SE cuenta que durante
la guerra rusojaponesa, los nipones habían
establecido un simplísimo sistema de espionaje que
le costó a los rusos la perdida de la casi
totalidad de la flota establecida en Port Arthur.
El sistema consistía en el buen aprovechamiento
del parecido físico de los japoneses con los
chinos. Personal seleccionado para tales tareas,
vistiendo las características ropas de los chinos
y pasando por vendedores ambulantes, o a veces por
traficantes de opio, cuando no como intermediarios
del comercio mundial de té, exploraban el terreno
de tal modo que llegaron a ocupar posiciones
terrestres que no pudieron ser batidas ni por la
escuadra rusa ni por las fortificaciones
establecidas en la plaza.
Se cree que ésa fué la
primera vez que por medio del parecido físico se
sirvió al espionaje internacional. Si bien el
espía es siempre un simulador que utiliza los más
increíbles medios para obtener aquellos datos que
puedan interesar a determinada potencia para sus
fines bélicos, también es cierto que el espía
realiza en algunas ocasiones tareas que ponen en
evidencia su cultura y su capacidad de acción. En
una guerra como la última conflagración
continental es un poco difícil valerse de pequeños
trucos como aquel del parecido utilizado por los
japoneses en la oportunidad que describimos más
arriba.
Sin embargo, los
alemanes descubrieron el sistema. Era también
simple, y si no se trataba del parecido físico, se
trataba sí de otro parecido no menos importante.
El parecido de los mensajes ingleses transmitidos
desde Holanda a los aviadores en vuelo. O a los
agentes secretos del servicio británico, muy bien
distribuidos por Su Majestad a lo largo de aquella
tierra de los molinos de viento y las vacas de
ojos tristes.
Parece ser que durante
un largo espacio de tiempo los aliados dispusieron
de un cuerpo de infiltración en Holanda, que según
los cálculos del comando respondía plenamente a su
servicio secreto. Pero los cálculos fallaron y los
comandos clandestinos del servicio aliado en
Holanda respondían plenamente al espionaje nazi.
¿Cómo? Muy sencillamente: Los alemanes
descubrieron el estilo y la técnica del mensaje
británico, copiaron los más mínimos detalles y los
ingleses cayeron en la trampa.
Asegura ahora, en un
libro que acaba de publicarse en Londres. H. G. Giskes, ex jefe del
contraespionaje alemán en Holanda, que durante los
veinte meses más decisivos de la última guerra,
los contactos por radio del servicio secreto
aliado con el movimiento clandestino en aquel país
estuvieron totalmente dominados por los nazis.
Afirma asimismo que
centenares de agentes secretos y aviadores de la
Real Fuerza Aérea fueron capturados atraídos por
los falsos mensajes, y agrega que por ese
procedimiento el material enviado por los ingleses
para sus ''colaboradores" de Holanda, tanto armas:
como material de sabotaje y alimentos, caía en
manos de los agentes alemanes cuando era arrojado
en paracaídas sobre aquel territorio.
El libro, que se
titula "London Calling North Pole", comenta cómo
doce bombarderos fueron destruidos al caer en
aquellas trampas telegráficas. Dice que eran tan
serias las decepciones del alto mando aliado con
respecto a Holanda, que en 1943 dejaron durante
largo tiempo de enviar aquellas apetecidas
provisiones.
El caso de la
imitación de mensajes para engañar al enemigo no
es tan poco importante como puede aparecer ahora,
a casi diez años de ocurrido. Muy por el
contrario, el libro está siendo muy comentado y el señor Giskes puesto
en tela de juicio por sus ex enemigos de combate
secreto, tanto que aparece un diputado laborista,
Mr. Arthur J. Lewis, llevando el asunto a los
Comunes en forma de una seria interpelación al
primer ministro Mr. Winston Churchill, quien debe,
según Lewis, prestar una declaración sobre
aquellos acontecimientos que costaron vidas y
materiales bélicos a Inglaterra.
El revuelo causado
ahora por la publicación no se queda en esa interpelación al grueso hombre del habana Alguien ha
juzgado la publicación como muy verídica, y un
portavoz de la embajada holandesa en Londres
asegura que nada de eso es mentira, ni puede
considerar, se ahora de fantástico; muy por el
contrario, ya que todo lo dicho por el autor
estaba ya confirmado por la comisión parlamentaria
holandesa que hace poco tiempo examinó todos los
antecedentes de la labor desarrollada, por el
gobierno de Holanda en Londres durante la guerra.
El coronel Oreste
Pinto ex Jefe del contraespionaje de la
comandancia suprema aliada, también afirma que el
relato de Giskes es verídico.
Es así, pues, como muy
lejos va de la guerra rusojaponesa, en una
conflagración mucho más trascendente como fué esta
de 1939. de la que los países del mundo que a ella
estuvieron ligados por algún mínimo contacto no se
han repuesto todavía, sé emplean métodos de
espionaje similares, si bien dentro de las
exigencias del progreso, ya que si unos eran
falsos chinos, en realidad japoneses, éstos eran
falsos mensajes británicos, en realidad alemanes.
Del "London Calling
North Pole" saldrán palabras suficientes para
alentar a los espías de una nueva guerra para
aumentar la historia de esa profesión que. por
misteriosa, está llena de aventuras increíbles,
como aquella aventura de los japoneses de Port
Arthur, como la simple aventura de estos alemanes
del servicio secreto en Holanda.
¡Cuidado con los
mensajes falsos!, dirán los nuevos instructores.
¡Cuidado con los chinos que venden cargamentos de
té! Pero siempre habrá una nueva modalidad, que
será conocida más allá del último toque de clarín
en el último campo de batalla, para aumentar el
bagaje técnico de esta profesión del espionaje,
que va ha dejado un poco de lado las bailarinas
bonitas con sus generales enamorados contando
grandes secretos en los reservados del oscuro
figón, en un misterioso puerto del Mediterráneo.
Revista PBT
13.03.1953
|