Una delegación de empresarios, preocupada por
algunas medidas que presuntivamente debía aplicar el gobierno,
entrevistó al presidente Illia. El primer mandatario escuchó las
razones de sus interlocutores, pero no quedó muy convencido. Tampoco
estaba muy convencido de las razones de los funcionarios que
aconsejaban las medidas a tomar. Informó por lo tanto a la
delegación que seguiría estudiando el tema. Pero, preguntaron los
empresarios, ¿qué garantías había de que los funcionarios no darían
a conocer la resolución que les preocupaba? Muy sencillo, el
presidente les mostró el cajón del cual no saldría el expediente
hasta que decidiera la actitud a asumir. Los empresarios se
retiraron de la Casa de Gobierno muy contentos. Pero luego,
volviendo a pensarlo, llegaron a la conclusión de que esa indecisión
también podría actuar cuando se tratara de medidas positivas y
necesarias. Y retornaron a su preocupación original, ya en un
orden más general, debido a que hasta ahora no existe ninguna
estadística sobre la profundidad de los cajones del presidente Illia
ni lo que contienen. Pero esta anécdota, que circulaba la semana
pasada en los medios políticos y económicos, encuentra rápida
respuesta en los círculos oficiales: al comienzo de esta etapa
gubernamental el argumento era que debía darse al gobierno seis
meses de tiempo; ahora se sugiere esperar el discurso del
presidente Illia el próximo viernes 1º de mayo, al inaugurar el
período ordinario de sesiones del Parlamento. Ese discurso, según
los medios oficiales, trazaría las líneas definitivas de la política
gubernamental, especialmente en el campo económico y social. Se
presume que, asimismo, haciendo un balance de la obra realizada,
intentará responder a las acusaciones de inoperancia y, por último,
tratará de fijar posición ante las contradicciones en que incurre el
gobierno debido a los diferentes enfoques que existen en su equipo
de gobierno respecto de temas tan fundamentales como las empresas
del Estado y las negociaciones petroleras. Pero la incoherencia
sigue abrumando al gobierno: por un lado, el ministro de Defensa,
Leopoldo Suárez, lleva adelante una equilibrada política militar;
por su parte, el vicepresidente Perette y el ministro Zavala Ortiz
empujan las reincorporaciones de los colorados, lo que da pie a este
sector para una activa campaña de acción psicológica. Además,
algunas de las iniciativas del gobierno, o de algunos de sus
funcionarios, fracasaron estrepitosamente: la ley de Abastecimiento,
sancionada para aliviar la presión del alza del costo de la vida, no
ha rendido los frutos de emergencia que se esperaban, y seguramente
no podrá rendir fruto alguno antes de tres o cuatro años, como
declaró en cierta oportunidad Roque Carranza, del Consejo de
Desarrollo, a PRIMERA PLANA.
Ferrocarriles y Petróleo. En
la esfera del principal problema económico-financiero argentino, el
déficit ferroviario, la improvisación tuvo también características
peligrosas. La política del hombre de confianza de Illia en la
materia, el ingeniero Domingo Albano, comenzó con una euforia que lo
llevó a anunciar que nada había más fácil que resolver la situación
de los ferrocarriles. Empezó por aumentar el déficit reabriendo
talleres, incrementando el personal y permitiendo que líneas
clausuradas, porque no mantenían un tráfico importante, volvieran a
funcionar. Al término de seis meses, y a pesar de todas las
advertencias que se formularon desde los círculos económicos y
técnicos al respecto, el ingeniero Albano debe retirarse después de
agravar sustancialmente el problema. No menos improvisada fue la
euforia del gobierno respecto de algunos financistas internacionales
improvisados que llegaron al país y fueron recibidos por las más
altas autoridades nacionales. Esta euforia intentaba demostrar que
la anulación de los contratos petroleros, la política seguida con
SEGBA y otras medidas económicas no habían alejado a los círculos
inversores del exterior. Por una parte, el ministro de Economía pudo
palpar en Europa, y el presidente del Banco Central en los Estados
Unidos, la verdadera actitud de los medios financieros. Pero por la
otra, nada más se supo de aquel famoso Harvey Poe que Illia recibió
en la Casa de Gobierno, y poco se sabrá seguramente de los presuntos
banqueros suizos que el presidente de YPF recibió oficialmente,
entusiasmado por una oferta crediticia de 100 millones de dólares de
una casa bancaria cuya existencia la embajada de Suiza en Buenos
Aires anunció desconocer totalmente. En el caso de YPF, se agrega
así un tema más a los que tienen en carpeta diversos diputados para
presentar un pedido de informes, en el curso de esta semana
probablemente: la extraña negociación de una licitación que fue
anulada para permitir realizar una compra directa a la empresa que
había perdido la licitación para la provisión de catalizadores, y la
necesidad de establecer las relaciones de uno de los altos
funcionarios, el ingeniero Catinari, con la empresa Kellog. Hasta
ahora, la vigilancia del doctor Oscar Albrieu, director de YPF,
permitió que la propuesta de Kellog sea considerada con especial
cuidado, tal como surge del entredicho entre Catinari y Albrieu en
la última reunión del directorio de YPF, la semana pasada. Es
posible así, que la esperanza del oficialismo de que el mensaje del
1º de mayo del presidente Illia resuelva todas las incoherencias y
responda a todas las críticas, no sea en realidad más que el
comienzo de la verdadera ofensiva opositora que derivará,
seguramente, en el primer momento, por la vía de la democracia
cristiana y de Álvaro Alsogaray.
UCRP del Pueblo Se
derrumba el frente interno Mucho antes de lo que se suponía,
comenzó a resquebrajarse el frente interno del radicalismo del
Pueblo. El inestable equilibrio que había alcanzado Illia cuando
integró su primer gabinete dando representación a las distintas
expresiones del complejo mosaico oficialista, entró rápidamente en
crisis. La renuncia de Emilio Parodi —a quien Illia había
designado como secretario de Prensa para dar alguna coparticipación
en el poder al postergado sector larraldista— es uno de los indicies
de esa crisis. Fundamentalmente, Parodi cayó por haber querido
evitar la transformación del gobierno en un aparato de producir
cesantías y nombramientos: la inflexibilidad en una línea dura
favorable a alejar de todas las posiciones a quienes no son
radicales del Pueblo —propuesta por Nélida Baigorria— tiene su
correlato y su explicación en la necesidad de efectuar designaciones
entre los amigos políticos. En el diluido segundo texto de su
renuncia, el ex secretario de Prensa alcanza a decir que "ni
siquiera con el silencio" podía avalar remociones y designaciones
que se realizaban sin tener en cuenta la idoneidad y con un criterio
absolutamente partidista: por lo que se sabe, el primer texto de la
dimisión era mucho más enérgico, pero fue modificado —antes de
llegar a entregarse a los periodistas— por pedido especial del
presidente. Por lo demás, Emilio Parodi había planteado un
problema de autoridad: como secretario de Prensa de la presidencia,
nombrado por el jefe de Estado, entendía que tenía jurisdicción
sobre las actividades de miembros de una comisión dependiente de esa
secretaría, que habían sido propuestos por el vicepresidente, Carlos
Perette. "Seis y pico de meses después y estamos en la repartija",
acotó el vespertino Correo de la Tarde: fue la "repartija" la que
provocó la salida de un funcionario con nivel ministerial, en una
elocuente expresión de la dramática situación causada por el
traslado del comité al gobierno. Parodi, ahora, ha declinado aceptar
otro puesto en el gobierno nacional —pese al ofrecimiento del
presidente— y anticipó a sus amigos que se propone reorganizar al
poderoso sector larraldista del radicalismo del pueblo bonaerense
con un criterio de absoluta independencia de juicio con respecto al
gobierno. Por otra parte, en los medios partidarios del
oficialismo metropolitano es un lugar común generalmente admitido
señalar que el fogoso caudillo unionista Julián Sancerni Giménez se
constituyó en el principal censor de la gestión oficial dentro del
distrito. Aparentemente, ahora resolvió procurarse los medios
idóneos para adquirir mayor peso político y se hizo elegir por sus
amigos presidente del sector "Unidad" de la UCR del Pueblo. Al
asumir sus funciones pronunció un discurso sutilmente crítico donde,
luego de elogiar en general al gobierno, señaló "la necesidad
imperiosa de que las autoridades gubernativas busquen la
colaboración del partido y de sus hombres". A la grieta producida
por el larraldismo en la provincia de Buenos Aires y por el
unionismo en la Capital Federal, se suman las expresiones más o
menos personales de descontento: hacia fines de semana, el diputado
nacional Julio P. Longhi —del distrito metropolitano—, renunció a su
banca "destruido moralmente (según dijo en su dimisión) ante el
espectáculo desconcertante y amargo de una victoria duramente
lograda y usufructuada por neutrales y adversarios". Obviamente, los
tres "pronunciamientos" no tienen las mismas causales, pero reflejan
—en cambio— idéntico clima. Con distintas variantes, se trata del
clima gráficamente definido por Correo de la Tarde: la "repartija".
Zavala Ortiz Graves denuncias, ningún fundamento La
semana pasada, el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, doctor
Miguel Ángel Zavala Ortiz, formuló una denuncia de innegable
gravedad durante el almuerzo que le ofreció la Cámara de
Anunciantes, cuyos almuerzos mensuales se han convertido en una de
las principales tribunas del país. Luego de afirmar que "la
infiltración comunista no es vasta ni penetrante", agregó: "En
cambio, lo que hay es una infiltración organizada para provocar el
desorden en la vida nacional, el desprestigio de las instituciones
democráticas y la paralización en la política del desarrollo
económico, manejada desde centros internacionales de penetración
imperialista". A nadie pasa inadvertida la importancia de que
precisamente el canciller denuncie un plan de esa naturaleza.
Expresamente señaló el doctor Zavala Ortiz que no se trataba de un
plan comunista e, indirectamente, dio a entender que no se refería a
los Estados Unidos, pues inmediatamente explicó que no existía
ningún problema en las relaciones con ese país. Cuando los
periodistas le preguntaron a qué potencia se refería al hablar de la
infiltración imperialista, Zavala Ortiz expresó que esa información
debía ser requerida "a las autoridades respectivas: el ministerio de
Defensa Nacional", precisó. De esta manera, Zavala Ortiz había
llegado a insinuar un cuadro alarmante, estableciendo una
jurisdicción que, por la naturaleza de su contenido, daba idea de la
gravedad del plan denunciado. Sin embargo, pocas horas después, el
ministro de Defensa Nacional, consultado por los periodistas, señaló
que en el departamento a su cargo no había "ningún antecedente sobre
penetración imperialista". Para los periodistas quedaba como única
posibilidad un careo entre los dos ministros, como método para
comenzar a comprender de qué se trataba. Simultáneamente, el
diputado Juan Carlos Cárdenas (UCRI alendista) presentaba un pedido
de informes en la Cámara de Diputados, preguntando, entre otras
cosas, "si no se considera que una denuncia de tanta gravedad
requería otro ámbito y otro auditorio, habida cuenta de las muy
serias implicaciones internacionales de la misma". Aparentemente,
la espectacular expresión de Zavala Ortiz refleja un mecanismo de
acuerdo al cual actúan funcionarios del gobierno y miembros
importantes del partido oficialista: se hacen afirmaciones más o
menos espectaculares, que luego no se pueden comprobar, con el mismo
criterio con que suelen actuar tradicionalmente los políticos
opositores, pero sin advertir que en este momento el radicalismo del
Pueblo tiene la responsabilidad del gobierno. El mismo recurso
utilizó el diputado Mario Roberto cuando, en una audición de
televisión transmitida en Córdoba, expresó que en la Argentina
solamente había habido en este siglo des presidentes eficaces:
Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia, con olvido de personalidades como
Julio A. Roca y Roque Sáenz Peña. Con respecto a los gobiernos
antecesores del actual, fue el canciller Zavala Ortiz quien tuvo una
expresión aún más drástica que su correligionario Roberto. Sin
encontrar ya ningún precedente y remontándose aún más atrás, dijo
—hablando de la política internacional argentina, pero aclarando que
el mismo juicio podía extenderse a los otros rubros— que "hace cien
años que esperaba lo que el presidente Illia ha resuelto en pocas
semanas". Para señalar un solo tema, vigente desde hace más de cien
años y que no ha resuelto el presidente Illia, bastaría mencionar el
problema de las islas Malvinas. Algunos observadores dijeron
irónicamente que lo que hace cien años que no se produce es que se
demore más de seis meses para enviar embajador a los Estados Unidos.
El influyente matutino La Nación, por su parte, hizo una certera
enumeración de los problemas de política internacional solucionados
en los últimos cien años, desde el conflicto de límites con Chile
hasta la eficaz mediación argentina en la guerra
paraguayo-boliviana, que valió el premio Nobel de la Paz a un
canciller argentino: Carlos Saavedra Lamas.
Revista Primera
Plana 28.04.1964
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Una delegación de
empresarios, preocupada por algunas medidas que
presuntivamente debía aplicar el gobierno, entrevistó al
presidente Illia. El primer mandatario escuchó las
razones de sus interlocutores, pero no quedó muy
convencido. Tampoco estaba muy convencido de las razones
de los funcionarios que aconsejaban las medidas a tomar.
Informó por lo tanto a la delegación que seguiría
estudiando el tema. Pero, preguntaron los empresarios,
¿qué garantías había de que los funcionarios no darían a
conocer la resolución que les preocupaba? Muy sencillo,
el presidente les mostró el cajón del cual no saldría el
expediente hasta que decidiera la actitud a asumir.
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