MAESTROS
Blake Edwards
o la poesía del feminismo y del refinamiento
Blake Edwards
Sofisticado, voluble y lleno de desmesura, Blake Edwards es ya, a los 40 años, el mayor poeta que haya irrumpido en Hollywood desde la época de Lubitsch, el único que concentra en su obra todos los atributos del cine americano. Carece de un mundo propio, si por eso se entiende la propensión a desarrollar infinitamente un mismo tema; a lo sumo, ha sido constante en acuciar al espectador con pudorosos golpes de sadismo; lo ha sido también en su falta de preocupaciones morales y en el extremado refinamiento de su estilo. Pero no está allí la clave: hay que rastrearla, más bien, en su rechazo de toda actitud sentimental, en la rotunda objetividad que emplea para contar sus historias.
Durante años, fue considerado como una suerte de parásito crecido sobre las espaldas del realizador Richard Quine, quizá porque los films de uno y otro se parecían demasiado. El propio Quine se encargó después de despejar el mal entendido: "Cuando yo dirigía Leather Gloves, en 1948 — ha dicho —, me hice íntimo amigo del más joven de mis intérpretes. Era Blake. Compartía con él los mismos gustos por la danza, la comedia musical y los poemas de Ezra Pound. Me apresuré, pues, a pedir en la Columbia Pictures que lo emplearan como libretista permanente de todas mis obras. De esa colaboración nacieron 7 films, incluidos Mi novia era una teniente (1957) y Mi bella acusada (1961). Lo mejor de mí está ligado a su talento."
No hay demasiados datos sobre quién es o qué piensa Blake Edwards. Todo lo que de él se sabe es que nació el 26 de julio de 1922 en una casa de ladrillos sin revocar, situada justo al centro de Tulsa, Oklahoma. A los 3 años, su familia emigró a Los Angeles, y Blake — apasionado por la literatura y la gramática — hizo allí todo su paciente bachillerato, hasta obtener un inútil título de maestro en lengua inglesa. Se lo confirió la Beverly Hills High School.
Su padre era Jack MacEdwards, un viejo jefe de producción en Hollywood. Su abuelo, Gordon MacEdwards, ascendió a una incipiente notoriedad como realizador entre 1918 y 1920; alguna vez logró dirigir a Theda Bara. Blake pensó, incitado quizá por las tradiciones familiares, que empezar como productor era la más rápida manera de ganar su propia batalla. "Yo no tenía entonces suficientes sesos como para asustarme."
Durante meses, desde el verano de 1953 hasta la primavera del 54, recorrió los grandes estudios con su primer libreto bajo el brazo. Se llamaba Pandhandle y lo había escrito en colaboración con John Champion. Nadie quiso abrirle las puertas. Irritado por la espera, Blake consumió los ahorros paternos y los de Champion y transformó a Pandhandle (1954) en la obra inicial de su filmografía. Ni una rama tembló en el viejo Hollywood ante el nacimiento de Blake.
Sus tres films posteriores fueron también enterrándose en el olvido; ahora sólo pueden rescatarse sus títulos: Stampede (Estampida, un western de 1954), Sound Off (1955, con Mickey Rooney) y Bring Your Smile Along (1956, con Frankie Laine). Paralelamente, Blake escribió en esa época algunas audiciones radiales para las series de Richard Diamond y dirigió 6 episodios de Peter Gunn, un espectáculo de televisión.

Del rosado al negro
Los triunfos de Blake arrancan de 1957, cuando creó su primer héroe sofisticado en Los amores de Mr. Cory (Mr. Cory, con Tony Curtis), pero sólo empiezan a atronar gracias a las dos comedias que disparó inmediatamente después: Sueño de amor (This Happy Feeling, 1958, con Debbie Reynolds) y Champagne para dos (The Perfect Furlcugh, 1958, con Tony Curtis y Janet Leigh). Aquí deslizaba infinitos y abrumadores juegos de palabras (es célebre el que Curtis construía alrededor de blister, ampolla) y amontonaba un gag visual tras otro, sin darse tregua, en una abierta parodia de Buster Keaton.
Pero, en rigor, su primera obra maestra es Sirenas y tiburones (Operation Petticoat, 1959), prodigioso chiste sobre las intimidades femeninas cuyo protagonista era un submarino pintado de color rosado.
Blake da un grave paso en falso al comprometerse con Bing Crosby y un libreto ajeno en Mi papá va al colegio (High Time, 1960), pero sale indemne de él al recrear una tierna novela de Truman Capote, Muñequita de lujo (Breakfast at Tiffany's, 1961, con Audrey Hepburn), envolviendo cada imagen de una sensualidad y un refinamiento sólo comparables al mejor Lubitsch. A partir de entonces, Edwards empieza a demostrar que no sólo en la comedia puede mover sus hábiles manos de maestro: El mercader del terror (Experiment in Terror, 1962, con Lee Remick y Glenn Ford) lo descubre, de un golpe, como un sádico capaz de imponerle al espectador trampas y efectos de gran guiñol sin que éste lo advierta; en ese juego, crea también espléndidos personajes: el del asmático tierno y sexo-maníaco es uno de los más potentes y complejos que haya engendrado Hollywood.
La obra siguiente, Días de vino y rosas (Days of Wine and Roses, 1962, con Lee Remick y Jack Lemmon) es, junto con los films de Hawks y Fritz Lang, el mejor equivalente cinematográfico de la novelística dura en USA, a la manera de Caín o Chandler. Por si había dudas, Edwards demostró tajantemente aquí que en su potencia como narrador podía rastrearse toda su grandeza.
Ahora, Blake ha puesto punto final en Roma, Venecia y Cortina d'Ampezzo a La pantera rosada (The Pink Panther, con Claudia Cardinale, Peter Sellers y David Niven): en ese film procura recrear las mejores tradiciones de la comedia lunática al contar las complejas peripecias por que atraviesa una joya hindú, retenida por una princesa y codiciada por un par de gangsters sajones. La Historia parece empezar a tentarlo: se sabe que en el otoño del 64 realizará una suerte de documental irónico sobre la competencia automovilística París-Pekín que se disputó en la preguerra del 14. La obra se llamará The Great Race (La gran carrera) y sus protagonistas presuntos serán Burt Lancaster y Jack Lemmon. Para Edwards, ser un creador equivale tantálicamente a no tener reposo.
3 de setiembre de 1963
PRIMERA PLANA

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