CASSIUS CLAY - MUHAMMAD ALI
UN GRITO,
UNA TORMENTA,
UN ESTREMECDOR ESPECTACULO
HE AQUI, EN UNA SINTESIS, LA SORPRENDENTE HISTORIA DE CASSIUS MARCELLUS CLAY JR., EL HOMBRE QUE PREFIRIO LLAMARSE MUHAMMAD ALI.
SU VIDA ES UN ASOMBRO QUE OSCILA ENTRE LA HAZAÑA Y LA ESTRIDENCIA.

Cassius Clay
¿Saben qué? —interrogó, una sombría tarde sureña el esbelto Cassius Marcellus Clay Jr.—. Pues que papá soportó terribles sombras de jerarcas con botas y látigo, que creyó en el ingenio de sus superiores, que fue un pobre hombre. Todo ello arrasó mi alma. Pero lo quise y lo quiero porque de él, a pesar de todo, heredé la fuerza para abrirme paso en la selva. Es cierto que tuve que golpear a gente que no tenía nada que ver con la injusticia, a no ser su condición de víctimas. Es cierto que hice sangrar a inocentes. Así se me dio el juego. Pero un día vi la luz; entonces insulté a los Tío Tom, desprecié el universo de los blancos y fui un rutilante, bello, esplendoroso sol negro. Un sol llamado Muhammad Alí".
Cassius Marcellus Clay, hijo de Cassius Marcellus Clay y de Odessa Ratborne, nació pobre y fue pobre hasta que su asombrosa destreza boxística le permitió repletar de dólares sus arcas. Es oriundo de un marginado barrio negro de Louisville, Kentucky, sitio donde los lugareños blancos aún esgrimen una severa tirria contra la población de color. De manera que Cassius sintió ese odio desde niño, alimentó con él su infancia, pobló su adolescencia.
Su padre no tuvo profesión: fue lustrabotas, ayudante de carpintero, hachero, camarero de bar y algunas cosas más. Por la noche solía profesar dos cultos casi absurdos que quedaron grabados a fuego en el recuerdo de su hijo: abrumaba con la radio encendida escuchando con devoción el programa "Los días del añoso Imperio Romano" y leía —única y exclusivamente— la Biblia y cuanta biografía de Rodolfo Valentino caía en sus manos.
Su madre, Odessa, lavaba ropas por encargo y solía, como sí se tratara de una costumbre, recriminar a su marido. "Cassius —so quejaba—: ¿acaso ese parlanchín que escuchas noche tras noche es quien te paga la quincena? Acaba, Cassius, con Calígula y Julio César, y preocúpate por conseguir tocino y tajadas de pan para que tus hijos se críen fuertes".
Con o sin el tocino y el pan, lo cierto es que los hijos del matrimonio fueron algo más que fuertes. El menor de todos, Rudy Valentino Clay, es un boxeador bastante notable que truncó su carrera para dedicarse a la lucha política. El mayor, Cassius Marcellus Jr., conquistó la Corona Mundial de Box de todos los pesos a la edad de 22 años y es considerado por muchos expertos el peleador más diestro y completo que jamás pisó un ring.
Cassius se inició en el boxeo a los 12 años de edad, como un niño deslumbrado que gastaba sus días en vender diarios y frecuentar el Seven Nine Boxing Of Louisville. Un sparríng con cara gastada por los trompis, pero con su cariño intacto, enseñó al chico las cosas fundamentales: lo obligó a dar, a ser devoto de la difícil forja de un diestro, a estar poseído por el deseo de acabar rotundamente con sus rivales. Go-Go Luckies, además, lo intuyó campeón y llegó a verlo campeón. "Yo lo soñé tal como sucedió —aseguró, llorando, el 25 de febrero de 1964, minutos después que Cassius atizó fieramente a Sonny Liston y lo obligó a no salir en la séptima vuelta—. Igual, igual. Su rival deshecho y Cassius saltarín, hermoso y triunfante".
Seis años fue amateur y cosechó una multitud de laureles: de 108 combates ganó 100, 87 de ellos por knock-out; 7 los empató y perdió uno por fallo discutido. Fue campeón de los Guantes de Oro —una singular competencia estadounidense— y Campeón de la Unión Atlética Amateur en 1959. Al siguiente año, antes de ceñirse fácilmente la Corona Olímpica en Roma, conquistó por segunda vez los Guantes de Oro. Era obvio que ya nada le quedaba por hacer entre aficionados: el 29 de octubre de 1960, tras abandonar las filas de los semipesados para ingresar en el peso máximo, Cassius se hizo profesional. Dos púgiles argentinos lo enfrentaron en esos primeros tiempos: Miteff cayó fulminado en el sexto round; Lavorante, en el quinto.
Su campaña —rápida como pocas— no fue, por cierto, producto de la improvisación: el denominado Sindicato Clay, formado por once hombres que nunca habían estado vinculados al boxeo, fue quien planeó, lanzó y sostuvo financieramente la carrera de Cassius. El padre de la idea fue Bill Faversham, que descubrió a Clay cuando acumuló docenas de medallas en los torneos de amateurs. Entusiasmado por ese muchacho decidido que volteaba a sus rivales como si se tratara de frágiles muñecos, Faversham se unió a Patrick Calohun y a Bill Cutchins para redondear el proyecto, asociando más tarde a amigos íntimos y parientes con el propósito de lograr un fondo económico acorde con el lanzamiento que se proponían. Entre los miembros más importantes del Sindicato Clay, ahora disuelto, figuraron Worth Bingham (hijo del dueño de los dos diarios de Louisville), Washington Norton (hijo del propietario de una estación de TV, subsidiaria de la NBC) y Archie Foster (presidente de una importante agencia publicitaria). "Fue el negocio más magistral de mi vida —declaró un día Faversham a un cronista de Esquire—. Ahora haré holganza por el resto de mi vida: Clay me dio para eso y mucho más."
Pese a los antecedentes, la victoria de Clay sobre Listón sorprendió a la gran mayoría de la afición. Ya por entonces Cassius era llamado El Bocón, debido a la curiosa manera de publicitar sus combates y a los generosos conceptos que tenía sobre sí mismo y que no vacilaba en hacer públicos. Una de sus costumbres era vaticinar en qué round acabaría con su rival de turno; la otra, facturar y recitar versos sobre lo que llamaba "mi epopeya boxística"
En el enfrentamiento con Liston todo llegó al paroxismo: es que entre ambos púgiles vibraba una enemistad que iba más allá del cuadrilátero. "Y hay un boxeador con título| que alardea de coraje.| Se llama Sonny Liston| y es feo como un mono viejo e imbécil.| Lo golpearé como un pistón,| dejaré su cara transformada en un lamentable guiñapo", cantó Clay ante los periodistas el día anterior al match. El verso finalizaba sin humildad: "Y el mundo entero dirá que soy un muchacho encantador.| El mejor luchador de todos los tiempos.| Y alegremente les diré por qué.| Mi secreto es confianza en mí.| Campeón de nacimiento.| Soy lírico, soy sano, soy inteligente".
Cassius, antes de la extravagante pelea, llegó a mucho más: juró públicamente que si perdía besaría los pies de Liston y se marcharía para siempre de los Estados Unidos. Pese a la alharaca, el público no confió en él: minutos antes de la pelea las apuestas daban a Clay como seguro perdedor por 8-1. El médico Alexander Robbins, tras revisar al desafiante, aseguró: "Este es un hombre que vive un miedo enorme". El pulso de Cassius latía a 120.
Lo cierto fue que Liston recibió una dura paliza por parte de su rival tras intentar, primero, una tarea imposible: aniquilar la velocidad de Clay. En el séptimo round no salió y dio por iniciada una leyenda que aún no ha terminado.
El 3 de abril de 1965 —algo más de un año después de consagrarse campeón— Elijah Mohamed, fundador de la Secta de los Musulmanes Negros, concedió a Cassius Clay una entrevista de tres horas. El hecho no pasó desapercibido para los periodistas neoyorquinos: cuando Clay salió dos docenas de chasiretes se le precipitaron. Estuvo, en relación a sus antecedentes, notoriamente parco; sin hacer muecas ni vociferar dijo, simplemente: "Señores: les informo que a partir de hoy me llamaré Muhammad Alí". Y sin brindar explicaciones trepó a su Cadillac blanco y partió raudo.
El asunto no tardó en aclararse por boca del mismísimo Clay, ya Alí: "Soy un hombre negro que adoptó el Islam porque no pude encontrar paz en un mundo integrado. Me gusta ser negro. Me gusta estar con mí gente. El Honorable Elijah Mohamed dice que Allah me ayudó a batir a Liston. Dice, también, que mi imagen es importante porque significa para mí gente más que la de Robinson u otros campeones negros, porque Robinson fue un héroe blanco. Jesús y Moisés también fueron negros".
De allí en adelante, Cassius estalló en dos partes y cobró una notoriedad aún mayor que la que el boxeo le había dado: fue el predicador, el hombre negro que llevó a sus hermanos aliento y decisión para construir su propio mundo, un universo sensorial, secreto, plagado de ritmo y furia y también —¿por qué no decirlo?— de odio por los blancos. Con todo, sus triunfos seguían sucediéndose y, poco a poco, la gente de color lo fue ungiendo arquetipo de un sueño: por fin aparecía alguien que destruía a sus rivales con fuerza y con talento, haciendo gala de las virtudes de su raza A partir de él, pues, Black was beautiful, esto es, el negro es un color hermoso que debe llevarse con orgullo y no con sumisión.
Pero un día —el 28 de abril de 1957— el musulmanismo se hizo valer: convocado para ingresar en el ejército de los Estados Unidos, Alí se negó a presentarse alegando sus creencias religiosas. Poco tiempo después un jurado integrado por seis hombres y seis mujeres —todos blancos— lo declaró culpable y lo condenó a cinco años de prisión. Casi enseguida fue despojado del título de campeón mundial y se le prohibió expresamente boxear.
Clay obtuvo su libertad mediante el pago de una fianza de 5.000 dólares y se lanzó de lleno a dos actividades: inició una larga batalla legal para buscar la victoria de sus argumentos y, paralelamente, predicó por todo el país —y en varios lados del mundo— la doctrina de los musulmanes: "Ahora soy, más que nunca, Muhammad Alí, un sacerdote de la causa. No conozco a nadie que se llama Cassius Marcellus Clay", aseguró.
La inactividad boxística del líder musulmán se prolongó durante tres años y medio. Ese tiempo dio pie a una de las más largas polémicas que recuerda la historia del boxeo, puja en la que casi ningún estadounidense logró mantenerse aparte. Los primeros intentos por lograr un estadio donde Alí pudiera boxear fracasaron tras la decisión de la poderosa Comisión de Boxeo del Estado de Nueva York, que fue la que le birló el titulo. Pero Leroy Johnson —un senador negro del Estado de Georgia— logró, tras dura lucha, conseguirle una licencia de boxeo para ese territorio: fue el primer paso para un camino que comenzó a despejarse. Poco tiempo después, Nueva York —tras un fallo en su favor— le revalidaba el permiso.
El 26 de octubre de 1970, como culminación, Alí reapareció en el ring ante Jerry Quarry, luciendo la mejor de sus sonrisas y una bata donde estaba —pulcramente bordado— su nombre religioso. El gobernador de Georgia, Lester Maddox, declaró "Día de Luto Estatal" el de la pelea e instó al público de Atlanta a boicotear el acontecimiento. El lleno, previsiblemente, fue completo, y las apuestas favorables a Alí. Quarry abandonó la pendencia en el cuarto round.
El ídolo seguía siendo el de siempre.
Si Alí era prócer indiscutido de los negros, ya no lo era tanto —sin embargo— en los mentideros boxísticos. El hombre que había heredado su titulo sin cruzar guantes con él constituía el gran enigma: ¿Frazier era mejor o peor?
El acontecimiento se fue organizando lentamente, entre una maraña de problemas legales y una ristra de bravuconadas que hacían recordar las primeras épocas. Mientras tanto Alí se brindó contra Oscar Bonavena, a quien venció por Knock-out técnico en el último round —el 15— de un match memorable. Los expertos notaron que, por primera vez alguien le había golpeado con dureza; además, Clay ya no estaba tan rutilante: se cansaba, perdía el ritmo de semipesado que lo caracterizó y se enfurecía cuando lo tocaban, alterando su estilo de bailarín.
El 7 de marzo, por fin, Frazier y Clay se enfrentaron. Frazier — un negro escasamente orgulloso de su condición, amante de la buena vida— lo demolió: en un estilo poco vistoso pero bien sólido evitó entrar en el juego de Alí y jugó a la aplanadora. El jurado, unánimemente, lo hizo ganador por puntos y con holgura.
El mito, ahora, vacilaba. Clay podía ser vencido. Y miles y miles de negros lloraron —en Harlem, en los slums chicaguinos, en el Watts— el desgarrón de su sueño.
Pero esta historia aún no terminó. El aliento y la fe propician una nueva epopeya. Muhammad Alí, seguramente, le ha pedido a Allah que retorne el milagro, que ponga alas en sus piernas, que quite el cilicio de su vida. Que le devuelva lo que le quitó.
Por si o por no, Clay-Alí fue el forjador de una leyenda que jamás morirá, que perdurará en canciones y en relatos de café. Ya nunca jamás podrá evitar su inmortalidad.
Revista Gente y la Actualidad
09/9/1971

Cassius Clay

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