincuenta, sin otra salida que la calidad instrumental y la
plena identificación de los ejecutantes. Sexteto Tango aparece hoy
como uno de los más briosos y disciplinados continuadores de esa
modalidad, y de su afiatamiento son ejemplos las dos entregas de
este disco: A juego lento (Salgán) y Trasnoche (Julián Plaza). En
esa línea, el LP se cierra con el quinteto de Astor Piazzolla en dos
imaginativas interpretaciones de Verano porteño y Buenos Aires hora
cero, ya conocidas: fueron grabadas en vivo el año pasado durante
los recitales del teatro Regina e integraron, con otras versiones
del autor, un anterior LP muy celebrado. Jorge Couselo
Revista Panorama 09.03.1971
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Tango de costa a costa (LP, Víctor,
monoaural)
Troilo / Piazzolla
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