No hay tregua en Tucumán
Lo mismo de siempre, en
Tucumán, que alguna vez fue llamado "el polvorín
de la República". El factor desencadenante, para
no variar, es el azúcar. En el ingenio San Pablo
hubo 97 despidos, y según la Confederación General
de Trabajadores Azucareros, cuyo plenario sesionó
en la capital de la provincia, se trata de un caso
similar a otros ocurridos recientemente en los
ingenios San Juan, San Martín del Tabacal, Las
Toscas y otros. Un problema que continúa y se
repite, monótonamente, sin solución. Los
obreros del ingenio, nucleados en un sindicato,
intentaron gestiones para lograr el reintegro al
trabajo de sus compañeros despedidos. También
asistieron a una misa en el local de su
organización, oficiada por el teniente cura de la
localidad, padre Raúl Sánchez, un religioso
evidentemente postconciliar, quien impetró a Dios
por la pronta solución del conflicto. Al
término de la ceremonia, los dirigentes invitaron
a todos los presentes a realizar una
manifestación. Recorrieron las calles de San Pablo
(el padre Sánchez al frente) y cuando pasaron
frente a las residencias de los jefes
administrativos del ingenio hubo abucheos y
pedreas. Los ánimos se exaltaron. Los
coquetos muebles de Ezzio Antonio Tessari, jefe
mecánico, terminaron en la calle, arrojados entre
los restos de la verja de su jardín. La
manifestación culminó con un acto en la plaza
central del pueblo. Hablaron Lazarte, Garmendia y
el padre Sánchez. Planteo común: ¿Por qué tienen
que ser los obreros los únicos que carguen siempre
con la crisis? El jefe de Policía de Tucumán, a
los pocos días, ordenó el arresto por 30 días de
Lazarte, Garmendia y un obrero apellidado Molina.
Y citó al padre Sánchez. Un recurso legal evitó
que las medidas se cumplieran, pero siguen los
interrogantes. Dentro de sus límites se mueve por
ahora el planteo obrero. ¿Por qué debemos cargar
siempre con la crisis? Enviaron telegramas al
gobernador de la provincia. La Confederación se
mantiene alerta. El padre Sánchez se encuentra
cumpliendo un retiro espiritual en la Casa de
Ejercicios de la arquidiócesis. El famoso polvorín
tucumano nunca estalla ni lleva miras de hacerlo.
Según los entendidos, los nuevos disturbios
tucumanos fueron simplemente eso: disturbios.
Aunque la crisis siga sin resolverse y desafíe al
futuro. revista Siete Días Ilustrados
16.04.1968
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